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'Millennial', frustrada y madre: "¿Por qué no tengo la paciencia de la madre de Caillou?"
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'Millennial', frustrada y madre: "¿Por qué no tengo la paciencia de la madre de Caillou?"

La periodista de BuzzFeed Anne Helen Petersen explica en ‘No puedo más. Cómo los 'millennials' se convirtieron en la generación quemada’ sus agotadoras vivencias personales

Foto: Ilustración: Irene de Pablo
Ilustración: Irene de Pablo

“Recuerdo llamar a mi amiga y decir, ¿por qué yo no tengo la paciencia que tiene la madre de Caillou?, y ella me decía: porque es un dibujo animado”. Viko tiene 38 años y dos hijos. Madre, mujer y millennial. Una triple M difícil de gestionar para quienes se les exige rendir a la velocidad de la luz en el trabajo -y ser la mejor- y mantener a dos criaturas sin -aparentemente- despeinarse. Todas las teorías de los últimos años en torno esta generación juegan ahora con nuevos factores a tener en cuenta: los millennials siguen agotados pero también cambian pañales.

La madre de Caillou es amiga, paciente, comprensiva, simpática, feliz, agradable, consciente y atenta. La mujer lo tenía absolutamente todo, menos realismo. Si además de esta templanza admirable le sumas las expectativas laborales a las que se vieron sometidos la generación millenial, la ecuación se convierte en un problema sin solución. Antes de profundizar en el tema de la crianza de los hijos, trataremos el contexto generacional en su conjunto a través de la obra de la periodista Anne Helen Petersen.

La estadounidense publica ‘No puedo más. Cómo se convirtieron los millenials en la generación quemada’ (Capitán Swing). Exigencias individuales y colectivas de los hijos de una generación que nacieron pensando que formarse académicamente daría sus frutos. Que trabajar muy duro tendría recompensas. Como si la vida fuera un camino de justicia venidera y como si la catapulta hacia el éxito no costara, en muchas ocasiones, la salud.

Petersen se relaciona con sus compañeros de trabajo, de la infancia y de la universidad. Dialoga con ellos y les plantea cuestiones que les cuesta decir en alto: se reconocen víctimas del 'agotamiento constante'. ‘Tu sudor se verá recompensado con tu economía’, decían los boomers (nacidos entre 1946 y 1964). El también periodista Ezra Klein dice de la obra que es “un interesante estudio sobre el coste psicológico del capitalismo moderno para quienes han sido moldeados por él”. No pudo ser más acertado.

placeholder 'No puedo más. Cómo los millennials se convirtieron en la generación quemada'. (Capitán Swing)
'No puedo más. Cómo los millennials se convirtieron en la generación quemada'. (Capitán Swing)

Alex Brune publicó en su libro ‘20 cosas que aprendí siendo millenial’ (Random House, 2021) que “vivimos en un mundo que no nos da lo que nos corresponde ni lo que pusimos en nuestra lista de deseos el día que por fin aprendimos a razonar. Quizá por ello nos cataloguen como la generación frustrada [...] No es culpa tuya. Repito. No es culpa tuya. Ni de nadie. No podemos culparnos a nosotros mismos, ya que somos consecuencia directa de la educación que recibimos. Tampoco a la generación que nos ha criado porque solo quisieron darnos oportunidades. [...]”. Pero la culpa parece algo inherente a esta generación marcada por las decepciones constantes.

Como adelanta Brune, los hijos de los boomers no han tenido tanta suerte y esto no le pilla a nadie de sorpresa. Son cientos los estudios y artículos -académicos, periodísticos, sociológicos-, que analizan el devenir de catastróficas desdichas en el que se ha visto sumergido la generación millenial. Quienes nacieron entre 1980 y 1995 (los parámetros varían en función de los estudios) aprendieron que los oficios tradicionales no eran suficientes. La Universidad se convirtió en una obligación moral -a pesar de que no todos podrían pagarse dichos estudios- y la desastrosa realidad les estalló en la cara soportando, además, la presión de las generaciones anteriores: “Los jóvenes no sabéis lo que es trabajar de verdad”. El estereotipo del millennial individualista, egocéntrico y egoísta bebe de ese conjunto de valores heredados de ‘lucha por tus sueños’, ‘estudia y trabaja en lo que amas y no tendrás que trabajar nunca más’. Peterson evidencia la falsedad de todo esto y reflexiona sobre el sentimiento general actual: no ser suficiente.

¿Qué ocurre con la generación millennial española? Lo mismo pero con menos dinero

Existen sensaciones generacionales extrapolables fuera de las fronteras de la escritora. ¿Qué ocurre con la generación millennial española? Lo mismo pero con menos dinero. Cuando, además, se incluye la crianza en los quehaceres de esta generación, saltan chispas.

¿Se puede tener grandes aspiraciones laborales y ser el mejor de los mejores en todo? A los millenials españoles les vendieron el sueño americano de la generación anterior. Luego llegó la crisis de 2008, las frustraciones laborales y la pandemia. Una, detrás, de otra. Peterson indica que “yo no tengo hijos por varias razones, todas las cuales, en último término, pueden remontarse al desgaste y a la cultura que este fomenta.” Hay quienes sí tuvieron el valor de adentrarse en el mundo de la maternidad y paternidad amparándose en la idealización de la crianza recibida.”

Siempre tarde

“He 'pospuesto' los hitos de la vida adulta. No me compré una casa hasta los 37 y porque me fui de Nueva York. Todavía no me he casado y no tengo planes de hacerlo. Pero, ¿fui yo quien eligió retrasar todas estas cosas o fue la realidad social la que dificultó hacer cualquier otra cosa que no fuera retrasarlas?" La escritora hizo la tesis pensando que así conseguiría un trabajo fijo. Algo parecido le ocurrió a Lindsay Morgan, una millennial de 35 años del tradicional estado de Louisiana. “Estudié Historia y Ciencias Políticas. Ir a la Universidad nunca fue algo sobre lo que dudar, simplemente algo que sabía que tenía que hacer”, explica a este medio. Todo iba sobre ruedas: los padres habían estudiado poco y les había ido bien, por lo que si los hijos estudiaban más, les iría muchísimo mejor. El argumento tiene toda la lógica del mundo si no fuera porque la crisis no avisa.

Foto: Un hombre camina junto a una oficina de empleo en Barcelona. (Efe)

En España, el desplome del 2008 afectó de manera transversal: “Me vi en la veintena con un niño, independizada, y sin un duro. Abandoné la Universidad (Psicología y Arte Dramático) por frustración y por la necesidad de ponerme a trabajar. Con la crisis, mis compañeros se quedaron en la calle por estar sobre cualificados. Yo me había formado con miles de cursos -privados y del INEM- que al final tampoco me valieron de nada”, argumenta Viko.

Llegar siempre tarde a todas las expectativas sociales también se aplica a la maternidad. Tenemos menos hijos y hemos retrasado la edad de tener el primero. “El deseo de ser madre está presente pero la tasa de fertilidad no llega a la tasa de remplazo poblacional. No es solo el cambio de valores sino las condiciones laborales y las medidas de conciliación. Hemos preguntado a muchas madres si hubieran tenido más hijos teniendo más ayudas (escuelas infantiles públicas o reducciones de jornada sin extracción de sueldo) y 7 de 10 dijeron que sí”, expone la socióloga Maite Egoscozabal, miembro de la comunidad Malas Madres. Viko también nos explicó que ella jamás pudo solicitar la reducción de jornada porque la inherente reducción de sueldo le habría impedido llegar a fin de mes.

Superwoman es un cómic

¿Cómo interfiere realmente la crianza? Anne Helen Peterson reflexiona en su obra sobre que los ideales parentales actuales son “imposibles de alcanzar” porque se piensa que “los ‘mejores’ padres son los que dan y dan hasta que no queda nada de sí mismos y lo peor es que hay escasos indicios de que esto funcione”. Maite Egoscozabal es socióloga de Malas Madres, “una comunidad online que conecta con una necesidad muy fuerte de reivindicar un nuevo modelo social de madre”. Cientos de madres millennials han puesto de manifiesto en los últimos años la frustración de sentirse insuficiente y no llegar a todo. Malas Madres surgió en 2014 cuando su fundadora Laura Baena empezó a confesar en twitter que no entraba dentro del canon de 'buenamadre'.

placeholder Superwoman es un cómic
Superwoman es un cómic

Viko confiesa que “se siente juzgada todos los días a todas horas” y que se está dando cuenta de que algunas madres millennials que la rodean coinciden en lo mismo. “No le recomiendo a nadie ser madre o padre en esta sociedad. Dejas de ser persona. Es cierto que tenemos algo que antes no tenían: ahora no está mal visto que una madre salga, que tenga pareja, una profesión, aspiraciones…es un gran avance. Pero no es suficiente [...] Luego que por qué pedimos ayudas. Porque no llegamos. Como madre soltera me he tenido que ir a la cama sin cenar y a mis hijos no les ha faltado absolutamente nada”, explica Viko. Paterson hace un apunte similar en su obra: “A pesar de que las mujeres se hayan liberado de muchas de las formas explícitas de subyugación y sexismo, se espera que las madres hoy gestionen y mantengan con gracia y elegancia un trabajo de mucha presión, los hijos, una relación, un espacio doméstico y su cuerpo”.

Ninguna de las tres fue especialmente preguntada por el término 'superwoman'

El concepto de 'superwoman' propagó una serie de expectativas difíciles de cumplir. Sin duda lo más llamativo de todo esto es que Anne, Lindsay, Maite y Viko no se conocen de nada. Ni siquiera viven en el mismo país ni se dedican a lo mismo pero, a pesar de las inclinaciones más o menos conservadoras, se mantiene la esencia de la generación millennial en todas ellas: mujeres (millenials) al borde (casi) de un ataque de nervios. “Superwoman no existe”, dice Egoscozabal. “Superwoman es un cómic”, dice Viko. “Lo de superwoman es mentira o son gente que recibe mucha ayuda”, dice Morgan. Y ninguna de las tres fue especialmente preguntada por el término 'superwoman', les surgió como argumento principal.

Excelencia a toda costa

La pregunta de si se pueden tener grandes ambiciones laborales y ser madres está a la orden del día. Petersen planea en el libro el caso de Stephanie, una mujer adinerada a la que su mayor miedo es que la gente piense que ha descendido de clase social porque sus hijos no tengan el mejor aparato dental del mercado. “Muchos padres están dispuestos a hundirse todavía más en el desgaste para evitar este tipo de situaciones tan antiestadounidenses”.

Antes ejemplificamos el caso de Laura Baena y la sensación de no llegar a todo. Maite Egoscozabal, responsable también de los estudios sociológicos de la plataforma #YoNoRenuncio, nos explica que “necesitamos un cambio estructural fundamental que pasa por revisar y repensar las jornadas laborales. El 86% de las mujeres solicitan la reducción de jornada y el 94% pide la baja. Esto produce un desequilibrio muy grande porque la responsabilidad recae sobre nosotras. Necesitamos más servicios públicos, ludotecas… repensar el sistema para poder compatibilizar las exigencias laborales actuales con la familia. De momento, es muy difícil.” Por su parte, Morgan -con una tendencia mucho más conservadora- defiende que “sí que es posible ser ambiciosa laboralmente y ser madre, pero he necesitado aprender a priorizar a mi familia. Ha llegado un punto en que si económicamente pudiera quedarme en casa y dedicarme a ser madre, lo haría.”

placeholder Datos del estudio 'Las invisibles' de la plataforma #YoNoRenuncio
Datos del estudio 'Las invisibles' de la plataforma #YoNoRenuncio

Los problemas de la generación millennial para encontrar trabajo a raíz de los efectos de la crisis de 2008 comentados anteriormente supusieron inconvenientes continuos para Viko. “La necesidad crea el ingenio. Yo trabajaba muchas horas y alquilaba una habitación en mi casa a cambio de que me cuidaran a los niños por las tardes.”

La sobrecarga actual recae también sobre las figuras masculinas, pero según indica Escogazabal: “Está siendo un proceso muy lento. Parte de nuestra labor es concienciar y sensibilizar sobre la corresponsabilidad para avanzar como sociedad en general. Poder tener más hijos sin que afecte tanto a nuestra salud mental viene por un reparto de tareas.” La experta argumenta que están apareciendo cambios en los comportamientos de los padres millennials más jóvenes pero que les gustaría que el proceso fuese más rápido. Cuestiones de logística y organización del hogar continúan siendo lideradas por las mujeres y la pandemia ha empeorado la corresponsabilidad en el 11% de los casos y el 70% se ha mantenido con las mismas desigualdades, según datos del estudio #YoNoRenuncio.

¡Por mi culpa!

La excelencia académica y laboral de esta generación se aplica al modo de criar a sus hijos. Egoscozabal explica este fenómeno con el término ‘profesionalización’: “Nuestras madres no contaron con 7.000 libros sobre cómo educar en emociones o cómo conseguir la mejor alimentación. Se supone que leértelos todos te va a hacer mejor madre y si no lo cumples, te sientes frustrada. Antes lo importante era salir adelante y ahora hemos generado unas expectativas que si no alcanzamos nos genera culpa. No sabes cuantas mujeres sienten culpa por todo. Incluso por tomarse algo con sus amigas”. En la misma línea, Morgan confiesa que “me siento culpable cuando me dedico algo de tiempo a mí misma en lugar de estar haciendo algo productivo”.

Me arrepiento de ser madre y no sabes la culpa que eso te causa

“Yo siempre quise ser madre y serlo me hizo muy feliz durante varios años de mi vida, de hecho me salvó la vida, mi hijo me salvó emocionalmente de una depresión y pensamientos serios de suicidio. Fue a medida que crecieron y nuestro sistema social me impedía ser la madre que quería ser y la persona que quería ser (por todos los motivos ya comentados) lo que convirtió la maternidad en un infierno. Me arrepiento de ser madre y no sabes la culpa que eso te causa. Yo porque lo tengo muy trabajado, pero cuando empecé a sentir lo de “qué distinta sería mi vida si…” me sentía la peor persona del mundo. Porque tú quieres a tus hijos, y el problema no es la maternidad en sí sino cómo se supone que tenemos que llevarla a cabo”, confiesa Viko.

Otro apunte destacable es el sentimiento de culpabilidad generalizado. Ninguna de las entrevistadas fue preguntada por este término en concreto; ocurrió lo mismo que con el concepto ‘superwoman’. Esta culpa, además, limita las posibilidades de ocio. El tiempo para la generación millennial es limitado: “Yo ya no recuerdo lo que es el ocio, ir de cañas para mí es un lujo”, confiesa Viko, que añade “también hay que tener en cuenta que yo, aunque no quiera, necesito internet en casa, un ordenador para que mis hijos hagan los deberes y móviles para tenerles localizados. Todo eso cuesta mucho dinero, somos la nueva cara de la pobreza”. Morgan, que libra los fines de semana, confiesa que no hace planes a solas con su marido por el sentimiento de culpa y que el poco tiempo que tiene intenta aprovecharlo para hacer algo de ejercicio físico.

¿Fracaso personal?

Por tanto, si la crianza se ha convertido en un reto tan complicado, ¿por qué mantenemos la sensación de ser un fracaso personal en lugar de una cuestión generacional? Petersen insiste en que la solución no vendrá de fomentar los cuidados personales o de libros como el suyo, sino con un cambio en las políticas. “No podemos solucionar el desgaste parental buscando tiempo para dedicarnos al estudio de la Biblia o a escribir un diario por las mañanas”. Este argumento tan yankee encaja a la perfección con el perfil de la conservadora Morgan, criada en una pequeña ciudad de menos de 10.000 habitantes en el seno de una familia baptista. “Se produce una dramática desigualdad en la distribución del trabajo doméstico, una infravaloración generalizada del trabajo de la mujer y unos empleos diseñados para favorecer a quienes no tienen que cargar con la responsabilidades de los cuidados infantiles”, redacta la periodista americana.

En esta línea de trabajo se enmarcan Malas Madres y la plataforma #YoNoRenuncio. Puntos comunes como fruto de un agotamiento generalizado. Exigencias de competencia laboral a mansalva y la templanza de la madre de Caillou amenazando en los programas infantiles. La misma generación boomer que culpabiliza a los millenials de vagos, escribe a estas asociaciones anhelando haber tenido una red así para haber vivido la maternidad con más libertad. Cristianas, ateas, americanas o españolas, las mujeres de la generación millennial coinciden en el agotamiento continuo.

Predecir cómo afrontará todo eso la sucesiva generación Z es un terreno pantanoso -a la par que un tanto catastrófico- pero hay algo que es innegable. Mientras los nacidos a partir de 1995 llegaron a un mundo ya infectado de malas noticias y frustradas expectativas de futuro, la generación millennial creyó en el sueño americano.

“Recuerdo llamar a mi amiga y decir, ¿por qué yo no tengo la paciencia que tiene la madre de Caillou?, y ella me decía: porque es un dibujo animado”. Viko tiene 38 años y dos hijos. Madre, mujer y millennial. Una triple M difícil de gestionar para quienes se les exige rendir a la velocidad de la luz en el trabajo -y ser la mejor- y mantener a dos criaturas sin -aparentemente- despeinarse. Todas las teorías de los últimos años en torno esta generación juegan ahora con nuevos factores a tener en cuenta: los millennials siguen agotados pero también cambian pañales.

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