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Pilar Erdozain y Pedro Lera, los embajadores de Cerler a sus más de 70 años
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llevan diez años organizando visitas guiadas

Pilar Erdozain y Pedro Lera, los embajadores de Cerler a sus más de 70 años

Todas las mañanas de los lunes esperan a quienes están interesados en conocer los entresijos de este centro invernal, su historia o sus rincones más bellos, de manera gratuita

Foto: Pilar Erdozain da indicaciones a una pareja de esquiadores.
Pilar Erdozain da indicaciones a una pareja de esquiadores.

Hay ocasiones en las que el DNI simplemente disfraza la verdad. Vaya cómo desciende por las pistas Pilar Erdozain, natural de Sangüesa (Navarra) desde casi medio siglo afincada en Aragón. A sus 71 años es pura dinamita. Baja con soltura cualquier pendiente de la estación de esquí de Cerler y todas las mañanas de los lunes espera a quienes están interesados en conocer los entresijos de este centro invernal, su historia, sus rincones más bellos y las conexiones entre pistas.

Junto a su marido, Pedro Lera, es la génesis de los Embajadores de Cerler, un servicio gratuito que esta temporada cumple diez años y que muestra a los esquiadores los secretos de una estación que por tercer año consecutivo recogió el pasado mes de noviembre, en la ceremonia de los World Ski Awards celebrada en Kitzbühel (Austria), el premio a la mejor de España. Pilar y Pedro fueron los primeros embajadores, pero el servicio ya cuenta con con nueve más –algunos muy ‘cañeros’–. Empezaron los lunes, y desde hace unos años se extendió a los fines de semana.

Foto: El esquí de fondo, una opción que gana adeptos día a día

Siempre con una sonrisa y sin perder el acento navarro, Pilar describe con pasión esta afición. Son muchos los que se acercan para saber cosas de la estación, de los picos que la rodean en el ‘valle de los tresmiles’ y muchos, también, con los que acaban la jornada compartiendo aperitivo o cenando en Benasque. "La verdad es que hacemos grandes amistades", afirma con una sonrisa. No hay un horario fijo. Solo para quedar. A las 10:30 en la base de la estación, El Molino. A partir de allí arranca el recorrido con los principales remontes como referencia, aunque prácticamente se utilizan todos. Una vez en Cota 2.000 se coge el ‘tiovivo’ que transporta a los esquiadores a Rincón del Cielo –un privilegiado mirador desde el que se divisa el Aneto, collado de Coronas, Maladetas, el enigmático Turbón y la sierra de Chía, entre otros lugares– y desde allí al remonte de Basibé, en el otro extremo del centro invernal, tras coger el de Cogulla y Gallinero y descender por un buen puñado de las pistas de la estación. Y luego, regreso a El Molino.

La excursión suele prolongarse durante más de tres horas. Tan solo se requiere un nivel medio de esquí, con soltura para bajar las ‘rojas’. Pilar siempre se adapta al que menor destreza tenga sobre las tablas e insiste en que no se trata de dar clases. "Lo que pretendemos es dar a conocer el centro invernal, servir de ayuda para quienes vienen por primera vez o para quienes no la conocen bien", dice. En este caso, Cerler la muestra a una pareja que ha llegado desde Madrid: Raúl y Silvia. Él ya había estado en otra ocasión y agradece la información que le va proporcionando. “Les enseño conexiones y también les llevo por pistas que no son muy transitadas”, dice. Y, a continuación, nos guía por una de la zona de Gallinero intacta cuando el reloj avanza hacia las 12.00 del mediodía de un lunes con mucha afluencia de esquiadores en el centro más alpino del Pirineo español. Sorprendente.

“Lo que sí obviamos son las pistas negras. Siempre vamos por las más emblemáticas o por las que nosotros consideramos más emblemáticas, con sus correspondientes conexiones”, apostilla. Pilar se puso por primera vez los esquís cuando ya era madre. Empezó en Candanchú y después ya en un Cerler muy distinto al actual. Rememora tiempos de una estación eminentemente familiar, de cuando podía dejar al hijo con pocos meses en la cafetería de Cota 2.000 y un pañuelo blanco servía de indicativo por si necesitaba algo el bebé, años de una estación de esquí muy desconocida para el gran público, con viejas perchas y máquinas vetustas que casi era mejor que no pisaran la nieve. Hoy, todo es diferente.

Desde que se jubilaron, Pilar y Pedro han hecho del pueblo de Cerler su casa en invierno. Eso sí, los fines de semana toca descanso. Rincón del Cielo y El Serrau son sus zonas preferidas y la pista a la que tiene especial predilección: La Olla, una roja que arranca con una pala poderosa, sin innivación artificial y que en temporadas como la actual hay que aprovecharla al máximo.

Foto: Ana Salvador, en una imagen de archivo.

Los Embajadores de Cerler surgieron de la idea de Gabi Mur, el director del centro invernal. Exmiembro del equipo nacional de esquí, es un apasionado de la montaña. Y cuando el trabajo y la pasión caminan juntos el resultado solo puede ser el éxito. La idea la extrajo de Aspen (Colorado) y un día se acordó del ofrecimiento que Pilar y Pedro hicieron a la estación: “Aquí estamos para echar una mano en lo que sea”, recuerda Pilar. Ya han pasado 10 años… y como mínimo otros 10 quieren estar.

Hay ocasiones en las que el DNI simplemente disfraza la verdad. Vaya cómo desciende por las pistas Pilar Erdozain, natural de Sangüesa (Navarra) desde casi medio siglo afincada en Aragón. A sus 71 años es pura dinamita. Baja con soltura cualquier pendiente de la estación de esquí de Cerler y todas las mañanas de los lunes espera a quienes están interesados en conocer los entresijos de este centro invernal, su historia, sus rincones más bellos y las conexiones entre pistas.

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