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Por qué tratar de frenar artificialmente el gran dominio de Red Bull puede ser una mala idea
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SUPERIORIDAD PREOCUPANTE

Por qué tratar de frenar artificialmente el gran dominio de Red Bull puede ser una mala idea

Aficionados, reguladores y equipos, empiezan a asumir ya que Red Bull tiene ganado el campeonato 2023. Malas noticias para el espectáculo y que pueden traer consecuencias

Foto: Max Verstappen, camino de su victoria en Miami. (Reuters/Mike Segar)
Max Verstappen, camino de su victoria en Miami. (Reuters/Mike Segar)

La introducción de las nuevas reglas sobre aerodinámica, que entraron en vigor la pasada temporada, tenían como objetivo prioritario incrementar el espectáculo y propiciar una mayor igualdad en la parrilla. Estos objetivos se han logrado en parte, pero Red Bull ha estropeado la Fórmula 1 más igualada de la historia con un plus de competitividad sobre el resto que les hace inalcanzables. Con ello, han destruido el factor clave de la emoción de cualquier competición deportiva: la incertidumbre ante el resultado.

La culpa no se le puede achacar a los actuales campeones del mundo. Ellos han hecho mejor trabajo que el resto y donde hay que mirar es en Mercedes y en Ferrari, sus rivales naturales en la competición atendiendo a su historial reciente y recursos. Es evidente que, si la única tímida amenaza que tienen Max Verstappen y Sergio Pérez en estos momentos proviene de Fernando Alonso con su Aston Martin (que no deja de ser un equipo cliente de Mercedes), es que Red Bull ha hecho sus deberes y sus teóricos competidores no han sido tan aplicados.

Foto: Fernando Alonso, en una imagen de archivo. (Usa Today Sports/John David Mercer)

Los errores se pagan caro

En un mundo como el de la Fórmula 1, donde cada décima que se le gana al crono se cotiza en millones de dólares y meses de trabajo de cientos de ingenieros, cualquier disfunción en el sistema se paga muy cara. Red Bull es el ejemplo perfecto del inmenso valor de la continuidad y estabilidad en un equipo. Adrian Newey en la ingeniería y Christian Horner en la gestión, llevan más de una década juntos y todos los cambios que se producen por debajo de ellos se realizan sin que la eficiencia de la estructura se resienta. Justo lo contrario de lo que ocurre en Ferrari, que en el mismo periodo de tiempo, ha tenido hasta cinco directores de equipo diferentes (Domenicali, Mattiacci, Arrivabene, Binotto y, ahora, Frederic Vasseur).

Mercedes, a nivel de gestión de equipo, ha tenido una excelencia similar a la de Red Bull. Pero al arriesgarse como lo han hecho, con su concepto aerodinámico de pontones laterales reducidos a la mínima expresión, se han alejado de la pomada. Las revoluciones te pueden dar una superioridad notoria si te salen bien, pero supone asumir demasiados riesgos si salen mal, como ha sido el caso. Adrian Newey, quizá aprendiendo de errores pasados vividos en sus años de McLaren, sabe que la receta de su éxito es la evolución continua a través de un perfeccionamiento llevado a la exasperación. Resumiendo: Red Bull está donde tiene que estar, mientras que Mercedes y Ferrari pierden el partido por incomparecencia.

placeholder Mercedes no ha conseguido estar a la altura. (Reuters/Ricardo Arduengo)
Mercedes no ha conseguido estar a la altura. (Reuters/Ricardo Arduengo)

La patata caliente la tiene ahora Liberty Media, deseosa de no perder el espectacular momentum que vive la Fórmula 1. Nada peor que un retorno a carreras aburridas y al dominio abrumador de un solo equipo sobre el resto para que se desinfle el masivo interés actual en su seguimiento. El problema es que el promotor del campeonato puede influir, pero la última palabra en cuanto a las normas que puedan alterar la competición depende de la FIA. El ente regulador no vive con tanta preocupación el impacto en el negocio de una competición previsible. Pero tampoco puede cambiar las normas con el partido empezado, so pena de socavar su ya de por sí a veces cuestionado prestigio. Cualquier norma que introduzca debe tener una justificación basada en la seguridad o en el proceso sancionador por incumplir el reglamento.

Es sabido que, bajo el subterfugio de la seguridad, se autorizan o prohíben cosas que lo que persiguen es perjudicar o beneficiar a un equipo concreto. Es mejor no rasgarse las vestiduras con esto, porque ocurre en todos los deportes donde se mueve mucho dinero. Y en la Fórmula 1 hay ejemplos históricos y variados. Ahora bien, hay que tener mucho cuidado, porque alienar a poderosas compañías y patrocinadores beneficiando con descaro a un equipo concreto es sumamente peligroso. Por eso, en tiempos de tribulación en cuanto a la competitividad en la parte alta de la parrilla, lo lógico es mirar al fabricante de neumáticos. Es el recurso más fácil y menos controvertido de alterar el orden establecido sin generar una cascada de conflictos, por modificaciones arbitrarias al reglamento.

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Cambios en los neumáticos

Recientemente hemos conocido que Pirelli, el proveedor único actual de la Fórmula 1, planea introducir un nuevo tipo de estructura de sus neumáticos de cara al Gran Premio de Gran Bretaña. La razón oficial es que el año pasado hubo varios fallos alarmantes en los neumáticos debido a las fuertes cargas laterales y quiere ponerse remedio. Hasta ahí, nada que objetar, es un problema que puede generar situaciones potencialmente muy peligrosas. Ahora bien, lo sospechoso es que se tome esta medida justo en estos momentos. ¿Por qué no se hizo, como hubiera sido lo lógico, el año pasado, cuando se desarrollaban las cubiertas para esta temporada?

Se aduce como justificación al súbito cambio el espectacular progreso técnico de los coches, capaces de rodar cerca de los dos segundos por vuelta más rápidos de una temporada a la siguiente. Pero tampoco termina de convencer el argumento. Los coches siempre progresan y era fácil imaginar el año pasado que iba a haber una sustancial mejora en la segunda temporada de la nueva reglamentación. Más bien, todo parece dirigido a compensar una de las principales desventajas que sufren Mercedes y, de forma especial, Ferrari, con un ritmo de degradación de sus neumáticos muy superior al de sus rivales. Porque el secreto de la superioridad de Red Bull -y en cierta medida de Aston Martin-, no solo se basa en una excelente aerodinámica, sino en una concepción del vehículo que no estresa a sus neumáticos.

placeholder Aston Martin, el único que planta cara a Red Bull. (John David Mercer/USA TODAY)
Aston Martin, el único que planta cara a Red Bull. (John David Mercer/USA TODAY)

Si se introducen compuestos y estructuras más duras a partir del Gran Premio de Gran Bretaña, a Red Bull no le va a afectar, porque ya demostró en Miami tener capacidad de hacer casi una carrera entera con el mismo juego de neumáticos. Ahora bien, permitir a Ferrari y Mercedes rodar a tope de sus posibilidades sin que tengan que preocuparse del desgaste de sus ruedas, sí que puede ser un factor disruptivo. Charles Leclerc ha demostrado que, a una vuelta, el Ferrari es capaz de plantar cara al Red Bull. La teoría nos dice que, sin la preocupación de ver como los neumáticos se desintegran, podríamos ver batallas no antes vistas esta temporada. Pero, como siempre, todo esto es en teoría. ¿Quién apuesta a que los actuales campeones del mundo no tengan algo guardado en la recámara?

Quizá hubiera sido más sencillo castigar con mayor dureza a Red Bull por haber sobrepasado los límites presupuestarios que ponerse ahora a reinventar las ruedas, nunca mejor dicho. Si el principal infractor de la normativa ahora resulta ser el líder destacado de la competición, quizá el problema está en no haber hecho cumplir el reglamento. Es un recurso muy típico, que vemos cada día en la política, el sacar una nueva normativa cuando no has sido capaz de hacer cumplir la anterior. Al final, es poner un parche sobre otro parche antes de atacar el fondo del problema. Y tratar de frenar artificialmente a alguien puede ser muy mala idea.

La introducción de las nuevas reglas sobre aerodinámica, que entraron en vigor la pasada temporada, tenían como objetivo prioritario incrementar el espectáculo y propiciar una mayor igualdad en la parrilla. Estos objetivos se han logrado en parte, pero Red Bull ha estropeado la Fórmula 1 más igualada de la historia con un plus de competitividad sobre el resto que les hace inalcanzables. Con ello, han destruido el factor clave de la emoción de cualquier competición deportiva: la incertidumbre ante el resultado.

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