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Estas son todas las locuras que Pedro Sánchez ha hecho por amor
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Juan Soto Ivars

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Estas son todas las locuras que Pedro Sánchez ha hecho por amor

Por amor dio indultos, metió a Bildu en la ley de memoria democrática y adelantó elecciones al verano tras el batacazo del partido en las autonómicas. Por amor ofreció amnistía a Puigdemont y participó del discurso del 'lawfare'

Foto: Sánchez en la campaña de las elecciones vascas. (Europa Press/Iñaki Berasaluce)
Sánchez en la campaña de las elecciones vascas. (Europa Press/Iñaki Berasaluce)
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El lunes 29 de abril, cuando la decisión de Sánchez salga de cuentas, será el día de San Pedro Mártir. Esto que acabo de escribir no es broma, es un prodigio español. España es una cosa para no creérsela, ya lo dijo Ortega. No me refiero Ortega y Gasset, ni Ortega y Pacheco, sino Juan Carlos Ortega. Este humorista lleva la tira de años creando mundos disparatados y maravillosos con su voz. Tiene desde hace una década sección propia en La Ser: Las noches de Ortega. Y ahora la realidad imita a los episodios de Ortega.

De un tiempo a esta parte, parece que lo que más le inspira a Ortega es el PSOE. Ha dedicado programas brutales a la actitud matona y victimista típica de personajes como Bolaños y Óscar Puente, a la gala de los Goya con su catarata de disidencia controlada y a humoristas y cantautores que dicen luchar solemnemente contra el poder aconsejados por Pedro Sánchez en la Moncloa. En suma: al amor desmedido al líder por parte de la gente llana y de la cultura.

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Así las cosas, el latiguillo "esto parece de las noches de Ortega" ya es una respuesta coloquial cuando un tertuliano del equipo de opinión sincronizada o un humorista con la línea roja en Ferraz suelta alguna de las suyas. Y ahora, tras la epístola de Sánchez a los panolis, el alud de memez y cursilería ha empujado a España definitivamente a ese territorio orteguiano: al lugar ridículo y prodigioso del que ya no podemos salir, como nos pasa con la fantasía de Cervantes, Valle Inclán o Berlanga. Hagamos un repaso a las muestras de amor a Sánchez de los últimos días.

Foto: Pedro Sánchez, presidente del Gobierno. (Europa Press/Iñaki Berasaluce) Opinión
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Señoras con pinta de funcionarias de baja por fibromialgia han aparecido en Ferraz para gritar "guapo" a las paredes del edificio, aunque Sánchez está en otro sitio, bastante lejos, de hecho, en el palacio de La Moncloa. Y ahora para colmo dicen que han fletado autobuses para una grandiosa manifestación que tendrá el efecto moral de un millón de viagras.

Periodistas guapos nos han aleccionado sobre la inmoralidad deontológica de meterse con la familia de los políticos mientras lanzaban rayos láser al hermano y el novio de Ayuso y apuntaban a la hija pepera del juez que ha dicho que se va a mirar la denuncia cutre y desatinada de Manos Limpias. Un grupo de los más virtuosos, con Silvia Intxaurrondo en la lista, han llegado al extremo de firmar un manifiesto que exige que el periodismo deje de fiscalizar al poder. Eso se tendrá que estudiar en las facultades de Periodismo.

Mientras tanto, tuiteros con el corazoncito rojo en el perfil rompían a loar la belleza de lo sensible, a cantar a la delicadeza del amor y la fragilidad del hombre, y estas becqueradas las vertían al tiempo que tildaban de basura indigna y despojo infrahumano a quien no comulgase, como cuando Faemino y Cansado soltaron una jauría de perros rabiosos por la paz. La virulencia verbal aumentaba y el decoro descendía. Media España perdía el respeto de la otra media. Pero ¿cómo respetar a quien respeta más a un líder político que a sí mismo? La pregunta es negra.

"Tuiteros con el corazoncito rojo en el perfil rompían a loar la belleza, a cantar a la delicadeza del amor y la fragilidad del hombre"

En estos agitados días, el comisario periodístico de El País, Idafe, iba paseando la porra por los barrotes. Fue él, desde su alucinada atalaya, quien sintetizó la molécula perfecta de cursilería y violencia que resumía estos días en solo tres tuits: en el primero criticaba la execrable deshumanización que la derecha usa contra Sánchez y llamaba, en el segundo y tercero, "ratas" y "cucarachas" a los periodistas culpables del crimen. ¡Otros tres créditos para la carrera de Periodismo del futuro!

La gente de la cultura también estaba ardida viva. Nada menos que Pedro Almodóvar publicó un artículo que, como primera consecuencia, disparó el precio de la insulina en el planeta Tierra. Decía emocionarse y llorar como un niño al leer la bisutería sentimental de Pedro Sánchez. Almodóvar ha hecho del kitsch un arte sublime y por eso todo se lo perdono. Pero no descartaría leer antes del lunes otro manifiesto de la "gente de la cultura" exigiendo, por ejemplo, que la prensa, la oposición y la judicatura se ilegalicen por el bien de la democracia.

Foto: Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados. (EFE/Kiko Huesca)

Sea como sea, mientras todos estos prodigios sucedían sin parar, incontables, azuzados por el amor a Sánchez, yo reflexionaba sobre el amor de Sánchez, y cómo se nota que estamos en primavera. He llegado a la conclusión de que Pedro Sánchez está, efectivamente, muy enamorado. Mirando atrás en su biografía, lo cierto es que no ha dejado de hacer locuras por amor.

Por amor se metió en las juventudes del PSOE cuando jugaba al baloncesto. Por amor fue consejero de Caja Madrid y votó en la reforma constitucional que colocó el déficit por encima de los servicios públicos. Por amor se presentó candidato a la secretaría general del PSOE para renovarla siendo aparatchik y ganó. Por amor fue expulsado del cargo y recorrió en coche toda España para combatir a la gestora.

Por amor se coronó dirigente de nuevo, por amor planteó una moción de censura a Rajoy, por amor ganó las elecciones y pactó con Podemos aunque le quitase el sueño, regalando cualquier cosa a quien fuera necesario con tal de gobernar. Por amor dio indultos a condenados y condenadas, metió a Bildu en la ley de memoria democrática, malmetió con los jueces y adelantó, arrebatado de amor puro, las elecciones al verano tras el batacazo del partido en las autonómicas. Por amor ofreció tras las elecciones una amnistía a Puigdemont y participó como un populista más del discurso del lawfare. Y por amor, justo después de las elecciones en Euskadi, ha lanzado a España en carta un chantaje emocional que reduce a Perón a un tímido compositor argentino de tangos.

Todo esto lo ha hecho Pedro Sánchez por amor. Por amor al poder.

El lunes 29 de abril, cuando la decisión de Sánchez salga de cuentas, será el día de San Pedro Mártir. Esto que acabo de escribir no es broma, es un prodigio español. España es una cosa para no creérsela, ya lo dijo Ortega. No me refiero Ortega y Gasset, ni Ortega y Pacheco, sino Juan Carlos Ortega. Este humorista lleva la tira de años creando mundos disparatados y maravillosos con su voz. Tiene desde hace una década sección propia en La Ser: Las noches de Ortega. Y ahora la realidad imita a los episodios de Ortega.

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