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Fernando Trueba: "Hay que cuidar mucho lo que dices, te montan el cirio por cualquier cosa"
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ENTREVISTA

Fernando Trueba: "Hay que cuidar mucho lo que dices, te montan el cirio por cualquier cosa"

El director madrileño estrena este 7 de mayo la adaptación al cine de 'El olvido que seremos', la biografía novelada de Héctor Abad Faciolince

Foto: Fernando Trueba presenta 'El olvido que seremos'. (EFE)
Fernando Trueba presenta 'El olvido que seremos'. (EFE)

Llueve a mares en Madrid y Fernando Trueba nos recibe en el despacho de su casa, una estancia en la que se apilan los libros en unas estanterías que llegan hasta el techo. En una repisa desfilan media docena de premios Grammy. En otro ventanal, un cabezón y varios premios más, aunque no está el Oscar que consiguió en 1994 por 'Belle Époque', que probablemente ande en casa de Andrés Vicente Gómez, entonces su productor. La cinefilia de Trueba impregna cada rincón del despacho: una portada de 'The New York Times' protagonizada por Woody Allen, un cartel enorme de 'Un, dos, tres' de Billy Wilder, ensayos sobre guion, biografías, el libro de fotos de la 'nouvelle vague' de Raymond Cauchetier, con Belmondo y Seberg en la portada. Hasta las pinturas hablan de cine.

PREGUNTA. ¿Qué es? —pregunto señalando los dos cuadros de gran formato que presiden la pared.

RESPUESTA. Son de un pintor llamado Manny Farber que fue muy conocido como crítico de cine, revolucionó la crítica en los años 40 y 50, pero era sobre todo pintor y le daba mucha rabia ser conocido por la crítica de cine más que por su pintura. Me encanta cómo escribía de cine, pero estoy en desacuerdo casi al 100% con las películas. Farber era un crítico que veía las películas más como un pintor y se fijaba más en el movimiento, en la dinámica más que la plástica, le gustaba la serie B, como Fuller, como Ulmer.

Trueba habla sobre la importancia del tiempo en la crítica de cine y sale a colación una entrevista que le hizo Nicolas Winding Refn a William Friedkin sobre cómo una mala crítica puede provocar una corriente de opinión en contra, como lamenta Friedkin que le ocurrió tras el estreno de 'Sorcerer'. El director madrileño medita un rato y decide contar una anécdota para describir al director de 'El exorcista'. Porque Trueba es, probablemente, de las personas que más saben sobre las bambalinas del cine.

"Paco Rabal me estuvo contando noches y noches el rodaje de ‘Sorcerer", comienza. "Me contó que Friedkin era un enfermo que estaba tomando pastillas todo el rato, que llegó a tomarse 40 pastillas diarias. Lo más horrible que contaba Paco es que ‘Sorcerer’, que era un 'remake' de ‘El salario del miedo’, la producía Paramount, que era la dueña de la República Dominicana a través de la United Fruit y la Gulf and Western y todo eso. Rodaban en República Dominicana y Friedkin quería un plano general del pueblo que acaba estallando. Es lo típico que haces con una maqueta y ya está, pero Friedkin se encaprichó de un pueblo y, como eran los dueños del país, hicieron emigrar, cambiarse de casa a todo el pueblo, y luego lo volaron. Paco me contaba esto horrorizado. Que hable de estética alguien que ha hecho eso me toca los cojones. Que puedas disponer para un puto plano tuyo de la vida y de los hogares de la gente. ¡Qué prepotencia! Como había tenido los Oscar y que todo el mundo estaba que si ‘French Connection’, que es una película normalita, del montón, no es ningún clásico del cine, ya se creía el rey del mundo, que todo el mundo debía postrarse a sus pies. Me da mucho asco".

Fernando Trueba estrena 'El olvido que seremos' el 7 de mayo

Pero aquí no hemos venido a hablar de Friedkin. Sobre uno de los estantes detrás de la mesa de trabajo de Trueba se acumulan varios portafotos. Entre ellos, un retrato de Azcona y, muy cerca de él, una foto de Héctor Abad Gómez, el médico colombiano asesinado a tiros en 1987 por su lucha a favor de los derechos humanos y de la salud pública. 20 años después de su muerte, Gómez resucitó como personaje literario gracias a la biografía novelada que le dedicó su hijo, Héctor Abad Faciolince, y que sirvió como reivindicación de un buen hombre, de los buenos hombres con finales trágicos que, a pesar de intuir su destino antepusieron su integridad moral a su integridad física. 'El olvido que seremos' se convirtió en 2005 no solo en un éxito de ventas, sino también en el testimonio histórico de un país carcomido por décadas de violencia que han desembocado en un proceso de paz entre las fuerzas paramilitares y el Gobierno colombiano.

Y, casi otros 15 años después de la publicación de 'El olvido que seremos', Fernando Trueba recibió una llamada desde Colombia que le conectaba de nuevo con ese libro que había regalado a casi todas sus amistades íntimas, fascinado con la historia de la familia Abad y del doctor que quiso cambiar el país desde la universidad y desde los barrios más marginales. Y esa película, seleccionada por Cannes justo en el año de pandemia y ganadora del Goya a Mejor película iberoamericana, se estrenará por fin en España este 7 de mayo. "Gonzalo Córdoba, que es el presidente de Caracol, además de un dandi y un fuera de serie, llevaba años diciéndole a Héctor Abad que había que hacer una película de ‘El olvido que seremos’. Él se escabullía, porque para él es una herida muy profunda. Escribir el libro le costó que pasaran 20 años y reabrir la herida. Fue una experiencia traumática. Pero, finalmente, deciden hacerlo y me lo proponen".

placeholder Fernando Trueba. (EFE)
Fernando Trueba. (EFE)

Al principio, Trueba no las tenía todas consigo. "Mi pobre madre se lo leyó dos veces; se había enamorado del personaje del doctor. Pero yo les dije que era una adaptación que no se podía hacer, porque en el libro todo es verdad, cada palabra, cada recuerdo, es su vida. Incluso si algo está equivocado, tú lo recuerdas así. Pero una película es otra cosa. Son actores maquillados, vestidos, son decorados. Es una representación. Pero tardé en procesarlo y, al final, cedí".

'El olvido que seremos' no ha sido solo una experiencia de 10 semanas de rodaje, sino que Trueba se mudó durante meses a Colombia y convivió con la familia Abad y se empapó de la cultura colombiana para poder contar una historia idiosincrásica en la que era difícil que un forastero pudiese transmitir el ritmo, el color, las vibraciones del tiempo y del lugar. "Para mí las películas son un viaje, un aprendizaje real. Para mí la película perfecta es la que ocurre en otro lugar, y es lo que he intentado hacer en la mayoría de mis películas, casi sin proponérmelo".

"He tenido que hacer mucha documentación", admite. "Aparte de buscar los lugares del libro, de conocer a la familia y pasar tiempo con ellos, de ver y escuchar las historias de Medellín, tuve que empezar por estudiar la historia de Colombia, porque para entender cosas de ahora y de los años 80, cuando tiene lugar la película, tienes que retrotraerte a lo mejor 100 años, porque son conflictos enquistados. Aun así, por mucho que te documentes tienes que confiar y consultar a quienes están a tu alrededor. El director artístico, Diego López, me ha dado mucha tranquilidad desde el punto de vista artístico y estético, pero también de recreación de los espacios. Lo bueno es que es una película con trasfondo histórico, pero centrada en la familia, lo que te permite acotar. El contexto es importantísimo, pero también me centro en los sentimientos".

Una de las decisiones más arriesgadas del proyecto fue escoger a un español, Javier Cámara, para el personaje colombiano protagonista

Una de las decisiones más arriesgadas del proyecto fue escoger a un español, Javier Cámara, para el papel protagonista. "Era mi favorito, pero también el de Héctor Abad Faciolince. Teníamos en mente todo el rato que debía ser un colombiano el que hiciese el personaje de Héctor Abad Gómez, pero él me decía todo el rato: ‘¡Qué pena que no sea colombiano, porque es que es perfecto!’. No me podía quitar a Javier de la cabeza. Hubo un momento en el que decidí llamarle. Curiosamente, le había regalado el libro mucho antes de este proyecto. Hemos revisado los diálogos con un amigo escritor colombiano para que no se cuele ningún madrileñismo. Javier Cámara se ha estudiado todas las grabaciones que ha podido con la voz de Héctor Abad Gómez".

En los últimos años de su vida, Abad Gómez fue señalado tanto por las Fuerzas Armadas colombianas como por las milicias paramilitares y la Iglesia. Un hombre que tan solo proponía la mejora de las condiciones de vida de las clases más desfavorecidas y a quien se tachaba de marxista y comunista por los sectores más reaccionarios y de conservador por la extrema izquierda. Trueba defiende que no era una persona política ni comprometida, sino una persona empática. "La palabra comprometido, en el lenguaje actual, ya implica el compromiso político. Yo creo que su compromiso es humano. Era un humanista. No está pensando en si una idea es de derechas o izquierdas. Él era un ilustrado. Él se ponía a pensar en por qué en Santo Domingo había una epidemia de polio y estaban todos los niños enfermos. Entonces hizo la primera vacunación masiva de polio en el mundo, creo. Y la OMS le felicitó por ello. Él sabía que la medicina preventiva era clave, porque, además de ahorrar sufrimiento, ahorra mucho dinero a un país. Creó un departamento de Medicina Pública en la Universidad. El mejor político siempre vende un proyecto de sociedad basado en su propia utopía, pero Gómez hablaba de cosas concretas, tenía los pies en la tierra, y eso es lo más maravilloso de él. Le preocupaban las personas. No tenía ego. Y hay un momento en el que le tientan para entrar en política y él piensa que desde ahí, desde lo local, puede cambiar las cosas y aplicar muchas de las soluciones de salud en las que él ha trabajado".

placeholder Javier Cámara en un momento de la película. (BTeam)
Javier Cámara en un momento de la película. (BTeam)

El cineasta madrileño no ha querido basar su película en el asesinato de un activista, sino centrarse en el aspecto más familiar del doctor Héctor Abad. "Para mí lo central en la película es la educación. Educó a la gente en la libertad, en pensar por sí mismos. Y eso, para mí, es de una extrema belleza. Lo otro, lamentablemente, es que hay mucha gente que ha sido asesinada injustamente, pero yo he querido centrarme en la idea del padre amantísimo. Hacer cine a partir de un asesinato político, para eso ya están y estaban Costa Gavras o Francesco Rossi, maestros del género".

Para Héctor Abad Gómez la desigualdad era una cuestión que iba más allá de la política. "Cuando estábamos localizando y fuimos a la Universidad de Antioquia y al Hospital San Vicente donde trabajaba, que están pegados el uno al otro, ese día nos acompañó Héctor para enseñarnos dónde estaba el despacho de su padre. Nos cruzamos con un señor bajito que llevaba una bata blanca y reconoció a Héctor. Nos dijo que había sido alumno de su padre y nos quiso dar una vuelta por el lugar. Y nos contó una cosa que decía su padre, que no está en el libro. ‘Toda persona tiene derecho a las cinco aes: aire, agua, alimento, abrigo y afecto’. Yo dije, hostias, que eso tenía que estar en la película. Porque hay cosas que podemos discutir, pero hay otras que son impepinables, y que si no se tiene esto como mínimo no se puede vivir en sociedad, porque tarde o temprano vendrá uno y te va a robar o te va a matar porque no se puede soportar un grado de miseria o desigualdad tal. Porque la desigualdad es un tema de actualidad absoluta. ¿De qué habla Picketty? De la historia de la desigualdad y de cómo podemos manejar la desigualdad. Soluciones, no creo, porque la desigualdad es algo que forma parte de la vida y del mundo, pero no podemos permitirnos que esa desigualdad sea tan extrema, porque entonces hay violencia y la vida se hace muy difícil. Porque si hay tanta desigualdad acabaremos necesitando todos guardaespaldas con ametralladoras".

Durante el rodaje, al que Trueba califica como "idílico", solo hubo un impedimento, y este fue la Iglesia, cuyo papel es fuertemente criticado en las memorias de Abad Faciolince. "No nos permitieron rodar en ninguna iglesia de todo Colombia", lamenta. "Y dejan rodar películas de narcos. La única cosa negativa que puedo decir de este rodaje idílico es eso. Pero bueno, decidí que rodaríamos en una iglesia laica, porque no quería hacer de eso 'casus belli'. ¿No quieren? Ellos se autorretratan. Porque la Iglesia en teoría está muy cerca de los valores que defendía Héctor Abad Gómez, les debería encantar que se hiciera una película como esta. Pero está claro que esa Iglesia no tiene nada que ver con la del papa Francisco, que defendería un personaje como este".

¿Y cómo ha visto la evolución de las zonas más desfavorecidas de Medellín 40 años después de la muerte de Abad Gómez? "En las comunas, los barrios pobres, sí ha habido una evolución desde los 80. Ahora hay una actividad cultural en las comunas que flipas. En mi equipo había varios chicos salidos de esas comunas. Uno se llamaba Peligro y, el otro, Larva. Me contaban que el cine les había salvado. Que no me podían contar las cosas que habían hecho. Pero que gracias a estos centros culturales habían podido participar en algún rodaje que había ido al barrio y que ahora podían ganarse la vida con ello. Es como en las favelas de Brasil. Te das cuenta de que a pesar de toda la violencia y de toda la pobreza, la gente se organiza y deciden que si el Estado no les salva, se salvarán ellos. Dan clases, se reúnen. Aunque el peligro existe".

"En Colombia, todavía, todas las semanas matan a un par de líderes sociales o líderes indígenas"

"En Colombia, todavía, todas las semanas matan a un par de líderes sociales o líderes indígenas", prosigue. "Gente que lucha por la igualdad. Es un país tan complicado. Hay zonas que no llega ni el Estado ni la ley ni el Ejército. Hay zonas que están fuera de la ley, donde cualquier atrocidad se puede cometer. El Plan de Paz es lo más importante que ha tenido Colombia y hay gente que lo ha querido dinamitar. Pero la gente está harta de décadas de violencia y la gente joven está hastiada y no quiere vivir en esto. Hay una Colombia nueva que ha estado años callada y aguantando una herencia que ahora quieren que sus políticos se la metan donde les quepa".

En 'El olvido que seremos' también hay una crítica hacia los medios de comunicación, que pusieron al protagonista en la picota. "Los medios de comunicación, no se puede decir todos, pero en su mayoría existe ese tópico de que ‘buenas noticias no son noticias’, y eso es un poco verdad. La noticia es el puro conflicto. A mí lo que me gusta leer del ‘The New Yorker’ es que no necesariamente me están contando cosas malas. Si me cuentan las torturas de Abu Grahib es porque las han descubierto, pero también te hablan de otras cosas, de coreógrafos, poetas, música, de lo que pasa en la ciudad. Además, ha desaparecido el periodismo de investigación, como lo hacía Guillermo Prieto, que se pasaba seis meses en un tema trabajando para escribir un artículo que casi era un libro. Aquí impera la tribuna. Todo el mundo es el más listo, todo el mundo opina y todo el mundo dice lo que todo el mundo debe opinar. A mí lo que me gusta del periodismo es cuando es investigación y cuando es narración, cuando se construye un relato, no la gente que se pasa el día opinando".

Trueba vuelve cuatro años después de verse envuelto en una corriente de opinión en contra de su persona y de su cine y que se tradujo en una petición de boicot en las redes hacia 'La reina de España', entonces su última película. ¿Qué opina de los medios de comunicación, se siente libre a la hora de opinar públicamente? "Ahora estamos en un momento en el que todo el mundo cuida mucho lo que dice, porque se monta el cirio por cualquier cosa. Estamos en un momento muy tonto. Y este ambiente te hace ser más egoísta. Y piensas, yo voy a hacer mis películas y punto, allá vosotros".

Llueve a mares en Madrid y Fernando Trueba nos recibe en el despacho de su casa, una estancia en la que se apilan los libros en unas estanterías que llegan hasta el techo. En una repisa desfilan media docena de premios Grammy. En otro ventanal, un cabezón y varios premios más, aunque no está el Oscar que consiguió en 1994 por 'Belle Époque', que probablemente ande en casa de Andrés Vicente Gómez, entonces su productor. La cinefilia de Trueba impregna cada rincón del despacho: una portada de 'The New York Times' protagonizada por Woody Allen, un cartel enorme de 'Un, dos, tres' de Billy Wilder, ensayos sobre guion, biografías, el libro de fotos de la 'nouvelle vague' de Raymond Cauchetier, con Belmondo y Seberg en la portada. Hasta las pinturas hablan de cine.

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