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Juan Herreros: "Los edificios públicos deben orientar en la ciudad como hacían las iglesias"
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Entrevista

Juan Herreros: "Los edificios públicos deben orientar en la ciudad como hacían las iglesias"

En unos días se inaugurará en Oslo el nuevo museo dedicado al pintor Edvard Munch que ha diseñado el prestigioso arquitecto español

Foto: El arquitecto Juan Herreros. (Javier Callejas)
El arquitecto Juan Herreros. (Javier Callejas)

En unos días se inaugurará en Oslo el nuevo museo dedicado al pintor Edvard Munch. Un nuevo edificio en el 'skyline' de la capital noruega que ha sido diseñado por el arquitecto español Juan Herreros (San Lorenzo del Escorial, 1958), en colaboración con el estudio de Jens Richter, y que ya es uno de esos nuevos edificios emblemáticos de la Europa pospandemia, aunque el proyecto se iniciara en 2008.

No es la primera vez que el prestigioso arquitecto trabaja fuera de España. En la última década ha diseñado edificios como el Centro internacional de convenciones Ágora, en Bogotá, la Torre Banco de Panamá, en Ciudad de Panamá y el Espacio Público Communication Hut, en Corea de Sur. Su nombre figura entre los arquitectos más importantes desde los años ochenta cuando creó el estudio Ábalos & Herreros junto a Iñaki Ábalos, aunque desde 2008 camina en solitario. Desde entonces, en España también ha estado inmerso en el mundo del arte con el diseño de la galerías Espacio SOLO, en Madrid, Carreras Múgica, en Bilbao, además de varias de las nuevas salas del Museo Reina Sofía. En esta entrevista, concedida esta semana entre avión y avión con la capital noruega, habla de los nuevos retos de la arquitectura.

PREGUNTA. En unos días se inaugura el Museo Munch en Oslo, un edificio espectacular que has diseñado en colaboración con Jens Richter. ¿En qué se diferencia de otros museos?

RESPUESTA. Es uno de los primeros ejemplares de una nueva generación de museos. Son museos que son concebidos como lugares de encuentro, como 'hubs' sociales que entienden que hay dos tipos de visitantes: el esporádico, el extranjero que visita la ciudad, y el local para el que hay que construir una relación cotidiana con un edificio al que hay que venir permanentemente. Este es un museo que tiene un vestíbulo en el que hay un auditorio, un cine, un restaurante, un departamento educativo, de manera que las personas de la ciudad lo pueden incluir en su vida cotidiana. Así se evita que sean lugares solo vinculados a la experiencia turística y sean más a una construcción del imaginario colectivo y una expresión de dónde vivimos.

placeholder El Museo Munch en Oslo. (Adriá Goula)
El Museo Munch en Oslo. (Adriá Goula)

P. Has dicho en alguna entrevista que los museos se han usado muchas veces como edificio de postal y que hay que acabar con eso. Pero yo veo las imágenes de este museo y me parece un edificio impresionante.

R. No renunciamos a esa condición de singularidad de un edificio público que cuesta una suma importante de dinero y que representa un deseo de una ciudad. No creo que haya que renunciar a eso o que no tenga una imagen que pueda dar la vuelta al mundo. Pero todo eso tiene que tener un elemento idiosincrático o filosófico. No se trata de producir solamente un efecto "guau", sino que tiene que estar asociado al sitio, a la historia. Este museo es un museo que lo más singular que tiene es que es vertical. Y es vertical por dónde está y por la manera en la que quiere señalar esta condición de servicio público que sirve de orientación en una ciudad como antes servían las cúpulas de las iglesias. Ahora son los edificios de oficinas o los hoteles de 40 plantas los que orientan a la gente en las ciudades y quizá no estaría mal volver a esa idea de que lo que es de todos es lo que tiene que servir para orientarnos en nuestras ciudades.

P. ¿Cómo se puede hacer un edificio espectacular sin hacer sombra al artista, en este caso, a Munch?

R. En los lugares expositivos hay que ser consciente de que el arte tiene que ser el protagonista y, por tanto, la arquitectura tiene que ser muy neutra. Sin embargo en los espacios de circulación o de trabajo o de tantas otras funciones que hay en un museo, que no son solo las salas de exposición, ese el espacio en el que la arquitectura tiene su terreno para desarrollarse al máximo. Pero llevar ese desarrollo o esa presencia a los espacios expositivos es un error porque condiciona mucho la flexibilidad de esos lugares e influye demasiado en los comisarios a los cuales les obliga más de la cuenta. Hay que mantener esa humildad de saber cuándo tú no eres el protagonista y solo eres el facilitador de una situación que tiene que ser óptima para los demás.

placeholder El Museo Munch en el 'skyline' de Oslo. (Adriá Goula)
El Museo Munch en el 'skyline' de Oslo. (Adriá Goula)

P. Otro de los edificios que has diseñado es el ESPACIO SOLO, la galería de arte de la Colección SOLO en Madrid. Este es un edificio que también mezcla la sala de exposiciones con otro tipo de espacios. ¿Vamos hacia los edificios mixtos?

R. Totalmente. Vamos hacia los programas mestizos porque nuestra propia vida se está volviendo híbrida. No sabemos muy bien dónde termina el ocio y empieza el trabajo. O dónde termina el consumo y empieza la cultura. Durante mucho tiempo se ha renegado de ese difuminado y se criticaba que los museos tuvieran tiendas o que se pudieran producir ciertas fusiones entre la vida doméstica y la vida laboral, pero hoy en día sabemos que ese es el futuro y que más vale hacerlo bien que mal. En el confinamiento de la pandemia hemos descubierto las dificultades que tenían nuestros hogares para ser lugares de trabajo, pero también hemos descubierto qué poco domésticos son nuestros lugares de trabajo. Esas ambigüedades son y serán la clave del futuro.

P. Sí, desde hace un tiempo se habla de que van a cambiar los lugares en los que vivimos y en los que trabajamos. Pero ¿hacia dónde?

R. Sí, definitivamente. Ya está pasando. Ojalá la pandemia pase y sea un recuerdo, pero la arquitectura quedará claramente trastocada. Sobre todo porque la pandemia tuvo esa condición de tiempo suspendido y de situaciones desconocidas en las que descubrimos otras posibilidades. No es que necesitemos trabajar en casa por la pandemia, sino que hemos descubierto que existe una posible conciliación entre lo doméstico y lo laboral que pasa por trasladar parte de la vida laboral al hogar, pero también hemos descubierto que los lugares de trabajo son lugares de socialización y de encuentro y de construcción de lazos afectivos muy fuertes que no les hemos dado valor hasta que no los hemos tenido. ¡Había gente que quería volver a la oficina! Porque es una vida paralela y el espacio doméstico puede llegar a ser muy opresor.

placeholder El Espacio SOLO en Madrid.
El Espacio SOLO en Madrid.

P. ¿Pero qué cambios concretos?

R. Una de las claves es la posibilidad de compartir situaciones complementarias a nuestros hogares. Conquistar las azoteas para tener lugares de juego y de esparcimiento al aire libre, tener un lugar de co-working en estos edificios residenciales, que seamos realmente capaces de vivir en comunidad. A la comunidad de vecinos le hemos llamado comunidad pero es un instrumento para compartir los gastos de la escalera, la limpieza o mantener el ascensor, no más. En los 200 o 300 años que llevamos viviendo en comunidades no hemos sido capaces de inventar un concepto de comunidad en el cual se pudiera trabajar juntos, jugar juntos, comer juntos…entonces creo que va a haber muchos cambios: va a haber huertos en las azoteas, tener un pequeño gimnasio… En realidad no es para tanto. Y teniendo en cuenta que cada vez habrá menos coches si pudiéramos renunciar a una parte de nuestros garajes podríamos convertirlos en lugares muy interesantes.

P. ¿Seguiremos siendo un país de colmenas?

R. Yo creo que sí y no me parece mal. La densidad es muy buena para la protección del medio ambiente. Desparramar viviendas unifamiliares por el territorio es insostenible. Quizá la palabra colmena o ciudad dormitorio efectivamente tiene un peso en nuestra cultura urbana porque entendemos que es imperfecta. Pero me parece que es más fácil corregir lo que tenemos que pensar que hay que cambiar de modelo. Quitemos algunas plantas a esos edificios para hacer usos comunes, arreglemos sus terrazas para que puedan tener naturaleza, elaboremos un poco mejor los espacios entre los edificios para que puedan tener más verde y más árboles. Y posiblemente eso que antes llamábamos ciudad dormitorio puede que se convierta en ciudad cuarto de estar. Yo soy muy partidario de la vida urbana mediterránea en edificios comunitarios. Lo otro es un fomento del individualismo que en estos tiempos sería fatal y que, de hecho, ya ocurre. Ya la gente quiere resolverse los problemas por sí misma, tener una casita en el campo y no tener que estar pendiente de los demás. Y eso es el comienzo del fin.

"La densidad es muy buena para la protección del medio ambiente. Desparramar viviendas unifamiliares por el territorio es insostenible"

P. Habla de naturaleza y medioambiente. Una de las palabras que más se escuchan ahora es "sostenibilidad". ¿Cómo hacer arquitectura sostenible?

R. No es que sea algo obligado sino que lo sentimos como parte de nuestra vida cotidiana. La sostenibilidad es el compromiso que queremos establecer con el futuro. Si realmente pensamos que este planeta tiene que seguir funcionando cuando nosotros no estemos porque habrá otros que tendrán que seguir sobre él eso solo lo podemos hacer desarrollando políticas y comportamientos sostenibles. Si pensamos que lo tienen que hacer los siguientes porque total nosotros ya estamos aquí creo que tal y como se está viendo en el aumento geométrico de catástrofes y problemas medioambientales, pues esto va por muy mal camino.

P. Muchos de tus trabajos de la última década son fuera de España. ¿Ha sido más fácil que trabajar aquí?

R. Supongo que el tener proyectos fuera de tu país significa que has sido capaz de ganar concursos internacionales que son muy complicados, competitivos y ambiciosos. No es más fácil que en tu país lo que pasa es que ha habido un momento en el que en otros lugares ha habido esos concursos y aquí estábamos inmersos en crisis económicas o de otro tipo y no se han producido. La manera en la que trabajamos en España los arquitectos suele ser muy bien recibida porque tenemos una formación técnica completa y porque nos enfrentamos a los lugares con un cierto empeño en contar su historia y su idiosincrasia y en adaptar la arquitectura a lo que existe más que exportar un modelo y depositarlo sin ninguna reflexión. Creo que eso caracteriza al trabajo de los arquitectos españoles de las últimas décadas y por eso ha habido una cantidad notable de arquitectos trabajando fuera de España. También aquí ha habido grandes arquitectos extranjeros que han tenido oportunidades y en algunos casos oportunidades que no han tenido los españoles y que las hemos tenido que ir a buscar fuera.

placeholder Centro de Convenciones de Bogotá.
Centro de Convenciones de Bogotá.

P: Empezaste en los ochenta. Aquella fue una buena época para la arquitectura en España.

R. Tuvo un momento de enorme esplendor porque había que construir un país nuevo. Aquello supuso una enorme posibilidad para varias generaciones de arquitectos para desempeñar su profesión de una manera nueva y muy valorada. Los medios de comunicación hablaban permanentemente de arquitectura. Y los arquitectos pasaron a ser personajes del mundo de la cultura. Luego ha habido sucesivas crisis y han pasado cosas que todos conocemos. Pero creo que en España todavía se vive de aquella transformación que hubo en los ochenta y en los noventa. Yo creo que fueron años también muy buenos para la exportación de la arquitectura. En 2005 se hizo una exposición en el MoMA sobre arquitectura española y el propio MoMA no había realizado una exposición de la arquitectura de un país desde los años setenta o así. Y ese momento fue un gran empuje para el país y para su imagen en el mundo. En aquellos años [los ochenta] los arquitectos fuimos muy decisivos en cuanto a la imagen de la renovación de las ciudades, sus equipamientos, centros culturales, viviendas sociales… que cambiaron la imagen que teníamos en el mundo.

P. ¿Estamos entrando en otro momento así? Hay quien dice que vienen tiempos de bonanza en este sentido…

R. Pues creo que efectivamente el paradigma ha cambiado. El objetivo a lograr es distinto. Situaciones actuales como la conciencia medioambiental y la conciencia social son diferentes y creo que se está viviendo un momento de renovación de modelos. Y en España hay generaciones extraordinarias de arquitectos jóvenes que están cambiando mucho la forma de actuar y que tienen una presencia internacional muy notable. Lo más importante es que también tengan las oportunidades que necesitan para consolidarse.

En unos días se inaugurará en Oslo el nuevo museo dedicado al pintor Edvard Munch. Un nuevo edificio en el 'skyline' de la capital noruega que ha sido diseñado por el arquitecto español Juan Herreros (San Lorenzo del Escorial, 1958), en colaboración con el estudio de Jens Richter, y que ya es uno de esos nuevos edificios emblemáticos de la Europa pospandemia, aunque el proyecto se iniciara en 2008.

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