Todos quieren un Rolex Submariner, eso se ha convertido en un problema para el lujo
La alta relojería nunca había generado tanto dinero e interés como en los últimos cinco años. Sus fabricantes llegaron a cifras récord, pero este exclusivo mundo vive ahora una corrección difícil de analizar
En la pequeña oficina situada en pleno barrio de Goya, es una mañana de lunes algo ajetreada. Una pareja aparece para interesarse por el precio de una pieza de colección que quieren vender y, mientras, otro de los dueños del espacio, que prefieren no aparecer en el artículo, atiende al fotógrafo que debe retratar los productos que ya tienen en exposición. "Tiene que verse cada detalle, porque, al ser de segunda mano, si no el cliente no se fía", comenta. A simple vista, el negocio podría parecer un anticuario más, pero está dedicado a uno de los mercados más calientes de los últimos años: el de los relojes de lujo.
Una visita a este comercio, uno de los primeros que nacieron en la capital centrados en el negocio de los relojes de segunda mano (hace más de 20 años), basta para ver el cambio que ha pegado el sector en los últimos años. La alta relojería ha pasado de ser un mundo de caprichos personales o coleccionistas muy concretos con grandes billeteras a abrirse a un público cada vez más variopinto con objetivos bien distintos. Ahora, hay muchos nuevos clientes que buscan un Rolex Submariner, un Patek Philippe Nautilus o un Omega Speedmaster como señal de distinción, pero también como objeto de inversión. Un giro en el mercado que ha traído cifras récord y la ebullición de la segunda mano, pero que, tras los años de bonanza, también ha provocado que los relojeros arrastren una dura resaca que tiene a todos en alerta.
"Ha cambiado en estos años y ha crecido, pero también se generó una burbuja artificial, de ahí el último pinchazo. Buena parte de la fiebre la han fomentado los propios fabricantes. Vieron que la gente se interesaba por algunos modelos y empezaron a apretar con la producción para elevar precios, disparando la reventa hasta niveles de locura. El problema es que al final hay tres o cuatro modelos y marcas muy solicitadas, pero el resto sigue igual que antes, solo que subieron por el tirón de esos modelos y la especulación y sufren más el derrumbe", comentan en la oficina madrileña. Ellos lo saben bien, se dedican a la compraventa. "Había gente que compraba un reloj nuevo y según salía de la tienda podía venderlo por un 30% más, nadie se puede resistir a eso, pero tampoco puede aguantar mucho", añaden. Según sus cálculos, cerca del 80% de los relojes que se compraron durante estos años acabó en la reventa.
Todos los expertos consultados aseguran que esos tiempos dorados tocaron techo en verano de 2022, cuando las subidas de los tipos de interés empezaron a hacer mella. Muchos de los que habían visto en los relojes un modo de inversión seguro y rentable encontraron otros mercados en los que buscar esa rentabilidad de forma más rápida y tranquila. Además, los precios habían subido tanto que pocos podían llegar a los productos sin ayuda financiera o buscaban en la reventa directamente. Ahora, toca vivir un reajuste que consideran "necesario y bueno", pero hay diferencias sobre cómo ver la situación. Para algunos, el mercado puede caer aún mucho más y ven el futuro bastante negro, para otros, la situación sigue siendo buena.
En el último grupo, está Igor Librero. "El mercado se disparó por la entrada de compradores de zonas como China o India. Son mercados gigantescos donde su clase media alta ha empezado a interesarse también por los relojes y que sigue ahí", comenta. "Obviamente, existía una cierta burbuja por la falta de producto a la venta, y hay ciertos modelos que tienen mucha más demanda que otros. Por eso hay que saber bien antes de comprar, pero se ha demostrado que un reloj suele ser una buena inversión a largo plazo porque las marcas suben sus precios cada año cerca del 10%", comenta el fundador de Igormó Watches, una asesoría de compraventa de estos productos.
Los datos que ofrecen las consultoras sobre este mercado de momento dan la razón a Librero. Solo los relojes de segunda mano mueven unos 20.000 millones de francos suizos (unos 21.160 millones de euros) y las cifras podrían crecer hasta alcanzar los 35.000 millones para 2030, según un estudio de Deloitte. Otro informe, en este caso de Morgan Stanley, muestra que las exportaciones de relojes suizos volvieron a batir récords históricos en 2022, hasta los 23.000 millones de francos suizos. Destacan Rolex, primer vendedor en el sector lujo con un 29% de las ventas totales, y Swatch, primer fabricante del mundo (tiene marcas como Omega), que aumentó en un 55% sus beneficios en el primer semestre de 2023.
Lo que sí parece estar sufriendo el golpe es la segunda mano. El índice de Bloomberg que registra el precio de los 50 relojes más comercializados en segunda mano ha caído un 1,8% en octubre, marcando un nuevo mínimo de los últimos dos años. En total, los precios en este mercado segundario han caído un 42% desde su punto máximo, en abril de 2022. Entre los ejemplares que destacan está el Audemars Piguet Royal Oak Jumbo Ultra Thin, que actualmente se vende por unos 70.000 dólares (un 35% por debajo de su máximo). Mientras que el modelo Patek Philippe Nautilus Travel Time ha caído un 28%, y el Rolex Daytona 116506, un 25%.
¿Dónde está el negocio?
Estos movimientos han hecho que el mercado ahora se pregunte dónde está el negocio. Durante los últimos años, los claros ganadores estaban en la reventa, con plataformas como Chrono24 (participada por, entre otros, Cristiano Ronaldo) que triunfaron como intermediarias. Al igual que ocurrió con otros sectores como el de las zapatillas de ediciones limitadas, estas webs aparecieron como plataformas fiables para compras importantes y de paso se llevaban una comisión por las gestiones. Ahora, el bajón en los precios golpea de lleno a estas webs y a compradores y vendedores de este otro mercado. "Hay que diferenciar claramente el mercado de nuevo y usado, son dos mundos diferentes con sus propias reglas. Obviamente, están relacionados, pero hay grandes diferencias", comentan los expertos.
Este mercado ha vivido una situación tan particular estos años que incluso, como comenta Librero, hubo dos fondos de pensiones, uno estadounidense y otro australiano, que decidieron invertir en relojes cantidades muy relevantes de dinero. "En un momento en el que ningún banco daba rentabilidad y no había inversiones jugosas más allá del inmobiliario, optaron por esta opción para mantener el valor de sus reservas o incrementarlo. Todo eso ayudó a inflar precios y ahora a desinflarlos. Si lo piensas, es un fenómeno que ha crecido paralelo al de los coches de alta gama, por esa unión de inversión y estatus que cala tanto", añade.
Como en el caso de los coches, para algunos expertos, los verdaderos vencedores de todo lo ocurrido en el mercado son los fabricantes. Con este rally alcista, han ganado publicidad y notoriedad, han podido subir precios, abrir su clientela y buscar nuevos negocios. Hace solo unos meses, la propia Rolex anunció la compra de una red de distribuidores y el lanzamiento de un servicio de segunda mano con verificación propia. "Quieren controlar cada vez más el mercado", comentan, y ponen ejemplos. "Las marcas, al igual que pasó hace unos años con las joyas, han cogido un poder que antes no tenían. Ahora, comprar una marca u otra puede variar muchísimo el precio y, como lo saben, abusan mucho del vendedor que firma contratos durísimos con los fabricantes y se ve obligado a jugar con márgenes muy reducidos, por debajo del 40% del PVP. Si alguien piensa que esto es El Dorado, ya te digo yo que no".
Mientras los precios bajan en las webs de compraventa, el fenómeno de los relojes no cae en las boutiques. A principios de septiembre, tiendas de Swatch de toda Europa vivieron otro día de colas para hacerse con uno de sus diseños en colaboración con Blancpain. La idea de la edición limitada sigue tirando tanto que en sitios como Madrid, Valencia o Barcelona hubo colas de varias horas para poder hacerse con alguno de los productos. Los precios de salida rondaban los 300 euros y se pudieron vender por miles. Eso sí, el chollo duró poco. A día de hoy, ya no se puede vender la mayoría de los modelos por más del PVP.
"La última joya del hombre"
Según coinciden todos los entrevistados, el caso de Swatch es el ejemplo claro de cómo se ha ido moviendo la base de clientes de este mundo. Luis H. Rodríguez, un joven periodista y gestor de un canal de TikTok dedicado a este mundo, lo conoce bien. "El tema del boom entre jóvenes con los relojes trae un poco de cola. Hay dos puntos que yo creo claves: el primero es todo el tema de hypebeast; mucha gente joven se ha ido a la segunda mano y relojes vintage, donde hay modelos más originales y algo más baratos que en la primera. No solo por una cuestión de moda, sino también de posible reventa. El reloj, aun con todo, sigue teniendo esa aura patrimonial", detalla.
Es algo que compra también Librero, que define el reloj como "la última joya del hombre". "Nos han quitado todo, ya no usamos pisa corbatas, las joyas se llevan mucho menos... Incluso la gente de poder ya no suele llevar traje. Ahora, si te das cuenta, lo que más dice estéticamente de alguien son las marcas de ropa, sí, pero sobre todo el reloj y el coche, y es lo que ha triunfado en este tiempo, esa idea de estatus que dan ambos productos". Según comenta, sus clientes están entre los 32 y los 36 años, y tienen sueldos que superan los 15.000 euros al mes. "Hay mucho ejecutivo o gran empresario que se interesa por esto por estatus y acaba enganchado y sabiendo muchísimo de relojes".
El problema, comenta el periodista, es que esta fiebre de poder ganar dinero con los relojes (algunos youtubers ya han hecho vídeos de cómo montar tu propia tienda de relojes de imitación) puede llevar a muchas confusiones y tirar por tierra la fama del sector. "Hay mucha gente comprando relojes simplemente para revenderlos rápido (todo el mundillo de los sneakerheads, resellers y todo esto). Uno de mis amigos se compró un Seiko pensando que en cinco o seis años valdría algo más de lo que costó, cuando no tiene nada que ver", añade.
En la pequeña oficina del barrio de Goya, sus dueños lo tienen claro. De puertas para fuera, el negocio puede parecer lleno de luces, oro y diamantes, pero dentro es bastante diferente. "Si yo tuviese un importante patrimonio y dinero para invertir, no abriría un negocio relacionado con los relojes. El que lo hace, como nosotros, es porque le gusta y le interesa, pero si te da igual vender relojes que calcetines, seguramente encuentres un nicho en el que ganes bastante más dinero".
En la pequeña oficina situada en pleno barrio de Goya, es una mañana de lunes algo ajetreada. Una pareja aparece para interesarse por el precio de una pieza de colección que quieren vender y, mientras, otro de los dueños del espacio, que prefieren no aparecer en el artículo, atiende al fotógrafo que debe retratar los productos que ya tienen en exposición. "Tiene que verse cada detalle, porque, al ser de segunda mano, si no el cliente no se fía", comenta. A simple vista, el negocio podría parecer un anticuario más, pero está dedicado a uno de los mercados más calientes de los últimos años: el de los relojes de lujo.
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