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Lucas Eguibar: "Lloro muchas veces de dolor.Incluso no me puedo ni poner los calcetines"
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SUEÑA CON EL ORO OLÍMPICO

Lucas Eguibar: "Lloro muchas veces de dolor.Incluso no me puedo ni poner los calcetines"

El chasquido de su espalda que escuchó antes de ganar el campeonato del mundo encendió todas las alarmas. Ahora, se plantea cada prueba como si pudiera ser la última de su vida

Foto: El español Lucas Eguibar. (EFE/Pepe Torres)
El español Lucas Eguibar. (EFE/Pepe Torres)

Hace poco más de dos años, cuando Lucas Eguibar se disponía a participar en el Campeonato del Mundo de snowboard que se iba a celebrar en la localidad sueca de Idre Fjäll, notó una especie de chasquido en la espalda. "Creí que me había roto la columna vertebral", recuerda. El dolor con el que ha convivido desde que empezó a hacer deporte se hizo, de repente, insoportable. Aun así, consiguió a duras penas levantarse, enfundarse el mono de competición y colocarse en la línea de salida. Ganó, regresó al hotel y se volvió a meter en la cama con el pensamiento de arrojar la toalla y de que, tal vez, no merecía la pena sufrir tanto.

El viaje de regreso a España fue un auténtico infierno. Buena parte del trayecto que hizo en tren hasta el aeropuerto se lo pasó llorando de dolor. Aguantó como pudo. Cuando llegó a la zona de embarque, lo primero que hizo fue tirarse al suelo y permanecer allí hasta que le autorizaron entrar al avión. Un tratamiento con células madre le permite ahora competir sin tanto sufrimiento, pero sin la esperanza de volver a estar al cien por cien a nivel físico. Pese a todo, esta temporada ha acabado segundo en la Copa del Mundo. Ahora, ya puede empezar a hacer cábalas sobre su participación en los próximos Juegos Olímpicos de Cortina d'Ampezzo (Italia) en 2026. "Siempre que me levanto para ir a entrenar sueño en el oro olímpico", afirma a El Confidencial.

Foto: Lucas Eguibar, el día que fue subcampeón del mundo. (EFE)

A este donostiarra de 29 años, también conocido con el cariñoso apodo de Luki, lo del esquí le viene de cuna. Con tan solo dos años, ya iba con su familia casi todos los fines de semana de invierno a la estación de Candanchú. A los cinco, ya empezó a competir. "Se me daba muy bien", asegura. Lo de su afición a surfear en la nieve con una tabla de madera de álamo blanco o de espuma de poliuretano recubierta con una fibra de vidrio surgió a los siete años. "Cuando acababa la temporada de competición de esquí, dedicaba luego dos semanas al snowboard por diversión, hasta que a los 15 años me apunté al campeonato de España", señala.

Como no hacía falta ningún requisito para participar, decidió probar suerte en el snowboard. "Me apunté sin ningún objetivo concreto y con la idea de pasármelo bien". Poco a poco, obtuvo "muy buenos" resultados y los entrenadores del equipo nacional empezaron a fijarse en aquel chaval que se desenvolvía con su tabla en la nieve a las mil maravillas. Tras una larga charla, le convencieron para que se uniera a practicar un deporte apenas conocido en aquella época en España. Y eso que por aquel entonces el catalán Jordi Font ya había obtenido en 2006 un diploma olímpico gracias a su cuarta plaza en los Juegos Olímpicos de Invierno celebrados en Turín.

Foto: Lucas Eguibar durante los Juegos Olímpicos de Sochi 2014 (Dylan Martinez/Reuters) Opinión

A partir de entonces, la carrera deportiva de Eguibar fue meteórica. Ganó la Copa del Mundo en 2015, una especie de liga que se disputa entre los meses de diciembre y marzo en la que se suman los resultados de varias carreras, y donde el vencedor se lleva el Globo de Cristal. Un año más tarde, quedó segundo, lo mismo que este año tras la disputa de nueve carreras, y en las ediciones de 2019 y 2020 logró el cuarto puesto. En el campeonato del mundo, que se celebra cada dos años, obtuvo la medalla de oro en 2021 en la modalidad de snowboard cross tras remontar a dos rivales en los últimos metros, y en 2017 se alzó el subcampeonato en Sierra Nevada, su pista talismán, tanto en individual como por equipos junto a Regino Hernández. Sus participaciones en las Olimpiadas se saldan con dos diplomas por su séptimo puesto en Sochi (2014) y Pekín (2022). Una caída en la primera ronda en PyeongChang (2018) le privó luchar por una plaza en el podio.

Su sueño olímpico sigue latente. Ahora bien, como su experiencia en Pekín a nivel físico fue un tanto frustrante, ahora prefiere ir poco a poco. En China había depositado muchas esperanzas. Sin embargo, estuvo "muy mal" de la espalda y eso le ha servido de lección para concienciarse de que en el futuro hay que ir con mucha cautela. Y es que Eguibar es un deportista que en las últimas temporadas ha sufrido "muchísimo", al punto de que la idea de retirarse de la competición le ha rondado la cabeza en más de una ocasión. Está acostumbrado a convivir y a competir con dolor, lo que no impide que tenga sus momentos de bajón psicológico. De hecho, sus problemas de espalda no eran nuevos. "Ya llevo muchos años así", espeta. La forma de mitigar el dolor siempre fue a base de infiltraciones "y de ir con mucho cuidado". Era lo que siempre le habían aconsejado los siete especialistas que había visitado en distintas ciudades como Barcelona, Madrid o Innsbruck (Austria).

Aquel fatal chasquido

El chasquido de su espalda que escuchó antes de ganar el campeonato del mundo encendió todas las alarmas. "En plena competición, cuando estás en caliente, puedes aguantar el dolor, pero cuando acaba no puedes ni moverte", explica. A partir de entonces, comenzó a plantearse cada prueba como si pudiera ser la última de su vida. "Es que he llorado muchas veces del dolor que tenía". Podía paliarlo a base de pinchazos, pero nunca lo eliminaba por completo. En 2022, por ejemplo, para participar en los juegos de Pekín, se tuvo que hacer tres infiltraciones: "Una en pretemporada, otra para empezar la temporada y la tercera justo antes de participar en los Juegos Olímpicos".

Por si esto fuera poco, un fisio le acompaña a todas las competiciones. "No creas que exagero si te digo que por las mañanas casi no me puedo poner los calcetines". Los masajes también le ayudan a relajar su musculatura, "que se me agarrota muchísimo", lo que facilita que llegue a la competición en las mejores condiciones posibles. El esfuerzo es mayúsculo, ya que por norma general un esquiador acude a la pista a primera hora de la mañana y no la abandona hasta las dos de la tarde. En total, más de seis horas con el cuerpo en tensión para una carrera que dura poco más de un minuto. "Después hacemos unos estiramientos y me vuelven a dar masajes para estar bien al día siguiente", añade.

Un buen día, un familiar lejano, o sea "el tío de un chico que está casado con mi prima", le habló de un médico que tenía una clínica del dolor en Tarrasa que trataba este tipo de lesiones con bastante éxito. El galeno en cuestión era José Luis de Córdoba. Lo primero que hizo fue transmitirle optimismo. "Me dijo que estas lesiones tenían fácil solución". A continuación, le explicó que él no era partidario de seguir el tratamiento de sus colegas que apostaban por unificar las vértebras para paliar el dolor que le provocaba sus dañados discos repartidos por buena parte de la columna vertebral. "Me comentó que eso no se podía aconsejar ni a una persona de 80 años, porque la medicina está ahora mucho más avanzada y existen otras soluciones".

"Soy una persona que mejora mucho con el movimiento y, si no entreno mucho, luego me cuesta coger el ritmo de competición"

Fue entonces cuando surgió la idea de implantar células madre. Dicho de otro modo, se trataba de donarse a sí mismo las células madre que están en su médula ósea (tuétano) e implantarlas en la zona del cuerpo que necesita regenerarse para consolidar una fractura o una lesión; en este caso, la de la columna vertebral. No costó mucho convencer a Eguibar. "No tenía nada que perder", indica. La intervención quirúrgica, que según el deportista vasco resulto "muy dolorosa", duró poco más de tres horas. "Enseguida mejoré bastante", añade. Unos días de rehabilitación caminando con bastones y en un mes ya estaba de vuelta a los entrenamientos. "Lo pasé mal, pero te juro que lo volvería a hacer".

Consciente de que nunca podrá volver a estar al cien por cien, aún recuerda que en 2021 solo podía entrenar una hora al día "y luego me iba directamente a la cama porque no podía con el dolor". Ahora lo hace dos veces a diario casi todos los días de la semana. Apenas descansa porque es "una persona que mejora mucho con el movimiento" y porque, además, "luego me cuesta coger el ritmo". Incluso durante el mes de mayo hace algo de preparación física. Este año, ha estado en Austria "corriendo todos los días unos 40 minutos por el monte" a pesar de que la temporada concluyó en marzo.

Aprender a convivir con el dolor

Con la implantación de las células madres también ha mejorado su calidad de vida, "pero, por mucho que esté mejor que antes, el dolor no ha desaparecido del todo y tienes que aprender a convivir con él". Cada vez más cerca de cumplir los 30 años y de casi una década compitiendo al más alto nivel, reconoce que el snowboard machaca su cuerpo "muchísimo", y eso es algo que se va notando cada vez más con el paso del tiempo. En su caso, sin embargo, el origen del dolor no era fruto de una lesión o de una mala caída. Era algo degenerativo "y, claro, la práctica de un deporte como el mío, que es muy agresivo, donde el rato estás saltando y cayendo, eso hace que se desgasten los discos y que al final la lesión se agrave".

Pese a todas las dificultades, Eguibar ha conseguido vivir del snowboard gracias a las becas que le concede la federación, el Gobierno Vasco y la Asociación de Deportistas Olímpicos (ADO). Sin embargo, esas ayudas tienen fecha de caducidad porque están sujetas a unos resultados "y si no los cumples…". Confía, no obstante, en que ese respaldo institucional llegue al menos hasta la cita olímpica de Cortina d'Ampezzo dentro de tres años. No oculta que es un tipo ambicioso "con un punto de obsesivo" que aspira a obtener un metal en Italia. "Sé lo que tengo que hacer para controlar mi obsesión y no pasarme de vueltas". A despejar su mente seguro que le ayudan los dos meses de vacaciones que tiene por delante antes de volver en agosto a los entrenamientos.

"No me quejo porque siempre me han tratado con respeto y la gente valora mucho el trabajo que estoy haciendo"

De momento, descansa en San Sebastián. Allí le gusta acudir al estadio de Anoeta para ver a la Real Sociedad, "donde tengo algunos amigos", practicar golf o salir a tomar algo. En su ciudad, hay gente que le reconoce por la calle, y eso que en las competiciones siempre aparece con un casco y unas enormes gafas de sol. "Es que aquí salgo bastante en El Diario Vasco", aclara. Esa parte de la fama en que la gente se le acerca con educación y le pide una foto o le comenta algo no le molesta. "No me quejo porque siempre me han tratado con respeto y la gente valora mucho el trabajo que estoy haciendo". Lo que le disgusta es que alguien se pase de la raya, como si fuera un futbolista, y le pida que se vaya a casa porque al día siguiente hay partido. "Nosotros también somos personas y nos gusta desconectar e ir a cenar con nuestros amigos o nuestra familia porque somos los primeros interesados en ganar, y, si sale un mal, eso no te impide salir a tomar algo con quien quieras".

Hace poco más de dos años, cuando Lucas Eguibar se disponía a participar en el Campeonato del Mundo de snowboard que se iba a celebrar en la localidad sueca de Idre Fjäll, notó una especie de chasquido en la espalda. "Creí que me había roto la columna vertebral", recuerda. El dolor con el que ha convivido desde que empezó a hacer deporte se hizo, de repente, insoportable. Aun así, consiguió a duras penas levantarse, enfundarse el mono de competición y colocarse en la línea de salida. Ganó, regresó al hotel y se volvió a meter en la cama con el pensamiento de arrojar la toalla y de que, tal vez, no merecía la pena sufrir tanto.

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