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'Liberation Day': el día que Jason consiguió levantar su primer 'major'
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Spieth conquista el Número uno del mundo

'Liberation Day': el día que Jason consiguió levantar su primer 'major'

Jason Day conquista el PGA Championship con una actuación portentosa en Whistling Straits, mientras que Jordan Spieth consiguió desbancar a Rory McIlroy del número uno mundial

Foto: Jason Day posa con el trofeo de ganador del PGA Championship.
Jason Day posa con el trofeo de ganador del PGA Championship.

Pocos logros hay en el mundo del deporte de alto nivel de una delicadeza tan extrema como el primer triunfo en un 'major' de golf. Suelen ganar los mejores, como está mandado, pero ocurre más que en ninguna otra disciplina que el mejor se queda a veces a dos velas. Que el más fuerte, el más largo, el más talentoso, el genio de la lámpara e incluso el más certero no llegue a probarse chaquetas ni a tocar trofeos.

Por eso los traumas están a la orden del día y los fantasmas se sientan a comer pipas al pie del tee del hoyo 1. Por eso, entre otras cosas, Jason Day (-20) rompía a llorar en el green del 18 de Whistling Straits una vez rubricaba la victoria en la 97ª edición del PGA Championship, su primer Grande. Recordará el hecho, la jornada, como el día de su liberación. Porque seguro que ya había escuchado demasiadas veces la dichosa cantinela: 'En cuanto ganes el primero, luego vendrán unos cuantos'. Igual que la escucharon y aún la escuchan Sergio García, Lee Westwood y Henrik Stenson. O Dustin Johnson, más recientemente. Igual que tuvieron que soportarla Scott, Rose y Mickelson -sobre todo Mickelson- hasta que rompieron las cadenas.

Las cosas como son: tampoco ha tenido que esperar tanto Day, aunque a él se le haya hecho una eternidad. Tiene 27 años y hace apenas un lustro que irrumpió en la élite. Que le pregunte a Darren Clarke lo que es perseguir un sueño hasta los cuarenta y tantos. Aunque es cierto que la determinación e insistencia en las grande citas del 'aussie' fueron llamativas desde que apareció en ellas. Así que el primer Grande no llegaba por más que él se arrimaba y arrimaba enseñando un golf tan poderoso como el que más. Un juego explosivo, cada vez mejor trabajado y, por tanto, también cuajado de recursos. Un vuelo de bola imperial.

Sólo le faltaba no se sabe bien qué, puede que fueran detalles casi imperceptibles que a veces tienen que ver con el control de las emociones, o con el puro azar, o con el don de la oportunidad, o con todo ello, pero que pueden dejar incomprensiblemente a alguien como Colin Montgomerie con el marcador a cero en los 'majors'.

Una victoria incontestable

Day puede sentirse colmado, pleno, porque su triunfo ha sido además incontestable. El poderío y la seguridad mostrados desde el primer golpe de la ronda definitiva sellaban cualquier fisura, precisamente ante un jugador como Jordan Spieth (-17) que, a pesar de su juventud, es ya un paciente cazador de voluntades tibias. En realidad nunca hubo lugar a la remontada y era más bien el australiano quien llevaba al texano con la soga apretada.

Spieth, excelente también en el papel de sabueso, olfateó con denuedo en busca de la presa y así lo demuestra su notable tarjeta final de 68 golpes. Pero esta vez el rival llegó enteró hasta el final y en 18 hoyos más de juego que hubiera habido probablemente habría ampliado la diferencia. El estadounidense al menos se llevaba el premio del Número 1 del mundo y además con Rory McIlroy en el campo, por más que el norirlandés anduviera todavía falto de rodaje tras la lesión. Su 'pin' mágico en los Grandes de 2015 (1-1-4-2) merecía el trono planetario.

"Hubiera sido muy duro irme de aquí sin poder acabar bien el torneo después de cómo habían ido los primeros 54 hoyos. Habría sido muy duro para mi mente", reconocía Jason Day con el Trofeo Wanamaker en las manos. No es para menos: otros ocho meses en el mejor de los casos, hasta el próximo Masters, escuchando aquí y allá la dichosa cantinela: 'Tranquilo, en cuanto ganes el primero...'.

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