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Fly, el calamitoso balón de un peletero de Elche que hizo a Adidas pasar por caja
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FABRICADO POR MERY SPORT CON PATENTE PROPIA

Fly, el calamitoso balón de un peletero de Elche que hizo a Adidas pasar por caja

Hizo falta la intervención de una empresa especializada en calzado para que las grandes multinacionales del deporte comenzasen a pagar a la Liga por utilizar su material

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El 29 de junio de 1988, la asamblea general de la Liga Profesional de Fútbol adoptó una decisión histórica: por primera vez desde los años 70, el balón oficial de la competición no sería marca Adidas. En su lugar, los equipos de Primera y Segunda División se decantaron por el Fly de Mery Sport, un balón de fabricante desconocido con sede en Elche, Alicante.

Su creador, el empresario peletero Saturnino Merino, lo presentó como "el balón más esférico del mundo", gracias a su fabricación patentada de 62 piezas, el doble de los balones convencionales, que en teoría favorecía su curvatura. Mientras los balones de Adidas, dominadores del mercado, estaban compuestos por 32 hexágonos, el de Mery Sport -contracción de Merino Sport- era una bacanal geométrica: 12 pentágonos, 30 cuadrados y 20 triángulos. "Estamos ante un balón excelentemente acabado y adaptado a las exigencias técnicas del deporte rey en estos tiempos", presumió Merino en la presentación del balón.

Foto: Balón Mikasa FT-5 en un campo de tierra. (Foto: Mikasa)

La decisión pilló a los futbolistas de improviso, dado que Mundiales y Eurocopas se jugaban siempre con balones Adidas y las ligas optaban por usar el mismo material para que los futbolistas no notasen diferencias. Toni Fidalgo, por entonces vicepresidente de la Liga e histórico dirigente del Real Oviedo, recuerda el germen de aquella decisión: "Nos llegó un fax de Merino proponiendo que usásemos su balón, decía que era mucho mejor que los normales, más esférico", explica. "Así que le respondimos que, si conseguía que la FIFA se lo homologase, tendríamos en cuenta su solicitud", continúa el exdirectivo. Saturnino, al que definen como un tipo bajito, delgado y nervioso, se presentó en Ginebra con su balón bajo el brazo y, no se sabe cómo, regresó a España con la certificación internacional.

placeholder Uno de los pocos ejemplares sin estrenar que quedan, a la venta en eBay por más de 70 dólares
Uno de los pocos ejemplares sin estrenar que quedan, a la venta en eBay por más de 70 dólares

El Mery Sport llegó en el momento ideal, con la LFP aún en pañales e inmersa en proceso acelerado de profesionalización: "Por entonces cada club utilizaba su propio balón. Había unos que tenían contrato con Adidas, otros con Puma y otros que los iban comprando de distintas marcas. Cada partido de Liga se jugaba con el balón del equipo local y era un descontrol. Nuestra intención era unificarlo, que siempre se jugase con el mismo balón", dice Fidalgo. Había otra razón: en otras competiciones domésticas, como la inglesa o la italiana, las marcas deportivas no solo les cedían los balones, sino que pagaban un canon por usarlo y vincular su marca a la liga. El negocio de los balones, como Sandro Rosell unos años después con Nike, lo vio Saturnino antes que nadie y se descolgó en la Liga con una oferta de 60 millones de pesetas: "Era una cantidad razonable. No una locura, pero al menos sí lo suficiente para abrir una nueva vía de financiación para los clubes", dice Fidalgo. Mery Sport se comprometía a entregar 3.000 balones a la Liga, los mismos que figuraban en la oferta de Adidas, con la salvedad de que los alemanes se negaban a pagar un canon.

Dos datos para poner en contexto la oferta: aquella Liga, que abría la puerta al tercer extranjero, apenas facturaba 144 millones de pesetas anuales, de los que más de 100 procedían de las cuotas que pagaban los propios clubes. No cobraba una peseta, por ejemplo, en derechos de retransmisión: "Nos obligaban a abrir las puertas a la televisión, sin más, mira que lo intentábamos pero no había forma de que pasasen por caja", dice Fidalgo. Así, el dinero de Saturnino suponía un incremento del 40% en los ingresos de la competición, de modo que la mayoría de clubes votaron a favor del nuevo balón que, además, no se fabricaba en Asia, sino que los cosían los presos de las cárceles valencianas.

"Es una bola de cañón"

La idea comenzó a torcerse pronto. A medida que los clubes avanzaban en la pretemporada, iban surgiendo el descontento entre los futbolistas, que no entendían un cambio tan radical de su herramienta de trabajo. Denunciaban que el balón más esférico del mundo les hacía extraños al golpearlo. Otros, que la cámara reventaba en el aire. El Real Madrid, como si no se hubiera dado cuenta, disputó sus amistosos de verano con un balón Adidas y Fernando Gómez Colomer, capitán del Valencia, señaló al balón después de mandar a las nubes un penalty en el Camp Nou que les habría dado la victoria. Poco después Leo Benhakker, entrenador del Real Madrid, acusó a la Liga de "aceptar por un puñado de millones de pesetas por un balón de una determinada marca sin comprobar antes su calidad". Cruyff se limitó a decir que el Fly se podía usar, pero que el mejor balón que conocía lo fabricaba una marca alemana. Los equipos lo evitaban siempre que podían y la Liga tuvo que emitir un comunicado, al mes de empezar la competición, amenazando con multas económicas a quienes no lo utilizasen. Tremenda 'shitstorm' sobre Mery Sport.

placeholder Diario Mundo Deportivo, 7 de octubre de 1988
Diario Mundo Deportivo, 7 de octubre de 1988

Pepe Aguilar, interior zurdo en equipos como el Racing de Santander o el Real Murcia, lidió con el Fly sobre el césped y recuerda la experiencia para este periódico: "Al principio nos llamó la atención en el vestuario por los triángulos, era muy llamativo, pero también descubrimos que era muy, muy malo. Si le pegabas bien con el empeine, podías saber a dónde lo mandabas, pero, ay como le dieras un poco mal...", dice. "Pesaba muy poco, mucho menos que el Tango de Adidas, con el que jugábamos antes, y lo notábamos, porque nos costaba horrores que el balón cogiese rosca o hacer un pase largo; en mitad del trayecto, al ser tan liviano, se quedaba sin fuerza, caía muerto al campo".

Aguilar habla del balón seco, porque cuando el Fly tocaba el agua, se transformaba como un gremlin. "Cuando llovía, y en Santander es casi todos los días, el balón chupaba el agua del campo y al poco pesaba como un muerto, qué se yo, un kilo y medio, no había forma de moverlo", continúa Aguilar. "Y ya de rematar de cabeza ni te hablo: los defensas sí que lo hacían, porque estaban acostumbrados, pero yo no te voy a engañar: si me venía a mí a la cabeza, la dejaba pasar, porque aquello era como una bala de cañón".

Al balón de Saturnino lo traicionaron sus virtudes: más piezas podía actuar en favor de la esfericidad, pero desde luego implicaba más costuras por donde colarse el agua. Además, según afirmaban desde Mery Sport, su balón estaba hecho de piel auténtica, -y no sintética como los de Adidas- un material más poroso que favorece la absorción de líquido.

Las multinacionales presionaban a los jugadores para que criticasen el balón de Mery Sport

En noviembre, mientras Saturnino ampliaba su contrato a la Selección Española, otros diez millones mediante, la situación con los jugadores se tornó volcánica: muchos se negaban a jugar con el Mery Sport, y desde la AFE reclamaban a Liga y Federación que el nuevo canon repercutiese sobre los futbolistas. Butragueño, Míchel y Andrinúa, los representantes del equipo nacional ante la Federación, exigían que se reflejase en las primas por ganar la Eurocopa. No quedó claro si querían cambiar de balón, cobrar o las dos cosas: "No es una cuestión de dinero, sino de que se respete y tenga en cuenta a los jugadores en decisiones como esta", dijo Míchel, dejando entrever lo mal que llevaron la llegada del Mery Sport a la Selección. En medio, enturbiándolo todo, una sospecha generalizada: que las grandes multinacionales deportivas estaban detrás de esta asonada esférica. "Yo no manejo otra teoría. Ten en cuenta que ya por entonces los futbolistas tenían acuerdos comerciales con marcas. Uno era de Adidas, otro de Nike, otro de Joma... y estas multinacionales presionaban a sus futbolistas para que atacasen a Mery Sport y hubiera que cambiar de balón", afirma Toni Fidalgo.

En la misma línea argumentaba Saturnino Merino en El País: "Todo esto se debe a una campaña orquestada por una firma comercial para desacreditarnos y eliminarnos. El balón es más perfecto que el convencional y de ello tengo pruebas a través de la pública aprobación del mismo del madridista Hugo Sánchez antes de que lo comercializáramos".

placeholder Butragueño, Schuster y Míchel fueron de los más críticos con el balón; Hugo era su principal valedor
Butragueño, Schuster y Míchel fueron de los más críticos con el balón; Hugo era su principal valedor

Poco importaban las explicaciones, porque Merino y su empresa peletera estaban metidos en una zanja de la que no podían salir. Para sofocar la rebelión, la Liga forzó a Merino a rediseñar su balón en pocas semanas con el objeto de hacerlo impermeable. Y lo hizo como lo haría un peletero especializado en calzado: añadiendo capas de material. Al aumento del costo de fabricación se sumaron los gastos de crear un nuevo modelo de balón, con sus prototipos, y distribuirlo por todo el país en tiempo récord. Mery Sport colapsó, incapaz de hacer frente a semejante crisis con una estructura formada por familiares y un puñado de trabajadores.

Los hijos de Saturnino continúan al frente de negocios en Elda y Petrer, pero no quieren recordar la historia de Mery Sport. En primera instancia negaron a este periódico ser hijos de Saturnino y exconsejeros de Mery Sport para después zanjar la conversación: "No tengo nada que decir, yo era un simple empleado. Nos metimos en aquel proyecto y salió mal, la empresa cerró y ya está. Aquello sucedió hace 30 años y no tiene sentido recordarlo", dice Jesús Merino, uno de los hijos de Saturnino.

Mery Sport no pudo hacer frente a las deudas y entró en bancarrota

Mery Sport acabó la temporada como los equipos que descienden a Segunda: parcheado y con la lengua fuera. No fue capaz de producir los balones necesarios y algunos equipos quedaron desabastecidos en el tramo final de competición. Sus productos, algunos novedosos con las botas de fútbol sin cordones, desaparecieron de las tiendas por falta de existencias. Poco después, Mery Sport quebró; los detalles solo los conoce la familia Merino.

El único recuerdo que dejó el Fly en su temporada como balón oficial de la Liga fue que los equipos españoles explotaron su peculiaridad en competiciones europeas: si para ellos era raro, cómo sería para un italiano o un alemán que nunca lo habían probado. Aquella 88/89, con el balón de Mery Sport, la Real Sociedad llegó a cuartos de la UEFA, el Madrid a semifinales de la Copa de Europa y el Barcelona ganó la Recopa.

"Ese balón fue un gran fracaso, no se puede negar", confiesa Fidalgo. "¡Pero al final conseguimos que Adidas pagase!"

El 29 de junio de 1988, la asamblea general de la Liga Profesional de Fútbol adoptó una decisión histórica: por primera vez desde los años 70, el balón oficial de la competición no sería marca Adidas. En su lugar, los equipos de Primera y Segunda División se decantaron por el Fly de Mery Sport, un balón de fabricante desconocido con sede en Elche, Alicante.