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Austria 1984 o el día que Niki Lauda sustituyó a Francisco José como emperador
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UN ACONTECIMIENTO IRREPETIBLE

Austria 1984 o el día que Niki Lauda sustituyó a Francisco José como emperador

El Red Bull Ring ha vivido muchos momentos legendarios en su historia, pero quizá ninguno tan emocionante como cuando un ídolo local ganó en casa por primera y única vez

Foto: Niki Lauda y Nelson Piquet rememoraron su duelo del GP de Austria de 1984 en un evento en el mismo lugar 20 años después. (Red Bull CP)
Niki Lauda y Nelson Piquet rememoraron su duelo del GP de Austria de 1984 en un evento en el mismo lugar 20 años después. (Red Bull CP)

Niki Lauda siempre se refirió al Gran Premio de Austria de 1984 como uno de los momentos más emocionantes y decisivos de su vida. Aquella carrera no sólo supuso la primera vez que subió a lo más alto del podio delante de su público, fue la carrera clave para que se anotara su tercer título mundial. Según sus palabras, el más deseado y sufrido de los tres que logró. El público austríaco también enloqueció aquel día como jamás ha vuelto a hacerlo.

Ganar en aquella época en el autódromo conocido como Osterreichring (literalmente circuito austríaco) no era cualquier cosa. Esa temporada estuvo ausente Silverstone, que alternó el Gran Premio de Inglaterra con Brands Hatch, y la pista austríaca se convirtió en la más rápida del Mundial. Y no sólo la más veloz, probablemente la más peligrosa de la época. Por mucho que McLaren fuera superior en conjunto aquella temporada, no gozaba de una ventaja sobre la competencia ni de lejos comparable, por ejemplo, a la actual de Red Bull sobre el resto. Además de pilotar un monoplaza muy compensado en todas sus áreas, Niki Lauda y Alain Prost demostraron aquel año por qué son dos de los mejores pilotos de la historia.

El factor decisivo que cimentó la ventaja de los McLaren aquella temporada, en la que ganaron todas las carreras excepto cuatro, fue el cambio de reglamentación que limitó el tamaño de los depósitos de combustible. Fue la forma más rápida que encontró la FIA de reducir una escalada en la potencia de los coches con motor turbocomprimidos que empezaba a asustar y con razón. "Odiaba aquellos estúpidos motores turbo", reconoció Niki Lauda en una entrevista en 2018. "Me ponía enfermo tener que calificar con casi 1.200 caballos de potencia y luego correr con poco más de 600". En cuanto el austríaco se dio cuenta, de que no podía competir en velocidad pura con Alain Prost, que contaba con muchísima más experiencia que él en este tipo de motores, se preocupó exclusivamente de preparar de manera concienzuda su coche para la carrera.

placeholder El trofeo del Gran Premio de Austria está dedicado a Niki Lauda. (EFE/Yoan Valat)
El trofeo del Gran Premio de Austria está dedicado a Niki Lauda. (EFE/Yoan Valat)

La carrera clave de la temporada

Tan clara tenía Lauda cuál era su prioridad que se convirtió en el único piloto de la historia, junto a Denny Hulme, en proclamarse campeón del mundo sin haber logrado una sola pole position. Niki se preparó a conciencia las carreras y optó por no forzar más de lo necesario la caja de cambios, que rápidamente identificó como el principal talón de Aquiles de aquel coche. Cuando Alain Prost acababa las carreras, normalmente lo hacía en primera posición con King Rat a sus espaldas, pero roturas en la caja de cambios provocaron varios abandonos del francés, regalando victorias a su compañero de equipo.

Se llegó a finales del verano de 1984 al Gran Premio de Austria, con un Alain Prost que aprendió cada vez más rápido las lecciones del maestro en carrera. Y un Lauda al que su meticuloso enfoque de preparación no le bastaba. Por eso, Niki reconoció que vencer en aquella carrera supuso el factor clave para lograr el título. Conocedor de la importancia de ese gran premio para sus aspiraciones, estudió hasta el último detalle de las fortalezas y debilidades de sus rivales, sabedor que por velocidad pura no tenía opciones. Ni frente a Prost ni frente a coches más potentes como el Brabham de Nelson Piquet o el Lotus Renault de Elio de Angelis.

Su baza era cuidar los neumáticos en una carrera que generaba mucho desgaste. Y por supuesto no cebarse en perseguir a los líderes. En la pista de mayor velocidad de la temporada, Niki tuvo mucha suerte porque algunos rivales se quedaron cortos de gasolina al final de la prueba. Porsche, que era el diseñador del propulsor TAG V6 turbo que llevaban los McLaren, tenía mucha experiencia gracias a la resistencia en la eficiencia energética de los motores.

El poleman Piquet lideró la mayor parte de la carrera hasta que la rotura del motor del Lotus de Elio de Angelis cambió súbitamente el guión. El aceite derramado por el coche del italiano provocó que Piquet casi se saliera de pista. Pero Prost, que venía encendido justo por detrás del brasileño, no pudo evitar el trompo. Y estrelló su McLaren contra el guardarraíl y sentenció sus posibilidades en aquel Mundial.

placeholder Sebastian Vettel, con los tres mejores pilotos austríacos de la historia, en 2015. (Red Bull CP)
Sebastian Vettel, con los tres mejores pilotos austríacos de la historia, en 2015. (Red Bull CP)

Agotando a sus rivales

Lauda, fiel a su estilo, progresó a base de agotar a sus rivales. En el tercio final de carrera llegó a la altura de Nelson Piquet, cuyos neumáticos desfallecieron. El brasileño fue consciente de que no tenía ya ninguna opción frente a Lauda. Y esto acabó en el absoluto delirio en los graderíos que abarrotaban, quizá como nunca antes, el circuito austríaco. Pero aún quedaba drama por vivir antes de acabar la carrera. A pocas vueltas del final, Lauda se dio cuenta de que se había roto la caja de cambios de su coche.

Cuando el tricampeón mundial tenía asumido el abandono, trató desesperadamente de encontrar una marcha antes de detener su coche. Se encaminaba ya el McLaren hacia el camino de boxes cuando de pronto consiguió que entrara la quinta velocidad y sabedor que la cuarta, se había roto, trató de engranar también la tercera. De ese modo, con sólo dos marchas logró llevar su McLaren hasta la bandera a cuadros y permitir a sus paisanos una alegría indescriptible y que desde entonces hasta nuestros días no se ha vuelto a repetir.

Alain Prost sabía que ese error le iba a costar muy caro porque, al mínimo fallo mecánico que tuviera, a Lauda le bastaba con llegar siempre detrás de él para proclamarse campeón. En ese momento, el piloto francés se dio cuenta del regalo envenenado que resultó aquella petición de bandera roja que hizo en el Gran Premio de Mónaco. Fue el profesor el que hizo aspavientos desde su coche para que se detuviera la carrera ante el persistente aguacero que había. Quizá estuviera más preocupado de no ser superado por Ayrton Senna, que venía recortándole distancia de forma ostensible. Y eso le costó muy caro.

Aquella victoria regalada con enorme polémica por Jacky Ickx (que ejercía de director de carrera en aquel Gran Premio) fue lo peor que le pudo pasar. Al no haberse cumplido el ecuador de la prueba, sólo sumo 4'5 puntos en lugar de los nueve que correspondían de haberse cumplido la distancia. Si Prost hubiera cedido la victoria a Senna, los seis puntos del segundo puesto le hubieran dado un título, que en aquella carrera en Austria empezó a asumir que no iba a ser de Lauda y no suyo. Probablemente, desde Francisco José, los austríacos no tuvieron un emperador victorioso al que aclamar en su país tanto como en aquel verano de 1984.

Niki Lauda siempre se refirió al Gran Premio de Austria de 1984 como uno de los momentos más emocionantes y decisivos de su vida. Aquella carrera no sólo supuso la primera vez que subió a lo más alto del podio delante de su público, fue la carrera clave para que se anotara su tercer título mundial. Según sus palabras, el más deseado y sufrido de los tres que logró. El público austríaco también enloqueció aquel día como jamás ha vuelto a hacerlo.

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