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Vingegaard, Evanepoel, Roglic... la grave caída de la Itzulia abre la lucha por el trono del Tour
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GRAVE SUCESO EN EL PAÍS VASCO

Vingegaard, Evanepoel, Roglic... la grave caída de la Itzulia abre la lucha por el trono del Tour

La durísima caída que se pudo ver en la Vuelta al País Vasco complica la temporada a muchos de los grandes candidatos a los títulos más prestigiosos del ciclismo mundial

Foto: Vingegaard, el gran perjudicado de la caída en la Itzulia. (EFE/Cabalar)
Vingegaard, el gran perjudicado de la caída en la Itzulia. (EFE/Cabalar)

Primero, los hechos. Bajada de Olaeta, etapa en la Itzulia. Aparentemente, un puerto sin mayor dificultad, aparentemente una curva como hay miles. Caída. Caída enorme, caída de muchos. Algunos arrastran a otros, los de más allá parecen desequilibrarse por sí mismos. Hay una acequia, hay mojones de piedra, hay árboles. Ves los videos y estremecen. Ves los videos una vez, porque la repetición y la repetición… pues por ahí prefiero no pasar.

Qué igual sí tenía más chicha de la que parece esa curva. Hablas con unos y con otros, lees, te orientas. Peralte cambiado, asfalto botoso, raíces enérgicas que no asoman por encima del gris, pero se sienten en el manillar. Nada peligrosísimo a priori, nada que no se solvente en cada carrera del mundo. Pero aquí pasó. Iban muy rápido y pasó. Caída grave, caída gorda, caída de muchos. Caída de favoritos, además.

Foto: Vingegaard, durante la carrera. (Europa Press)

Los nombres engrosan mucho estos debates y es injusto. No entraré a hablar sobre Adam Hansen y las curvas creadas con el Lego (eso toca el domingo), pero tampoco quiero huir del asunto. Era un sitio fastidiado dentro de una Itzulia que está teniendo llegadas en sitios complejos. Y no es de este año, ojo. ¿Culpa de la organización? Más en otras ocasiones que este jueves y sé lo raro que suena esto. Sinceramente, en Olaeta lo normal es que no pasase nada, y la suerte es, también, factor que influye en las bicis. Pero deberían tomar nota en Itzulia. Todo es mejorable, pero algunas cosas son muy mejorables.

Ahora, la información. Porque, dijimos, todo esto viene agradando por el espesor de los nombres. En los titulares a ustedes les van a salir Jonas Vingegaard, Primoz Roglic y Remco Evenepoel. Como mucho, ampliarán hasta Jay Vine. Cayeron otros, pero estos destacan, porque el periodismo es así. Nosotros queremos poner más nombres. Quinten Hermans, Natnael Tesfatsion, Jonathan Cepeda, Sean Quinn, Alexander Cepeda… Pero, dijimos, hubo líderes. De Roglic y Evenepoel hablamos después, Jay Vine fue el peor parado (fracturas feísimas en la zona cervical y torácica… aunque, afortunadamente, sin afección neurológica, según comunicó su equipo).

Y llegó alarma grande con Jonas Vingegaard. Imágenes aparatosas, malos recuerdos, el no saber, el hablar más de la cuenta. Finalmente, y según publicó su propio equipo, Vingegaard tiene fracturada una clavícula, varias costillas, además de sufrir una contusión pulmonar y un neumotórax. Mal menor, aunque suene horrible. Mal menor. Pero el Tour, ese Tour donde es dorsal uno, parece ahora imposible. La Vuelta, si todo va bien, debería ventilársela con cifras a lo Freddy Maertens, pero hay que esperar. Hasta aquí lo importante. En serio. Todo lo que ustedes deben saber va contenido en las líneas anteriores. Porque lo de ahora, lo que viene debajo, es un elucubrar a futuro, un ver en qué cambian estos meses, un averiguar si estamos con hecho inédito o algo que se repite en la historia.

Porque ahora… juguemos al cinismo del ciclismo. Como todos queremos la pronta recuperación de los afectados, y como todos confiamos en que sus lesiones sean lo menos graves posible (dentro de la gravedad), pues… vamos a hablar de bicis. De cómo afectan estos asuntos a la temporada. Repetiré, para que nadie quiera buscarme las cosquillas… lo primero, lo primordial, lo que va antes de nada, lo innegociable, es una correcta recuperación para todos. Especialmente, si gustan, para Vingegaard, que parece sufrir las lesiones más complicadas. Pero, pasado este frontispicio, pues cambia todo el calendario estival, el calendario gordo, el calendario grueso. La Grande Boucle, verbigracia, que se dibuja de forma totalmente distinta a como venía en presencia.

Ausente Jonas, se abren interrogantes. Endógenos y exógenos. En su propio equipo, que quien puede liderar. Wout van Aert va para Italia (y Wout van Aert es una locomotora en quince jornadas del Tour… pero desconecta en otras seis). Uijtdebroeks similar en cuanto a calendario y anda aún verdísimo. Gesink está para sopitas, Kelderman no asume responsabilidades desde aquel Stelvio asesino. Así que nos encontraríamos en julio con el equipo más fuerte de todos que lleva a Matteo Jorgenson o Sepp Kuss con el dorsal uno. Incógnitas gordísimas, que ninguno ha demostrado poder con calores y Alpes. O sí, pero no de esta forma. ¿Guerrillas? Quizá, aunque no creo. Buena opción, interesante, atractiva para quienes disfrutamos el asunto, pero no creo.

Viene, después, Tadej Pogacar. El único ciclista que ha mostrado oposición a Jonas... solo que oposición chiquita, porque hace nueve meses se lo merendó el danés. Vamos, que le atizó por todos lados. Y, sin embargo, son tan superiores al tercero. Pasa que Tadej se va para el Giro y debería ganarlo al ralentí, debería ganarlo con exhibición, pero casi sin querer. Debería ganarlo sin perder muchas balas. Debería, pero nunca es así. Los dobletes son complicados, aunque parezcan venir sin rivales. Así que llegará Tadej a Francia con la barra de energía sin el tope y eso abre nuevas posibilidades. Porque no hay nadie invencible en tal condición.

Nuevos candidatos al Tour

Eso abriría nuevos horizontes, nuevos outsiders, oportunidad para quienes nunca la vieron tan gorda. Solo que, vuelvan a leer arriba, el tercer y cuarto del escalafón también estuvieron implicados en esto de Olaeta. Roglic cojeaba un poco, pero se metió por sí mismo al coche, hizo gestos de estar bien, incluso regaló alguna sonrisa. Chapa y pintura, pareciera, aunque hay que ver evoluciones. ¿Contendiente serio para el Tour? Me cuesta verlo por edad, por cambio de escuadra, por oportunidades que se fueron, por, incluso, su forma de correr. Pero es lo que dijimos antes. Cambio absoluto de todo tras esta grave caída.

El otro podría ser Evenepoel. Aparece aquí más por potenciales (y por aquella Vuelta) que por confianza con base, porque el flamenco aún tiene todo por demostrar en los montes buenos. Pero, en fin, cuando hay clase (y Remco suda clase) puede ocurrir. Sucede que, lean arriba, clavícula. ¿Vas al Tour con clavícula en primavera? Sí, claro. Zülle se rompió la clavícula en Suiza y hasta ganó el prólogo. Pero no es la preparación idónea. Y ya parecía que Remco necesitaba todo empujando para poder mirar a París. Apagón, recuperar, reconfiguramos datas y picos. Difícil.

Sucede que de ahí para abajo… nada. O casi nada. Jai Hindley, pero en 2023 se fue disolviendo cuál azucarillo (tras caerse, no olvidar). O los Yates, pero confía tú en los Yates a estas alturas del rollo. Ayuso es muy joven (y tiene jefatura con el mismo maillot, aunque no sé si lleva mentalidad de respetarla); Carlos Rodríguez es fiable, pero gasta poco diferencial en ningún terreno; Tom Pidcock, meh. ¿Los franceses? Buffff. ¿Felix Gall? Ni de coña. Carrera abierta, trono por cubrir.

Ojo, no es algo nuevo, no es novedoso en la historia del ciclismo. Recuerden, por ejemplo, el Tour de 1983. Sin Bernard Hinault, con Zoetemelk crepuscular (y positivo), con Kelly clasicómano, con Van Impe acomodado, con chavales y cero contendientes de auténtico nivel. ¿Consecuencias? Una carrera loca, con ataques asesinos, con incertidumbre, con altibajos. Sale de allí Fignon, sale Pedro Delgado, sale un Ángel Arroyo que pudo ganar aquella carrera, que debió ser más agresivo en Pirineos, que pecó de temores y tientos. O, se me ocurre, el Tour de 1989, cuando estuvieron ausentes los dos últimos ganadores, Pantani y Ullrich, por causas diversas (en fin, para qué contarles yo las causas diversas). Tampoco me extenderé sobre quién ganó aquello, que ya bastante se ha escrito. O, más atrás, el famoso Tour de 1956, el de Walkowiak (pobre Walkowiak, tan corajudo, tan joven, tan marginado… a Walkowiak no lo querían por gris, vale, pero tampoco lo querían por esas uves dobles, por ese origen no puramente galo). Faltaban, entonces, muchos grandes, y se quitó mérito a la victoria, que siempre es meritoria.

Quiere esto decir que los incidentes, las lesiones, los problemas, son una constante en la historia del Tour. Que Zoetemelk casi se desgracia con una caída, que Ocaña no defendió título por mil problemas, que Eddy Merckx (el Eddy crepuscular) pierde en 1976 por forúnculos (y porque su cuerpo dijo basta). Lemond, Stephen Roche, el propio Laurent Fignon. Y eso entre los más grandes, entre quienes, como Vingegaard, habían probado púrpura. La rueda siguió rodando. Con más incertidumbre, con asteriscos, con mil historias. Pero sigue. Que se recuperen todos de la mejor manera, amigos. Que tarden lo que deban tardar, pero se recuperen. Los necesitamos, porque hacen de estos asuntos algo más divertido.

Primero, los hechos. Bajada de Olaeta, etapa en la Itzulia. Aparentemente, un puerto sin mayor dificultad, aparentemente una curva como hay miles. Caída. Caída enorme, caída de muchos. Algunos arrastran a otros, los de más allá parecen desequilibrarse por sí mismos. Hay una acequia, hay mojones de piedra, hay árboles. Ves los videos y estremecen. Ves los videos una vez, porque la repetición y la repetición… pues por ahí prefiero no pasar.

El Confidencial
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