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Los vigilantes de la caja de papeles que se convirtió en la novela póstuma de Gabo
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Los vigilantes de la caja de papeles que se convirtió en la novela póstuma de Gabo

El archivo del escritor fue trasladado tras su muerte a un imponente edificio de cemento en Austin (EEUU). Así han trabajado para conservar lo que hoy ya es 'En agosto nos vemos'

Foto: El archivo de García Márquez fue donado al Harry Ransom Center tras su muerte (EFE / The Harry Ransom Center)
El archivo de García Márquez fue donado al Harry Ransom Center tras su muerte (EFE / The Harry Ransom Center)
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Pocos meses después de la muerte de Gabriel García Márquez en 2014, un enorme cargamento con sus restos atravesó el campus de la Universidad de Texas en Austin hasta llegar al gigantesco edificio brutalista que alberga el Harry Ransom Center. Esta peculiar institución lleva décadas adquiriendo los archivos personales —desde sus bocetos, manuscritos o diccionarios a los libros de su biblioteca— de los grandes escritores de los siglos XX y XXI. En este caso concreto, fueron 98 cajas de documentos, que contenían también dos máquinas de escribir Smith Corona y cinco ordenadores Apple, y 67 disquetes.

Gracias a las donaciones de sus mecenas, pagaron 2,2 millones de dólares para adquirir el archivo y que cualquier investigador en humanidades pudiera bucear en todo esto, siempre con un propósito académico, como ya se hacía con los archivos de D.H. Lawrence, Evelyn Waugh, John Steinbeck, J. M. Coetzee, Don DeLillo, Norman Mailer, Jorge Luis Borges o David Foster Wallace.

Foto: Uno de los hijos de García Márquez, durante la presentación de  la novela inédita de su padre, 'En agosto nos vemos'. EFE

La única caja perteneciente a Gabo cuya consulta estaba restringida era la que contenía los materiales de su obra En agosto nos vemos, la novela póstuma que se lanza a la venta esta semana y que llega a las librerías rodeada del celofán de la polémica, dado que el escritor colombiano no fue partidario de publicarla en vida, un deseo que inicialmente sus descendientes respetaron hasta que... dejaron de hacerlo.

"La decisión de no publicar la novela durante su vida fue decisión de García Márquez", explica a El Confidencial Stephen Enniss, director del Harry Ransom Center, "solo después de su muerte, su familia reconsideró su decisión y decidió publicarla". El centro, en casos así, no puede hacer nada. Ellos son dueños del objeto físico, de los manuscritos sobre los que se edifica el libro, pero los derechos intelectuales siguen siendo de los hijos del escritor, los hermanos Gonzalo y Rodrigo García Barcha. "Nuestro papel es garantizar la preservación de artefactos culturales como este manuscrito, y al mismo tiempo promover su mayor uso posible".

placeholder Gonzalo García Barcha, en la presentación del libro en Madrid (REUTERS / Violeta Santos Moura)
Gonzalo García Barcha, en la presentación del libro en Madrid (REUTERS / Violeta Santos Moura)

Cuando hablamos de una novela sin publicar cabe la tentación de imaginarse una única copia de En agosto nos vemos, perfectamente encuadernada y esperando a ser mandada a imprenta. En realidad, los investigadores del Harry Ransom Center hallaron múltiples versiones mecanografiadas, todas ellas con anotaciones y correcciones hechas por el propio Gabo.

De impublicable a novela póstuma

Los académicos coinciden en que la mayor parte del libro empezó a escribirse en torno a 1999, 17 años después de su Nobel y 15 años antes de su fallecimiento. Aquel año, García Márquez leyó en un acto en la Casa de América de Madrid lo que después resultaría ser el primer capítulo de esta novela: "Volvió a la isla el viernes 16 de agosto en el trasbordador de las tres de la tarde. Llevaba pantalones vaqueros, camisa de cuadros escoceses, zapatos sencillos de tacón bajo y sin medias, una sombrilla de raso, su bolso de mano, y como único equipaje un maletín de playa".

La novela cuenta la historia de Ana Magdalena Bach, una mujer de mediana edad que una vez al año viaja a la isla donde falleció su madre para ponerle flores a la difunta y los cuernos al marido. Inicialmente, el libro estaba compuesto por cinco capítulos independientes, casi como relatos. Técnicamente, es un libro de García Márquez de pura cepa; sin embargo, la estructura generaba dudas al meticuloso novelista, que no acababa de encontrar la salida en el capítulo 5. Lo reescribió varias veces, a pesar de su creciente malestar físico, pero nunca se encontró satisfecho con el resultado.

En el archivo del escritor hay cinco variaciones del libro al completo, la primera es Versión en computadora de Los Ángeles, compilada en torno a 2003, a una Versión final que García Márquez envió a su editora Carmen Balcells en julio de 2004. Entre medias, versiones intermedias con multitud de correcciones. Pero además, encontraron copias individuales de los capítulos 2, 3, 4, además de otros veinte archivos electrónicos conteniendo borradores de la obra y datados entre 2003 y 2008.

placeholder Copies of 'En agosto nos vemos' (Until August), the posthumous book by Colombian author and Nobel Prize winner Gabriel Garcia Marquez, are displayed during its presentation, in Madrid, Spain, March 5, 2024. REUTERS Violeta Santos Moura
Copies of 'En agosto nos vemos' (Until August), the posthumous book by Colombian author and Nobel Prize winner Gabriel Garcia Marquez, are displayed during its presentation, in Madrid, Spain, March 5, 2024. REUTERS Violeta Santos Moura

Aquel año salió publicada su última obra de ficción, Memoria de mis putas tristes, una obra que fue tratada con poca amabilidad por parte de la crítica. Por aquel entonces, García Márquez estaba tratándose de un cáncer linfático y además descubrió que estaba desarrollando demencia. Al comparar todo lo que estaba escribiendo con su obra anterior, encontró su quehacer carente de sustancia. Entonces tomó la determinación de retirarse de la escritura.

"El año 2005 fue el primero en mi vida en el que no escribí ni una sola línea", declaró a La Vanguardia. "No me he sentado frente a la computadora. Y además no tengo perspectiva de hacerlo".

El fascinante archivo cobijado en este bloque de hormigón en mitad de Texas muestra cómo Gabo siguió con su correspondencia privada, carteándose con medio mundo, de Woody Allen a Fidel Castro, leyendo y recopilando artículos de prensa o críticas a su trabajo, pero sin añadir una letra más a su obra publicada. Además de la novela que ahora aparece, el Harry Ransom Center almacena también bocetos y materiales para los volúmenes 2 y 3 de Vivir para contarla, sus memorias. Solo la primera parte de la trilogía vio la luz, en 2002. La demencia hizo que el colombiano abandonara también el proyecto de completarlas.

Los herederos entran en juego

En 2015, algunos colombianos comenzaron a solicitar permiso al Harry Ransom Center para chafardear el archivo de Gabo. La periodista Patricia Lara Salive, amiga del escritor fallecido, fue una de las primeras en hacerlo. Publicó en El Espectador una columna donde se asombraba del hallazgo y expresaba su "reconocimiento por la decisión de su familia de no publicar esa obra que dejó casi lista, como han hecho algunos familiares de escritores fallecidos. Es que la tentación de hacerlo, editándole apenas unos detalles, debió haber sido grande".

Los hijos, sin embargo, habían sucumbido a la tentación y contactado con el editor Cristóbal Pera, el hombre que había trabajado con García Márquez en su primer volumen de memorias. "Él fue quien ayudó con la edición de las múltiples versiones del manuscrito", confirma Enniss. El hombre, en definitiva, que tejió los puentes entre esas versiones llenas de anotaciones en rojo y el libro en su formato final.

Aunque las cajas de En agosto nos vemos eran las únicas precintadas, el director del centro texano no cierra la puerta a ver más material de García Márquez en un futuro. Al final, todo depende de la magia de los investigadores y la creatividad de los editores: "Todos los archivos que tenemos son una mezcla de material publicado y no publicado", explica. "Uno tendría que estudiar de cerca todas las versiones para determinar qué fue eliminado y abandonado antes de la publicación. Este es un trabajo en el que los investigadores se comprometerán en los próximos años, y un archivo de esta amplitud y profundidad sin duda seguirá ofreciendo nuevas revelaciones y descubrimientos en los próximos años".

placeholder El escritor colombiano en marzo de 2014, apenas un mes antes de morir (EFE / Mario Guzmán)
El escritor colombiano en marzo de 2014, apenas un mes antes de morir (EFE / Mario Guzmán)

Hace doce años, el Harry Ransom ya vivió una situación parecida con uno de los autores cuyo archivo adquirieron. Se trataba de David Foster Wallace, cuya novela póstuma El Rey Pálido fue hallada junto con sus otros papeles en su oficina, situada en el garaje de su casa. Su viuda y su editora encontraron cientos de páginas de un libro del que Wallace apenas había hablado. En este caso, fue tarea de Michael Pietsch, el editor con el que trabajó en La Broma Infinita, recopilarlo todo y darle forma. Enniss le quita pompa al asunto.

"La historia de la literatura está llena de ejemplos de novelas inacabadas publicadas póstumamente, por ejemplo El misterio de Edwin Drood, de Charles Dickens; El Jardín del Edén de Ernest Hemingway o, como usted dice, El Rey Pálido de David Foster Wallace", señala. "En cada caso, un editor debe tomar decisiones creativas sobre la selección de texto de, a veces, múltiples borradores y decidir qué merece ser incluido y qué está demasiado inacabado o tentativo para incorporarlo al trabajo publicado".

"En diversos grados", dice Enniss, "el editor se convierte en una especie de coautor en estas circunstancias".

Pocos meses después de la muerte de Gabriel García Márquez en 2014, un enorme cargamento con sus restos atravesó el campus de la Universidad de Texas en Austin hasta llegar al gigantesco edificio brutalista que alberga el Harry Ransom Center. Esta peculiar institución lleva décadas adquiriendo los archivos personales —desde sus bocetos, manuscritos o diccionarios a los libros de su biblioteca— de los grandes escritores de los siglos XX y XXI. En este caso concreto, fueron 98 cajas de documentos, que contenían también dos máquinas de escribir Smith Corona y cinco ordenadores Apple, y 67 disquetes.

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