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¿Libertad, para qué? El filósofo Gomá reivindica la emancipación
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CONVERSACIÓN CON EL DIRECTOR DE LA FUNDACIÓN JUAN MARCH

¿Libertad, para qué? El filósofo Gomá reivindica la emancipación

Sostiene el filósofo Javier Gomá (Bilbao,1965) que la única cultura que ha hecho una crítica radical de sus fundamentos es la occidental. Y la culminación de

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¿Libertad, para qué? El filósofo Gomá reivindica la emancipación

Sostiene el filósofo Javier Gomá (Bilbao,1965) que la única cultura que ha hecho una crítica radical de sus fundamentos es la occidental. Y la culminación de ese proceso de revisión histórica ha dado lugar a un nuevo orden social. O desorden, como se prefiera. La cultura milenaria jerarquizada, basada en la coacción de la autoridad, se desplomó con el siglo XX. Probablemente tras el mayo del 68. Y hoy lo que ha surgido es un experimento democrático construido a partir de una cultura igualitaria levantada sobre bases finitas, y en la que la que la legitimidad de los relatos tradicionales ha desaparecido.

Estamos, por lo tanto, ante una especie de suicidio cultural; pero también ante el triunfo histórico de lo que se ha denominado filosofía de la sospecha, cuyos máximos exponentes fueron Marx, Nietzsche y Freud, capaces de llevar hasta sus últimas consecuencias el cuestionamiento del modo de vida tradicional. Marx, desarrollando su teoría de la plusvalía y de la explotación; Nietzsche, atacando la moral tradicional mediante su célebre ‘Dios ha muerto’, y Freud a través de la sublimación de las pulsiones destructivas.

¿Ha triunfado el nihilismo? Javier Gomá, en conversación con El Confidencial, sugiere que sólo en parte. Pero en contra de lo que normalmente se cree, no considera que esto sea negativo. Al contrario. “La desligitimación de los relatos clásicos”, en su opinión, se ha hecho a partir de la constitución de una nueva “lucidez” que ha desenmascarado “la falsedad de esos relatos”. Ha habido, por lo tanto, un exceso de lucidez que ha roto con el pasado, algo que no se ha producido en otras culturas. Pero dicho esto, Gomá cae en un cierto desánimo. La filosofía ha muerto, sugiere. “Ya no hay filosofía, hay historia de la filosofía”. Y eso es lo que le duele a Gomá. Por eso, está escribiendo una tetralogía destinada a proponer cosas. A dar soluciones. Porque está convencido de que sin propuestas sólo hay discursos historicistas. Pero lo cierto es que hoy no hay siquiera un Keynes para dar salidas a la crisis del capitalismo.

La lucidez, por lo tanto, no basta. Lo relevante es escribir nuevos relatos.  Pero sin trampas. “La ingenuidad es mi método filosófico”, asegura desde su despacho en la Fundación Juan March. Una amplia sala de la que cuelgan obras de Feito, Chillida, Palazuelo o Zobel. Su última obra es Ejemplaridad Pública, Editorial Taurus, un trabajo en el que reivindica la socialización del individuo, pero no para cercenar su identidad, sino para hacer un uso cívico y virtuoso de la libertad.

Vida privada y liberación

Su argumento principal es que no hay una ética privada más que en términos descriptivos. Lo importante es el papel que juega el individuo en un mundo que ha roto sus cadenas con el pasado. Si Kant o Hegel decían como tenía que ser el hombre, hoy lo determinante es “qué idea de hombre transmitimos a las generaciones siguientes”. A nuestros epígonos. Maquiavelo y Lutero construyeron una cierta teoría del Estado, pero poco se sabe sobre la vida privada en el marco de un proceso de emancipación inédito.

En el pasado, la esfera de libertad era muy restringida, lo que hacía que el individuo se asociara con naturalidad. Los siglos XVIII y XIX significaron el progreso moral, y eso dio paso a las primeras constituciones, un sistema jurídico-formal que garantiza los derechos individuales. Se limitó la capacidad de coacción del Estado mediante un sistema garantista. Y por eso, el problema no es la libertad, sino la ética. Dicho en otras palabras: el lenguaje de la liberación subjetiva frente a la opresión ideológica, institucional o política es el pasado. El lenguaje del presente es la emancipación. No es que hayan desaparecido los liberticidas. Lo esencial es que ahora la opinión pública los detesta. Los totalitarismos están en retirada. Al menos de la manera en que se presentaron en los siglos anteriores.

Se trata de una especie de reivindicación del célebre '¿Libertad, para qué?’, de Lenin; pero con una gran diferencia. Si el creador de la Unión Soviética lo hacía desde el totalitarismo, hoy está fuera de toda duda que “la libertad es el presupuesto de la ética, pero no es la ética misma”.

Es decir, lo importante es poner la libertad al servicio de algo.  De un objetivo. Ya no basta con decir ‘sé tú mismo’. Lo relevante es colaborar para mejorar la convivencia, toda vez que nadie cuestiona ya la libertad individual. “La idea”, insiste, “es pasar del lenguaje de la liberación al lenguaje de la emancipación”. Porque entre otras cosas, la liberación ha traido consigo que “ahora consumamos más”. No estamos emancipados. Estamos enajenados. Pero eso no significa que haya que refundar el capitalismo. Al contrario, lo necesario es un cambio de mentalidad.  Los jóvenes, dice Gomá, tienen libertad, pero nadie les ha dado unas instrucciones de uso. Desconocen el para qué, y eso convierte en huecas las democracias.

La revolución de las pequeñas cosas

¿Y qué es la emancipación? Pues para Gomá no es otra cosa que “el uso cívico y responsable de la libertad”. Aunque sea a través de pequeñas cosas: ordenar correctamente la basura para facilitar el reciclaje o ayudar a los hijos a hacer los deberes. Y es que, en su opinión, el lenguaje de la transgresión está acabado. El mayo del 68 fue la culminación del ejercicio de la transgresión después de tres siglos de acoso y derribo a una determinada cultura ancestral y jerarquizada. Basada en la autoridad heredada. Con sólo ser padre se ganaba el respeto de los hijos. Hoy no basta.

Pone un ejemplo. En pocos años, el aborto ha pasado de ser un delito a estar despenalizado. Y en el caso español, pasará próximamente a ser un derecho de la mujer. “La izquierda se ha reinventado con un mensaje de liberación”, asegura, lo cual choca con sus propios principios. Pablo Iglesias se movía por criterios éticos y de justicia social, pero no buscaba explícitamente ensanchar los espacios de liberación.

¿Quiere decir esto que la libertad es ya un bien inatacable? Gomá no lo ve tan claro. En su opinión, todavía existen riesgos totalitarios. Y a modo de ejemplo pone la obligación de usar el cinturón de seguridad en los coches. “El derecho”, sostiene, “debe regular la convivencia no el uso de tu libertad. Estamos ante un ilícito jurídico”. Con la obligación de ponerse el cinturón de seguridad, no se protege al prójimo, sino al propio conductor, lo cual choca con la libertad individual.

La tesis de Gomá es que toda persona es pública, y por lo tanto su comportamiento es político. Pero ocurre que mucha gente vive en sociedad, pero no está socializada, y ese es el reto de nuestros días. Forjar una individualidad emancipada y socializada. O lo que es lo mismo, ser capaces de convertir a los ciudadanos en buenas personas, para lo cual es necesaria la ejemplaridad. Sobre todo de la clase política. Pero también de la Corona. "El único oficio de la Corona es ser ejemplar", asegura este letrado del Consejo de Estado en excedencia (número uno de su promoción).

En una sociedad, en la que no hay clases ni jerarquías ni aristocracias, Gomá reivindica la ejemplaridad con un sólo objetivo: relevar a la coacción mediante la persuasión. Los modelos de conducta son más importantes que las leyes. Palabra de filósofo. Palabra de jurista.

Sostiene el filósofo Javier Gomá (Bilbao,1965) que la única cultura que ha hecho una crítica radical de sus fundamentos es la occidental. Y la culminación de ese proceso de revisión histórica ha dado lugar a un nuevo orden social. O desorden, como se prefiera. La cultura milenaria jerarquizada, basada en la coacción de la autoridad, se desplomó con el siglo XX. Probablemente tras el mayo del 68. Y hoy lo que ha surgido es un experimento democrático construido a partir de una cultura igualitaria levantada sobre bases finitas, y en la que la que la legitimidad de los relatos tradicionales ha desaparecido.

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