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Pedro Vivancos, el bailarín que le montó a Franco un culto religioso frente a sus narices
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Pedro Vivancos, el bailarín que le montó a Franco un culto religioso frente a sus narices

Pocos se atrevían a practicar la poligamia y negar el catolicismo en tiempos de Franco. Uno de ellos fue Pedro Vivancos, una estrella pop olvidada cuya memoria se refresca en un libro reciente

Foto: La escuela de danza de Pedro Vivancos. (Cedida)
La escuela de danza de Pedro Vivancos. (Cedida)
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A mediados de los 70, un rumor corrió por las altas esferas de Barcelona: en Sant Cugat había una clínica en la que te podían curar cualquier cosa, desde el cáncer hasta la esclerosis múltiple. A su director lo llamaban Maestro y de él se decía que había aprendido en Oriente técnicas milenarias que hacían desaparecer la enfermedad.

En realidad, ni siquiera era una clínica, sino la casa de Pedro Vivancos, un bailaor melillense al que se atribuye la creación de la primera secta de España. Vivancos fue médico, empresario, profesor, maestro de artes marciales y líder de un culto sin pasar por un aula. Practicó la poligamia en pleno franquismo y fue padre de un número indeterminado de retoños que se estiman en cuarenta. También fue quien introdujo en España conceptos como "alimento macrobiótico" o "dieta detox".

Todo un personaje que habría sido recordada de no coincidir en el tiempo con la catarata de acontecimientos que fue la Transición. Hoy, el filósofo y escritor Francesc Bellart recupera su memoria con Raschimura, ¿secta o familia?, que acaba de publicar Penguin Random House.

Pregunta. ¿Por qué un libro de la familia Vivancos?

Respuesta. Es un proyecto que tengo en la cabeza de toda la vida. El mejor amigo de mi padre se llamaba Pepe: estaba mucho tiempo en casa, incluso íbamos de vacaciones con él. El caso es que Pepe, de joven, iba a clases de taekwondo impartidas por Vivancos y estaba fascinado con él. Incluso dejó el instituto y se fue a vivir a su casa. Pepe tenía una hermana muy introvertida a la que animó a meterse con él en la academia.

P. ¿Y?

R. Pepe salió de allí espantado, pero su hermana se convirtió en una de las siete esposas de Vivancos.

Foto: Lola Dueñas en un fotograma de 'La Mesías'. (Movistar)

P. Empecemos por el principio. ¿Quién fue Pedro Vivancos?

R. Es un muchacho que nace en Melilla en 1938. Es hijo de un militar alcohólico y de una artista metida a tabernera por obligación. En los años 50 se mudan a Barcelona, donde abrieron un tablao llamado Las Cuevas del Carrascal, situado en la calle Gignàs esquina con Avinyó. Allí, el joven Vivancos aprendió a tocar la guitarra, y se despertó en él su primera gran pasión: el baile.

La carrera de Pedro Vivancos fue meteórica. Durante los años sesenta, se convirtió en uno de los mejores bailarines de danza española del país, hasta el punto de que Pastora Martos, que había sido una de las grandes bailarinas de la década anterior, y que afrontaba sus últimos años de carrera, lo escogió como pareja de baile. La compañía —conocida popularmente como el Ballet de Pastora y Pedro— consiguió un contrato con el Gran Circo Nacional Español de Carola Williams y pasó los años siguientes recorriendo toda Europa.

P. Esta es una de las claves de la historia: Pedro es superdotado físico.

R. Así es. Aprende rapidísimo cualquier cosa que tenga que ver con el cuerpo. A finales de los sesenta, el matrimonio cerró la compañía y se instaló en Sant Cugat. Entre tanto, Pedro Vivancos había encontrado un nuevo interés: las artes marciales. En pocos años, Vivancos acabaría dominando a la perfección varias disciplinas de lucha, como el judo, el kárate, el kendo y el iaido. Pero siempre sintió una predilección especial por el taekwondo. En 1971, con todas aquellas destrezas y conocimientos que había adquirido en sus treinta y dos años de vida, Pedro Vivancos abrió su propia escuela en un primer piso, en Sant Cugat, cerca de la estación. Enseñaba guitarra, baile (danza clásica y española) y taekwondo.

Sus clases eran muy absorbentes, tenía muchísimos alumnos.

placeholder Siete de los hijos de Pedro Vivancos han fundado una compañía de baile exitosa. (Cedida)
Siete de los hijos de Pedro Vivancos han fundado una compañía de baile exitosa. (Cedida)

P. En 1973 se divorcia, pierde la custodia de sus hijos y cambia para siempre.

R. En ese momento es cuando emprende un viaje a China, Corea y Japón de tres meses. Allí se examinó y sacó, además del quinto dan de taekwondo, cuatro cinturones negros en otras artes marciales, y también aprendió yoga, masaje chino, hipnosis, acupuntura y medicina china. Regresó de su viaje con la cabeza afeitada y vestido con un largo keikogi negro, regresó transformado en alguien distinto. Se había convertido en el Raschimura.

P. ¿No es un poco raro sacarse tantos títulos en tan poco tiempo?

R. Yo también lo pensé, pero lo cierto es que una de sus hijas me confirmó que es todo cierto, que tienen los títulos aún en casa.

P. ¿Cómo es el Vivancos que vuelve de Oriente?

R. A partir de ese momento, Vivancos impuso una vida monacal a sus discípulos, y aquel grupo de alumnos se convirtió poco a poco en algo más que una escuela. Entre
aquella comunidad, Raschimura mantenía una relación con siete mujeres (las madres), que le acompañarían toda la vida y le darían cuarenta hijos. Entre estas siete mujeres había dos que eran hermanas, y dos que eran madre e hija, así que algunos niños eran entre sí hermanos y primos, o hermanos y tíos a la vez.

Foto: Juan Carlos Aguilar, conocido como el 'falso monje shaolín'. (Efe)

P. Y Franco... ¿Qué opinaba de esto?

R. Bueno, Vivancos mantiene su actividad muy en privado hasta la llegada de la Transición. Desde fuera es solo una academia en la que el maestro impone una disciplina espartana a sus alumnos, prohibiéndoles la carne, el alcohol, el sexo...

P. Es en este momento cuando abre su clínica milagrosa, que tendrá bastante fama en la época.

R. En la clínica solo eras aceptado con muchas reservas, y los internos pagaban unas tres mil pesetas al día, aunque había abonos que habían llegado casi al medio millón. Raschimura se había convertido en una especie de místico, y su fama —se decía de él que podía curar todo tipo de enfermedades— se había extendido por buena parte del territorio.

Para Pedro Vivancos, la enfermedad no era una fatalidad azarosa, sino una expresión íntima de la propia persona. La diabetes, la esclerosis múltiple o el cáncer eran consecuencia de los desequilibrios espirituales de la persona que los padecía. De hecho, Raschimura podía llegar a afirmar con rotundidad que todas las enfermedades eran psicosomáticas, y que una persona feliz, sabia y fuerte no enfermaba nunca.

Una de sus siete mujeres fue la nieta de Pilar Franco, hermana del dictador

P. Una de las siete mujeres de Vivancos era Paloma Lago, nieta de Pilar Franco, la hermana del dictador.

R. Sí, gracias a ella puede iniciar su carrera empresarial. Era una mujer adinerada que puso en manos de Vivancos todo su patrimonio, que consistía en mucho dinero y varios chalés. Con ese dinero se fundan varios restaurantes, una fábrica de alimentos macrobióticos, una tienda de fotografía, las clínicas... parecen ideas descabelladas, pero la mayoría acaban funcionando muy bien.

P. Las clínicas son el principio del fin, ¿no es así?

R. Sí. En 1983 la Guardia Civil empieza a investigarle por ocho muertes que se han producido en sus clínicas. Es en ese momento cuando coge a su familia y discípulos y se marcha del país. Primero se va a Londres y después al norte de Canadá, a la Columbia Británica, en la isla de Maine, aunque después se desplazaron a Rock Creek, un lugar muy alejado de la civilización.

Allí, el grupo levantó una especie de comunidad utópica, que estaba gobernada por las siete mujeres, a quien los habitantes locales llamaban las Vivancas, y por Pedro Vivancos, que entonces se hacía llamar el Padre Iván.

P. ¿Cómo se financiaban?

R. Vivancos diseño un sistema por el que todos los miembros de la comunidad, en torno a 50 entre hijos, discípulos y esposas, sabían cuánto habían aportado al grupo semanalmente. Así conseguía que hubiera cierta competencia por ver cuál era el que más aportaba al grupo, normalmente dinero. Aparte, Pedro tenía planes en la cabeza: mandaba a un hijo a Nueva York y al otro a Los Angeles a ganarse la vida, por ejemplo.

En un momento dado, decidió que iban a vivir todos en un barco, de forma que envió a uno de los hijos a sacarse la carrera de ingeniero naval en la mejor universidad de Canadá. El plan era que volviese a la familia y fabricase un barco donde pudieran vivir todos, pero el muchacho se enamoró en la universidad y no volvió.

Por otra parte, puso a la familia a fabricar iconos religiosos al estilo bizantino. Vendieron muchísimo entre las iglesias ortodoxas del norte de Estados Unidos. En 1991 enviaron su primer cargamento: trescientos iconos que se esperaba que generaran un total de 1,6 millones de dólares en ventas.

P. Vivancos muere en el 96 en extrañas circunstancias, como por otra parte corresponde al líder de un culto religioso.

R. La historia que se contó es que había muerto porque un mosquito lo picó en México y le inoculó unas larvas que crecieron dentro de su cerebro y lo mataron. Pero no es cierto: Vivancos murió de cáncer.

Vivancos mintió en la causa de su muerte, porque la verdad descreditaba sus enseñanzas

P. ¿Y por qué mintió?

R. Porque él se había pasado la vida diciendo que el cáncer era una enfermedad psicosomática, que nadie sano y sabio podría contraerlo. Morir así contradecía todo lo que había predicado.

P. ¿Entonces no podemos decir que era una secta?

R. Yo no me atrevo a decir secta. ¿Qué es una secta? Verás, a raíz de este caso se crea una comisión parlamentaria para controlar el incremento de las sectas, pero nunca llegan a una conclusión precisamente porque no llegan a consensuar una definición. En cuanto a Vivancos, sus hijos nunca han considerado que creciesen en una secta, de hecho recuerdan a su padre con admiración y cariño.

Siete de ellos han formado una compañía de baile en la que hacen un espectáculo homenaje que combina music hall, flamenco, artes marciales y yoga. ¡Y son muy buenos!

A mediados de los 70, un rumor corrió por las altas esferas de Barcelona: en Sant Cugat había una clínica en la que te podían curar cualquier cosa, desde el cáncer hasta la esclerosis múltiple. A su director lo llamaban Maestro y de él se decía que había aprendido en Oriente técnicas milenarias que hacían desaparecer la enfermedad.

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