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Las internas se marchan con la pandemia (sobre todo de las casas donde hay niños)
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más cuidados, pero menos inmigración

Las internas se marchan con la pandemia (sobre todo de las casas donde hay niños)

Las restricciones migratorias y el aumento de la demanda para atender a personas mayores provocan un déficit a la hora de contratar a trabajadoras de hogar en régimen interno

Foto: Protesta de trabajadoras del hogar este verano. (EFE)
Protesta de trabajadoras del hogar este verano. (EFE)
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Si Nuria* pudiese, no seguiría ni un día más trabajando de interna. Después de cobrar 200 euros al mes por cuidar a una persona mayor durante la pandemia, desde Semana Santa convive con una pareja con dos hijos para la que trabaja de 7:30 a 00:00. En verano, ha sido incluso peor: mientras estaban en la playa había días en que la jornada no acababa hasta la una o las dos de la mañana, cuando sus jefes volvían a casa de cenar con sus amigos. “También me dejaban a los niños de los amigos, había noches que tenía que cuidar a siete u ocho niños”, cuenta al teléfono mientras acude al supermercado. “Me decían que vivía en el paraíso porque iba a la playa en bañador, ¿y cómo voy para cuidar de los niños? También me echan en cara que coma en la casa, que si es como un bar, ¡cuando en todas las casas te dan de comer!”.

Nuria aguanta a cambio de 850 euros al mes porque no tiene los papeles en regla. Aunque esta familia le prometió que le haría contrato, ahora solo le dan “largas”. “Quiero trabajar de externa para tener mi independencia y poder recuperar a mi hija, que está de acogida con una familia porque yo no tengo cómo mantenernos a las dos. Pero en cuanto encuentre algo, me voy”, explica.

La experiencia de Nuria ayuda a explicar una situación cada vez más común: no hay suficientes trabajadoras internas para la demanda que existe. Desde hace unos meses, es más difícil encontrar este tipo de perfil para familias y agencias de trabajo doméstico debido, por un lado, a un aumento de la demanda de personal de cuidado derivado de la crisis sanitaria y, por otro, a un descenso de los flujos migratorios por las restricciones a la movilidad, que ha reducido la oferta de mujeres dispuestas a pasar por la exigencia que requieren estos trabajos. “Las que estaban como internas ya no quieren porque las condiciones siguen siendo tan lamentables como hace 20 años. Algunas se meten por necesidad, pero en cuanto encuentran algo mejor, se salen. Y como no hay nuevas regularizaciones, ahora mismo es muy complicado encontrar gente para este tipo de puestos”, confirma Felipe Sutil, director de la agencia de empleo doméstico Dona.

"Las condiciones siguen siendo tan lamentables como hace 20 años"

La carestía es especialmente notable para familias con hijos, por el volumen de trabajo que suponen para un sueldo que puede oscilar entre los 1.000 y 1.200 euros. “Para personas mayores hay algo más, porque es otro ritmo, más suave, y no suelen exigirles que hagan otras tareas domésticas, pero para familias el déficit es increíble”, añade Sutil, quien explica que si bien lo empezaron a notar antes de la llegada del covid, la situación se ha agravado desde el confinamiento.

Según datos de ANAC (Asociación Nacional de Agencias de Colocación), con la pandemia una de cada tres familias ha reducido un 50% el número de horas contratadas con su empleada interna. “Pero las reducían solo formalmente, porque las empleadas mantenían sus mismas horas cobrando en negro”, explica Yojana Pavón, presidenta de la asociación, sobre una práctica que ya se vio con la subida del salario mínimo interprofesional a los 900 euros. Además, muchas familias se han visto envueltas en un ERTE, por lo que han buscado la manera de pagar menos, aunque fuese a costa de la cotización de la trabajadora.

"Una de cada tres familias ha reducido un 50% las horas contratadas con su empleada interna"

“El número de trabajadoras internas españolas es mínimo, por lo que depende mucho de los convenios entre países, sobre todo con Europa del Este y Latinoamérica, y esto con la pandemia se ha reducido mucho, además de las restricciones de movilidad entre comunidades autónomas”, añaden desde ANAC.

El interés por meter a alguien en casa, sin embargo, no se ha reducido, lo que también ha condicionado la oferta. Desde junio de este año, las solicitudes para contratar a una interna han subido un 20% respecto a hace un año, según datos de ANAC. Para paliar este déficit, se está reemplazando el régimen interno con trabajadoras externas que cubren varias franjas horarias, sobre todo en el caso del cuidado de mayores.

En líneas generales, el empleo de las trabajadoras domésticas (externas e internas) llevaba desde 2013 bajando paulatinamente, pero este pasado mes de agosto ha experimentado otro repunte respecto al mismo mes de años anteriores.

“Hay muchas familias que con la pandemia han sacado a sus mayores de las residencias y prefieren tener a alguien en casa. El problema es que las condiciones son aún más precarias que antes: quieren pagar menos o que trabajen más horas. Pero, claro, hay menos inmigración irregular ahora mismo dispuesta a librar solo un fin de semana al mes, o medio día a la semana”, explica Carolina Elías, presidenta de Sedoac (Servicio Doméstico Activo). “Se ven muchos anuncios que dicen ‘preferentemente sin cargas familiares’: porque lo que quieren es que te entregues en cuerpo y alma a la persona mayor, que no tengas nada más que hacer. O dicen claramente que las quieren sin papeles, porque saben que así te quedarás más tiempo. ¡Pero la gente quiere tener una vida!”.

Según datos de Ath-ELE (Asociación de Trabajadoras Domésticas de Vizcaya), el 26% de las internas no tuvo ningún tipo de descanso a lo largo del día en 2020; y un 46% tenía solo dos horas una vez descontado el tiempo dedicado a dormir. Además, un 26% no tiene permiso para salir de la vivienda más allá de su día o tarde libre a la semana.

Foto: Una empleada del hogar realiza su trabajo en un domicilio de Madrid. (EFE)

De todas las mujeres internas que acudieron a la asociación el año pasado, más de 200, solo el 63% tenía contrato escrito, aunque “generalmente no reflejaba las verdaderas condiciones laborales”. Entre las que trabajaban mayormente entre semana, un 97% no percibía el salario mínimo que les correspondía por sus horas de trabajo efectivas.

Además, entre las asistentas sin contrato es más alto el porcentaje de las que trabajan entre 71 y 80 horas semanales (28% frente al 23%) y más de 91 horas (15% frente al 9%). “El perfil de recién llegada es el más habitual, porque si llegan sin nada es mejor que vivir en la calle, especialmente siendo mujer”, explica Lorea Ureta, de Ath-ELE, desde donde abogan por la desaparición de este tipo de trabajo, al igual que en Sedoac.

“Las trabajadoras sin papeles son las que terminan aceptando los trabajos de interna, que para nosotras son esclavitud y encierro. También porque se sienten más seguras en una casa frente a las redadas racistas de pedida de documentación, con las que pueden acabar en un CIE y expulsadas”, explica Elías. “Pero hay familias que necesitan cuidadoras, y por eso insistimos en que hacen falta medidas para dignificar la profesión, más allá de tener acceso a paro”. Proponen, por ejemplo, un incentivo fiscal o subsidio para las familias de clase media-baja que no puedan hacer frente al salario de una trabajadora doméstica y que les permita, así, “tener una empleada en condiciones justas y dignas”.

*Nombre cambiado.

Si Nuria* pudiese, no seguiría ni un día más trabajando de interna. Después de cobrar 200 euros al mes por cuidar a una persona mayor durante la pandemia, desde Semana Santa convive con una pareja con dos hijos para la que trabaja de 7:30 a 00:00. En verano, ha sido incluso peor: mientras estaban en la playa había días en que la jornada no acababa hasta la una o las dos de la mañana, cuando sus jefes volvían a casa de cenar con sus amigos. “También me dejaban a los niños de los amigos, había noches que tenía que cuidar a siete u ocho niños”, cuenta al teléfono mientras acude al supermercado. “Me decían que vivía en el paraíso porque iba a la playa en bañador, ¿y cómo voy para cuidar de los niños? También me echan en cara que coma en la casa, que si es como un bar, ¡cuando en todas las casas te dan de comer!”.

SMI
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