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El británico que quiere donar 450 vinilos a las instituciones españolas (y no encuentra sitio)
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Problemas de conservación

El británico que quiere donar 450 vinilos a las instituciones españolas (y no encuentra sitio)

El periodista William Chislett, en España desde 1986, quiere ceder la colección de discos de su padre, musicólogo en Ofxord, pero se ha topado con que apenas hay espacio en conservatorios, facultades y bibliotecas

Foto: William Chislett en su casa de campo de Buendía, Cuenca (CEDIDA POR EL AUTOR)
William Chislett en su casa de campo de Buendía, Cuenca (CEDIDA POR EL AUTOR)

Durante más de cuarenta años, el periodista británico ya jubilado William Chislett ha convivido con 450 vinilos de música clásica que a su vez pertenecieron a la gran colección de casi 4.000 de su padre, musicólogo en Oxford. Los discos llegaron a Madrid a finales de los setenta, cuando el reportero trabajaba para The Times y vino a cubrir la Transición Española, viajaron después a México y a Londres, donde fue destinado como corresponsal del Financial Times (1978-1984) y finalmente regresaron a Madrid donde Chislett se asentó a partir de 1986. Ahora, sin embargo, quiere darles salida y donarlos - “uno ya tiene cierta edad, mis hijos no los quieren y yo no quiero que acaben tirados por ahí”-, pero se ha encontrado con un muro: en las instituciones públicas españolas apenas hay espacio para sus discos.

Chislett, que es investigador senior en el Real Instituto Elcano y todavía escribe textos sobre España para su newsletter, relató su odisea hace unos días en un tuit que enseguida se hizo viral. Fue la última solución que se le ocurrió tras varios meses intentando donar la colección. “El año pasado ya fui al Real Conservatorio de Música que está en Madrid y me dijeron que tenían interés, pero que no tenían espacio. Después fui a la Biblioteca Nacional y me dijeron que solo podían quedarse con 20 discos de música española. Yo no quería fraccionar la colección, pero hice una excepción y les dejé de Manuel de Falla y otros en los que aparecen cantantes, músicos o autores españoles”, cuenta Chislett a El Confidencial por teléfono. Después siguió buscando por facultades de música - “que tampoco hay muchas en España” -hasta que le aconsejaron lo del tuit. Y esta vez, Twitter volvió a hacer su magia buena y llevar su petición a miles de rincones.

La cuestión es que este veterano periodista pone dos condiciones a la hora de donar. Una es que tiene que ser a una institución pública no a una fundación privada, que dice que sí se le han acercado. Él prefiere que su colección sea gestionada por lo público porque cree que va a estar mejor atendida -”tienen más personas e interés”- y porque así, al fin y al cabo, se la dona a todos los ciudadanos. Además, tiene ya varias buenas experiencias con la donación a estas instituciones. Hace un tiempo donó 500 libros sobre España a la Universidad de Cantabria, otras 500 novelas -primeras ediciones- a la Universidad de Alcalá de Henares, y varios libros de Arturo Barea -él fue comisario de la exposición sobre el escritor en el Instituto Cervantes en 2018 -a la Biblioteca Nacional. Chislett, en definitiva, es un gran entusiasta de donar sus tesoros a la ciudadanía.

Chislett ya ha donado 500 libros sobre España a la Universidad de Cantabria y otras 500 novelas a la Universidad de Alcalá de Henares

La segunda condición, aunque dice que tampoco es lo más importante, es obtener un certificado de donación que desgrava un porcentaje del valor de lo donado. Es un tipo de certificado que la Agencia Tributaria otorga a entidades sin fines lucrativos y no todas las entidades lo tienen.

Historia de una colección

Chislett creció en una casa de la ciudad británica de Oxford en la que había un gran ambiente musical. Su padre era abogado y musicólogo y, aunque no era profesor, cuando murió en 1984 donó miles de vinilos a la Facultad de Música de la Universidad de Oxford. De aquellos miles de discos, el periodista había seleccionado a finales de los setenta unos 450. “Tampoco es que yo fuera un gran aficionado. Me interesaba la música clásica, pero sí había crecido rodeado de discos y libros. Ese era el ambiente”, comenta. Cuando empezó a viajar como reportero sus libros se fueron con él a todas las ciudades en las que era destinado como corresponsal. ¿Cómo lo hacía? “Bueno, ¡lo pagaba el periódico! Los vinilos entraban junto con los muebles, los libros y las pinturas”, señala divertido. Sí, ese era también otro mundo.

Por toda esta convivencia de décadas con sus discos y libros, reconoce que le da pena desprenderse de ellos. “Claro, son muchos años. Ya me pasó con los libros sobre España que doné a la Universidad de Cantabria. Luego iba a buscar uno, no lo encontraba y pensaba, ah, ya, lo tiene la universidad. Pero tampoco me ha pasado mucho porque sí que me quedé con los 50-60 más queridos para mí”, reflexiona.

Cuando empezó a viajar como reportero sus libros y discos se fueron con él. "Bueno, ¡lo pagaba el periódico!", comenta divertido. Era otro mundo

Tras el tuit pidiendo ayuda desvela que ha recibido miles de respuestas con recomendaciones. También se han puesto en contacto con él dos instituciones que estarían interesadas y que se ajustan a sus condiciones, la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de Valladolid. También hay una fundación privada, pero con la que Chislett muestra más reparos precisamente por no ser pública. “Yo creo que dentro de un mes estará todo más o menos resuelto. Si fuera en la Complutense sería fácil por el traslado ya que vivo en Madrid”, reconoce.

Eso sí, cree que en España hay un problema con la conservación de las grandes colecciones que pueden tener particulares en sus casas. “Sí, mucha gente mayor, de más de 70 años, lo que van a tener son vinilos, ya que antes no existía Spotify, y no van a tener sitio para poder donarlos”, manifiesta. Lo mismo ocurre con los libros. “A las bibliotecas públicas le interesan primeras ediciones, pero lo demás…”, asegura. Él, de momento, con los libros lo tienen solucionado y los lleva a una asociación caritativa del centro de Madrid. “Al final sé que se usan para una buena causa”, remata. Y no acaban tirados en cualquier vertedero.

Durante más de cuarenta años, el periodista británico ya jubilado William Chislett ha convivido con 450 vinilos de música clásica que a su vez pertenecieron a la gran colección de casi 4.000 de su padre, musicólogo en Oxford. Los discos llegaron a Madrid a finales de los setenta, cuando el reportero trabajaba para The Times y vino a cubrir la Transición Española, viajaron después a México y a Londres, donde fue destinado como corresponsal del Financial Times (1978-1984) y finalmente regresaron a Madrid donde Chislett se asentó a partir de 1986. Ahora, sin embargo, quiere darles salida y donarlos - “uno ya tiene cierta edad, mis hijos no los quieren y yo no quiero que acaben tirados por ahí”-, pero se ha encontrado con un muro: en las instituciones públicas españolas apenas hay espacio para sus discos.

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