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estreno de 'nosotros y yo'

Adolescentes en su salsa

El director francés Michel Gondry cambia de registro en un filme sobre jóvenes del Bronx

Foto: Fotograma del filme de Gondry
Fotograma del filme de Gondry

Último día de clase en un instituto del Bronx. La euforia reina entre los alumnos que, tras recoger los dispositivos electrónicos que les requisan antes de entrar en el aula, se suben al autobús de línea que les devuelve a sus casas. Es su último trayecto juntos antes de las vacaciones del verano. Nosotros y yo les acompaña desde la salida de la escuela hasta la última parada para observar cómo cambian sus interrelaciones y sus roles sociales a medida que el marco colectivo en que se desarrollan se va reduciendo.

Presentada en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes de 2012, Nosotros y yo supone un cambio de registro en la filmografía de Michel Gondry. Esta docuficción tiene poco que ver con la estética que el francés ha convertido en su sello personal en los videoclips para Björk o The White Stripes o en películas como Olvídate de mí (2004). Aquí abandona sus coqueteos con el fantástico para adentrarse en un terreno que tiene mucho más puntos en común con La clase (2008) de Laurent Cantet que con el surrealismo de corte romántico que ha practicado en títulos como la adaptación de La espuma de los días de Boris Vian. Lejos quedan por tanto sus incursiones en lo onírico, al estilo de la película protagonizada por Jim Carrey que tiene lugar en su mayor parte dentro de la mente del protagonista, o La ciencia del sueño, donde jugaba a confundir el rico mundo imaginario interior del personaje al que daba vida Gael García Bernal con su gris rutina laboral.

Nosotros y yo es una película de vocación realista que, al contrario que estos filmes de estructuras narrativas alambicadas y metaficcionales, mantiene además la unidad de tiempo, espacio y acción. Tampoco se lleva a cabo ningún despliegue de homenajes cinematográficos, como sucedía en Rebobine por favor (2008) donde los personajes rehacían de forma artesana y casera las películas de un videoclub borradas por error.

Gondry abandona así sus imaginarios construidos a base de efectos tanto analógicos (esos encantadores trucajes casi propios del cine mudo) como digitales (estamos hablando del hombre que utilizaba el llamado efecto bala antes de que lo popularizara Matrix) por una sobriedad de apariencia documental.

Para llevar a cabo este viaje en autobús junto a un puñado de adolescentes en su último día de clase, Gondry entró en contacto con The Point, un centro comunitario del Bronx dedicado a desarrollar proyectos culturales y sociales para los jóvenes del barrio. Junto a los chicos y chicas que conoció allí desarrolló a lo largo de dos años un taller de trabajo para preparar la película. Los adolescentes enriquecieron el guion con sus propias experiencias personales y con todos los matices locales que al francés se le podían escapar.

Hay en Nosotros y yo una fascinación para captar precisamente los rasgos que identifican a este grupo de adolescentes como un colectivo socio-cultural específico: la música que escuchan, la forma y el tono en que hablan, cómo visten y, sobre todo, con qué sueñan y la manera en que se relacionan. Gondry nos sumerge en este ambiente para llevar a cabo un estudio sociológico, a través de la observación, sobre el comportamiento de los jóvenes. Su tesis va perfilándose a medida que avanza el filme: le interesa sobre todo remarcar los cambios que se producen en las relaciones entre ellos según se modifica el tamaño del grupo.

Gondry no llega a transmitir el mismo grado de realismo que Cantet en 'La clase'

En el arranque, la mayoría de chicos se dedica a marcar territorio dentro del propio autobús: llaman la atención, se hacen notar, perpetran pequeñas gamberradas a algunos adultos. Los “duros” apenas hablan con las chicas, excepto con una que resulta al mismo tiempo cómplice y víctima de sus bromas. A lo largo del trayecto se perfilan relaciones, flirteos y complicidades. Cuando ya son pocos los que quedan en el bus, las conversaciones cambian de tono y de temáticas. Los personajes que al principio se pavoneaban ante todos adoptan un registro cada vez más íntimo y personal...

El gran mérito de La clase radicaba en la naturalidad que conseguía extraer Laurent Cantet del trabajo de ese grupo de estudiantes, intérpretes no profesionales, que parecían actuar con toda espontaneidad ante la cámara. Quizá menos bregado en este tipo de labores, Gondry no llega a transmitir el mismo grado de realismo. Aunque se sitúe en un escenario en continuo movimiento, Nosotros y yo desprende un aire involuntariamente teatral, excesivamente condicionado por el propio dispositivo de la película. Los alumnos adoptan y se reparten unos roles muy concretos, y algunas conversaciones están demasiado encaminadas a demostrar las tesis del cineasta. El tono groovy, fresco y descarado con que arranca el filme se va debilitando progresivamente, a medida que se pasa de ese nosotros público del inicio al yo más particular del final. La convicción con que asumen sus roles los jóvenes intérpretes es la gran baza de la película.

Último día de clase en un instituto del Bronx. La euforia reina entre los alumnos que, tras recoger los dispositivos electrónicos que les requisan antes de entrar en el aula, se suben al autobús de línea que les devuelve a sus casas. Es su último trayecto juntos antes de las vacaciones del verano. Nosotros y yo les acompaña desde la salida de la escuela hasta la última parada para observar cómo cambian sus interrelaciones y sus roles sociales a medida que el marco colectivo en que se desarrollan se va reduciendo.

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