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Chipre abre la puerta a una nueva fuga de capitales de la periferia al centro de Europa
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FRAGMENTACIÓN FINANCIERA EN LA EUROZONA

Chipre abre la puerta a una nueva fuga de capitales de la periferia al centro de Europa

John Kenneth Galbraith dejó escrito que la memoria financiera es efímera. Y los líderes europeos le están dando la razón. Olvidando que hace apenas ocho meses

Foto: Chipre abre la puerta a una nueva fuga de capitales de la periferia al centro de Europa
Chipre abre la puerta a una nueva fuga de capitales de la periferia al centro de Europa

John Kenneth Galbraith dejó escrito que la memoria financiera es efímera. Y los líderes europeos le están dando la razón. Olvidando que hace apenas ocho meses España estaba contra las cuerdas, han provocado un terremoto en Chipre que amenaza con causar sucesivas réplicas en la región. Entre ellas, el riesgo de que se desate una nueva fuga de capitales desde los países periféricos al núcleo de la Eurozona.

Porque lo acontecido en torno a Chipre y su rescate, con la polémica propuesta de que los depositantes paguen parte de la factura, amenaza con desenterrar el hacha de guerra. Esa que pendió sobre la cabeza de España hasta que, a finales de julio de 2012, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, acudió al quite al comprometerse a “hacer lo que sea necesario para salvar el euro”. “Y créanme, será suficiente”, desafió. Reforzó este mensaje con la presentación en septiembre de un renovado plan de compra de deuda pública (OMT), cuya sola presencia ha ejercido un potente efecto calmante y disuasorio en los mercados financieros.

Como el propio Draghi precisó, con estas maniobras persiguió salir al paso de uno de los impactos más perniciosos de la crisis: la fragmentación financiera. Con la creación del euro y la implantación de una zona monetaria única no sólo se perseguía lanzar una moneda y fundar un nuevo banco central; la pretensión consistía en que la integración financiera fuera total. Es decir, que diera lo mismo tener un depósito en un país que en otro, porque todos formaban un único mercado. 

Con la crisis del euro, este planteamiento ha saltado por los aires. Inaugurada por Grecia y contagiada al resto de la periferia, ha destapado las taras de la construcción europea: no, todos los países no son igual de fiables. Y el dinero ha salido de aquellos que lo son menos para refugiarse en aquellos que lo son más, con Alemania a la cabeza. Como consecuencia, se produjo una fuga de capitales dentro de la región y resurgieron las primas de riesgo entre los europaíses. O lo que es lo mismo, todo lo contrario de lo perseguido. Frente a la integración deseada, una fragmentación indeseada

Lo avanzado

Contra eso ha luchado Draghi desde julio. Y se ha anotado progresos notables. Su influencia se ha notado en los países más expuestos a la crisis del euro, con España como principal exponente. Desde julio, la rentabilidad de los bonos a 10 años ha bajado del 7,75 al 5,05%; la prima de riesgo, que mide la diferencia entre la rentabilidad de los bonos espáñoles y alemanes a 10 años, se ha moderado de los 650 a los 369 puntos básicos; y el Ibex 35 ha sumado un 38,6%.

Pero hay más. Según los datos del Banco de España, desde septiembre los inversores extranjeros han regresado a la deuda española y han incrementando su tenencia de letras, bonos y obligaciones en 44.050 millones de euros, hasta un total de 218.499, en contraste con los casi 20.000 que habían vendido entre enero y agosto de 2012. Desde agosto, la deuda de los bancos españoles con el BCE no ha dejado de descender y ha pasado de los 388.736 millones de euros a los 271.840 registrados en febrero. La balanza de pagos, cuya cuenta financiera –la que registra la inversión directa y las inversiones en acciones, bonos y otros activos como depósitos- venía registrando salidas de dinero de forma ininterrumpida desde julio de 2011 hasta agosto de 2012, acumula desde entonces cuatro meses consecutivos de entrada de dinero. Y como remate, la reapertura de los mercados para que los bancos españoles hayan podido financiarse en el arranque de 2013 mediante la emisión de deuda -tanto con cédulas hipotecarias como con deuda senior-. Es decir, la fuga de capitales fue relegada por una operación retorno muy necesaria para España

Lo amenazado

Lo más duro, por tanto, parecía superado. Hasta que llegó el pasado fin de semana. Y con él, el rescate de Chipre, la propuesta de que los depositantes paguen parte de la factura y el riesgo de perder parte de lo ganado en los últimos meses. Por primera vez, el ahorro más seguro, el más protegido, el de los depósitos hasta 100.000 euros, se veía despojado de su principio de inviolabilidad. Vulnerando el orden de prelación, por el que los accionistas, los preferentistas y los bonistas deben responder con pérdidas antes que los depositantes, los líderes económicos de la Eurozona traspasaron una peligrosa línea roja. Lo más "sagrado" -así definió ayer el ministro de Economía, Luis de Guindos, a los depósitos inferiores a 100.000 euros- deja de serlo, pierde su inmunidad, para convertirse incluso en moneda de cambio de los rescates. Y con esa innovación, vuelven las quinielas: si hoy es Chipre, ¿por qué no otro mañana? O lo que es lo mismo, el caldo de cultivo ideal para desencadenar otra fuga de la periferia hacia las economías más fiables.

Al mismo tiempo, se ha debilitado la principal fortaleza de los fondos de garantía de depósitos, que consiste precisamente en que garantizan las cantidades establecidas. Su fuerza no estriba en los recursos con el que cuentan los fondos -ninguno basta para cubrir todos los depósitos-, sino en la promesa de que protegen ese dinero. Ahora se ha puesto sobre la mesa la posibilidad de que esa garantía, en realidad, no exista o pueda ser matizada. Y si no se confía en los depósitos y estos se reducen en los países más expuestos a la crisis, su sistema bancario -y su economía en general- perderá una fuente de financiación fundamental.

Junto a estas incertidumbres, otra: la crisis abierta en Chipre constata que la Unión Bancaria sigue teniendo por ahora mucho más de quimera que de realidad. Y si no se progresa en este apartado, el vínculo entre el riesgo soberano y el riesgo bancario persistirá, una duplicidad de peligros ante la que, como ya se ha visto en esta crisis, los inversores defienden su dinero llevándoselo a otro país menos expuesto a esa cadena de riesgos.

El BCE como antídoto

Como antídoto a las réplicas procedentes de Chipre, los restantes países periféricos saben que cuentan con el BCE. Con su OMT y con aquel compromiso de Draghi de hacer cuanto sea preciso para preservar el euro. A diferencia de lo acontecido en otros episodios de la crisis del euro, la entidad presidida por el italiano cuenta ya con una herramienta diseñada y preparada para ser activada en cuanto sea necesario: la compra de bonos espera. Fue diseñada para actuar como cortafuegos; lo que no se esperaba es que las llamas tuvieran origen chipriota.

John Kenneth Galbraith dejó escrito que la memoria financiera es efímera. Y los líderes europeos le están dando la razón. Olvidando que hace apenas ocho meses España estaba contra las cuerdas, han provocado un terremoto en Chipre que amenaza con causar sucesivas réplicas en la región. Entre ellas, el riesgo de que se desate una nueva fuga de capitales desde los países periféricos al núcleo de la Eurozona.