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Antonio Gala, el hombre generoso
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LA MUERTE DEL ESCRITOR

Antonio Gala, el hombre generoso

Si su obra literaria es capital, su verdadero legado, sin duda, es la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores

Foto: Antonio Gala y Ben Clark, en la sede de la fundación del escritor. (Agustín Rivera)
Antonio Gala y Ben Clark, en la sede de la fundación del escritor. (Agustín Rivera)

La noticia de la muerte entra por la puerta y el talento para escribir sale por la ventana. Porque este no es un artículo descongelado, recalentado por el morboso microondas mediático. Escribo, además, mientras no deja de sonar el teléfono con mensajes de medios y de amigos.

Sobre todo, de amigos. Amigos que conocieron a Antonio y muchos, muchos otros, que no lo conocieron, pero que saben que algo ha sucedido hoy en este país, algo muy distinto a las elecciones, pero con una importancia, si no parecida, desde luego imposible de desdeñar: se ha ido una de sus voces, justo el día en el que el país entero está llamado a hablar, una de sus voces más necesarias se ha callado para siempre.

Siempre fue a contracorriente: desafió las órdenes del padre para hacerse poeta; desafió la España rancia y homófoba

Cuando se habla de Antonio Gala, no tarda en aparecer el adjetivo mediático. Yo mismo he utilizado la palabra al principio de esta columna. Se suele pensar en él como un escritor que se lanzó a lo fácil, a lo comercial (cuando entré en la Fundación Antonio Gala, en 2004, este fue, precisamente, el reproche que hizo uno de mis profesores más admirados de la carrera, el experto en teatro Emilio de Miguel, que lamentaba que no hubiera destinado su indiscutible genio a evolucionar más como dramaturgo). Sin embargo, pensando (como ahora pienso) en la vida de Antonio, se me ocurre que es justo al revés, siempre fue a contracorriente: desafió las
órdenes del padre para hacerse poeta (después de sacarse todos los títulos exigidos); desafió la España rancia y homófoba para ser divertido, crítico y libre; fue el más andaluz, a pesar de haber nacido en Brazatortas, Ciudad Real; convirtió la poesía en superventas cuando nadie compraba poesía; se convirtió en un escritor famoso cuando casi no existían los escritores famosos y, para rematar, en un país seducido por el capitalismo salvaje, construyó a principios del milenio una utopía que, por seguir con las referencias a J. A. Goytisolo, no servía para nada: un refugio para creadoras y creadores jóvenes, un lugar donde pudieran dedicarse única y exclusivamente a su propia obra, la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores.

Me preguntan hoy por su legado. Y sí, la obra literaria es capital, sobre todo ese teatro que mi querido profesor hubiera querido ver evolucionar —aunque yo me quedo con la poesía, con un poemario que podría justificar, ya, que su nombre estuviera en todos los manuales de literatura contemporánea en español: Enemigo íntimo, publicado en 1960, accésit del Premio Adonáis (que obtuvo ese año Francisco Brines)—. Pero su verdadero legado, sin duda, es la Fundación Antonio Gala. Hay que entender que solo una persona con el poder mediático (otra vez, la palabra), la capacidad de persuasión –si le gustaba tu reloj o tu sombrero, estabas perdido– y la tenacidad de Antonio podría haber convencido a tanta gente de que reformar íntegramente un convento del Corpus Christi del siglo XVII y dotarlo de personal para que allí se alojaran más de una docena de artistas de entre 18 y 25 años (ahora 30) sin pedirles nada a cambio era una buena idea.

placeholder El escritor Antonio Gala. (EFE)
El escritor Antonio Gala. (EFE)

En la España sin freno de principios de siglo, cuando todo el mundo invertía en el ladrillo, Antonio Gala invirtió –y consiguió que muchos otros invirtieran– en el futuro de la creación de este país. Y hay que recordar que podría haberse ahorrado el esfuerzo, podría haberse dedicado, simplemente, a vivir tranquilo y a escribir. Más de veinte años después, es fácil congratularse y estar de acuerdo en que fue una buena idea: allí están los premios más importantes en todas las disciplinas artísticas que han desarrollado los más de trescientos residentes que han disfrutado de la beca; allí están las carreras de escritoras y escritores, de compositores, de artistas plásticos y de poetas que recibieron el primer impulso, el primer —y a veces único— "creo en ti" de sus carreras. Me siento cerca de ellos hoy, como poeta, como exresidente, como patrono de la Fundación y, sobre todo, como persona que amó a Antonio Gala como ellos, cada uno a su manera, lo amaron.

Gracias, Antonio, el dolor de este día no puede empañar la alegría que gobernó tu vida. Y te tenías que morir hoy, en plena Feria del Libro de Madrid y con las elecciones. Traerás locos a tus editores, a los periodistas y a los políticos. Estoy seguro de que lo has hecho a posta, malandrín.

Ben Clark es poeta y patrono de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores

La noticia de la muerte entra por la puerta y el talento para escribir sale por la ventana. Porque este no es un artículo descongelado, recalentado por el morboso microondas mediático. Escribo, además, mientras no deja de sonar el teléfono con mensajes de medios y de amigos.

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