El Gobierno deja en libertad al décimo etarra ‘arrepentido’ en los últimos 18 meses

José Antonio Díaz Urrutia, alias 'Andoni', es el último preso de ETA que se ha arrepentido de sus acciones para conseguir su libertad, y lo ha conseguido. El juez de Vigilancia Penitenciaria, previo informe de la Junta de Tratamiento de su centro penitenciario y con el visto bueno de la Fiscalía, le ha puesto en la calle con un estatus similar al tercer grado. Es decir, sólo debe volver a prisión para dormir o incluso únicamente los fines de semana. Con él, ya son diez los miembros de la banda terrorista que en los últimos 18 meses han confirmado su rechazo a la organización para obtener este beneficio, según fuentes jurídicas.

A todos ellos se les ha aplicado el artículo 100.2 del Reglamento Penitenciario, una herramienta para la concesión de permisos que flexibiliza el actual Código Penal endurecido en 2003, con la práctica eliminación de los beneficios penitenciarios.

En el caso de Diaz Urrutia, su excarcelamiento definitivo debería producirse en 2014. Ya ha sido trasladado a la vizcaína prisión de Nanclares de Oca desde el centro de Villabona (Asturias). Ha preferido mostrar su arrepentimiento y quedar libre, en contra de las exigencias de la banda, que esperar tres años entre rejas. Este etarra era empleado de Caja Laboral y fue condenado en 2007 a 11 años de prisión por la Audiencia Nacional, acusado de integración en organización terrorista, dentro del macroproceso KAS-EKIN-XAKI (sumario 18/98) contra el entorno de ETA. Posteriormente, el Tribunal Supremo le rebajó la pena a seis años y nueve meses.

Pueden salir de la cárcel

Con Díaz Urrutia, son diez los últimos arrepentidos que en los últimos meses no sólo han conseguido un acercamiento al País Vasco sino que pueden salir todos los días del centro penitenciario. Aún así, fuentes jurídicas explican que las solicitudes de libertad por arrepentimiento están descendiendo en los últimos tiempos. La razón es la esperanza de un final de la banda negociado que permita a los presos ver la luz sin tener que enfrentarse a la cúpula de la organización, que no aprueba muestras de debilidad ni de desvinculación a la propia banda.

Los últimos ‘agraciados’ han sido los históricos José Luis Álvarez Santacristina, alias 'Txelis', e Ignacio Recarte. El juez José Luis Castro ha concedido al primero de ellos el segundo grado pudiendo salir cada día varias horas. Según el magistrado, Txelis, expulsado de ETA en 1998 después de llegar a ser el número 1 de la banda y el ideólogo de la 'kale borroka', “es una persona distinta a la que entró en prisión" ya que ha mostrado un rechazo absoluto a la violencia y unas convicciones personales y morales firmes y sólidas al respecto”.

Por su parte, Rekarte ha obtenido un programa penitenciario personalizado que les permite salir de la cárcel cada día para trabajar o estudiar con la obligación de volver a prisión los fines de semana, a pesar de los 203 años a los que ha sido condenado. En similar situación se encuentra Andoni Muñoz de Vivar. Estos reclusos han podido alcanzar este régimen específico de prisión atenuada tras ser expulsados de ETA, condenar expresamente la violencia terrorista y comenzar a satisfacer las indemnizaciones a las víctimas de los crímenes que cometieron.

En algún caso, con la Fiscalía en contra

Esta política de libertades, concedidas por Instituciones Penitenciarias con el apoyo de la Audiencia Nacional también ayudó a salir de la cárcel mucho antes de lo que le correspondería a los presos de ETA Jesús García Corporales, Joseba Martín Carmona, 'Koldo', y José Manuel Fernández Pérez de Nanclares. En tres autos firmados por el juez de la Audiencia José Luis Castro, se destaca que los tres presos se han desvinculado de la banda y han pedido perdón a las víctimas. En los tres casos el magistrado ha aprobado la propuesta de la Junta de Tratamiento, aunque en los dos primeros la Fiscalía se había manifestado en contra.

Concretamente, este jueves 'Koldo' deberá acudir como testigo a un juicio contra Jesús Martín Hernando, 'Txus', por realizar labores de vigilancia del sargento mayor de la Ertzaintza Joseba Goikoetxea, asesinado en noviembre de 1993 en Bilbao por el ‘comando Vizcaya’ de ETA, hechos por los que el fiscal pedirá para él 52 años de cárcel. Fuentes jurídicas esperan que Joseba Martín muestre su arrepentimiento en la sala de vistas y confiese los hechos cometidos por el acusado.

Según uno de los autos, Fernández Pérez de Nanclares, preso desde mayo de 1992 y que extinguirá su condena en 2022, también "es una persona distinta a la que entró en prisión" y ha mostrado "un rechazo absoluto a la violencia y unas convicciones personales y morales firmes y sólidas".

Luis María Lizarralde, condenado a 74 años de cárcel tras ser detenido en Uruguay en 1992, y Andoni Alza, quien ha cumplido 20 de los 30 años de condena, son otros de los beneficiados. A ellos se suma Fernando de Luis Astarloa, detenido en 1987, fecha desde la que se encuentra cumpliendo 100 años de prisión. Se desvinculó de ETA en enero de 2010 y firmó la carta que pedía resarcir a las víctimas.

El artículo aplicado

El artículo 100.2 que se ha venido aplicando a estos reclusos dice que, “con el fin de hacer el sistema más flexible, el Equipo Técnico podrá proponer a la Junta de Tratamiento que, respecto de cada penado, se adopte un modelo de ejecución en el que puedan combinarse aspectos característicos de cada uno de los mencionados grados -el segundo y el tercero-, siempre y cuando dicha medida se fundamente en un programa específico de tratamiento que de otra forma no pueda ser ejecutado. Esta medida excepcional necesitará de la ulterior aprobación del Juez de Vigilancia correspondiente, sin perjuicio de su inmediata ejecutividad”. Es decir, que un preso puede salir a la calle a trabajar o por razones humanitarias sin necesidad de acceder al tercer grado, el que por Ley establece el cumplimiento de la pena fuera de prisión, ese grado cuyo acceso se endureció en 2003.

Por razones humanitarias precisamente se acaba de aplicar también este artículo al etarra Ibon Iparaguirre, que padece el virus VIH y que se niega a ser tratado con los antibióticos habituales aconsejados para luchar contra la enfermedad y prefiere un tratamiento homeopático.