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'El verano de Sangaile': miedo a volar
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'El verano de Sangaile': miedo a volar

En la sensible y vaporosa 'El verano de Sangaile', el vértigo del primer amor entre dos chicas se enmarca en el imaginario de la aeronáutica

Foto: Fotograma de 'El verano de Sangaile'.
Fotograma de 'El verano de Sangaile'.

Este es el estío de los romances femeninos. En un mismo mes coinciden en la cartelera 'Un amor de verano', de Catherine Corsini, y 'El verano de Sangailé', de Alanté Kavaïté, ambas centradas en la primera relación de sus respectivas protagonistas con una mujer y ambas ambientadas durante la época del calor vacacional. Un síntoma de la necesaria normalización del imaginario lésbico en el cine contemporáneo: los filmes sobre chicas enamoradas de otras chicas ya no son la excepción.

Tráiler de 'El verano de Sangaile'

La película de Corsini está planteada desde la perspectiva de quien vivió el movimiento feminista de finales de los sesenta y primeros de los setenta, y revisa aquellas reivindicaciones desde las inquietudes del presente. En 'Un amor de verano', la relación íntima de las protagonistas se mide con los logros colectivos y las asignaturas pendientes del feminismo de la época. Pero el trasfondo histórico no empaña la importancia del paisaje emocional, en un filme donde el despertar y la liberación de los cuerpos se liga a la exuberancia del verano en la campiña.

Austé invita a Sangaile a nadar al lago con sus amigos como primer paso en una relación que va a estrecharse a lo largo del verano

'El verano de Sangaile' tiene lugar en nuestros días en un pueblo de la Lituania postsoviética. Es donde pasa el verano Sangaile, una retraída muchacha de 17 años que vive con sus padres en una espectacular casa de madera en medio del bosque. En una exhibición de acrobacias aéreas, Austé, una vivaz chica del lugar, no tarda en fijarse en Sangaile. La invita a ir a nadar al lago con sus amigos como primer paso en una relación que va a estrecharse a lo largo del verano.

Una película de iniciación

La película de Kavaïté recorre un territorio de sobras conocido, el de la historia de iniciación juvenil y sus lugares habituales: la falta de comunicación con unos padres con quien Sangaile no parece tener nada en común, el encierro en una misma dentro de la habitación propia, los episodios de automutilación como forma de catarsis física de los tormentos emocionales y la relación con una persona de perfil muy diferente, Austé, que posibilita la superación final de los miedos de la posadolescencia. La particularidad de 'El verano de Sangaile' reside en cómo las protagonistas, a falta de un imaginario en el que reconocerse, se construyen los suyos propios.

La particularidad de 'El verano de Sangaile' reside en cómo las protagonistas, a falta de un imaginario en el que reconocerse, se construyen los suyos propios

El personaje principal lo hace a través de sus sueños y su imaginación. Encerrada en su dormitorio, la mente de Sangaile vuela por encima de los bosques y de los prados, mientras su cuerpo todavía se resiste a liberarse totalmente. La metáfora del miedo a volar como representación del pánico a adentrarse en el mundo adulto y asumir la vocación propia es más que evidente, pero el contexto aeronáutico en que se sitúa buena parte de la película le otorga la necesaria consistencia visual. Austé, por su parte, reside en el típico edificio de estilo brutalista gris, uniforme y un tanto deprimente. Su habitación, en cambio, es un oasis de abigarrado colorido, recontextualización dadá de todo tipo de objetos y exaltación total del háztelo tú misma artístico. La creatividad de Austé se vehicula sobre todo a través del diseño de vestuario. No solo cose sus propios vestidos, lo que le otorga una apariencia luminosa y diferenciada, también se los regala a Sangaile. Mientras algunos hombres escriben versos o componen canciones a sus amadas, Austé confecciona ropa para la chica de la que se ha enamorado.

Una directora con personalidad distintiva

Segundo largometraje de una directora lituana establecida en Francia, 'El verano de Sangaile' también es buena muestra de cómo una emigrada contempla el presente de esta antigua república soviética. La película se sitúa en una localización que evoca cierta nostalgia. Un pueblo cuyo perfil está presidido por la enorme planta eléctrica que domina el paisaje. No cuesta imaginarse cómo el municipio se construyó en torno a esta industria y a base de bloques funcionales como aquel en el que reside Austé.

placeholder Cartel de 'El verano de Sangaile'
Cartel de 'El verano de Sangaile'

La chica además trabaja en la antigua cantina del aeródromo cercano, donde se identifican a la perfección los murales estilo realismo socialista y las líneas racionalistas con que se diseñó la estructura. Kavaïté huye del retrato decadentista. Todos los edificios se mantienen en un perfecto estado, aunque en algunos momentos parecen encapsulados en el tiempo y contemplados desde esa perspectiva de nostalgia 'vintage' que define también la apariencia de 'pin up' soviética con que se nos presenta Austé en el arranque del filme. Como si los personajes hubieran aprendido a convivir con los vestigios reactualizados del pasado soviético. El choque más evidente se manifiesta a través del enfrentamiento generacional entre Sangaile y su madre, una antigua bailarina de éxito amargada por la interrupción de su carrera que parece residir en un mundo desaparecido hace tiempo. Sin embargo, también es a través de una charla con la madre como Sangaile asume la necesidad de afrontar el riesgo que supone vivir plenamente la vida y acaba de perder su miedo a volar.

Aunque se mueva por un terreno dramático de sobras conocido, Alanté Kavaïté imprime una personalidad distintiva y una emoción contagiosa a su película. Si la Sofia Coppola de 'Las vírgenes suicidas' rodara un 'remake' báltico de 'La vida de Adèle', se parecería bastante a 'El verano de Sangaile'.

Foto: Fotograma de 'Money Monster'.
Foto: Fotograma de 'Mi amigo el gigante'.

Este es el estío de los romances femeninos. En un mismo mes coinciden en la cartelera 'Un amor de verano', de Catherine Corsini, y 'El verano de Sangailé', de Alanté Kavaïté, ambas centradas en la primera relación de sus respectivas protagonistas con una mujer y ambas ambientadas durante la época del calor vacacional. Un síntoma de la necesaria normalización del imaginario lésbico en el cine contemporáneo: los filmes sobre chicas enamoradas de otras chicas ya no son la excepción.

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