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Aznar recuerda tiempos mejores
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AZNAR REÚNE A LOS MIEMBROS DE SU PRIMER GABINETE EN APOYO DE JAIME MAYOR OREJA

Aznar recuerda tiempos mejores

Lo fueron todos los que están, pero no están todos los que fueron. A la reunión-almuerzo convocada por José María Aznar del que fuera su primer

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Aznar recuerda tiempos mejores

Lo fueron todos los que están, pero no están todos los que fueron. A la reunión-almuerzo convocada por José María Aznar del que fuera su primer Gobierno en el año 1996, aquel que surgió gracias al acuerdo con los nacionalistas de CiU y PNV, no ha acudido Javier Arenas -ex ministro de Trabajo- porque debía estar en Sevilla en la toma de posesión de José Antonio Griñán, ni Loyola de Palacio -ex ministra de Agricultura-, fallecida a consecuencia de un cáncer y para la que seguro que todos sus compañeros tienen palabras de elogio y gratos recuerdos. La foto tiene hoy, sin embargo, mucho simbolismo: pasado y presente se unen, de nuevo, cuando todo hace pensar que el PP vuelve a tener cerca la posibilidad de llegar al Gobierno, en una circunstancia muy parecida a aquella que llevó a Aznar a La Moncloa en 1996.

También entonces Aznar había perdido sus segundas elecciones, en 1993, por un escaso margen de votos, y ganó un año después las Europeas. También entonces España estaba sumergida en una importante crisis económica que nos alejaba cada vez más de la convergencia con Europa. También entonces las encuestas empezaban a reflejar la tendencia del cambio, un cambio que se produjo por otro estrecho margen de votos en marzo de 1996, pero lo suficiente como para que las artes diplomáticas de Rodrigo Rato lograran arrancar el acuerdo y la confianza de los nacionalistas. Fue la época en la que Aznar hablaba catalán en la intimidad, y en la que Arzalluz consideraba al líder del PP un hombre de palabra.

Pero, sobre todo, fue la época en la que se gobernó con eficacia. Los hechos, y los datos, están ahí para evidenciarlo. Cuando el PP llegó al poder, ningún país del núcleo central de la UE daba un euro por la entrada de España en la moneda única. Un año después, nuestro país cumplía todos los criterios necesarios para acceder al nuevo marco monetario común. ¿Por qué esa desconfianza? Solo hacía falta fijarse en los número: la España de 1996, la herencia de Felipe González, registraba una tasa de paro del 22,8%, del cual un 42% era paro juvenil y un 30% paro femenino. Nuestro Producto Interior Bruto crecía a tan solo un ritmo del 2,2% y no llegaba a los 440.000 millones de euros. Nuestras exportaciones e importaciones rondaban los cien mil millones de euros y el diferencial de la deuda a diez años con el bono alemán era de 442 puntos básicos. Pero lo peor es que España tenía un déficit del 6,6% del PIB y una deuda del conjunto de las administraciones públicas del 64% del PIB. Y una inflación del 4,3% -4,8% la subyacente-.

Aquel primer Gobierno de Aznar, con Álvarez Cascos de vicepresidente Primero y Ministro de la Presidencia, y Rodrigo Rato de vicepresidente segundo y ministro de Economía y Hacienda, lejos de cruzarse de brazos puso a trabajar a todo el equipo económico -Javier Arenas en Trabajo, Josep Piqué en Industria, Rafael Arias Salgado en Fomento- en la puesta en marcha de reformas y medidas de liberalización de la economía. El empobrecimiento de la sociedad española se dejaba notar en un dato revelador: 13.300 euros de PIB per cápita en 1996, un 78,9% de la media europea. Ocho años después, ese PIB per cápita llegaba a los 21.800 euros y casi al 90% de la media europea. Y eso habiendo crecido la población activa de 16 a 20 millones de trabajadores, y la ocupada de 12,5 a 17,6 millones.

Pero, sin duda, la reforma más definitoria del cambio de política que suponía la llegada del nuevo Gobierno fue la que afectó al sistema impositivo.  En 1996 España tenía una tarifa del IRPF con 18 tramos y un tipo superior marginal del 56%. La primera reforma redujo a cinco los tramos y al 45% el tipo marginal pero, sobre todo, lo que hizo fue propiciar una reducción en las cuotas líquidas del 25% para los salarios, el 24% para los autónomos, el 21% para las pensiones, el 19% para las prestaciones por desempleo y casi el 13% para las rentas de capital. Las reformas fiscales y las medidas de liberalización surtieron efecto inmediato: se redujo el déficit y la deuda –en 2004 sería del 0,0% el primero y del 51,5% la segunda-, la economía comenzó a crecer a un ritmo superior al 3%, se creó empleo –de seis a nueve millones de asalariados- y se redujo el paro a la mitad, y con una política de austeridad en las cuentas públicas se logró, sin embargo, aumentar el gasto social del 38% al 43% del presupuesto total.

Salto cualitativo

En ocho años se redujeron a la mitad las suspensiones de pagos, se crearon medio millón de pymes y se multiplicó por dos el número de matriculaciones de vehículos y por cinco la inversión extranjera neta en España. El número de afiliados a la Seguridad Social pasó de 12 a 17 millones, se creó el fondo de reserva y las cuantías de las pensiones crecieron en una media de entre el 20 y el 40%. La caja de la Seguridad Social, que estaba vacía cuando el PP llegó al poder -hubo que pedir un préstamo para poder pagar las pensiones de ese año- con un saldo negativo del -0,72%, cerró el ciclo con superávit del 0,54%. Sólo cuatro años después, España entraba en el Euro con todos sus deberes hechos y siendo probablemente uno de los países con mayores perspectivas de futuro en cuanto a la economía se refiere, por algo en los medios extranjeros se calificó aquella etapa como “el milagro económico español”: nuestro diferencial de deuda con el bono alemán se redujo a cero.

Sin duda la economía se llevó buena parte del protagonismo, pero también en aquel momento se pusieron las bases de lo que luego sería una lucha sin cuartel contra la banda terrorista ETA y, sobre todo, su entorno político. Jaime Mayor Oreja, entonces ministro del Interior y hoy candidato del PP en la Europeas de junio y motivo de este encuentro de viejos compañeros, fue el artífice de ese cambio en la política antiterrorista: firmeza y respeto a la ley. Una política que luego siguieron Mariano Rajoy y Ángel Acebes. De aquel primer gobierno también formaron parte Esperanza Aguirre en Educación y Cultura, Margarita Mariscal de Gante en Justicia, Abel Matutes en Exteriores, Eduardo Serra en Defensa, José Manuel Romay Beccaria en Sanidad e Isabel Tocino en Medio Ambiente.

Pero, sin duda, el gesto político que tiene más trascendencia de este encuentro es el saludo entre el ex presidente del Gobierno y anfitrión del encuentro en el hotel Eurostar Tower de Madrid, y quien fuera su ministro de Administraciones Públicas y hoy su sucesor al frente del PP, Mariano Rajoy. Las relaciones entre ambos eran frías hasta ahora, y nada hace pensar que vayan a dejar de serlo. Pero las buenas perspectivas que acumula el PP y los resultados de las últimas elecciones gallegas y vascas han hecho cambiar mucho las cosas. Hoy Rajoy es un líder consolidado, que todavía puede serlo más si el PP tiene un buen resultado en junio como todo apunta, y Aznar aparece cada vez más retirado de la primera línea a pesar de que en algún momento ha podido ver con buenos ojos más de una operación de ‘derribo’ de Rajoy. Pero aquel Gobierno sacó a España de la crisis, y en las actuales circunstancias sus protagonistas pondrán, seguro, mucho empeño en recordarlo y en aparcar sus actuales diferencias.

Lo fueron todos los que están, pero no están todos los que fueron. A la reunión-almuerzo convocada por José María Aznar del que fuera su primer Gobierno en el año 1996, aquel que surgió gracias al acuerdo con los nacionalistas de CiU y PNV, no ha acudido Javier Arenas -ex ministro de Trabajo- porque debía estar en Sevilla en la toma de posesión de José Antonio Griñán, ni Loyola de Palacio -ex ministra de Agricultura-, fallecida a consecuencia de un cáncer y para la que seguro que todos sus compañeros tienen palabras de elogio y gratos recuerdos. La foto tiene hoy, sin embargo, mucho simbolismo: pasado y presente se unen, de nuevo, cuando todo hace pensar que el PP vuelve a tener cerca la posibilidad de llegar al Gobierno, en una circunstancia muy parecida a aquella que llevó a Aznar a La Moncloa en 1996.

Crisis José María Aznar Botella