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Spencer Stuart revela el poder omnímodo de los 'capos' del Ibex en España
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EL PRESIDENTE ES EJECUTIVO EN DOS TERCIOS DE empresas

Spencer Stuart revela el poder omnímodo de los 'capos' del Ibex en España

Spencer Stuart es la firma lider de cazatalentos a escala internacional y su trabajo está elaborado con entrevistas a los propios consejeros de las sociedades cotizadas en España

Foto: Vista de la Bolsa de Madrid. (EFE)
Vista de la Bolsa de Madrid. (EFE)

Si no fuera porque el informe responde a entrevistas con más de 60 administradores de empresas que suman una capitalización bursátil del 65%, cualquiera podría pensar que Spencer Stuart ha sufrido un arrebato de populismo propio de los tiempos que corren. La primera marca mundial de los llamados ‘headhunter’, especializada en evaluación y selección de altos directivos, acaba de dar a las empresas del Ibex allá donde más les duele, revelando algo que todo el mundo sabe pero que nadie se atreve a decir y que bien podría resumirse como la gran farsa del gobierno corporativo en España.

El Informe 2015 de Spencer Stuart no tiene desperdicio a la hora de tabular los resultados de lo que no deja de ser una encuesta masiva entre los propios presidentes, consejeros y secretarios del máximo órgano de gobierno de las sociedades cotizadas en bolsa. Son ellos mismos los que, amparados en el anonimato, desentrañan los grandes males de sus procedimientos internos de gestión, reconocidos en un epígrafe específico bajo el eufemismo de lo que se consideran “áreas de mejora”. A saber y entre otras: mayor atención al diseño de planes de sucesión del presidente y el consejero delegado, insuficiente dedicación del consejo al debate de temas estratégicos y falta de auténtica independencia de los consejeros.

La moraleja de estas flagrantes lagunas evidencia una situación realmente endémica en España y que podría traducirse como el ‘síndrome de Juan Palomo’ que ataca a los consejos de administración, donde el presidente y sus consejeros afines se lo guisan y se lo comen sin mayor predicamento de la masa anónima de accionistas representada en la junta general. Los datos son elocuentes al respecto y ponen de manifiesto la endogamia que caracteriza, por lo general, a los máximos órganos de gobierno de las empresas españolas, acentuada todavía más si cabe cuando el presidente ejerce al mismo tiempo de primer ejecutivo con el cargo adicional de consejero delegado.

El poder omnímodo de los jefes del Ibex es un virus que se extiende al 68% de las empresas que cotizan en el índice selectivo de la Bolsa española, un porcentaje bárbaro si se compara con el 1% de Reino Unido, el 4% de Holanda, el 8% de Bélgica o incluso el 22% de Italia. Pero esto no es lo peor de todo, porque dentro de este mismo apartado referido a la división de poderes en la cúpula de las sociedades cotizadas existe otro ‘pecado’ si se apura más grave. Spencer Stuart lo confiesa al señalar que del 43% de los presidentes que se califican como no ejecutivos, un 17% realizan labores de mando “siendo de hecho el primer ejecutivo de la compañía”.

Un 75% de los supuestos consejeros independientes son elegidos a dedo por el presidente o a instancias de alguno de los socios de referencia de las empresas

La singularidad del gobierno corporativo en España tiene una de sus más distintivas patentes en la participación de los mal llamados consejeros independientes de las sociedades cotizadas. Para empezar, en nuestro país dicha condición sólo alcanza al 39% de los miembros del principal órgano de administración, frente a un 84% en Estados Unidos, 67% en Holanda, 61% en Reino Unido, 60% en Alemania, 58% en Francia o 49% en Italia. Es más, en una quinta parte de las empresas del Ibex todavía no se cumple la recomendación de buen gobierno que insiste en disponer, al menos, de un 33% de consejeros independientes.

El procedimiento de selección de los independientes supone un agravante añadido pues un 75% de estos administradores son elegidos a dedo por el presidente o alguno de los accionistas de referencia y sólo el 25% se acreditan a instancias de la comisión de nombramientos y retribuciones. La encuesta entre los consejeros de las sociedades cotizadas muestra además que un 27% de los independientes que pueblan el Ibex mantienen una actitud pasiva. Dicho en otras palabras, tres cuartas partes de los independientes no lo son de hecho y una cuarta parte representan algo así como un cero a la izquierda dentro de sus consejos de administración.

Para más inri los propios entrevistados admiten que únicamente un 4% de los consejeros reúne “todas las competencias, experiencias y conocimientos necesarios para desarrollar su función”. Las carencias más frecuentes mencionadas en el estudio son la necesidad de incorporar consejeros con experiencia empresarial e internacional y que sean “auténticamente independientes”. La gran mayoría opinan que son muy pocas las compañías que organizan su consejo de administración atendiendo a necesidades estratégicas. Por último pero no menos importante, más del 55% de los encuestados se queja de que la información que reciben de sus empresas es “pobre, poco útil o incompleta”.

Las sociedades cotizadas en bolsa se dirigen realmente en España a través de la comisión ejecutiva o delegada del consejo, un cuerpo de élite formado por los administradores más cercanos y de mayor confianza del presidente y en la que también participan los representantes de los socios de referencia. En Estados Unidos sólo un tercio de las empresas disponen de este comité especial de decisión y en el Reino Unido prácticamente ni existe. En nuestro país en cambio es la clave del gobierno corporativo y los consejos de administración se quedan para vestir santos por lo general, convirtiéndose como reconocen los encuestados “en órganos de ratificación, pero no de debate”.

Los propios administradores encuestados critican que los consejos de las sociedades cotizadas son meros "órganos de ratificación, pero no de debate"

Todas estas disfuncionalidades convierten a las empresas españolas en entidades claramente presidencialistas y se traducen en un sinfín de lagunas que afectan al buen gobierno corporativo. Baste señalar a modo de ejemplo que sólo un 28% de las empresas del Ibex disponen de planes de sucesión del primer ejecutivo y únicamente un 36% ha nombrado al célebre ‘lead director’ o consejero independiente coordinador que exige la Ley de Sociedades de Capital en aquellas sociedades, las más, en las que el presidente y el consejero delegado son la misma persona.

Las grandes empresas cotizadas tratan de garantizar una 'digna' retribución para sus consejeros y un 47% pagan con honorarios fijos, en tanto que más del 25% lo hacen de manera más generosa incluso añadiendo también dietas de asistencia. Sólo un 2% no pagan nada y lo más significativo es que ninguna empresa retribuye exclusivamente en función a los resultados. Los pagos por el mero hecho de ser consejero, aparte las labores ejecutivas en la empresa o el trabajo en alguna de las comisiones delegadas del consejo, alcanzan una media de casi 68.000 euros anuales y pueden llegar a un máximo de 225.000 euros.

Eso sí, las compañías del Ibex se cuidan en su totalidad de realizar evaluaciones de los consejeros siguiendo las recomendaciones de los códigos oficiales. Lástima que luego los propios evaluados reconozcan ante Spencer Stuart que el proceso de examen es meramente formal y con poca o ninguna trascendencia posterior. Casi lo mismo que podría decirse de todo lo que en España se denomina buen gobierno corporativo, algo parecido a lo que en términos modernos se conoce como simple ‘postureo’ y que los clásicos del lugar definían como el deseo, en este caso necesidad, de presumir de tacón para luego ir pisando con el contrafuerte.

Si no fuera porque el informe responde a entrevistas con más de 60 administradores de empresas que suman una capitalización bursátil del 65%, cualquiera podría pensar que Spencer Stuart ha sufrido un arrebato de populismo propio de los tiempos que corren. La primera marca mundial de los llamados ‘headhunter’, especializada en evaluación y selección de altos directivos, acaba de dar a las empresas del Ibex allá donde más les duele, revelando algo que todo el mundo sabe pero que nadie se atreve a decir y que bien podría resumirse como la gran farsa del gobierno corporativo en España.

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