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La odisea del interino eterno: 40 colegios, 400.000 km y más de 35 años sin un puesto
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LA EPOPEYA NAVARRA DE SANTOS EQUISOAIN

La odisea del interino eterno: 40 colegios, 400.000 km y más de 35 años sin un puesto

Dio sus primeras clases de Educación Física en Estella en 1982. Desde entonces, el navarro no ha tenido un destino fijo, y ahora quiere que reconozcan sus derechos

Foto: Santos Equisoain. (Imagen: EC)
Santos Equisoain. (Imagen: EC)

Santos Equisoain es todo un personaje, en el buen sentido. Es difícil decidir si cómico, trágico o simplemente costumbrista, porque su vida podría contarse como un drama si no fuese porque la anécdota gamberra siempre asoma en sus monólogos, y como una comedia si no fuese porque hay ciertas cosas con las que no se bromea. En lo que sí podemos ponernos de acuerdo es en que es un guerrero en el que se condensan muchas de las contradicciones que han tenido que sufrir los profesores españoles durante las últimas décadas.

Equisoain nació físicamente en 1954 en Mendigorría, un municipio navarro cercano a Tafalla, pero nació como profesor en 1982, cuando comenzó a impartir Educación Física en el Instituto de Enseñanza Superior de Estella, “porque se habían quedado sin profesor y yo sabía bastante”. Fue el primer destino de una larga lista que Santos hace llegar al periodista en unas páginas manuscritas a bolígrafo. Askatasuna de Burlada, Villava, a los pocos días San Juan de la Cadena, el colegio de la Rochapea, Lacunza, Beire, Corella, Buñuel, Mendigorría, José María Iribarren (“ya no existe”), Andosilla, José María Huarte, Los Sauces (Barañáin), Huarte, Pamplona, Mendavia… “y así hasta 40”.

Seis años después, los interinos parecen haber ganado la batalla en Europa, pero Santos no está seguro: “Hasta que no lo vea, no lo creeré”

La trayectoria de Equisoain es una versión extrema de la de esos profesores interinos que han abundado en España durante las últimas décadas, tapando los agujeros de nuestro sistema educativo y cuya regularización no ha llegado o les ha dejado aún peor. Es lo que le ocurrió a Santos, que a las puertas de su jubilación —espera hacerlo el año que viene— se ha sumergido en los últimos seis años en una de sus últimas batallas por el reconocimiento del grado, el complemento a los sueldos de los funcionarios en función de su antigüedad.

Una demanda que Santos presentó en 2013 y por la que, finalmente, seis años después, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha dado la razón a los interinos navarros ante el Departamento de Educación del Gobierno de Navarra. La sentencia del TJUE falló a favor de Daniel Ustariz, al que han llamado “el Bosman de los interinos”, pero no habría sido posible sin la denuncia previa de Santos, que llegó hasta el Tribunal Europeo tras pasar por el Constitucional, y que estaba en conocimiento de la Comisión.

placeholder Santos ha explicado su historia en 12 páginas manuscritas.
Santos ha explicado su historia en 12 páginas manuscritas.

Un giro en los acontecimientos que tendría que dar a Santos y a otros tantos profesores el reconocimiento del complemento salarial. El docente, de todas formas, es cauteloso. “Estoy pendiente y no me fío un pelo”, contesta desde su casa en Mendigorría. “Eso también lo puedes poner”. Sobre todo, respecto a la retroactividad del pago del grado, que puede ser de cuatro, cinco o seis años. “Pero yo he trabajado desde el 82, ¿por qué no me lo reconocen, es que no me lo he ganado?”

No ha sido la primera guerra ganada. En 2016, consiguió finalmente que se le reintegrasen los “impagos justificados” de las nóminas de Navidad, Semana Santa y verano de los cursos de entre 2011 y 2015. “El Gobierno de Yolanda Barcina me robó el dinero de mi trabajo, y el de Uxue Barkos me pagó lo robado por la primera”, recuerda. Fue durante ese proceso, de mano del sindicato CSIF, cuando descubrió la existencia de ese complemento salarial que se convertiría en su nuevo motivo de lucha.

Cambio de trayecto

Actualmente, hay alrededor de 130.000 docentes interinos en la primaria y secundaria españolas, a pesar de que el plan de estabilización del empleo docente prometió hacer descender la cifra desde el 24% al 8% en el año 2021. Uno de ellos es Santos, que en cuatro décadas solo ha completado un año entero en un mismo colegio. El inicial como profesor de Educación Física. “En todos los demás años y cursos sucesivos, unas semanas aquí, otras allá, o meses aquí, otros allá, años aquí o allá...”

“¿Cómo lo he vivido?”, se pregunta. “Se vive fatal. Cambio de alumnos, de profesores y de colegio. Si hubiese que hacer una estatua, yo soy el modelo”

Santos fue maestro generalista (impartía Lengua, Matemáticas, Conocimiento del Medio y Plástica en Primaria; Francés, Inglés y Educación Física si era necesario) la mayor parte de los 25 años que, como los trozos de un Frankenstein laboral, ha logrado reunir desde que el Athletic ganó su última liga. Ahora, echando la vista atrás, dice de los interinos que “hemos sido los eternos marginados y los desheredados de las entidades públicas”.

“¿Cómo lo he vivido?”, se pregunta. “Se vive fatal. Cambio de alumnos, de profesores y de colegio. Cambio de trayecto. Yo me he ido a la cuneta, ¡cómo no me voy a ir! Llevaré recorridos entre 300.000 y 400.000 kilómetros y 40 colegios. Si hubiese que hacer una estatua, aquí está el modelo. ¿Alguien conoce otro ejemplo tan significativo de dedicación a la educación?” Y sigue con la lista que había dejado antes a medias: Buñuel, Corella, Valtierra, Irurita, Peralta, Castejón… “Cien kilómetros para abajo, cien kilómetros para arriba. Es muy duro”.

La pregunta del millón es si Santos no se presentó a las oposiciones para obtener esa plaza que le aliviase de su condición de profesor errante. Lo hizo varias veces, “entre tres o cuatro”. La primera, en 1979, mientras hacía la 'mili' en Sevilla: “Las estaba pasando canutas y me libré un par de días para presentarme. ¿Sabes lo qué puse en la oposición?”. No, dígame. “Parte del argumento de 'Lo que el viento se llevó'”. Mucha nota no sacaría. “Pero de dos días de maniobras ya me libré”.

placeholder Varios niños acceden a las aulas en un colegio. (EFE)
Varios niños acceden a las aulas en un colegio. (EFE)

“¿No ves que no he tenido tiempo, que he estado siempre a salto de mata?”, pregunta retóricamente al periodista poniéndose un poco más serio. “Me he pasado días, meses y años levantándome a las seis de la mañana y llegando a casa a las diez de la noche. Yo soy de una familia humilde y no he tenido siempre coche”. Ese era uno de los argumentos que la Plataforma de Interinos Docentes ha utilizado este mismo año para reclamar un sistema de oposiciones “no eliminatorio” en Navarra: “Que para maestras con edades comprendidas entre los 35 y los 50 o más, con cargas familiares, económicas y laborales, preparar una oposición basada en la memorización es altamente complicado”.

La situación navarra es diferente en ciertas peculiaridades a la del resto de España, aunque similar en que la parte estrecha del embudo suele corresponder a los interinos. En 2007, el por aquel entonces consejero de Educación del CDN Carlos Pérez-Nievas (actualmente en Ciudadanos) intentó regularizar la situación de los interinos perpetuos con un sistema de oposiciones donde primaba la prueba por encima de la experiencia laboral. Un cambio de criterio que perjudicó a Santos y a otros docentes de larga trayectoria. Entre 150 y 200 según sus cálculos, cinco según los del antiguo consejero.

No estoy en contra de las oposiciones, pero sí en contra de cambiar el criterio en la lista de contrataciones de interinos

“No le importó mandarnos a la calle, como a trapos inservibles, con una mano delante y otra detrás”, explica Santos, que apenas trabajó tres meses ese año. “Dejó a muchos compañeros profesores interinos sin poder continuar trabajando, muchas de ellas mujeres o embarazadas. Arruinó el presente y futuro de sus vidas al no poder dar solución a las condiciones de las 'nuevas normas impuestas'. Otros, a trancas y barrancas, pudimos continuar y volver a conseguir méritos para nuevas contrataciones”. Fue su peor momento como interino, ya que, a los más de 50 años, en plena crisis, veía cómo su futuro volvía a ser incierto.

Santos recalca que no está en contra de las oposiciones. “Por mí, como si pones una cada mes”, añade. Lo que sí está es en contra de “cambiar el criterio en la lista de contrataciones de interinos de la noche a la mañana”. Una inestabilidad que aún sigue vigente: este mismo verano, la Plataforma de Interinos Docentes navarra lamentaba que “existe una generación de maestras en Navarra que, por los avatares de tantos gobiernos y cambios de criterios en la selección del profesorado nos estamos viendo injustamente tratadas y lesionadas”.

Las raíces del aire

Uno de los problemas asociados a la condición de interino es la dificultad para enraizar en un colegio, que los alumnos que saben que estás de paso te consideren su profesor. Equisoain considera que lo hizo bien a pesar de las dificultades. “Creo que me recuerda bien la gran mayoría, y no es arrogancia”, relata. “¿Por qué? Porque aunque las enseñanzas de cada día las debes impartir a todos los de la clase, nunca se encuentran todos los alumnos con la misma disposición, entrega e interés para recibir y asimilar las doctrinas. Y aquí es donde entramos los maestros”.

De joven, llegaba de las fiestas a las cuatro, cinco o seis de la mañana y me esperaba una hermosa azada para ir a recoger espárragos

Quizás él mismo fue en su infancia uno de esos alumnos que necesitaban un poco de motivación, como el día que tiró junto a sus compañeros del colegio la pizarra del colegio al canal. “¡A ver quién puede decir que ha tirado una pizarra al río!”, exclama. “Perdona a tu pueblo, señor, perdona a Osasuna, que no esté eternamente en segunda”, se pone a cantar con tono de jota. “De eso hace 45 años. Las pasamos canutas, porque los de letras estábamos marginados, pero al año siguiente teníamos una soberbia pizarra incrustada en la pared”. Gamberrismo… o picaresca de luchar por lo que uno quiere.

Otro de los potenciales problemas que suele provocar la diferencia de categoría son las diferencia de trato entre funcionarios e interinos. “Si la culpa es de los gobernantes con sus leyes, con mis compañero me pelearé solo si me ofende a mí en primera persona, o si interfiere negativamente en mi trabajo como educador”, explica. Sí que ha tenido encontronazos con algún director “que me ha tratado mal y por ser interino había un trato más desfavorable, inferior”. No fue así en su pueblo natal, Mendigorría, donde recalca que siempre ha sido muy bien acogido.

placeholder Santos vive cerca de Tafalla, uno de los lugares más afectados por las inundaciones del pasado julio. (Reuters)
Santos vive cerca de Tafalla, uno de los lugares más afectados por las inundaciones del pasado julio. (Reuters)

No ha tenido una vida fácil, explica una y otra vez, aunque tampoco ha sorteado las juergas. “De joven, llegaba de las fiestas de los pueblos a las cuatro, cinco o seis de la mañana y me esperaba una hermosa azada para ir a recoger espárragos”, relata. “Anteriormente, los castigos de los frailes, los arrestos en la mili… La vida me ha dado palos. He sufrido operaciones, he estado ingresado en la UVI y en otros puñeteros sitios, pero aquí sigo”. Y recuerda aquella noche que, por cantar una jota mientras hacía la 'mili', unos compañeros terminaron en un hospital sevillano después de una paliza de un grupo de extrema derecha. Santos se libró por poco. Como siempre.

El hombre que casi canta para el Rey

Si han pasado 45 años desde su primera clase y solo ha contabilizado 25 años de interino, hay 20 años perdidos que Equisoain ha pasado entre el desempleo y otra sorprendente doble vida, en la que fue vendedor en un comercio particular o actor, como resalta en su currículo manuscrito. “He trabajado de extra en dos películas, una de ellas 'La balsa de piedra', en 2001, he actuado varios años en el teatro romano de Mendigorría, unas obras del escritor Plauto. De hecho, hemos actuado en más de una ciudad española, por ejemplo en el acueducto de Segovia”.

Pasé dos pruebas en 'Gran Hermano' y casi me cogen, pero no me volvieron a llamar. No saben lo que se pierden

Y aquí es donde empieza a sacar pecho respecto a su vocación de cantante. “En los dos últimos años de Magisterio canté de tenor en el legendario Orfeón Pamplonés, uno en el Teatro Gayarre de la misma ciudad”. Uno de cuyos viajes le llevó hasta el Teatro Real de Madrid, donde estuvo a punto de cantar para el rey emérito Juan Carlos, “pero por lo que sea no fue de churro”. “Como no he llegado a la categoría de Alain Delon o de Robert Redford, aún no puedo retirarme”, bromea.

Repasando su currículo, uno llega a uno de los puntos más llamativos de su relato, un par de líneas que parecen sospechosamente tachadas y que rezan lo siguiente: “Fui dos veces nominado para entrar en el programa de Telecinco 'Gran Hermano', en su edición 18”. Pero hombre, Santos, deme más detalles.

—Mira, me hicieron prueba por teléfono, como ahora contigo, y me aceptaron. Luego tuve que ir a Zaragoza, y al final tenía que haber ido a Madrid. Para mí que lo había hecho bien, pero ya no me llamaron. Pero ahí estuve. ¡No saben lo que se perdieron!

Foto: Edificio del Tribunal de Justicia de la UE en Luxemburgo (Efe).

Tras casi una hora de charla, no cabe ninguna duda de que la telerrealidad dejó pasar a una estrella potencial. ¿Y qué planes tiene para el futuro, si consigue finalmente que se le reconozcan sus derechos? ¿No tiene con quien pasar la vejez? “Mira, a mí no me ha querido ninguna”, responde sin ningún amargor, con un toque más bien de pícaro. “Que no, que no, que no lo he visto nunca claro. Ya me las he visto canutas más de una vez y mira… Aquí estoy. Soltero y nada más”. Y aún interino.

Santos Equisoain es todo un personaje, en el buen sentido. Es difícil decidir si cómico, trágico o simplemente costumbrista, porque su vida podría contarse como un drama si no fuese porque la anécdota gamberra siempre asoma en sus monólogos, y como una comedia si no fuese porque hay ciertas cosas con las que no se bromea. En lo que sí podemos ponernos de acuerdo es en que es un guerrero en el que se condensan muchas de las contradicciones que han tenido que sufrir los profesores españoles durante las últimas décadas.

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