Marc Márquez, camino de convertirse en el mayor 'dictador' del motociclismo

El término ‘dictadura’ da repelús con sólo oírlo por todo los conceptos negativos que representa históricamente. Lo que más reclama el ciudadano de a pie en ese tipo de gobiernos es la ausencia de libertad individual existente, puesto que una palabra más alta que otra, un acto diferente a lo establecido, podía ser fatal. Pero lo que más define a un país autoritario es la imposibilidad de alternativas del ejecutivo, puesto que son los dueños y los que mandan y mandarán hasta que la muerte los separe de su poder. Es duro relacionar ese término casi blasfemo con un deportista, pero cuesta definir con otra palabra el rendimiento de Marc Márquez en Moto GP.

Llevamos poco más de un cuarto de la temporada y no queda ni un ser vivo en el planeta que crea que Márquez puede perder su segundo título mundial. Ni siquiera la posibilidad real que abre la exactitud de las matemáticas permite siquiera plantear una alternativa real al campeonato. Son 125 puntos los que tiene el piloto leridano, o lo que es lo mismo, todos los que podía tener a estas alturas. Dani Pedrosa está, después del Gran Premio de Francia, a 42 puntos del líder. Esa distancia le da un margen de casi dos carreras a Márquez y esto no ha hecho nada más que empezar.

Habría que pensar en las alternativas, objetivamente. Aunque haya ocasiones en las que lo parezca, Márquez no corre solo en las pistas del Mundial. Por mucho que llegue a veces con una distancia abismal a meta y se “aburra”, hay más vestidos con mono y casco detrás de él. El gran candidato al puesto de segundón de MotoGP es Jorge Lorenzo. El bicampeón del mundo es el mejor de la parrilla después de Marc, ni Pedrosa ni Rossi están a su altura, a pesar de que se encuentre ahora mismo a 80 puntos del primer puesto. Pedrosa está por detrás de Márquez, sin embargo, su irregularidad constante y su bloqueo cuando se trata de dar ese salto definitivo le descartan. Queda la incógnita de Valentino Rossi, el más grande es cada vez más pequeño. Cualquiera que viniese por detrás, sería una verdadera sorpresa.

Todas las señales apuntan al asentamiento vitalicio de Márquez en el trono del motociclismo. Su fortaleza no sólo reside en su desarrollo durante las carreras, que como demostró en Le Mans, puede ser invencible incluso en situaciones muy adversas. Pero Marc también es el número uno, aunque su moto tenga un 93 en el morro, en las clasificaciones. Desde que está en la categoría reina (y eso no es más que un año y poco), el piloto de Honda ha salido el primero en 14 carreras. 14 de las 23 que ha corrido, que se dice pronto. Y prácticamente todas las ha logrado con récord del circuito. Once mejores registros de once grandes premios tienen el nombre de Marc Márquez grabado a fuego.

Si buscamos una comparativa con los más grandes que se han montado en una moto, todos ellos salen perdiendo ante Marc Márquez. Nadie puede discutir los quince títulos mundiales de Giacomo Agostini, la leyenda de Brescia. Pero ni siquiera él tuvo un debut al nivel de Marc. Debutó en la categoría de 500 centímetros cúbicos en la temporada de 1965, y tras una victoria y una regularidad enorme, finalizó segundo. No ganó su primer Mundial hasta el año siguiente, consiguiendo tres carreras. Eso sí, Agostini tiene el mérito añadido de haber sido campeón de dos categorías (500 cc., y 350 cc.) a la vez durante cinco años.

En un lapso temporal más reciente, el motociclismo planetario estuvo dominado primero por Mick Doohan y después por Rossi. Y ninguno de ellos tuvo tales números en sus dos años iniciales. Seis años tardó el piloto australiano en triunfar sobre el asfalto para después apuntarse cinco títulos consecutivos. Su mejor temporada fue su penúltimo entorchado, cuando ganó doce de los quince grandes premios. Il Dottore, en cambio, sólo tardó dos años en subir a lo más alto del mundo del motociclismo. Ganó el último Mundial de 500 con once victorias, habiendo sido segundo el año antes. Marc Márquez ganó el título en su primer año y ahora domina con mano de hierro. Incomparable.