Claudia Llosa busca el perdón en la Berlinale
La directora peruana, Oso de Oro con 'La teta asustada' presenta una coproducción española protagonizada por Jennifer Connelly y Cillian Murphy
Si hay algo que apasiona a cualquier festival, eso es sin duda descubrir nuevos talentos, convertirlos en sus protegidos, apuntarse el tanto. La directora peruana Claudia Llosa, sobrina del escritor Mario Vargas Llosa y del cineasta Luis Llosa, debutó en 2006 con el film Madeinusa (estrenado en el festival de Rotterdam). Pero su carrera recibió un impulso definitivo al llevarse el Oso de Oro de Berlín en 2009 con La teta asustada.
Percibimos que Llosa forma parte de la gran familia de la Berlinale por las altas expectativas que había levantado su nueva obra, Aloft, considerada por la prensa local como una de las favoritas a priori. Se trata del tercer largometraje de la directora, el primero rodado fuera de Perú, en inglés y con estrellas internacionales. Una coproducción entre Canadá, Francia y España, de escala y pretensiones mayores a las de sus films precedentes, aunque su resultado ofrezca algunas dudas.
El film bascula constantemente entre el presente y el pasado, ambos sombríos, de los protagonistas: una madre y su hijo, separados por un hecho traumático. Nana (Jennifer Connelly), una mujer joven que trabaja en una granja, vive junto a Ivan y Gully, sus dos hijos, el último de ellos afectado por una enfermedad degenerativa que parece llevarle irremediablemente hacia la muerte. La medicina tradicional no encuentra solución al problema, por lo que Nana decide recurrir a un enigmático curandero que visita su pequeño pueblo perdido entre montañas y lagos congelados. La mujer descubrirá sus propias capacidades sanadoras poco después de asistir a la gran tragedia de su vida.
Años más tarde, Ivan (Cillian Murphy), casado y con un hijo, pasa su tiempo criando halcones, su gran pasión desde niño. No ha visto a su madre desde su infancia y tampoco parece interesado en buscar un reencuentro. Todo cambia con la llegada de una periodista francesa (Mélanie Laurent), interesada en llegar hasta Nana, convertida hoy en una misteriosa señora de las nieves capaz de curar a los enfermos.
Llosa presenta un grupo de personajes afectados por heridas que el tiempo no puede aliviar. La penumbra envuelve a todos ellos, especialmente cuando se encuentran en espacios interiores. Al entrar en contacto con la naturaleza consiguen exteriorizar su dolor en mitad de un invierno constante e implacable que, paradójicamente, les ayuda a encontrar un territorio de libertad y de cierto calor emocional.
En su encuentro con los medios, la directora señaló le interesaba plasmar a “personajes viviendo situaciones extremas, apartados de la sociedad. De pronto se desata algo muy primitivo. Es entonces cuando empezamos a pensar de otra manera, a darnos cuenta de lo importante que es convivir con la naturaleza.”
El tema central de Aloft es sin duda el perdón, la necesidad de las segundas oportunidades. Las circunstancias han llevado a sus protagonistas a unos déficits afectivos rotundos, son almas perdidas que desean alcanzar la redención. En opinión de la directora, “vivimos en un mundo lleno de incredulidad. Por eso, hoy en día un acto de perdón puede considerarse un milagro”.
El camino emprendido por Llosa para llegar a esta conclusión trascendente está tan repleto de buenos sentimientos e intenciones como de afectación. Los personajes tiene un único registro, siempre grave y lacónico; y su estética, tanto en los aspectos visuales como en los sonoros, procura con demasiada insistencia remarcar las emociones. Aloft es una película que habla de la libertad pero a la que le cuesta alcanzar momentos verdaderamente genuinos.
Otra película que abordó la redención, aunque desde un prisma opuesto, fue Stations of the Cross, de Dietrich Brüggemann, probablemente el trabajo más controvertido de la presente edición de la Berlinale. Con tan sólo 15 planos, en su mayoría fijos y cuya duración se mueve entre 7 y 15 minutos, el joven director alemán plantea una implacable crítica al integrismo católico.
'Stations of the Cross' es una de las apuestas conceptualmente más interesantes del certamen
El personaje central es Maria, una adolescente de 14 años obsesionada con seguir el camino recto hacia Dios. Los principales responsables de este pensamiento que derivará en la más pura enfermedad física y mental, son el cura de su parroquia y su madre, ambos partidarios de una visión integrista de la religión. Maria se encuentra cada día con angustiosos dilemas que la gente de su edad ni siquiera llega a plantearse. El brote de un sentimiento amoroso hacia un compañero de colegio o el hecho de escuchar música rock en clase de gimnasia, se convierten en una afrenta, una lucha desquiciada consigo misma que, además, despierta los recelos del resto.
Intolerancia que genera intolerancia. Dietrich Brüggemann, cuyo estilo parece inspirado en Bruno Dumont y sobre todo en el austriaco Ulrich Seidl, estructura su película mediante 15 capítulos que trazan un itinerario similar al de Jesús en sus últimas horas. Un viaje austero e imparable hacia el horror de una devocióntortuosa. Al mismo tiempo, se podría acusar al director de un cierto grado de demagogia, de situar con demasiada habilidad sus piezas para que su denuncia adquiera mayor potencia. Con todo, Stations of the Cross es una de las apuestas conceptualmente más interesantes del certamen.
Si hay algo que apasiona a cualquier festival, eso es sin duda descubrir nuevos talentos, convertirlos en sus protegidos, apuntarse el tanto. La directora peruana Claudia Llosa, sobrina del escritor Mario Vargas Llosa y del cineasta Luis Llosa, debutó en 2006 con el film Madeinusa (estrenado en el festival de Rotterdam). Pero su carrera recibió un impulso definitivo al llevarse el Oso de Oro de Berlín en 2009 con La teta asustada.
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