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Duelo sin tregua en el CSN entre Fernando Marti y Cristina Narbona a costa de Garoña
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EL FALSO CIERRE DE LA CENTRAL SITÚA BAJO MÍNIMOS LA INDEPENDENCIA DEL REGULADOR

Duelo sin tregua en el CSN entre Fernando Marti y Cristina Narbona a costa de Garoña

Fernando Marti, exsecretario de Estado de Energía en el Ministerio de Industria de José Manuel Soria, y Cristina Narbona, antigua ministra de Medio Ambiente con Zapatero,

Foto: Duelo sin tregua en el CSN entre Fernando Marti y Cristina Narbona a costa de Garoña
Duelo sin tregua en el CSN entre Fernando Marti y Cristina Narbona a costa de Garoña

Fernando Marti, exsecretario de Estado de Energía en el Ministerio de Industria de José Manuel Soria, y Cristina Narbona, antigua ministra de Medio Ambiente con Zapatero, llegaron juntos el pasado mes de diciembre al Consejo de Seguridad Nuclear (CSN). Pero lo hicieron cada uno por su lado, el primero en nombre del Partido Popular y la segunda a petición expresa e impuesta del PSOE. Seis meses después, ambos encarnan la batalla más sórdida que los dos grandes partidos del arco parlamentario mantienen en torno al modelo energético de España con la central nuclear de Garoña como escenario propicio de lucha.

El nombramiento de ambos políticos metidos a tareas de reguladores se produjo precisamente el día de los Santos Inocentes, todo un sarcasmo del Consejo de Ministros, que ahora también se ha sacado de la manga una disposición ad hoc para evitar que el pulso que mantienen con el Gobierno las dos grandes empresas eléctricas del país, Endesa e Iberdrola, termine derivando en el cierre irreversible de Garoña. La central nuclear cesó oficialmente en su actividad el pasado sábado 6 de julio, pero el Ministerio de Industria ha congelado el desmantelamiento de las instalaciones apelando a una eventual causa económica y alejando así el fantasma de la pretendida falta de seguridad que esgrimen los representantes socialistas del CSN.

Cristina Narbona y su compañera de fatigas en el organismo regulador, la vicepresidenta Rosario Velasco, se han opuesto de manera sistemática a la renovación de la licencia de Garoña, en una especie de recurso al pataleo que ha sido sofocado también de forma permanente gracias a la alianza de los populares Fernando Martí y Fernando Castelló con el representante de CiU, Antonio Gurguí. Está visto que las cuestiones dentro del CSN se resuelven con arreglo a la mayoría absoluta de esa partitocracia que sirve para envolver, resolver y enjuagar todos los grandes conflictos de interés que surgen en la España de la crisis y la recesión.

En el caso que nos ocupa, el trabajo de los comisionados al servicio de sus intereses de partido se ha puesto en apestosa evidencia por la contumaz oposición del sector eléctrico a la política energética de borrón y cuenta nueva con que se maneja el nuevo secretario de Estado, Alberto Nadal. La reforma sectorial emprendida de manera titubeante durante el pasado año va a alcanzar su momento álgido en los próximos días, una vez que Mariano Rajoy resuelva el litigio que enfrenta otra vez a Industria y Hacienda sobre el reparto de los costes regulados dentro del sistema eléctrico.

Desaire al programa nuclear del Partido Popular

Sea como fuere, las grandes empresas de generación y distribución son conscientes de que han perdido su enorme capacidad de influencia en la estrategia legislativa del Gobierno y se están preparando para lo peor sin dejar de renunciar al principio básico de rentabilidad que exige todo negocio. En lo que concierne al futuro de Garoña, la nueva carga fiscal sobre residuos radioactivos hace inviable el desarrollo de las actividades o, al menos, eso es lo que cree Nuclenor, la empresa encargada de la explotación en la que participan al 50% Endesa e Iberdrola.

El rechazo empresarial a la central burgalesa constituye un claro desaire contra el propio programa electoral del PP y ha sido perfectamente utilizado por las consejeras socialistas del CSN para reafirmar la conveniencia de finiquitar en España cualquier atisbo de nuevo desarrollo energético basado en tecnología atómica. El Gobierno ha reconvertido el argumento a la contra para hacer de la necesidad virtud, señalando que son causas económicas las que inducen a un cierre que no está avalado por motivos de seguridad. En consecuencia, ha abierto un compás de espera de un año para negociar una solución de compromiso con los italianos de Enel, que gobiernan en Endesa, y con Ignacio Galán, que hace lo propio en Iberdrola.

Cristina Narbona ha conseguido una ‘victoria moral’ sobre Fernando Marti, pero este último sigue teniendo la sartén por el mango en su calidad de presidente del CSN respaldado por el partido en el Gobierno. Los dos seguirán ‘cruzando los sables’ cada vez que tengan que dirimir cuestiones técnicas en el organismo regulador porque sus posiciones se consideran del todo punto irreconciliables. La herida dejada por Garoña es más profunda de lo que parece y a buen seguro el desenlace de lo que ocurra con la central nuclear marcará el futuro y el prestigio de los dos primeros espadas que hoy se baten el cobre al servicio del PP y del PSOE dentro de un organismo regulador que se supone independiente.

Fernando Marti, exsecretario de Estado de Energía en el Ministerio de Industria de José Manuel Soria, y Cristina Narbona, antigua ministra de Medio Ambiente con Zapatero, llegaron juntos el pasado mes de diciembre al Consejo de Seguridad Nuclear (CSN). Pero lo hicieron cada uno por su lado, el primero en nombre del Partido Popular y la segunda a petición expresa e impuesta del PSOE. Seis meses después, ambos encarnan la batalla más sórdida que los dos grandes partidos del arco parlamentario mantienen en torno al modelo energético de España con la central nuclear de Garoña como escenario propicio de lucha.

Cristina Narbona