Medio siglo de españoles escondiéndose de la policía suiza

Nunca unacento dijo tanto sobre una persona, una familia y hasta un siglo de políticas migratorias europeas. Hablamos del fuerte acento francés del directorFernand Melgar (Tánger, 1961) al hablar español. Hablamos de uno de los documentalistas europeos de referencia sobre las migraciones, al que el festival internacional Documenta Madriddedica una retrospectiva. Perohablamos también de un hijo de la emigración española a Suiza.

Para entender suhistoria personal y profesionalhay que arrancarconuno de los juegos que más divierten a los niños pequeños: correr a esconderse cada vez quesuena el timbre encasa. Fernand Melgar (Tánger, 1961) pasó su infancia suiza ocultándose bajo la cama o dentro del armario. Ocurre que la cosa no tenía ninguna gracia: sus padres, exiliados españoles, no tenían derecho a vivir allí con sus hijos. Fernad Melgar era un clandestino antes incluso de saber qué significaba esa palabra.

El cineasta, que atiende a El Confidencial vía telefónica desde Suiza y horas antes de viajar a Madrid, lo recuerda así:"A los de mí generación nos llaman los 'hijos del armario'".

En efecto, el conflictivo siglo XX atraviesa la biografía familiar de los Melgar. Su abuelo era un "anarcosindicalista de la CNT" en la Andalucía de los años treinta. Exiliado a Marruecos antes de la Guerra Civil, se convirtió en el "secretario general de la CNT de Tánger",ayudandomás tarde alos muchos queseguirían su camino: estallado el conflicto bélico, "el barrio español de Tánger pasó a conocerse como 'lapequeña Rusia' por la gran cantidad de exiliados republicanos que acogió", explica Melgar, que el sábado dará una Masteclass en el marco de unfestivalque se inaugura hoy (consulte aquí la programación).

A finales de los cincuenta, tras lograr Marruecos su independencia, las cosas se pusieron más crudas para los trabajadores foráneos."Dados nuestrosantecedentes políticos, mis padres decidieron exiliarse en Suiza en lugar de volver a España", recuerda el director.Su padre comenzó a trabajar de temporero en unas condiciones "muy difíciles" y sintiendo la presión de una sociedad "muy cercana entonces al apartheid; casi todos los exiliados españoles e italianos de esa época sufrieron el racismo y la xenofobia".

Yo no hago cine militante, sino de resistencia

Los documentales de Melgar acabarían tratando el tema de la migración desde todos los puntos de vista. Si en Álbum de familia (1994) analizó las biografías de la generación de sus padres, en La Fortaleza (2008), ganador del prestigioso Leopardo de Oro en el festival de Locarno, y Vuelo especial (2011) se centró en los centros de retención y detención de solicitantes de asilo e inmigrantes. Trabajos sin concesiones que evitan dar una visión idealizada de la inmigración."Yo no hago cine militante, sino de resistencia", aclara el director.

Melgar está trabajando actualmenteen una película sobre los sin techo que malviven ensu país de acogida: "Muchos de ellos con pasaporte español, sobre todo africanos y sudamericanos que fueron regularizados en España, abandonaron el país tras estallar la crisisylanguidecen ahora en las calles suizas", cuenta.

Suiza ha vivido tanto tiempo en el puro confort social que ahora le ha entrado el miedo al ver como la Unión Europea hace aguas por todos los lados

Ya es oficial: el país helvético, con casi uncuarto depoblaciónextranjera,le ha declarado la guerra al inmigrante:"Suiza ha vivido tanto tiempo en el puro confort social que ahora le ha entrado el miedo al ver como la Unión Europea hace aguas por todos los lados".

El país, que vive un auge de la extrema derecha, ha ido endureciendo susleyes migratorias en los últimos años, hasta el punto de blindarse incluso contra su característica fuente de mano de obra: los trabajadores de Europa occidental.

Los suizos votaron en febrero en favor de restringir la libre circulación de los trabajadores de la UE. Una medida que ha escandalizado a Europa y a la que no resulta difícil buscarle las contradicciones: "Suiza necesita la mano de obra extranjera porque somos un país pequeño. Un ejemplo: muchos de nuestros médicos son alemanes", aclara Melgar.

En efecto, el veto crecientea los trabajadores de la UEpodría incluso atentar contra una economíasuiza a la que no le ha ido precisamente mal con las políticas de libre circulación, pero tiene su razón: se engloba en la actual histeria europea hacia la inmigración. Tambiéntiene, según Melgar,lógica dentro del contexto político suizo: hablar de la inmigración es una forma de "no hablar de la crisis del modelo bancario suizo".

La medida, por último, tiene también lógica histórica, por perversa que sea: la persecución al inmigrante en épocas de crisis económica es un clásico europeo, pero lo de Suiza no deja de tener mérito, dado que el país no puederecurrir a las clásicas excusas para apretar las tuercas a los extranjeros: "Aquí hay muy poco paro [3%] y muy poca criminalidad, lo que no quita para que un sector del paíseche la culpa de todo a los inmigrantes, con una propaganda política de extrema derecha que les asocia a animales como los borregos, los cuervos o las ratas, parecida a la que seusabaen Alemania contra los judíos en los años treinta", aclara Melgar.

El director lo explica con una metáfora: Suiza sería ahora "un castillo situado en el centro de Europa... para defenderse de los europeos". Así están las cosas.