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Lo ingenuo del tope de gasto de la Fórmula 1 basado en la buena voluntad de los tiburones
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UN VEREDICTO QUE PREOCUPA

Lo ingenuo del tope de gasto de la Fórmula 1 basado en la buena voluntad de los tiburones

Se avecina de nuevo tormenta a cuenta del incumplimiento de los equipos en el límite presupuestario. Y desconcierta la falta de previsión de algo que era obvio que iba a ocurrir

Foto: Stefano Domenicali no oculta su preocupación. (Reuters/Leonhard Foeger)
Stefano Domenicali no oculta su preocupación. (Reuters/Leonhard Foeger)

Un propietario de un equipo de Fórmula 1, en un alarde de sincerida, le dijo a uno de los pilotos que aspiraban a un volante en su escudería que era un drogadicto y que él tenía la droga que buscaba. Era la forma más cruel y a la vez realista de decirle que, sin traer el dinero que le pedía, no iba a competir. La cuestión es que esta drogadicción financiera no sólo ha ocurrido históricamente desde los propietarios de equipos a sus pilotos, sino que ellos mismos siempre van a gastar hasta el límite de sus presupuestos y más allá. En la búsqueda de esa última décima de competitividad que crees que te va a llevar a la gloria, son incontables las fortunas que se han dilapidado. Poner topes de gasto en el estanque de tiburones de la Fórmula 1 equivale a poner puertas al campo, porque es prácticamente imposible hacer que se cumplan.

Cuando aún colea la polémica del año 2021 acerca de la irrisoria sanción impuesta a Red Bull por infringir la norma, se avecina el momento donde va a conocerse el resultado de la investigación correspondiente a 2022. La situación, lejos de haber ido a mejor, parece que va a ser mucho peor. En una entrevista con Sky Sports, así se expresaba el jefe supremo de la Fórmula 1: "Estoy más que nervioso. Creo estar seguro de que todos entienden ahora qué es lo que sucede si hay una violación y creo que el foco en esta cuestión va a ser muy grande. Verificar si todos cumplen la regla es fundamental para la credibilidad y es algo que cuanto antes se haga, mejor".

Un trabajo ingente

El pasado 31 de marzo fue la fecha en la que todos los equipos presentaron sus cuentas. Desde entonces, los auditores están trabajando en ello. Es una documentación ingente y extremadamente compleja de analizar. El año pasado hubo muchas críticas por lo mucho que se tardó en emitir el informe. Lo mismo sucedió con las medidas sancionadoras para los incumplidores. Siendo realistas, ambos procesos son sumamente difíciles de acelerar. La única alternativa sería tener un auditor permanente dentro de cada equipo, al estilo de un interventor judicial. Mentras se mantenga el sistema actual, el terreno está abonado tanto para la demora en la resolución como para hacer trampas de todo tipo para dar rodeos a la norma.

Cuando la anterior presidencia de la FIA decidió poner tope al gasto de los equipos por reglamento, algunos pensaran de buena fe que los equipos iban a cumplir. Había, en realidad, mucho de rédito político y muy poco de sentido común a la hora de dictar la norma. Por muy bonito y necesario que suene la música de reducir costes, de nada sirve cuando los equipos tienen lo tan fácil para sortear los controles. Apelar a la buena voluntad de un grupo, que se comporta a menudo como la comunidad de vecinos más tóxica del planeta deportivo, parece el culmen de la ingenuidad o quién sabe si de la pura incompetencia. Esta es, sin duda, una de las principales patatas calientes que ha heredado la actual presidencia de la FIA, encabezada por Mohammed Ben Sulayem. Y es muy injusto, porque se le van a pedir cuentas por una normativa que no es suya.

"Estamos discutiendo y la pelota está en el campo de la FIA para asegurarnos de que el control y la certificación se harán mucho antes", continuó Domenicali en su entrevista. "Si algunos equipos lo superan (los límites), los efectos (sancionadores) deben hacerse de manera adecuada en el menor tiempo posible para ser creíbles. Un tiempo demasiado largo para reaccionar no es bueno". Es difícil no estar de acuerdo con el jefe de la empresa promotora de la Fórmula 1, pero quizá no debería hablar de ello como si fuera un asunto que está totalmente fuera de su área de competencia. Suena de entrada un poco extraño: aplaudir que los equipos aprieten el cinturón y al mismo tiempo subirles los gastos con carreras al sprint o carreras adicionales al calendario.

El peligro de la barra libre

Si los topes presupuestarios tienen como fin cerrar la brecha entre los equipos poderosos y los más pequeños con el fin de igualar la competición, el camino no puede ser poner límites al gasto. Es algo tan triste y simple como que es imposible de controlar. Los nervios de Domenicali, por tanto, tienen fundamento. Cuando la parrilla observa que Red Bull, los infractores del año pasado, están arrasando esta temporada, es lógico que todos decidan optar por el camino de la barra libre. Nadie quiere quedarse con cara de tonto por haber cumplido una norma. Si después de pagar siete millones de euros y tener limitadas las horas de túnel de viento la brecha con tus rivales, Red Bull no sólo no ha reducido su liderazgo, sino que lo ha ampliado, parece obvio que les ha salido a cuenta infringir la norma.

¿Qué va a decir, por ejemplo, Ferrari, si Red Bull es de nuevo penalizado este año? En 2022, hasta que al equipo italiano se le agotaron los cofres de su presupuesto, tenían un coche muy parejo al de su rival por el mundial. Pero desde que se vieron obligados a parar el desarrollo de su monoplaza no volvieron a tener opciones. Y, ojo, seguramente Ferrari haya utilizado varias argucias para sortear también los controles de gasto. Pero probablemente las de Red Bull sean más numerosas y sofisticadas. Parece imposible creer que la FIA vaya a desposeer del título de campeón de la temporada pasada a Max Verstappen, si se demuestra que incumplieron de nuevo la norma. Ni con una sanción el doble de severa, puede mitigarse el descrédito y la sensación de fraude en la competición. Resumiendo: La propia FIA se ha metido ella misma en un laberinto de peligrosas consecuencias.

Lo más razonable es que se abandone lo antes posible el sistema actual de control presupuestario y se busquen soluciones alternativas para que la competición sea sostenible y, sobre todo, equilibrada entre sus participantes. Una de las medidas podría ser a través de compartir a precios tasados varios componentes. Véase, por ejemplo, el positivo efecto que ha tenido para la igualdad actual de la parrilla, que las especificaciones de motor entre los equipos oficiales y los cliente sean prácticamente las mismas. Pero si se persevera en el empeño de mantener la normativa tal y como está no queda otra que tener un fuerte grupo permanente de auditores independientes. Sólo controlando a los equipos en su día a día, y fiscalizando hasta el gasto de las máquinas de café, podrá actuarse contra el infractor en tiempo y forma.

Es inevitable que incluso bajo un sistema de auditoría permanente los equipos intenten colársela a los espías. Pero está claro que así sería mucho más difícil. En la Fórmula 1, los fraudes en el gasto, llegan casi siempre en las facturas de los proveedores o las empresas filiales. Si quiere saberse, por ejemplo, si las horas asignadas de túnel de viento de Alpha Tauri son efectivamente utilizadas por ellos y no por sus jefes de Red Bull, sólo con un policía permanente podrá saberse. Hay que asumir lo que cabe esperar de un estanque de tiburones.

Un propietario de un equipo de Fórmula 1, en un alarde de sincerida, le dijo a uno de los pilotos que aspiraban a un volante en su escudería que era un drogadicto y que él tenía la droga que buscaba. Era la forma más cruel y a la vez realista de decirle que, sin traer el dinero que le pedía, no iba a competir. La cuestión es que esta drogadicción financiera no sólo ha ocurrido históricamente desde los propietarios de equipos a sus pilotos, sino que ellos mismos siempre van a gastar hasta el límite de sus presupuestos y más allá. En la búsqueda de esa última décima de competitividad que crees que te va a llevar a la gloria, son incontables las fortunas que se han dilapidado. Poner topes de gasto en el estanque de tiburones de la Fórmula 1 equivale a poner puertas al campo, porque es prácticamente imposible hacer que se cumplan.

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