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Andy Murray, el amigo inseguro de Nadal que no creía haber ganado Wimbledon
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A LOS 14 AÑOS CAMBIÓ ESCOCIA POR BARCELONA PARA MEJORAR SU TENIS

Andy Murray, el amigo inseguro de Nadal que no creía haber ganado Wimbledon

Tres horas después de haber comenzado la final, Andy Murray (26) dibujó el golpe definitivo para derrotar a Novak Djokovic. El escocés no podía creerse lo

Foto: Andy Murray, el amigo inseguro de Nadal que no creía haber ganado Wimbledon
Andy Murray, el amigo inseguro de Nadal que no creía haber ganado Wimbledon

Tres horas después de haber comenzado la final, Andy Murray (26) dibujó el golpe definitivo para derrotar a Novak Djokovic. El escocés no podía creerse lo que acababa de lograr. El punto definitivo que le dio la victoria suponía el punto final a la sequía de triunfos británicos en Wimbledon pero, además, la última bola tenía un significado especial: con ella se borraron de un plumazo todos los miedos e inseguridades que debilitaban a Andy Murray, desapareció la presión de ser la esperanza del tenis británico, se acababa el papel de víctima. El tenista escocés saboreó las mieles del éxito en Wimbledon. Nunca antes se había sentido tan cómodo en casa.

La faceta personal de Andy Murray no ha sido un papel fácil de interpretar y digerir. Cuando sólo era un niño, vivió el divorcio de sus padres y un episodio que le dejó marcado para siempre: fue testigo directo de la masacre vivida en Dunblane High School cuando Tomás Hamilton asesinó a 16 de sus compañeros y a una de sus profesoras antes de quitarse la vida. Andy y Jamie, su hermano, iban camino del lugar de la tragedia cuando escucharon los disparos y se escondieron. Es complicado saber llevar un episodio así y el deporte ayudó a Andy. Los Glasgow Rangers se cruzaron en su camino pero la raqueta ya le había conquistado y a los 14 años tomó una decisión que cambiaría el resto de su carrera profesional.

Alentado por su amigo Rafa Nadal, Murray puso rumbo a Barcelona para perfeccionar su tenis en la escuela Sánchez-Casal. Allí terminó de formarse tanto técnica como físicamente y poco a poco, empezó a dar muestras de lo que era capaz de hacer cuando cogía una raqueta hasta que en 2008 se produjo su golpe sobre la mesa: llegó a la final del US Open donde cayó ante Roger Federer y alcanzó los cuartos de final de Wimbledon. Gran Bretaña había depositado todas sus esperanzas en Andy Murray, una losa que resultó demasiado pesada para el joven tenista.

De víctima a campeón 

Las dudas no existían en torno a su juego y a su técnica. El problema era todo lo demás. En el momento en el que el escocés ponía un pie en la pista afloraban todos sus miedos e inseguridades. Aparecía el miedo escénico. La presión de tener a todo un país alentándolo le ahogaba y lo bloqueaba. Y Wimbledon todo se magnificaba ante un público fiel pero muy exigente: en las últimas tres ediciones alcanzó las semifinales y cuando tenía que dar el paso definitivo para estar en al final, nada le salía bien.

“Creo que no hubo muchos cambios en su físico o en su táctica sino que fue, sobre todo, mental”. Así lo confesaba Novak Djokovic tras la final. Y es que algo ha hecho ‘clic’ en la cabeza de Andy Murray. Se ha transformado para salir de las sombras y lograr que Wimbledon recuperase su esencia más británica. Fred Perry fue el último en conquistarlo en 1936. “Al final del partido no sabía muy bien lo que estaba pasando, tenía un montón de sensaciones distintas en ese momento. Creo que ganar Wimbledon es la cima del tenis. Todavía no me lo puedo creer”. Y es 77 años eran demasiado tiempo. Gran Bretaña ha visto cómo la eterna víctima dejaba paso a todo un campeón. El público, con el primer ministro Cameron en pie, no dudó a la hora de romper el ceremonioso silencio que reina en Wimbledon para celebrar el triunfo de Andy Murray. En casa, como en ningún sitio.

Tres horas después de haber comenzado la final, Andy Murray (26) dibujó el golpe definitivo para derrotar a Novak Djokovic. El escocés no podía creerse lo que acababa de lograr. El punto definitivo que le dio la victoria suponía el punto final a la sequía de triunfos británicos en Wimbledon pero, además, la última bola tenía un significado especial: con ella se borraron de un plumazo todos los miedos e inseguridades que debilitaban a Andy Murray, desapareció la presión de ser la esperanza del tenis británico, se acababa el papel de víctima. El tenista escocés saboreó las mieles del éxito en Wimbledon. Nunca antes se había sentido tan cómodo en casa.

Rafa Nadal