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Los piratas acusan a España de subvencionar pesqueros que violan las aguas somalíes
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LOS BUCANEROS OBTUVIERON MÁS DE 30 MILLONES EN RESCATES

Los piratas acusan a España de subvencionar pesqueros que violan las aguas somalíes

“Este barco pescaba ilegalmente en nuestras costas desde hacía tiempo y afortunadamente ahora está en nuestras manos”. Así describió el pirata Abdi Mohamed el secuestro del

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Los piratas acusan a España de subvencionar pesqueros que violan las aguas somalíes

“Este barco pescaba ilegalmente en nuestras costas desde hacía tiempo y afortunadamente ahora está en nuestras manos”. Así describió el pirata Abdi Mohamed el secuestro del atunero español Alakrana a la agencia AFP. Para los bucaneros somalíes y el confuso entorno que los defiende, los secuestros son en realidad detenciones de buques que violan las aguas de Somalia, y los rescates, simples multas. Una suerte de guardacostas con espíritu de Robin Hood que reparten el botín entre los más necesitados. Un escudo propagandístico que ha calado incluso en conocidos sectores progresistas de Estados Unidos, como la cadena de emisoras Democracy Now.

Sin embargo, para los 36 tripulantes del Alakrana, la situación no es tan idílica. Están en manos de una de las bandas criminales que han convertido esta zona del Océano Índico en las aguas más peligrosas del mundo, pero también en las más prósperas. El think tank británico Chatham House calcula que en 2008 los piratas lograron más de 30 millones de dólares en rescates. Para la liberación del Alakrana, sólo una intervención militar de la fragata Canarias se vislumbra como alternativa a pagar a los piratas una importante suma, como parece que sucedió en el caso del Playa de Bakio.

Los piratas no dudan en justificar el secuestro del buque vasco acusando a sus tripulantes de pesca ilegal, y a la Unión Europea y a España de subvencionar la presencia de estos pesqueros. La ONG Ecoterrra, afincada en Kenia y que ejerce como mediadora con los piratas, aseguró a El Confidencial que el Alakrana recibió para su construcción en 2002 una subvención de más de 4 millones de euros. Además, recordaron que la UE paga unos 156 millones anuales para asegurar el acceso de los pescadores comunitarios a caladeros situados en países en vías de desarrollo, como Marruecos, Gabón y Mozambique. Desde Ecoterra se insistió en que España es una de los grandes beneficiarias de estos fondos comunitarios, y que el combustibles de sus pesqueros están exentos de la tasa de hidrocarburos.

Este discurso, basado en los supuestos abusos perpetrados por los ricos pescadores occidentales, unido a una presunta protección de los ecosistemas marinos, constituye el argumento principal para justificar la piratería de cara al exterior y al pueblo somalí. De hecho, según explica en su web Andrew Mwangura, el más conocido mediador con los piratas somalíes, existe una media docena de grupos que toman nombres como Somali Marines o Somali National Voluteeer Coast Guard.

Cómo se paga el rescate

Mwangura, en una entrevista en el digital estadounidense The Daliy Beast, coincide con diversos expertos internacionales en que, en un principio, la piratería pudo nacer como reacción ante la pesca ilegal y el derrame de productos tóxicos en las desgobernadas aguas somalíes. Sin embargo, no tardó en convertirse en una industria criminal, gracias a que las compañías propietarias comenzaron a pagar los rescates sin llamar la atención internacional. “Los propietarios de los buques no comprendieron la amenaza y continuaron pagando. Por aquel entonces los rescates eran menos de 100.000 dólares. Ahora están consiguiendo mucho dinero, y no podemos detenerles”, explica el intermediario. De hecho, los pagos no suelen ser inferiores a un millón de dólares.

El rescate se paga en Nairobi, Mombasa (Kenia) o Londres (Reino Unido), donde negociadores de ambas partes, piratas y armadores, se comunican a través de un despacho de abogados. La milicia que ataca el barco obtiene el 30%, aunque el primer pirata en abordar recibe un porcentaje mayor o un vehículo como paga extra. Los piratas que esperan en tierra consiguen otro 10%, al igual que los líderes locales o ancianos que controlan las comunidades cercanas. El 50% restante se destina a pagar las alianzas políticas y económicas que hacen posible el negocio. Se sospecha que Yemen se ha convertido en una de las principales bases de los piratas, y que están conectados con hombres de negocios de centros financieros como Dubai.

Samuel L. Jackson y los piratas de Somalia

Mwangura, que se ha convertido en toda una celebridad como intermediario entre los piratas y los armadores, es un buen ejemplo de la dimensión que ha tomado la piratería. Su fama ha llegado a Hollywood, y el actor Samuel L. Jackson pretende interpretar su papel en una próxima película. Pero la fama también le ha acarreado problemas a Mwangura, que se enfrenta a un proceso judicial en Kenia por aportar falsa información sobre el secuestro del carguero ucranio Faina. Este buque, que transportaba carros de combate y armamento, fue liberado el pasado febrero tras el pago de 3,2 millones de dólares.

La piratería tampoco está mal vista para una mayoría de somalíes, que, evidentemente, tienen otros problemas. Además, una buena casa y un vehículo todoterreno no están al alcance de cualquiera en uno de los países más empobrecidos del planeta, y que no cuenta con un Gobierno real desde 1991. Pero sí es posible para quien se convierte en bucanero. Ex pescadores, ex militares, y personas capaces de manejar sistemas informáticos y de telecomunicaciones son reclutados con facilidad para engrosar las filas de estos piratas contemporáneos.

“Este barco pescaba ilegalmente en nuestras costas desde hacía tiempo y afortunadamente ahora está en nuestras manos”. Así describió el pirata Abdi Mohamed el secuestro del atunero español Alakrana a la agencia AFP. Para los bucaneros somalíes y el confuso entorno que los defiende, los secuestros son en realidad detenciones de buques que violan las aguas de Somalia, y los rescates, simples multas. Una suerte de guardacostas con espíritu de Robin Hood que reparten el botín entre los más necesitados. Un escudo propagandístico que ha calado incluso en conocidos sectores progresistas de Estados Unidos, como la cadena de emisoras Democracy Now.

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