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Aristocracia y empresas: la peculiar evolución de los nobles en el mundo de los negocios
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Análisis

Aristocracia y empresas: la peculiar evolución de los nobles en el mundo de los negocios

Hubo una época en la que burguesía y aristocracia eran enemigos. Nuestros tiempos son muy diferentes y la integración de ambas clases ha sido la tónica. Un profesor de la Sorbona describe los cambios

Foto: Asamblea anual de la Diputación de la Grandeza y Títulos del Reino. (Europa Press/A. Pérez Meca)
Asamblea anual de la Diputación de la Grandeza y Títulos del Reino. (Europa Press/A. Pérez Meca)
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El siglo XIX nació con la burguesía y la aristocracia enfrentadas, a partir de ese detonante radical que supusieron la Ilustración y la revolución francesa. Para finales de siglo, las tensiones parecían haberse resuelto con la alianza, muy a menudo matrimonial, pero siempre de intereses, entre una nobleza y una alta burguesía a las que unos aportaban los apellidos, la aceptación y las conexiones y los otros el capital y el futuro.

Un siglo después, el triunfo del capitalismo dejó a la aristocracia situada en un espacio contradictorio: era tan anacrónica como pintoresca. Había familias que habían conservado posesiones y fortunas, pero muchas de ellas habían descendido de clase social (el reparto sucesivo de la herencia hizo estragos) y la gran mayoría de quienes habían conservado una posición económica cómoda lo había hecho pagando el precio de una integración completa en el mundo de los negocios. La funcionalidad que aportaban en los viejos tiempos dejó de surtir efecto.

Éric Mension-Rigau, profesor de historia de la Universidad de la Sorbona, acaba de publicar Rester noble dans le monde des affaires (Ed. Passés / Composés), un ensayo en el que investiga la actualidad, las ideas y el modo de vida de la aristocracia francesa contemporánea, que está conformada por no más de 3.000 familias, unas 100.000 personas. En su texto, con todas las diferencias que la idiosincrasia de cada país marca, se repiten muchas de las constantes de la nobleza española. En un mundo global, y con una esfera de influencia tan cercana, lo extraño sería lo contrario.

Los apellidos compuestos

La aristocracia, sin embargo, sigue concitando cierto atractivo entre las clases altas y cierto malestar en amplias partes de la sociedad. Unos los perciben como parte de una historia que perdura, otros como un sinónimo de contactos múltiples y de indolencia laboral, de esa posición en la que se gana dinero gracias a las apariencias y a los conocidos. El capitalismo de amiguetes y los apellidos compuestos suelen salir a relucir como sinónimos. Sin embargo, aunque puedan darse casos, es mucho más habitual que sean los plebeyos, en general arribistas bien conectados, quienes aprovechen caminos oscuros para enriquecerse. El imaginario colectivo y la realidad no siempre encajan.

Los jóvenes de la nobleza prefieren situarse en el sector tecnológico y tener su propia empresa, por lo que ponen en marcha 'startups'

Nada de eso aparece en el libro de Mension-Rigau, que retrata la historia de una integración. Los nobles que tienen éxito están situados en la industria, el lujo, la ingeniería financiera, el capital privado, las tecnologías de la información y la comunicación, la consultoría empresarial estratégica. Los jóvenes prefieren la tecnología, y ponen en marcha startups. Es decir, como el resto de clases altas y medias altas contemporáneas. Su cultura es la del capitalismo actual y nada hay en ellos que sugiera una suerte de mundo aparte. Están conectados a las mismas dinámicas y las mismas exigencias que el resto de la clase a la que pertenecen.

Por lo tanto, esa aristocracia que tenía un sentido de lo local, por su antiguo anclaje a la tierra, se ha convertido en un pilar del capital global. Sabe que el liderazgo actual posee unas características propias y no presta mucha atención a la educación y la cultura de la que proviene, que incluso puede ser percibida como un inconveniente, y por eso las historias heroicas que cuentan son las que tienen lugar en el ámbito empresarial. Las gestas, hoy día, pertenecen a otra clase de épica.

El empobrecimiento de su lenguaje

Su integración es completa, hasta el punto de que sus hábitos se han diluido en lo estándar. Los elementos diferenciales apenas existen, incluso cuando chocan con las habilidades que podrían exhibir. Las formas de relación se habitúan a las exigencias empresariales, de modo que la familiaridad con superiores o inferiores jerárquicos se adaptan a la norma (el tú sustituye al usted) y se pierden viejas formas de cortesía; la forma de vestir se adapta a los códigos de vestimenta precisos por su funcionalidad, ya sea traje en unos ámbitos o vaqueros en otros, y su comportamiento se amolda la informalidad que preside esta época.

"Sus maneras de expresión están corrompidas por el ‘franglais’ de la tecnocracia empresarial"

Quizá lo más significativo sea, por todo lo que indica de indiferenciación, "el empobrecimiento de su lenguaje, corrompido por el franglais de la tecnocracia empresarial", como bien explica el autor a Le Figaro. Este es un aspecto claramente reconocible en España, donde la distinción en el uso del lenguaje, con la que las clases altas establecían diques heredados de la aristocracia, ha transmutado en una lengua cuajada de términos anglosajones con los que designan toda clase de procesos del mundo empresarial, pero también de la vida privada. Esa vulgarización, que es un signo de sumisión a las dinámicas del capital, muestra hasta qué punto su inmersión en el nuevo mundo es completa.

Los elementos diferenciales

Hay aspectos, no obstante, con los que todavía quieren establecer cierta distinción, esos que lindan con la campechanía. Como asegura Mension-Rigau, los nobles franceses mostraron simpatía por los chalecos amarillos, ya que, dado su origen rural, podían sintonizar con ese entorno olvidado que se revolvía contra el Gobierno y que no ondeaba anhelos revolucionarios. Esa conexión inconsciente entre el señor y los siervos de siglos atrás reaparecía de manera benevolente, como si pudieran entender mejor los motivos de la revuelta que los ricos: el vínculo con el pueblo estaba todavía ahí.

Intentan conjugar las exigencias empresariales con las convicciones éticas, "en especial cuando provienen de la fe cristiana"

Quizá el aspecto más relevante sea el que les hace percibirse como guardianes de antiguas esencias, aunque sea de nuevas maneras. Algunos de los líderes empresariales de origen noble, entrevistados por Mension-Rigau, intentaban conjugar las exigencias empresariales con las convicciones éticas, "en especial cuando provienen de la fe cristiana, inseparable de la identidad cultural de la nobleza". Esa capacidad de conciliar lo económico con lo social aparecía en figuras como "Augustin de Romanet, el director general de ADP, el de Armor, Hubert de Boisredon, o Jean-Dominique Senard, presidente de Renault, que explicaban cómo se esfuerzan por establecer una congruencia entre su trabajo como jefes de empresa y los valores humanos que han moldeado su educación familiar, su cultura cristiana y su aspiración a un ideal".

El desdén por otros grupos sociales ha disminuido, quizá fruto de esa integración que se ha producido con una clase que hasta hace más o menos un siglo estaba por debajo de ellos. El desprecio se reserva hacia aquellos que, con su mismo origen, han elegido un camino distinto al de tener éxito en los negocios, "y viven frugalmente su provincia y van a saciarse a Leclerc" (una gran cadena de distribución francesa); esos que viven en una decadencia que "no les permite pintar las habitaciones de su casa en 25 años porque no tienen dinero". El desdén ha cambiado de bando, y lo muestran hacia los suyos. O por decirlo de otra manera, se han identificado tanto con los ganadores de la época que emiten el mismo tipo de burlas y de desprecio que los exitosos dedican a quienes no han triunfado.

El siglo XIX nació con la burguesía y la aristocracia enfrentadas, a partir de ese detonante radical que supusieron la Ilustración y la revolución francesa. Para finales de siglo, las tensiones parecían haberse resuelto con la alianza, muy a menudo matrimonial, pero siempre de intereses, entre una nobleza y una alta burguesía a las que unos aportaban los apellidos, la aceptación y las conexiones y los otros el capital y el futuro.

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