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Carlos Vermut: "Ahora existe la posibilidad de arriesgar mucho más"
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'magical girl' conquista a la crítica

Carlos Vermut: "Ahora existe la posibilidad de arriesgar mucho más"

Carlos Vermut se coloca entre los favoritos en el Festival de Cine de San Sebastián con su segunda película, 'Magical Girl', con José Sacristán al frente

Foto: El director Carlos Vermut (i), y los actores José Sacristán (3d), Luis Bermejo (2d) y Lucía Pollán (d) en San Sebastián (EFE)
El director Carlos Vermut (i), y los actores José Sacristán (3d), Luis Bermejo (2d) y Lucía Pollán (d) en San Sebastián (EFE)

De Carlos Vermut sabíamos que nació en Madrid en 1980 (la fecha es importante por reciente) y que era el autor de una de las películas más emblemáticas del movimiento (“el otro cine español”) destinado a renovar las formas del audiovisual nacional en el siglo XXI: Diamond Flash (2012).

Puede que a usted no le suene ese título, pero quizás eso no haga más que demostrar la condición de icono generacional de Diamond Flash: pese a que no llegó a los cines y se estrenó directamente en plataformas digitales (Filmin)… la película se convirtió en trending topic el día de su primer pase.

Esto no pasaría de anécdota si no fuera porque la cinta de Vermut representó también un cambio estético en el cine español, que podríamos resumir así: adiós al tradicional realismo costumbrista; hola al naturalismo extraño, el humor tenso y las historias que escapan a cualquier molde genérico.

Un nuevo cine de autor (Isaki Lacuesta, Javier Rebollo, Carla Subirana, Carlo Padial y muchísimos otros) al que se le hace más caso en los festivales internacionales y que ha hecho de la necesidad económica virtud. Un nuevo cine de autor que, ay, sigue buscando a su (gran) público en España, aunque tiene el respaldo de una activa comunidad underground de nuevos cinéfilos.

La historia, como cabía esperar, no es fácil de explicar. En principio estamos ante un filme sobre la relación entre un padre y una niña de doce años con leucemia. Piensen ustedes unos segundos en las posibilidades de dicha trama… ¿Ya? Pues ahora descarten todo lo pensado: es absolutamente imposible que atinen con la deriva que acabará cogiendo el filme.

Aquí hay sitio también para una misteriosa mujer con problemas mentales y un pacífico jubilado de gatillo fácil. Un puzle de personajes, situaciones y motivaciones que llevan a rajatabla una de las características del cine de Vermut: es una quimera saber qué va a pasar en la siguiente escena. “Como espectador me gusta no tener ni idea de qué va a ocurrir en cada momento. Si intuyo qué va a ser lo siguiente, me empiezo a aburrir”, cuenta el director a El Confidencial.

Al cineasta madrileño, en efecto, le gustan las derivas que se salen del molde narrativo. Según avanza la trama, Magical Girl entra en territorios insospechados, hasta absurdos, pero a Vermut no se le va la función de las manos: finalmente todo esta empaquetado con una férrea lógica estética y narrativa, aunque no sea la del realismo al que estamos acostumbrados.

“Quizás el realismo costumbrista se ha practicado demasiado en España, pero no he huido de él de un modo premeditado, simplemente me gustan más otras cosas. Ahora existe la posibilidad de arriesgar mucho más gracias a las nuevas tecnologías. Antes o estrenabas en cine o nada, ahora hay muchas otras posibilidades. Se puede grabar una película en una semana y subirla a Youtube, no tienes que andar buscando al gran público, ni sacrificar cosas para llegar a él, sino conectar con un público o con tu público”, asegura.

Pero no se vayan todavía, porque aún hay más: si usted cree que explicar la trama de Magical Girl es complicado, quizás es porque no ha intentado explicar su significado profundo. Uno de los muchos trasfondos del filme sería cómo la crisis está llevando a la gente al límite. A partir de ahí, la película sugiere en lugar de explicar, aunque hay pistas ocultas: por ejemplo, un ejemplar de la Constitución Española circula de mano en mano cuando la historia se convierte en un thriller amoral de chantajes.

“La película no tiene un mensaje político claro; en el sentido de que no trato de introducir ningún discurso, más allá de que los personajes están metidos en un contexto económico determinado –la crisis y España- y se ven afectados por ella. No hay un discurso consciente del tipo ‘el materialismo es peligroso’, aunque si exista de una manera inconsciente. La película llega hasta ahí, aunque no nace de allí”, aclara.

Esta manera de reflejar la realidad de un modo oblicuo –escapando del realismo costumbrista e introduciendo los temas políticos de soslayo- conecta de algún modo con uno de los referentes de Vermut: el cine de Carlos Saura. Y por extensión con esos cineastas de los sesenta y los setenta que se vieron obligados a contar sus historias (políticas) recurriendo a la parábola (para burlar la censura franquista). Vermut analiza así la conexión subterránea.

“Hace poco leí una entrevista a Saura y decía que él empezó haciendo documentales pero que lo que le interesaba era el mundo de lo emocional, de los sueños, de los espejos, de los símbolos. Cuando estás obligado a narrar historias sin contar lo que quieres con libertad, utilizas los símbolos. Pero cuando puedes hablar de todo sin cortarte… el nivel de exigencia baja de alguna manera. Para ellos los símbolos empezaron siendo una escapatoria, pero acabaron siendo la clave de su cine. Su situación era triste, pero le dieron la vuelta de una forma brillante”, zanja.

De Carlos Vermut sabíamos que nació en Madrid en 1980 (la fecha es importante por reciente) y que era el autor de una de las películas más emblemáticas del movimiento (“el otro cine español”) destinado a renovar las formas del audiovisual nacional en el siglo XXI: Diamond Flash (2012).

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