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Un cuento de hadas sobre el amor, la crisis y la infidelidad
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agnès jaoui presenta en seminci 'al final del cuento'

Un cuento de hadas sobre el amor, la crisis y la infidelidad

La directora llena de risas el festival con su revisión sobre las historias infantiles vistas desde el mundo actual. La francesa se apunta a la lista de favoritas

Foto: La directora francesa Agnès Jaoui, ayer, en Valladolid (EFE)
La directora francesa Agnès Jaoui, ayer, en Valladolid (EFE)

Los cuentos no son como se los contamos a los niños. En la versión original de Caperucita, la tierna niña vestida de rojo acaba comiéndose a la abuelita. La Bella Durmiente es violada en su dulce sueño y la sirenita acaba suicidándose al ver como el príncipe se casa con otra. Luego llegó Disney, contó un final feliz y todos creímos que su versión era la auténtica. Pero las historias de los hermanos Grimm, Hans Christian Andersen, Perrault y compañía tenían mucho más de real de lo que parecía a simple vista.

Así lo ha entendido la directora francesa Agnès Jaoui, que casi cinco años después de su anterior filme, ha presentado Al final del cuento, una particular visión de las historias de hadas y princesas en las que la cruda realidad acaba por ensuciar todo.

La película se basa de los tópicos de estas narraciones para contar la historia de Laura, una joven obsesionada con encontrar a su príncipe azul que creerá haberlo descubierto cuando uno de sus sueños parece cumplirse. Con estos mimbres Jaoui vuelve a demostrar que es la reina de los diálogos afilados y mordaces y construye una comedia que pone patas arriba todos los mitos de los cuentos. El amor platónico no existe y ni siquiera los niños se quieren besar. Sólo los jóvenes (hijos de padres divorciados) parecen creer en una vida de color de rosa.

Con un tono en apariencia inofensivo la directora se las apaña para dar estopa a la religión, la videncia o el arte contemporáneo, ya que convierte al lobo feroz en un seductor crítico de música. Una película divertida, y no por ello menor como muchos se empeñarán en decir, que ofrece una visión satírica sobre cómo entendemos las relaciones sentimentales en la actualidad. Lo hace gracias a un gran guión escrito a cuatro manos entre la realizadora y su colaborador habitual Jean Pierre Bacri, sobre el que afirma que “ una de las cosas más afortunadas que me han pasado es haberle encontrado. Adoro escribir con él y pasar tiempo con él”.

Agnès Jaoui ha acudido a Seminci para presentar la película y ha derrochado simpatía con la prensa hablando un casi perfecto castellano, y es que como confesaba posteriormente a El Confidencial “Adoro España”. Eso hace que conozca la situación actual de nuestro cine y muestre su punto de vista al respecto “En Francia, aunque no lo parezca también hay mucho peligro sobre el cine en la actualidad. Yo me desespero por hacer una asociación para unir a los cineastas de España, Italia, Francia… de toda Europa. En mi país estamos luchando, pero todos los europeos vamos en el mismo barco. Dejamos que las leyes las pongan unos políticos que no conocen la cultura, no conocen el cine, no sabe cómo se hace. Van a las salas una vez al año para ver la última de Spielberg y no se hace nada para que, por ejemplo, se puedan ver más películas españolas en la televisión francesa en vez de todas americanas, hay tanto por hacer…” El mismo entusiasmo contagioso desprenden sus palabras y sus películas.

Concesión al cine marroquí

El año pasado una película marroquí ganó la Espiga de Oro. Se trataba de Los caballos de Dios, que este año representará a su país en los Oscar. Al terminar la edición se anunció que se celebraría un ciclo para mostrar lo mejor del cine de esa nacionalidad. Un desconocido para el gran público.

Habrá que pensar que para honrar a Marruecos se ha incluido en la Sección Oficial un filme como Zero, de Nour Eddine Lakhmari. Un thriller policial cuyo único interés reside en ver cómo las formas y estilos de los directores del país se han modernizado y son capaces de ofrecer otros géneros que los que normalmente nos suelen llegar. Por lo demás una historia que bebe de todos los tópicos posibles, con una historia de amor secundaria ridícula y un final tan excesivo que acaba convertido en una especie de pseudo homenaje a David Lynch, con cortinas rojas y un señor tomando oxígeno de una bombona. Si hubiera habido un enano ya teníamos a toda la familia.

Y hablando de familia hay que destacar el remake confeso que se marca Yoji Yamada en Una familia de Tokyo. Yamada recupera la esencia del maestro Ozu y reformula su Cuentos de Tokio. La familia de ahora es menos tradicional que la del clásico, y se introducen las innovaciones tecnológicas y acontecimientos de la historia de Japón reciente para modernizar una historia que habla de algo universal: las relaciones entre padres e hijos. Con un ritmo pausado, y una sencillez que se convierte en su mejor arma, Yamada consigue emocionar a pesar de la larga duración del filme. Cabría preguntarse hasta qué punto es mérito suyo o del punto de partida que le dejó Yasujiro Ozu. Pero el caso es que el realizador ha convencido a crítica y público en la que se ha convertido en la favorita de la prensa.

Los cuentos no son como se los contamos a los niños. En la versión original de Caperucita, la tierna niña vestida de rojo acaba comiéndose a la abuelita. La Bella Durmiente es violada en su dulce sueño y la sirenita acaba suicidándose al ver como el príncipe se casa con otra. Luego llegó Disney, contó un final feliz y todos creímos que su versión era la auténtica. Pero las historias de los hermanos Grimm, Hans Christian Andersen, Perrault y compañía tenían mucho más de real de lo que parecía a simple vista.