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Del BM Ciudad Real al Ros Casares y el Reus: las últimas quiebras del deporte español
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Dos clubes desaparecieron en 2022

Del BM Ciudad Real al Ros Casares y el Reus: las últimas quiebras del deporte español

La desaparición de clubes de élite ha dejado de ser una dinámica habitual del deporte español para ser una excepción

Foto: Foto: CF Reus
Foto: CF Reus

Hubo un tiempo en el que la desaparición de clubes de élite dejó de ser una anomalía en España. La obligatoriedad de conversión en Sociedad Anónima Deportiva (SAD) para llegar al profesionalismo tensionó durante décadas un modelo deportivo acostumbrado a vivir en el alambre. Ello, sumado al escaso control económico, grandes gastos en plantilla sin desarrollar vías de ingresos más allá de la subvención pública o de un mecenas terminó por explotar con la crisis de 2008. Hoy, clubes y ciudades enteras han abanderado la sostenibilidad financiera tras ver como se diluían proyectos faraónicos y modestos a partes iguales. Los últimos casos, de hecho, han sido en el norte de España: CD Promete, Santiago Futsal y Voleibol Logroño.

Los casos más sonados del deporte de élite se han concentrado en el fútbol. Es el que mayor masa de aficionados y audiencias mueve, pero se han producido en todas las disciplinas. De hecho, el último caso en LaLiga fue el del CF Reus, cuya plaza terminó comprando el Andorra de Gerard Piqué tras haber sido descendido por la vía administrativa a la entonces denominada como Segunda División B (hoy Primera Federación).

El club catalán entró en concurso de acreedores en 2019 y, dos años más tarde, un juez declaró su liquidación. Como ha sido habitual tras la desaparición de un club de élite, el equipo se refundó con otro nombre, el CF Reddis, con el objetivo de arrancar como club de base y dar servicio al deporte de formación. En este caso, impulsado por el propio ayuntamiento. Para cuando el Reus fue liquidado, ya estaba en Primera Catalana y no había satisfecho los impagos y deudas que acumulaba.

Más reciente ha sido la desaparición del Extremadura UD, o en su momento la de un Córdoba CF que traspasó su unidad productiva a un club nuevo y tres años después pelea por volver al fútbol profesional. En el caso de los extremeños, descendieron a Segunda Federación tras acumular deudas por 3,5 millones de euros, a lo que se suman varios millones más con la plantilla, proveedores y personal del club. La deuda total nunca llegó a revelarse. En 2020 se acogió a concurso voluntario de acreedores y dos años más tarde se liquidó tras quince años de vida. Se achacó que la última estocada fueron los impagos del patrocinio de Khalifa.

Las desapariciones de clubes cada vez es más inusual fruto del control financiero

En baloncesto también ha habido casos especialmente sonados. Alicante, Valladolid, Girona o Granada son ciudades hermanadas por proyectos que durante años compitieron en la élite y terminaron desapareciendo. Cerca de la desaparición, e incluso entrando en los juzgados mercantiles, estuvieron también Bilbao Basket, Murcia, Sevilla -adquirido por el Real Betis-, Joventut, entre otros clubes ACB, que finalmente sí reflotaron la situación.

El baloncesto español ha adolecido de controles económicos y se ha caracterizado por mecenas o instituciones que regaban con millones proyectos cortoplacista, donde la consistencia de aportaciones como la de Juan Roig en Valencia Basket son la excepción. La crisis hizo tambalear los cimientos de todo el básquet español, y el entonces denominado canon por ascender a la ACB, más la obligatoriedad de convertirse a SAD y el incremento del gasto en plantilla para jugar en la primera categoría supuso una losa de la que muchos equipos nunca se recuperaron. Hoy todas estas medidas se han eliminado y se ha impuesto un sistema de ascensos que permite más flexibilidad y no compromete la estabilidad de los clubes.

De hecho, desde la caída de Girona y Valladolid en 2014, no se ha vuelto a producir ningún caso en la ACB. Fueron los mismos años, 2013 y 2014, en los que también se hundieron dos de los mayores proyectos del baloncesto femenino: el Ros Casares y el Rivas Ecópolis. Las madrileñas desaparecieron de la escena competitiva, mientras que la cantera de las valencianas fue la base que aprovechó Valencia Basket para iniciar su proyecto de baloncesto femenino, hoy el principal presupuesto de la liga con 2,5 millones de euros anuales.

Aunque no se ha tratado de desapariciones, el básquet femenino ha adolecido de inestabilidad. En los últimos años se han sucedido ventas y permutas de plazas de proyectos que, pese a lograr el ascenso, no lograban asegurar ingresos suficientes para poder dar el salto a Liga Femenina. Hasta que el año pasado llegó la última quiebra, la del CD Promete, que dependía de la fundación homónima, que retiró su apoyo al proyecto tras la llegada de la pandemia. Actualmente, el resto de la liga goza de salud económica óptima y se trata de un hecho aislado. De hecho, la liga aspira a ser la siguiente considerada profesional por el CSD.

Ningún club ha vuelto a desaparecer en la ACB desde 2014, con la última crisis

También la Asobal, la última en ser reconocida con esta distinción, presume de la fortaleza de sus clubes. El último caso fue en 2016, cuando el BM Aragón ni siquiera pudo finalizar la liga después de trece años de historia. De nuevo, proyectos que nacieron y ascendieron de forma meteórica para quebrar tras pocos años al máximo nivel. Y siempre con una misma acusación de falta de apoyo institucional a falta de generar ingresos propios y ajustar sus gastos. Hoy, en la categoría el presupuesto medio es de 650.000 euros, con un fuerte componente de ayudas públicas para mantener la estructura en la élite.

Su colapso llegó cuatro años después del mayor caso del balonmano español, el del BM Ciudad Real. Tras el intento de rescate del Atlético de Madrid, finalmente los rojiblancos abandonaron el proyecto deportivo por la elevada deuda con Hacienda, que incluso años después de su disolución seguía siendo superior al millón de euros. Fue un histórico de este deporte, el último en ganar un título al Barça, campeón de tres EHL Champions League y cinco ligas, entre otros trofeos.

El fútbol sala también ha sido territorio de grandes proyectos que se vinieron abajo por un exceso de gasto. El Santiago Futsal fue el último en caer en 2022 tras no poder hacer frente a su deuda con la federación, que ni siquiera llegaba a 10.000 euros. Se desconoce si hubo otras causas, ya que la Rfef negó su inscripción en Segunda mientras no cumpliera el pago que debía.

Tan sangrante como el caso del BM Ciudad Real o el Ros Casares fue el Club Voleibol Logroño, que había ganado 18 de los últimos 20 títulos, que habría sido uno más si no fuera por la sanción administrativa por deudas e impagos. El empresario Carlos Arratia lideraba el proyecto desde 1998 y puso punto final al equipo tras, al igual que otras entidades, apuntar a una falta de apoyo público para sostener el equipo en la élite ante la incapacidad de generar más ingresos propios.

*Contenido publicado originalmente en 2playbook.com

Hubo un tiempo en el que la desaparición de clubes de élite dejó de ser una anomalía en España. La obligatoriedad de conversión en Sociedad Anónima Deportiva (SAD) para llegar al profesionalismo tensionó durante décadas un modelo deportivo acostumbrado a vivir en el alambre. Ello, sumado al escaso control económico, grandes gastos en plantilla sin desarrollar vías de ingresos más allá de la subvención pública o de un mecenas terminó por explotar con la crisis de 2008. Hoy, clubes y ciudades enteras han abanderado la sostenibilidad financiera tras ver como se diluían proyectos faraónicos y modestos a partes iguales. Los últimos casos, de hecho, han sido en el norte de España: CD Promete, Santiago Futsal y Voleibol Logroño.

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