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El hockey es la última excusa de paz en Corea que nadie termina de ver clara
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el norte aportará música en la ceremonia

El hockey es la última excusa de paz en Corea que nadie termina de ver clara

A marchas forzadas se intenta crear un equipo unificado femenino para los Juegos de Pyeongchang, pero las dudas son muchas por lo apresurado de la decisión y de la confección del equipo

Foto: Jugadoras del norte y del sur. (EFE)
Jugadoras del norte y del sur. (EFE)

En noviembre de 1987, las autoridades surcoreanas se dieron un golpetazo de realidad. Una bomba colocada en un vuelo salido de Seúl camino de Bagdad se llevaba la vida de 115 personas. Era la 'bienvenida' que Kim Jong-il, líder norcoreano, daba a los Juegos Olímpicos que unos meses después tendrían lugar en la capital de Corea del Sur. El régimen del norte, por descontado, rehusó acudir al evento, una decisión secundada por Cuba. A pesar de todo fueron un éxito, aunque solo fuese porque las dos ediciones anteriores, en Moscú y Los Ángeles, habían tenido participaciones mucho más bajas por el boicot masivo de bloques de la Guerra Fría.

Han pasado 30 años de aquel incidente y Corea del Sur vuelve a tener unos Juegos. La situación política no es que haya cambiado demasiado, ambos países siguen técnicamente en guerra, pues lo que se firmó en 1953 fue una tregua, no un tratado de paz. La hostilidad entre ambos ha sido durante estas décadas oscilante, con reticencias extremas entre una de las dictaduras más oscuras del mundo y un país mucho más avanzado, pero también con importantes problemas —es el primer país de la OCDE en tasa de suicidios, por ejemplo—. La tensión ha sido una constante, pero ahora, de repente, hay propósito de enmienda.

Foto: Los patinadores de Corea del Norte Ryom Tae-Ok y Kim Ju-Sik. (Reuters)

En contra de la mayor parte de previsiones, Kim Jong-un, líder actual de Corea del Norte, ha optado por no boicotear estos Juegos. En el dificlísimo trabajo de intentar interpretar al sátrapa hay casi tantas versiones de la decisión como analistas en el mundo. Algunos apuntan a que quiere demostrar que es un país más, a pesar de tener armas nucleares. Otros cuentan que ir a los Juegos es una manera del líder de molestar a Donald Trump, presidente de los Estados Unidos que ha escalado la narrativa bélica con el país comunista. Algunos ven un gesto hacia Moon Jae-in, presidente surcoreano, menos belicoso que sus predecesores. Nunca habrá una explicación oficial al respecto, siéntanse libres de especular.

El caso es que Corea del Norte estará en los Juegos. No es la primera vez que se utiliza el olimpismo como una manera de simplificar los caminos de la paz, ya en otras ocasiones ambos países han desfilado juntos en ceremonias y algunos gestos más, pero en esta ocasión se quiere dar un pequeño paso más. No será solo un desfile, sino el intento real de que los países litigantes tengan un espacio común. Incluso de participar juntos en algunos deportes, como el hockey o el bobsleigh.

Llevaban dos años sin sentarse en una mesa de negociación y no tardaron más que unas horas en estar a punto de salir de la misma, algo que no es más que la dinámica histórica de los contactos entre ambos países. La agencia de noticias norcoreana, portavoz del régimen, mostró su descontento porque el presidente del sur hubiese acreditado a Trump como uno de los valedores de la negociación. Además, se espera que una fragata yanqui ronde la península durante los Juegos, para enfado del norte. Las cosas no empezaron especialmente bien, pero las quejas, esta vez algo más pacíficas de lo acostumbrado por los acólitos de Kim Jong-un, terminaron enmudeciéndose y dando paso al diálogo.

Foto: El grupo de k-pop BTS.

Las primeras decisiones tuvieron que ver con el folclore. El deporte de invierno no está entre las grandes especialidades norcoreanas, pero tienen una orquesta magnífica que mejoraría cualquier ceremonia que se precie. Ochenta miembros de la misma actuarán dos veces, en la inauguración en Seúl y también en la ciudad de Gangneung, donde se celebrarán la mayor parte de las pruebas. Junto a ellos acudirán 60 norcoreanos más en la delegación, animadoras, periodistas, otros atletas y algunos oficiales del conjunto. Tradicionalmente buena parte de los asistentes a estos actos suelen ejercer labores de control sobre los artistas o los deportistas. Será la mayor expedición de norcoreanos en el sur desde 1985. Desde 2002 no ha habido ni un solo viaje aceptado por el régimen del norte. No se sabe aún, eso sí, si acudirá la banda Moranbong, un grupo formado solo por mujeres que causa furor en la península y que tiene entre sus mayores seguidores a Kim Jong-un.

No es un mal inicio, pero los Juegos Olímpicos, por más retórica que se utilice, no dejan de ser un acontecimiento esencialmente deportivo. Y ahí el problema es mayor, claro. Porque la idea de una delegación conjunta, bonita como es, no siempre es sencilla de llevar a cabo. Solo dos patinadores norcoreanos entrarían por méritos propios en los Juegos, y los dirigentes del país les inscribieron tarde. Por el bien de la paz, se les ha aceptado en los Juegos. Pero siguen siendo pocos.

placeholder El presidente surcoreano Moon Jae-in, con la selección femenina (Reuters).
El presidente surcoreano Moon Jae-in, con la selección femenina (Reuters).

El equipo de hockey

La siguiente idea ha sido ensamblar un equipo de hockey hielo conjunto, y aquí es donde realmente ha venido el lío. Porque antes Corea del Norte era un equipo ligeramente superior a sus iguales del sur, pero en tiempos recientes eso ha cambiado drásticamente. Más que nada porque en el sur se han puesto las pilas estos últimos años sabiendo como sabían que iban a organizar unos Juegos y que no se podía hacer el ridículo. El caso es que ahora son superiores pero al equipo femenino le han solicitado que admitan unas cuantas jugadoras del país vecino.

"Nos han dicho que estemos preparados, pero a decir verdad es difícil saber qué quieren decir con eso, porque no hay ninguna manera de comunicarse con el equipo de Corea del Norte", comentaba un dirigente de la federación citado por la agencia Reuters. No se ha hablado del equipo, de la estrategia o de la necesidad de un entrenador que dirija al equipo. "Ninguna de estas cosas se han tenido en cuenta y solo quedan tres semanas para los Juegos, ¿te lo puedes creer? Nada de esto tiene mucho sentido", explicaba la misma fuente.

Ni siquiera la entrenadora, Sarah Murray, tiene muy claro todo este proceso. Ella, estadounidense, entiende la parte política, lo adecuado que es caminar para la paz y eso, pero lleva cuatro años trabajando en hacer un equipo competitivo y a unos pocos días de que todo empiece se puede venir abajo su intento. "Ha sido todo muy rápido, primero escuchamos algunos rumores, pero no nos lo creímos demasiado porque los Juegos son en muy poco tiempo, pero los últimos días todo se ha acelerado", explica. "Es bastante peligroso para la química del equipo, nuestras chicas llevan juntas mucho tiempo y esto puede cambiar todas las dinámicas", trataba de explicar la seleccionadora que se enteró de todos estos movimientos por la prensa.

El ministro de unificación nacional surcoreano, Baik Tae-hyun, asegura que lo primero que puso el gobierno en la mesa es que cualquier acuerdo no podía tener impacto negativo en el equipo, aunque ese mismo pilar básico es el que la entrenadora pone en duda. También hay polémica porque algunos piensan que la entrada de norcoreanas supondrá la salida de algunas jugadoras de las que han hecho el proceso durante estos años hasta conseguir un equipo competitivo. Las autoridades surcoreanas, sin embargo, intentan que este problema se solvente de una manera algo rompedora. Los equipos tienen 25 jugadoras normalmente, pero ellos piden que al de la Corea unificada se le añadan diez plazas más para que así entren jugadoras del norte sin tener que desplazar a las habituales del sur. La entrenadora dice que solo jugarán si se lo merecen, aunque visto como se están llevando las cosas la duda al respecto es razonable.

Un detalle más llamativo en la selección surcoreana, que pronto será coreana a secas si el COI acepta todo esto, algo probable pues en todo momento se han mostrado muy favorables a cualquier proceso de unión. En la plantilla hay varias jugadoras americanas de origen coreano, porque la federación lleva tiempo buscando talento, más bien escaso en el país, y esa ha sido la manera de encontrar a unas cuantas deportistas de nivel que engrosaran sus filas. Lo cual hace de todo esto algo todavía más pintoresco, pues si la relación entre ambas coreas es difícil, con Estados Unidos es ya incendiaria.

placeholder El equipo norcoreano de hockey. (EFE)
El equipo norcoreano de hockey. (EFE)

Rechazo de la población surcoreana

Queda, además, el proceso de elección. Corea del Norte, probablemente el estado más hermético del mundo, no lo ha puesto nunca fácil para darse a conocer. Jugaron, eso sí, hace unos pocos meses en un encuentro que el sur ganó 3-0. "Cuando jugamos contra ellas había una jugadora muy intensa, paraba disparos con la cara", recuerda la seleccionadora que solo fue capaz de recordar el número de la que finalmente resultó ser Won Chol-sun. Poca cosa, la verdad.

Las norcoreanas terminaron llorando aquel encuentro, según explica el 'New York Times'. Es difícil saber si de pena o por angustia. Quizá por ambas cuestiones. "Me hubiese gustado darles un abrazo, pero simplemente no podía hacer eso", contaba Park Jong-ah, una de las jugadoras del equipo del sur. Ahora, probablemente, tendrá opción de hacerlo.

La opinión pública surcoreana, la única que puede conocerse en Occidente, no tiene nada claro el movimiento. Encuestas en el país señalan que un 70% de los habitantes del país están en contra del equipo unificado. Y eso que un 80% de los encuestados piensan que es positivo que haya una delegación norcoreana en los Juegos, lo único es que no quieren que compitan juntos. Hay varias peticiones en internet que buscan que el movimiento no se complete, la mayor parte de ellas alegando que una decisión así pondrá en peligro cualquier éxito del equipo y será injusto con las jugadoras que hasta ahora se han ganado su puesto.

Foto: Por primera vez, unos Juegos tendrán dos mascotas (Foto: EFE / Jeon Heon-Kyun)

También tiene algo que ver con la retórica del país, que tras muchos años de gobiernos conservadores y profundamente divisivos con el norte se encuentra ahora con una nueva aproximación al conflicto. "Mucha gente está preocupada porque Corea del Norte esté tomando ventaja y publicitando su agenda política gracias a los Juegos. Tampoco es que las paces olímpicas anteriores durasen mucho", decía esta semana Kim Ki-sun, diputado conservador.

La política y el deporte se enfrentan en la frontera más armada del mundo. Dos países que viven de espaldas, sí, pero que según todos sus habitantes no dejan de ser en esencia el mismo país. Años de incomprensión que han derivado en unas conversaciones apresuradas y, por el momento, exitosas. Y, de fondo, el movimiento olímpico, que también siempre parece encantado con ser el muñidor de esta clase de armisticios, aunque en el fondo todos piensen que no será nada duradero.

En noviembre de 1987, las autoridades surcoreanas se dieron un golpetazo de realidad. Una bomba colocada en un vuelo salido de Seúl camino de Bagdad se llevaba la vida de 115 personas. Era la 'bienvenida' que Kim Jong-il, líder norcoreano, daba a los Juegos Olímpicos que unos meses después tendrían lugar en la capital de Corea del Sur. El régimen del norte, por descontado, rehusó acudir al evento, una decisión secundada por Cuba. A pesar de todo fueron un éxito, aunque solo fuese porque las dos ediciones anteriores, en Moscú y Los Ángeles, habían tenido participaciones mucho más bajas por el boicot masivo de bloques de la Guerra Fría.

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