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Una noche en la Cañada Real, la ciudad sin luz
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76 EDICIÓN DEL FESTIVAL DE CANNES

Una noche en la Cañada Real, la ciudad sin luz

El director Guillermo García López llega a la Sección Oficial de cortos de Cannes con un drama rodado dentro del poblado madrileño, donde actualmente viven casi 9.000 vecinos

Foto: Una imagen de 'Aunque es de noche', de Guillermo García López. (Salon Indien Films)
Una imagen de 'Aunque es de noche', de Guillermo García López. (Salon Indien Films)

Son casi quince kilómetros entre Madrid y Coslada, construidos a lo largo de la Cañada Real Galiana, la vía pecuaria que conectaba La Rioja y Ciudad Real. Eran unas tierras de dominio público que permitían la construcción de pequeños huertos y casetas para el descanso de los agricultores y ganaderos que utilizaban la cañada. La España subdesarrollada y famélica de posguerra se vio obligada a emigrar a la ciudad y en los años cincuenta empezaron a aparecer los primeros asentamientos: si se permitía construir un huerto y una caseta, quien dice una caseta dice una casa y, por qué no, hasta un caserón. La gente cogía unas estacas y unos cables y delimitaban una parcela en medio de la nada, y si al tiempo nadie había pasado a reclamarla, ya la consideraban suya.

En España, muchos barrios nacieron de esta misma manera y acabaron integrándose de manera perfectamente legal en el mapa urbano. Pero la Cañada Real se ha convertido en el asentamiento irregular más grande de España, e incluso, de Europa, según medios como El Mundo: las cifras basculan entre los 7.000 y los 9.000 habitantes que viven en todo tipo de inmuebles, desde chabolas hasta chalets de varios pisos. La Cañada Real se divide en seis sectores y son el 5 y el 6 los que desde 2020 viven sin luz y en pleitos contra la compañía Naturgy para que restablezcan el servicio.

En el año 2015, Guillermo García López se adentró por primera vez en la Cañada Real durante el rodaje del documental ganador del Goya Frágil equilibrio, en el que rastreó varias historias en distintas partes del mundo (Japón, Marruecos y España) conectadas por su relación con el trabajo, la propiedad y la integridad personal en una sociedad de consumo turbocapitalista, explotadora y desigual. Ocho años después, García López lleva a la competición de la 76 edición del Festival de Cannes Aunque es de noche, un cortometraje ambientado en la Cañada Real alrededor de la amistad y la pérdida de la inocencia de dos chavales, Toni -de etnia gitana- y Nasser -de ascendencia marroquí-. Una historia iniciática que mezcla la mirada casi antropológica alrededor de los ritos, el relato y la tradición, la aproximación documental a las condiciones de vida en la Cañada y los ecos de cine al estilo de Cuenta conmigo, la última gran aventura de unos amigos que se preparan para pasar a la edad adulta.

"Con Frágil equilibrio fue cuando entré por primera vez en el Sector 6, que es el que más me ha conmovido, porque es el más distante de todo, el más desplazado. Desde el principio era un lugar que me atraía por su situación límite, por esa cosa de frontera entre lo urbano y lo rural, entre lo natural y lo mágico. Empecé a hacer entonces talleres de cine con los chavales -niños y adolescentes- en los que grabábamos cosas con el teléfono móvil. Allí fui conociendo a muchas familias", cuenta García López desde Cannes. "El corto parte de una imagen, la de un niño que reclama su infancia, mientras la infancia se marcha volando y se pierde en la noche. Partí de esa idea de pérdida; Toni, el protagonista, se enfrenta a la pérdida de un amigo, pero también a la pérdida de una forma de mirar, que es la mirada de la infancia, y es lo que la película quiere capturar".

placeholder Antonio Fernández es Toni, el protagonista magnético de 'Aunque es de noche'. (Salon Indien Films)
Antonio Fernández es Toni, el protagonista magnético de 'Aunque es de noche'. (Salon Indien Films)

García López preparó un casting inusual para la película, llamando puerta por puerta a los vecinos y entrevistándolos en sus casas. Hasta que encontró a Antonio Fernández, Toni en la película, un rostro magnético y un manojo de nervios y desparpajo que se hace con la pantalla. "Toni tiene cosas de señor mayor que son preciosas, porque es un niño, lo que supone un contraste muy fuerte. Es un chaval que sigue teniendo ilusión y que puede mirar con esa perspectiva más mágica", cuenta el director. "Con la directora de casting, Elena Saura, nos metimos en proceso muy bonito, porque en el casting la gente empezó a darse cuenta de que estaba pasando algo. Fue un proceso a nivel documental muy interesante. Tú estás entrando en las casas de sus vecinos y les haces una entrevista para que hablen de ellos. Y es un material que tiene mucho valor documental. El casting sirvió muchísimo para cambiar el guion. No solo de lo que me contaron los actores, sino al conocer los espacios".

Desde 2015, el director ha visto cómo la Cañada se ha ido degradando. "Es un mundo que se acaba, eso se ve. Pero se acaba muy lentamente, se va desangrando poco a poco. La situación sigue siendo terrible, porque viven sin luz, aunque ya no salga en las noticias. Utilizan generadores de corriente, motores de gasolina-la gasolina está muy cara-, paneles solares -quien tiene más dinero-, y fuego en invierno. Las casas están preparadas para calentarse con el fuego", cuenta. "Están realojando muy poco a poco, pero parece que va para largo. No quiero elucubrar demasiado, porque hay mucha desinformación. Las familias viven en una desinformación absoluta sobre su futuro. Se escuchan rumores, pero poco más. Hay un interlocutor con el Comisionado de la Cañada Real y existen asociaciones, pero es todo muy difuso y las familias están muy desamparadas".

placeholder Otro de los momento de 'Aunque es de noche'. (Salon Indien Films)
Otro de los momento de 'Aunque es de noche'. (Salon Indien Films)

García López ha querido ir más allá de las imágenes de la Cañada Real que se han hecho familiares para quienes vivimos fuera de ella, normalmente relacionadas con la delincuencia. "Las imágenes tienen mucho poder. Muchas veces, las imágenes que ellos ven en su casa, en el programa de turno, los representa de una determinada manera y ellos mismos se cuestionan si son como los retratan. Y al final acaban casi mostrándose de la misma forma de la que los han representado. Eso es tan maquiavélico", critica. "A veces los medios que visitan la Cañada, ¿qué pasan, dos horas allí? O van con una historia preconfigurada, con estereotipos de toda la vida. Y pasan con el coche y graban desde dentro del coche, como en un safari, con lo que se crea una distancia. La idea de la película parte también de cambiar esas imágenes, de plantarse cómo configuran la realidad las imágenes. Por eso los protagonistas filman sus propias imágenes con su móvil, que dialogan como un juego con otras imágenes que hemos hecho nosotros con un soporte radicalmente diferente como es el 16mm".

"La búsqueda consistía en registrar imágenes y observar, intentando que la parte más narrativa estuviese entrelazada con la observación. Los rostros, las manos, tienen mucho que contar y son necesarias para empatizar y conocer a esas personas. Hemos intentado que siempre hubiese un espacio de libertad para poder grabar eso", prosigue. "Tomamos la decisión política de no hacer una película sobre el problema del Sector 6, sino una peli en ese contexto. Yo creo que el cine se debe centrar en lo humano, en esos sentimientos. Cualquiera que haya perdido un amigo entiende el drama". El rodaje principal duró seis días dentro de la Cañada, aunque después el director y los protagonistas quedaron en sus ratos libres para grabar las imágenes de móvil que se integran en la película.

"A veces los medios que visitan la Cañada, ¿qué pasan, dos horas allí? O van con una historia preconfigurada, con estereotipos de toda la vida"

Resulta interesante conocer la mirada que tienen los extranjeros, los que han podido leer el guion o ver el corto en el marco de Cannes, sobre la existencia de un asentamiento de tal magnitud en Europa, supuesta tierra de los derechos sociales. "A la gente le llama mucho la atención que sea Europa. Llevan asentados allí desde los años 50, desde las migraciones del rural, de sitios como Extremadura. Al llegar se quedaban en las afueras y luego ya conseguían entrar en la ciudad. Este asentamiento, como está situado en una vía pecuaria donde, en principio, no se podía edificar, fue creciendo a la espalda de la dictadura. En los 90 llega una oleada de inmigración magrebí y luego en los 2000 se desmantelan distintos poblados de venta de drogas en Madrid y, ¿qué pasa, desaparecen por arte de magia?, al final acaban aquí, lo que ha convertido la Cañada en una olla a presión. Y ahora, con lo de la luz, ya es el colmo. Les están forzando a que se vayan. Y esta vez por las malas".

Son casi quince kilómetros entre Madrid y Coslada, construidos a lo largo de la Cañada Real Galiana, la vía pecuaria que conectaba La Rioja y Ciudad Real. Eran unas tierras de dominio público que permitían la construcción de pequeños huertos y casetas para el descanso de los agricultores y ganaderos que utilizaban la cañada. La España subdesarrollada y famélica de posguerra se vio obligada a emigrar a la ciudad y en los años cincuenta empezaron a aparecer los primeros asentamientos: si se permitía construir un huerto y una caseta, quien dice una caseta dice una casa y, por qué no, hasta un caserón. La gente cogía unas estacas y unos cables y delimitaban una parcela en medio de la nada, y si al tiempo nadie había pasado a reclamarla, ya la consideraban suya.

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