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Clamoroso homenaje a Almudena Grandes en el Teatro Español
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Hija predilecta de Madrid

Clamoroso homenaje a Almudena Grandes en el Teatro Español

Se encargaron de que el acto luciera transversal y emocionante la solvencia de su conductora, Natalia Menéndez, la elegancia de Luis García Montero y un público entregado a la excelencia de la escritora madrileña

Foto: Luis García Montero (d), viudo de Almudena Grandes, junto a otros familiares. (EFE/Zipi)
Luis García Montero (d), viudo de Almudena Grandes, junto a otros familiares. (EFE/Zipi)

Cuando a las 19 horas y 13 minutos de la tarde de este lunes Borja Fanjul, concejal del Ayuntamiento de Madrid por el PP y presidente del pleno del consistorio, entregó a Luis García Montero la placa que acreditaba la condición de hija predilecta de la capital a Almudena Grandes, su esposa, fallecida en noviembre del año pasado, un aplauso encendido, abigarrado, cálido y largo —con todo el repleto aforo del Teatro Español puesto en pie— marcó el inicio de un sencillo, emotivo y clamoroso homenaje a la escritora madrileña.

El acto se cerró una hora después con otra ovación, igualmente sostenida y cerrada, también con todo el público puesto en pie, cuando el director del Cervantes, el poeta granadino, viudo de Almudena Grandes, culminó la lectura del poema 'La inmortalidad' como confesión de amor a la desaparecida narradora.

Foto: Almudena grandes firmando ejemplares en la Feria del Libro. (EFE) Opinión

El Teatro Español de Madrid, en una jornada asfixiante de calor bochornoso, se llenó de amigos y admiradores, de políticos y representantes de la cultura, la política y el periodismo para asistir al homenaje que el ayuntamiento había preparado para celebrar a Almudena Grandes con ocasión de su reconocimiento como hija predilecta de la Villa y Corte.

El acto, además de emotivo, tuvo la grandeza de integrar a todos sin distinción bajo la enorme personalidad de la escritora, pivotar sobre su querencia visceral a ‘su’ Madrid que tantas veces radiografió, quedar referido a su personalidad y a su obra, sin que nadie pudiera sentirse concernido por otra cosa que la belleza de su prosa, la riqueza de su personalidad y una identidad que, naturalmente, quedó reflejada en un fondo de pantalla atinado con fotografías inequívocas de su compromiso político, que no hizo falta explicitar.

Se encargó de que el acto luciera transversal y emocionante la solvencia de su conductora, la directora del Español y de las Naves del Matadero, Natalia Menéndez, espléndida, y la elegancia de Luis García Montero, que subrayó de forma insistente que “Madrid es de todos y todas” y que agradeció a la delegación de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, con mención expresa a Andrea Levi, la organización del homenaje.

Atlética, castiza, ciudadana, activista, paseante de este 'poblachón manchego', su amigo Joaquín Sabina se subió al escenario acaso inseguro en el paso, pero firme en la palabra, y desgranó una intervención punzante y ferviente a su mejor amiga, a su “hermana”. Tocado con un sombrero panamá, dijo llevarlo en la tarima para “quitármelo ante Almudena”. Atronadores aplausos.

placeholder El cantante Joaquín Sabina. (EFE/Zipi)
El cantante Joaquín Sabina. (EFE/Zipi)

Pariguales a los que recibió Blanca Portillo, que leyó con esa maestría suya, con ese don de naturalidad fluida que la acredita como una de las mejores actrices de nuestra escena, unos fragmentos de Grandes en los que describe su infancia y el cómo y el porqué se hizo escritora: no sabía dibujar. La sobriedad de Portillo en la lectura, sus énfasis, dieron color y vigor al relato iniciático de Grandes escuchado en un silencio sepulcral.

Marta Sanz, escritora y columnista, leyó, entreverando su fabulación con retazos de relatos de las mejores novelas de Almudena Grandes, un texto de homenaje a ella y a Madrid. Bien trenzado. Una aparición que precedió a la estelar de la pianista Rosa Torres Pardo, que, en compañía de Luis García Montero, interpretó ella un fandango de Enrique Granados —¡qué maravilla!— y él leyó la letra poética siguiendo el ritmo de las teclas sobre las que volaban los dedos ágiles de su amiga Rosa. Aplausos y más aplausos y luego el cierre de Luis García Montero.

Foto: Almudena Grandes, en la presentación de su novela 'La madre de Frankenstein'. (EFE/Luca Piergiovanni)

No fue una casualidad que el Teatro Español acogiese el homenaje. Almudena Grandes formaba parte del patrimonio del teatro de la plaza de Santa Ana. Acudía a todos los estrenos, debatía con los espectadores que querían agudizar los sentidos de la obra, se reunía con su querida taquillera, técnicos y trabajadores. El Español era su casa como una parte de Madrid, su ciudad “híbrida” y “loca” a la que tanto amó.

Hubo políticos, personalidades de la cultura y del periodismo entre el público. Pero lo importante no es señalar a este o aquel. Lo de este lunes fue un homenaje coral, anónimamente coral, a una escritora de muchas facetas y de polifónicos pensamientos, comprometida políticamente pero solo consumida por la literatura. Madrid se lo debía; el Ayuntamiento de Madrid se lo debía, y los que la quisieron y apreciaron necesitaban romperse las manos aplaudiendo en la persona de su catedrático viudo a una de las grandes de las letras contemporáneas españolas. Su última obra —como Sabina, nadie quiere adjetivarla de ‘póstuma’— saldrá antes de fin de año y promete constituir un auténtico suceso literario.

Cuando a las 19 horas y 13 minutos de la tarde de este lunes Borja Fanjul, concejal del Ayuntamiento de Madrid por el PP y presidente del pleno del consistorio, entregó a Luis García Montero la placa que acreditaba la condición de hija predilecta de la capital a Almudena Grandes, su esposa, fallecida en noviembre del año pasado, un aplauso encendido, abigarrado, cálido y largo —con todo el repleto aforo del Teatro Español puesto en pie— marcó el inicio de un sencillo, emotivo y clamoroso homenaje a la escritora madrileña.

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