Es noticia
El libro de autoayuda sobre el alcoholismo que ganó todos los premios literarios
  1. Cultura
Entrevista

El libro de autoayuda sobre el alcoholismo que ganó todos los premios literarios

El rumano Cristian Fulas empezó 'La vergüenza' tras desintoxicarse del alcohol, y lo que en principio era un libro terapéutico se acabó convirtiendo en un bello ejercicio de literatura sobre el acto de quererse y querer a los otros

Foto: 'La vergüenza' de Cristian Fulas.
'La vergüenza' de Cristian Fulas.

La caída a los infiernos de la adicción y la posterior redención es un clásico en la literatura. O el descenso al abismo, sin más. Incluso la propia vida infeliz del escritor alcohólico y drogadicto que se acaba matando de un disparo o desahuciado. Lo que ya es más raro es que un libro que aborda la adicción del autor y su curación se convierta a la vez en un bello ejercicio literario sobre el amor a uno mismo y a los otros, que gane todos los premios literarios y que lance a su creador al estrellato de las letras. Eso es lo que ocurrió con Cristian Fulas (Caracal, Rumanía, 1978) y La vergüenza (Automática Editorial) en 2016 y que ahora llega traducido por primera vez al español por Borja Mozo Martín. Y, desde luego, es uno de los libros más bonitos del año.

“Cuando empecé a escribirlo era un libro bastante simple. Sin ningún tipo de estilo. Simplemente la historia. Pero no estaba bien, así que borré todo el documento y empecé otro de nuevo. Y tampoco me gustó. Así que empecé un tercero y lo publiqué. Y en 2016 no sé cómo ocurrió, pero gané todos los premios literarios rumanos. Nunca fue pensado como un libro literario, pero se convirtió en eso”, cuenta el propio Fulas por teléfono a El Confidencial.

La vergüenza cuenta, más o menos, su historia. La de un treintañero que cada día se calza unas cuantas botellas de alcohol duro adornadas con drogas varias y que, gracias a su familia, acaba internado en una clínica de desintoxicación. En realidad, el libro es el proceso de desenganche. Es la terapia. Es el contacto con otros compañeros adictos. Es un retrato de lo que es una adicción (que pudiera ser al alcohol u a otra cosa), cómo funciona en tu cerebro y cómo intentar acabar con ella.

“En 2007 empecé la terapia. Era un pequeño centro en Rumanía cerca de un pueblo pequeño. Y el comienzo de este libro fue un intento de ayudar a otras personas. Era un libro de autoayuda. No sé cómo se convirtió en otra cosa, pero ocurrió”, relata.

placeholder El escritor rumano Cristian Fulas es una estrella en su país. (Andrei Păcuraru)
El escritor rumano Cristian Fulas es una estrella en su país. (Andrei Păcuraru)

Tras leerlo es posible dar una respuesta: porque página tras página lo que hay no es una sucesión de estados alcohólicos catastróficos, sino magia literaria. El escritor se adentra en la psique y, de forma muy sencilla —aquí no hay ninguna filigrana ni barroquismo lingüístico—, te desgrana cómo esa mente obtusa y llena de alcohol se va aclarando. El mismo título, La vergüenza, ya remite a estados de ánimo que va sufriendo el protagonista y que el autor es muy capaz de transmitírselos al lector.

“Sé algunas cosas sobre la adicción. Las he sentido en mi propia piel. Y, de todas ellas, la vergüenza es el asunto central en una adicción. Es la vergüenza hacia los otros, la vergüenza que sientes hacia ti mismo cuando bebes o tomas drogas porque no puedes parar. La adicción te causa mucho placer. Si bebes te sientes bien. Pero después todo empieza a volverse más oscuro… Y entonces llega la vergüenza. Primero la vergüenza hacia los otros y, cuando llega lo peor, la vergüenza que sientes de ti mismo. Es decir, no puedes vivir contigo mismo, no te soportas. Y lo que haces es beber o drogarte para olvidar esa sensación. Y esa es tu vida. Por eso, la vergüenza está en el centro”, resume.

Y la negación del problema. Como va relatando esta novela, el adicto no quiere ver que es un adicto y mucho menos que nadie se lo diga. Hay párrafos donde Fulas escribe, como si fuera escritura automática, “no soy un adicto, no soy un adicto, no soy un adicto, no soy un adicto, no soy un adicto, no soy un adicto, no soy un adicto, no soy un adicto, no soy un adicto, no soy un adicto, no soy un adicto, no soy un adicto”.

"La vergüenza es el asunto central en una adicción. Es la vergüenza hacia los otros, la vergüenza que sientes hacia ti mismo"

“La cosa es que incluso en terapia nadie quiere admitir que es un adicto porque lo que no queremos es dejar nuestra adicción. Si tú admites que eres un adicto, entonces quieres dejarlo. En realidad, en terapia la gente está porque se quiere “tomar un descanso”, pero no dejarlo. La gente dice: “Me tomo un descanso y luego ya veo lo que hago”. Y lo que suele ocurrir es que la gente se toma ese descanso y luego se muere”, comenta con una ligera carcajada que denota el tiempo de curación, la distancia del problema. Pero sí, hay muertos en el libro y no son agradables.

Ahora bien: es un libro luminoso. Es una historia que camina, poco a poco, a veces a trompicones, hacia la luz. Es un libro que reconforta porque aparecen muchas cosas positivas. Una de ellas es que el protagonista aprende a quererse. Y otra es que la gente te ayuda cuando estás mal.

“Esa es una de las cosas reales que aparecen en el libro. Y, de hecho, todavía somos amigos después de 15 años. Todavía nos vemos y nos seguimos ayudando el uno al otro. Lo que ocurre es que, cuando entras en una clínica, todo tu pasado desaparece y lo único que te queda es la terapia y todo lo que la rodea. Ese es en el mundo en el que tienes que vivir. No se habla mucho, pero son los que están ahí si los necesitas”, comenta, aunque se muestra menos optimista con respecto a lo que ocurre en general en nuestro mundo y no solo en el reducido ámbito de la clínica: “Tristemente, vivimos en un mundo en el que la gente ha dejado de hablar los unos con los otros. Lo que hay ahora es silencio”.

Dos años aislado

Cuando Fulas terminó la terapia se fue a vivir a la montaña. Estuvo dos años aislado. La salida se la había proporcionado otro adicto de la clínica que había montado un pequeño hotelito allí. Pudo hacerlo en parte porque no tenía familia y eso, reconoce, fue algo muy bueno. “La mayoría de los adictos destruyen todo lo que tienen alrededor porque ellos tienen un mundo. Yo, sin embargo, no tenía nada. No estaba casado, mis padres habían muerto, no tenía parientes… Estaba solo. Por lo tanto, fue bastante fácil acabar con el pasado. Lo único que había que recuperar era a mí, así que estaba en una situación muy buena. Lo normal es que los adictos, tras pasar por la clínica, regresen a su casa, y allí está el problema real. Pero yo me fui a las montañas para cuidar ese hotel. Y no había nada más. Esa era mi vida. Monté un taller e hice estatuas tallando madera. En realidad, esperando a que pasara el tiempo”, desvela.

Fueron dos años en los que trabajó con la madera y leyó. Toda la literatura del mundo. Ya antes había sido un denodado lector (y había trabajado como traductor), pero durante esta experiencia multiplicó las lecturas. “Necesité ese tiempo de estar solo para reflexionar sobre mi vida. Leí y dejé que pasara el tiempo. Y después monté una pequeña editorial. Empecé a traducir libros y publicarlos con mi propio dinero. No era autoedición porque yo compraba los derechos. Pero no pagaba a nadie. Yo lo hacía todo, las portadas y todo”, subraya.

placeholder El escritor Cristian Fulas. (Andrei Păcuraru)
El escritor Cristian Fulas. (Andrei Păcuraru)

Fue así como llegó a la escritura de este libro. “Lo escribí cinco o seis años después de dejar de beber, por lo que no me ayudó a dejarlo, pero sí me ayudó a comprender algunas cosas. Entendí que las mejores cosas y las peores cosas del mundo pueden ocurrir. Cuando entras en terapia porque decides acabar con la adicción, tienes que empezar a vivir tu propio mundo porque no vas a encontrarte con tus amigos nunca más. Ese es el primer paso. A la hora de escribir, lo que aprendí fue a crearme otro mundo alrededor porque lo que pierdes es todo lo que tenías hasta entonces. Lo que pierdes es todo tu pasado. Dejas de tener un pasado”.

Su nuevo mundo fue la montaña y después la editorial y los libros. Publicó La vergüenza, se convirtió en un escritor de éxito en su país y su vida cambió. “Me convertí en un escritor profesional hasta hoy. Y traductor. Y eso es a lo que me dedico. Y todavía no sé cómo ocurrió. Quizá porque es muy fácil pasar de una adicción a otra como la escritura y la lectura. Ese es en realidad mi mundo perfecto porque a mí no me gusta hablar, no necesito tener amigos, yo puedo estar muy a gusto con mi portátil y mis libros. Eso es lo que me equilibra. Es el mundo de un adicto”.

"Es muy fácil pasar de una adicción a otra como la escritura y la lectura. Ese es en realidad mi mundo perfecto"

De hecho, su último gran proyecto es la traducción de los siete tomos de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, donde ha invertido los últimos cinco años de su vida. Espera terminar el próximo febrero. Es un trabajo que también le ha enseñado mucho sobre el lenguaje, aunque la musicalidad y melodía del fraseo Fulas ya la lleva de casa. La vergüenza es un libro lleno de matices rítmicos. A veces más cortante, a veces más sinuoso y otras más recargado. Hay prosa y poesía. Hay todo un juego musical.

Como ocurre con Proust: “Es bonito, pero es extremadamente difícil. Incluso aunque el francés y el rumano se parezcan, pero el tema es que, cuando trabajas con Proust, tú tienes que entender que su francés no es realmente francés. Y tu rumano como traductor tampoco puede ser el rumano real. Debe ser el lenguaje que Proust inventó. Tiene que ver con una visión… Y espero que se entienda, porque si no habré perdido cinco años de mi vida”, resume.

Mientras tanto, él seguirá lidiando con lo que ocurrió 15 años atrás. El escritor desmitifica cualquier imagen del creador alcohólico o drogadicto. “Nunca vas a estar bien. Cuando eres un alcohólico lo vas a ser siempre. Yo seré un adicto hasta que me muera. Yo me puedo tomar un descanso, que en mi caso dura ya 15 años, pero es solo un descanso, no es que haya acabado con toda la adicción. Es verdad que ahora mismo estoy mucho mejor, pero creo que toda una vida entera no es suficiente para acabar con una adicción. Esa es mi experiencia. No estoy nada seguro de que 15 años sean suficientes”, zanja.

La caída a los infiernos de la adicción y la posterior redención es un clásico en la literatura. O el descenso al abismo, sin más. Incluso la propia vida infeliz del escritor alcohólico y drogadicto que se acaba matando de un disparo o desahuciado. Lo que ya es más raro es que un libro que aborda la adicción del autor y su curación se convierta a la vez en un bello ejercicio literario sobre el amor a uno mismo y a los otros, que gane todos los premios literarios y que lance a su creador al estrellato de las letras. Eso es lo que ocurrió con Cristian Fulas (Caracal, Rumanía, 1978) y La vergüenza (Automática Editorial) en 2016 y que ahora llega traducido por primera vez al español por Borja Mozo Martín. Y, desde luego, es uno de los libros más bonitos del año.

Literatura Libros