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Los chicos de la Cañada Real llegan a la alfombra roja de los Goya 2024
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Los chicos de la Cañada Real llegan a la alfombra roja de los Goya 2024

El cineasta Guillermo García López lleva cinco años trabajando e impartiendo talleres en la Cañada Real, donde ha rodado el cortometraje 'Aunque es de noche', candidato a los premios

Foto: Fotograma de 'Aunque es de noche'. (Cedida por MadAvenue)
Fotograma de 'Aunque es de noche'. (Cedida por MadAvenue)

La Cañada Real se extiende a lo largo de 15 kilómetros, lo suficientemente alejada de los habitantes de Madrid como para que estos se hayan olvidado de ella, sumidos en la vorágine de la rutina. Aunque no lo suficiente como para que las 7.283 personas —2.548 menores, todo según datos de la Comunidad de Madrid— de la propia Cañada (que viven en una situación irregular desde la década de los 60) no puedan vislumbrar los edificios de la ciudad a lo lejos, en su día a día. Incluso cuando es de noche.

Aunque es de noche, un homenaje a ese cantar del alma de San Juan de la Cruz, es también el nombre del cortometraje de Guillermo García López que el próximo 10 de febrero se batirá en los 38 premios Goya en la categoría de mejor corto de ficción. Un nombre que encierra una triste realidad, pues el 2 de octubre de 2020 Unión Fenosa cortó el suministro eléctrico de los sectores cinco y seis de la Cañada.

Guillermo García cuenta en tan solo 16 minutos la intrahistoria de la Cañada Real desde los ojos de un niño —Toni (Antonio Fernández)— que acaba de descubrir que su mejor amigo, Nasser, se va a vivir a Francia y le abandona para siempre. El cortometraje se adentra en un día normal de los dos amigos, en el que Toni escucha historias y leyendas a la única luz de un fuego que crepita, fuma y recorre los pasajes inhóspitos de la Cañada observando Madrid a lo lejos —"veo el futuro", señala— o trata de registrar a su amigo con la cámara de un móvil, dejándonos así algunos de los fotogramas más bellos y evocadores del filme.

placeholder Escena del rodaje, cedida por MadAvenue.
Escena del rodaje, cedida por MadAvenue.

En realidad, el nombre del corto es casi profético, según cuenta Guillermo García en entrevista con El Confidencial, pues empezó a rodar en la Cañada antes del corte de luz. "La idea de rodar surgió de una intuición nada más que puse el pie aquí. Por entonces estaba rodando Frágil equilibrio —película de 2016—, siguiendo a varias familias en el proceso de desahucio tras la crisis de 2008. Me encontraba en Valdecarros en un edificio que era salvaje lo que pasaba ahí: era un edificio de viviendas de protección oficial que había sido comprado por unos fondos buitre (no recuerdo si eran de IVIMA o EMVS, no sé si Ayuntamiento o Comunidad de Madrid) que no habían conseguido echar a la gente que vivía ahí en alquiler social".

El cineasta se interesó por la Cañada Real tras conocer los desahucios de unas familias por culpa de unos fondos buitre

Nota: Desde El Confidencial hemos podido comprobar que las viviendas en concreto se encontraban en calle Eduardo Chillida, en el PAU de Vallecas y que eran, en este caso, de IVIMA.

"Era alucinante porque utilizaron a personas en situación de vulnerabilidad del sector seis de Cañada Real, en la linde de Madrid con la ampliación de Vallecas, gente en pésimas condiciones de vida, a la que prometieron viviendas a cambio de okupar este edificio. Es decir, intentaban que la gente que estaba ahí de alquiler se fuera, forzándolos, generando una situación de violencia en el edificio. ¿Qué pasó? Al final echaron a unos y a otros, a los de Cañada y a los de alquiler", añade.

"¿Por qué te cuento todo esto, que no lo suelo contar en entrevistas? Porque me parece realmente maquiavélico y terrible, una situación de manipulación absoluta hacia las personas vulnerables. Aquello me llevó a preguntarme qué había tras esas colinas, y fui a Cañada Real esos mismos días y descubrí ese lugar, completamente distanciado de Madrid, que parecía otro espacio y otro tiempo, y me impactó. Yo, personalmente, cuando hago películas es porque una emoción me ha atravesado, o quizá porque hay un universo que desconozco y podré llegar a conocer a través del cine. Entonces, a partir de 2019, me puse a trabajar en la zona (tras terminar Frágil equilibrio). De hecho, cuando empecé a rodar ahí no se había cortado el suministro, yo entendí que hacer una película decente iba a llevar mucho tiempo en el que tendría que convivir, liberarme de los constructos sociales o conocer lo cotidiano, los matices, las pequeñas cosas. Empecé a pasar tiempo en la Cañada, conociendo familias y establecí una relación con ellas. Después hice talleres de cine con chavales y más tarde, en 2020, fue cuando se cortó la luz", señala.

"La película es una experiencia vital, una mirada, la síntesis de mi paso por ahí… Sería demasiado pretencioso decir que es la verdadera Cañada"

"Cuando estaba ahí no solo quería hacer un corto, unos talleres de cine o un largometraje —que estoy preparando ahora—, yo entré ahí con los ojos cerrados y buscando un camino. El cine es para mí una forma de vivir, algo cotidiano, y eso buscaba. La Cañada se ha quedado al margen del mundo y se les han negado necesidades básicas, como la cultura. Las asociaciones de vecinos han conseguido regenerarla y nosotros también queríamos que la película formara parte de la comunidad, que el casting se hiciera puerta a puerta para que las familias entendieran lo que era hacer una película. Después hice talleres de interpretación".

placeholder Escena del rodaje, cedida por MadAvenue.
Escena del rodaje, cedida por MadAvenue.

Como con otras películas en las que los actores son jóvenes en situación de vulnerabilidad (la mítica Ciudad de Dios o la más reciente Los reyes del mundo de la colombiana Laura Mora Ortega), el espectador se cuestiona forzosamente cuánto de lo que ve forma parte del guion y cuánto se ha dejado a la improvisación. "Se hace poco a poco", explica el cineasta. "Sin querer, de repente, estamos dentro de una película y entramos en el juego. Yo no tengo una especie de dogma, he combinado tanto actores profesionales como naturales, pero sí vengo del cine de lo real y quería una ficción con personajes que fueran de ahí. La película es una experiencia vital, una mirada, la síntesis de mi paso por la zona… Sería demasiado pretencioso decir que esa es la verdadera Cañada".

"Con que se vea auténtica y ellos se vean representados me vale, no quiero hacer un paradigma de nada. Cuando trabajo, lo hago desde un guion sólido donde todo está escrito y que me sirve como brújula, pero tampoco tengo esa idea de 'lo que he escrito lo ha escrito Dios y es inamovible'; los actores no han leído una línea del guion, pero han trabajado a partir de él, pero no hay un método que valga para todo el mundo por igual. Con algunos —de los actores— trabajo la repetición mecánica, desde un punto de vista más Bressoniano, con otros les explico más a fondo. A algunos les viene muy bien pensar y a otros muy mal porque son muy autoconscientes. Mi trabajo es bastante fluido aunque parta de un plan muy sólido", recalca.

La nominación a los Goya

"Ha sido una felicidad máxima", confiesa, acerca de sus sensaciones sobre la nominación. "Compartir la ilusión con la gente de aquí es increíble. La peli es suya, en los éxitos y fracasos vamos juntos, y es muy bonito, es una aventura que estamos haciendo juntos. Cuando vamos a un festival, vamos todos y compartimos un rato, la magia del cine tiene esas cosas. Estrenamos hace poco el corto en la propia Cañada y fue increíble cómo, de pronto, la realidad y la ficción se entremezclaban. Ver a esos chavales que durante el día tienen una hiperactividad y una verborrea muy grande absolutamente callados, absortos, mirando la pantalla e hipnotizados por el cine…, y de repente, en esa fábula que están viendo en imágenes…, ¡aparecen ellos dentro! Es muy bonito".

"Es increíble ver a esos chavales, que durante el día tienen tanta hiperactividad, absortos mirando la pantalla e hipnotizados por el cine"

"Yo ya llevo cinco años trabajando en la Cañada Real y suma y sigue, porque ahora estoy preparando ahí un largometraje que será otro mundo dentro del mismo universo, como mínimo estaré otros dos años más. Me ha dado tiempo a reflexionar y cuestionarme muchas cosas. No debemos olvidar el privilegio, y eso se extiende a muchas otras situaciones que se ven en la industria y en el mundo", concluye.

Desde 2020, la luz no ha vuelto a los sectores cinco y seis de la Cañada Real. La Comunidad de Madrid plantea desplegar 13 líneas de alta tensión en la zona.

La Cañada Real se extiende a lo largo de 15 kilómetros, lo suficientemente alejada de los habitantes de Madrid como para que estos se hayan olvidado de ella, sumidos en la vorágine de la rutina. Aunque no lo suficiente como para que las 7.283 personas —2.548 menores, todo según datos de la Comunidad de Madrid— de la propia Cañada (que viven en una situación irregular desde la década de los 60) no puedan vislumbrar los edificios de la ciudad a lo lejos, en su día a día. Incluso cuando es de noche.

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