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¡Que inviertan ellos! Por qué Sánchez necesita vender España (pero no ladrillo)
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¡Que inviertan ellos! Por qué Sánchez necesita vender España (pero no ladrillo)

El país afronta una oportunidad histórica de transformación, pero como siempre, asistida por la inversión internacional

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
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España está en venta. Para los más fatalistas, nuestro país sigue instalado en una inercia de lenta pero constante devaluación, con una estructura económica procíclica, basada en servicios y construcción, con un paro estructural récord y el estado de bienestar en peligro. Sin embargo, hay quienes sostienen una visión esperanzadora, más aún ante la llegada de 140.000 millones de euros de fondos europeos y su potencial transformador, como en otros momentos de nuestra historia.

La reciente gira de Pedro Sánchez por Estados Unidos, enfocada a vender las oportunidades de inversión que brinda España, se asemejó más al 'road show' del consejero delegado de una cotizada que al viaje diplomático de un presidente del Gobierno, sin ser ambos roles excluyentes. Nuestro país necesita convencer a los gestores de los grandes centros financieros del mundo, todavía Nueva York y Londres, de que merece la pena apostar entre los Pirineos y el estrecho de Gibraltar.

Hasta la fecha, el debate sobre el uso y gestión de los fondos ha ido poco más allá de la batalla dialéctica superficial que mantienen el Gobierno y la Oposición. El sector privado, al menos, parece algo más orientado. Hace semanas, en su participación en las jornadas del Cercle de Economía, tres pesos pesados como Ana Botín, José María Álvarez-Pallete y Pablo Isla abundaron en este aspecto, pese a que los focos recayeron en el tema de los indultos a Junqueras y compañía.

España necesita el dinero internacional para dar otro salto hacia adelante

El economista Ricardo Martínez Rico, presidente ejecutivo de Equipo Económico y exsecretario de Estado de Presupuestos, tiene una opinión similar y recuerda el impacto que han tenido en la transformación de país hitos como los Planes de Estabilización (años 60), el Acuerdo Económico Preferencial con la CEE (años 70), la integración en la Unión Europea (años 80) o la Unión Monetaria (año 2000): "Siempre que hemos participado en procesos de apertura nos ha ido bien".

Como en todos esos episodios, España necesita el dinero internacional para dar otro salto hacia adelante. Los recursos de Next Generation EU "han abierto más expectativas por el rediseño de nuevas posibilidades económicas", recuerda Jorge Riopérez, socio responsable de Corporate Finance para España de KPMG y miembro del comité de dirección global, pero "hay partidas de esos fondos que necesitan contraparte (coinversión) y no hay capital local, el dinero está en EEUU".

España siempre se ha financiado fuera, debido al histórico déficit por cuenta corriente de la economía, como recuerda Ignacio de la Torre, aunque apunta a otros factores estructurales (productividad o desempleo) como lastres del desarrollo. El economista y socio de Arcano, cuyo informe en 2012 ("The Case for Spain") supuso un punto de inflexión para la percepción de los inversores internacionales, recuerda las ventajas (rentabilidad/riesgo) que ofrecemos en comaparación con países vecinos.

Foto: Larry Fink, CEO de BlackRock. (Reuters)

Uno de nuestros problemas recientes, como señala De la Torre, es la reducción de la inversión, sobre todo el lado público, a raíz de la última crisis, hasta pesar solo un 2% del PIB, menos de la mitad de lo que fue con el boom del ladrillo. Mientras, el sector privado soporta el resto, teniendo en cuenta que el volumen total oscila en torno al 20% del producto interior bruto. Los fondos europeos permitirán corregir ese desajuste. Y acelerar plazos es clave: recuperar el PIB per cápita costó una década (2008-17).

Por el camino, además, el sector privado español va quedándose descolgado de las grandes tendencias globales y de la nueva economía. El Ibex 35 sigue copado por compañías de sectores regulados o antiguos monopolios y los pocos unicornios que alumbra nuestro país pasan a manos extranjeras muy pronto, como recordaban al propio presidente Sánchez en una entrevista televisiva en su gira, al preguntarle por los casos de Allfunds (Ámsterdam) y Wallbox (Nueva York).

Martínez Rico prefiere mostrarse moderadamente optimista ante ejemplos como los citados. "Estos fenómenos de apertura necesitan financiación y reformas, pero a su vez generan retos de competencia y no tengo duda de la capacidad de adaptación de las empresas y los emprendedores españoles", apostilla. "En etapas anteriores, de esos procesos de cambio surgieron líderes mundiales en sectores como el agroalimentario, la distribución comercial, el turismo o la automoción".

España solo ha sido capaz de jugar en el tablero internacional del capitalismo

Sin embargo, no deja de resultar paradójico que un inversor egipcio fondee una 'start-up' de Barcelona y que no haya dinero institucional español para acompañar a los nuevos actores de la economía digital; o que el ahorro a largo plazo nacional no participe en la propiedad de compañías locales de negocios regulados (y rentistas), como por ejemplo Naturgy, ahora en liza, mientras fondos de inversión con dinero de pensionistas de Canadá, California o Australia sí lo hacen.

En ese sentido, De la Torre lo tiene claro. Faltan estímulos suficientes (regulatorios y fiscales) para desarrollar un ecosistema amplio de inversores en 'venture capital', la verdadera palanca de innovación, y falta triangulación entre sectores privado, académico y público (militar) para investigación conjunta (patentes). Si Europa está descolgada de EEUU, China o Japón, qué decir de España, que pese a cifras récord tiene por encima a Suecia, Bélgica, Dinamarca o Austria.

"Es evidente que se está transformando el uso del dinero", explica Riopérez, y en un modelo donde los bancos van cediendo espacio a las gestoras de fondos de inversión (capital y deuda), "España es un país que llega también tarde a esta tendencia". Y en esa migración, donde bancos y cajas de ahorro ejercieron durante décadas como inversores ancla españoles, no hay equivalentes de capital privado, como se ha visto en casos recientes de cotizadas (MasMovil, Solarpack, Telepizza…).

Foto: Pedro Sánchez en Los Ángeles. (EFE)

Salvo contadas excepciones, España solo ha sido capaz de jugar en el tablero internacional del capitalismo de manera activa con bancos, energéticas, telecos y constructoras, como consolidadores, aunque su momento cumbre ya pasó. "Por suerte", como apunta Martínez Rico, "existe un número importante de empresas medianas, por lo general familiares, con el grueso de su negocio fuera y competitivas gracias a contar con condiciones financieras similares a nuestros socios europeos".

Es normal que el presidente de un país haga una gira entre inversores. No lo es tanto que España no goce de instrumentos (y estímulos) para canalizar el ahorro interno en inversión directa para la economía productiva, dentro y fuera del país. El peso de nuestra (in)cultura financiera hace que el 70% del patrimonio familiar se acumule en vivienda y solo un 30% en productos de inversión, como recuerda De la Torre, al contrario que en las economías dominantes. ¡Que inviertan otros!

España está en venta. Para los más fatalistas, nuestro país sigue instalado en una inercia de lenta pero constante devaluación, con una estructura económica procíclica, basada en servicios y construcción, con un paro estructural récord y el estado de bienestar en peligro. Sin embargo, hay quienes sostienen una visión esperanzadora, más aún ante la llegada de 140.000 millones de euros de fondos europeos y su potencial transformador, como en otros momentos de nuestra historia.

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