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¿Era H. P. Lovecraft completamente humano?
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¿Era H. P. Lovecraft completamente humano?

Era uno de los libros más buscados en España después de muchos años descatalogado y ahora, por fin, Anagrama reedita la fantástica biografía que le dedicó un joven Houellebecq

Foto: H. P. Lovecraft
H. P. Lovecraft

A los 18 años cayó en una depresión nerviosa que duró una década y de la que nunca logró salir del todo. Le asqueaba el mundo, despreciaba a sus semejantes y no creía en ninguna de esas ficciones moralistas que acarrea inútilmente el ser humano hasta morir. Ni la fe, ni la bondad, ni el progreso, nada. Radicalmente materialista y ateo, no se ufanaba de ninguna de ambas cosas como nuestros ñoños 'comecuras' actuales porque sabía que un mundo sin sentido sólo ofrece dos salidas: la desesperación y/o el suicidio. Poblaban su imaginación pesadillas espantosas y criaturas del espacio exterior que no dudarían en exterminarnos de saber de nosotros. Como los occidentales hicimos con nuestros colonizados. E hicimos bien. Porque Howard Phillips Lovecraft fue un abierto reaccionario y un racista congénito. También uno de los escritores más espectaculares y temibles del siglo XX.

"El largo ensayo de Michel Houellebecq 'H. P. Lovecraft. Contra el mundo, contra la vida' es una mezcla extraordinaria de biografía empática, crítica perspicaz y militancia fervorosa: una especie de declaración de amor erudita, quizá incluso la primera 'carta de un admirador' verdaderamente cerebral. La pregunta es si el protagonista es digno o no de un arrebato de creatividad tan rico e inesperado en un campo de estudio por lo general plagado de notas al pie y más aburrido que ver crecer la hierba. ¿Merece este Johnson de revista pulp, que se murió hace tanto tiempo, semejante Boswell? Houellebecq cree que sí, que H. P. Lovecraft es tremendamente relevante incluso en el siglo XXI. Y yo creo que no podría tener más razón".

placeholder 'Lovecraft' (Anagrama)
'Lovecraft' (Anagrama)

Lo afirma nada menos que Stephen King en el prólogo a la nueva edición de una biografía que el joven Houellebecq urdió hace ya treinta años, una joya demasiado tiempo descatalogada cuya reedición por Anagrama ha sido recibida con auténtico fervor por todos los que tenían noticia suya y fatigaban las librerías de viejo sin hallarla. La casualidad es una quimera y el gran reaccionario realista francés se impuso arrancar su carrera con una biografía literaria del gran reaccionario de la fantasía estadounidense, el autor de 'La llamada de Cthulhu', 'El horror de'Dunwich', 'En las montañas de la locura'. El hombre que sentenció: "La vida es algo espantoso; y, al fondo, detrás de lo que sabemos de ella, aparecen los vislumbres de una verdad demoniaca que nos la vuelve mil veces más espantosa".

Esperen, ¿el hombre? Existen dudas al respecto. Pues cómo sospecha Houellebecq en quizá uno de sus mejores líneas de un libro ya fraguado en estado de gracia: "Kant desea establecer una moral válida para toda criatura racional y Lovecraft un universo fantástico capaz de aterrorizar a todo ser dotado de razón. Ambos compartían también su delgadez, afición a los dulces y la sospecha de no ser del todo humanos".

¿Cómo lo hizo?

Advierte Houellebcq que Lovecraft no fue un teórico, que, como tantos escritores portentosos, hizo lo que hizo sin saber muy bien cómo lo hizo y, así, cuando intenta explicar su trabajo el resultado es errático y confuso. La clave para el francés fue la inaudita inserción del materialismo en el corazón del horror y lo fantástico que dio lugar a un género completamente nuevo. Sin vampiros ni hombres lobo en los que creer o no, ya no quedaba escapatoria posible. Qué importa atemorizar a nuestros banales sentimientos, lo que hay que helar es nuestro cerebro. Y el armazón de Lovecraft es tan aparentemente sencillo que después ha sido replicado hasta la náusea: arranca con un escenario de trivial felicidad que poco a poco va siendo agrietado por incidentes insignificantes aunque inquietantes. Hasta que las fuerzas del mal entran en escena.

La clave de Lovecraft es la inaudita inserción del materialismo en el horror

Pero a Lovecraft no le interesaban los finales, tan caros a los escritores norteamericanos, sus relatos son, según Houellebecq "jirones de miedo" que nunca se cierran sobre sí mismos y que pasan el testigo a otro nuevo relato para alimentar a un lector tan aterrado como adicto. Observen, por ejemplo, el inicio de 'En la noche de los tiempos', de 1934: "Después de veintidós años de pesadillas y terrores, aferrándome tan solo a la convicción de que algunas de mis impresiones fueron puramente imaginarias, no me atrevo a garantizar la veracidad de lo que creo haber descubierto en Australia Occidental la noche del 17 al 18 de julio de 1935. Tengo buenos motivos para abrigar la esperanza de que mi aventura pertenezca al terreno de la alucinación; no obstante, estuvo impregnada de un realismo tan espantoso, que aveces toda esperanza me parece imposible".

Por cierto que otro gran escritor francés también empezó su carrera biografiando a uno de sus precursores, otro genio maldito y enloquecido tan parecido en más de una forma a Lovecraft. Nos referimos a Emmanuel Carrère y a su igualmente excepcional biografía de Philip K. Dick 'Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos'.

Foto: Philip K. Dick

Corona Houellebecq este pequeño milagro con una cifra tan escueta como perfecta del destino literario de Lovecraft: "ofrecer una alternativa a la vida en todas sus facetas, constituir una oposición permanente, un recurso permanente a la vida: tal es la misión más elevada del poeta en esta tierra. Howard Phillips Lovecraft cumplió esta misión".

A los 18 años cayó en una depresión nerviosa que duró una década y de la que nunca logró salir del todo. Le asqueaba el mundo, despreciaba a sus semejantes y no creía en ninguna de esas ficciones moralistas que acarrea inútilmente el ser humano hasta morir. Ni la fe, ni la bondad, ni el progreso, nada. Radicalmente materialista y ateo, no se ufanaba de ninguna de ambas cosas como nuestros ñoños 'comecuras' actuales porque sabía que un mundo sin sentido sólo ofrece dos salidas: la desesperación y/o el suicidio. Poblaban su imaginación pesadillas espantosas y criaturas del espacio exterior que no dudarían en exterminarnos de saber de nosotros. Como los occidentales hicimos con nuestros colonizados. E hicimos bien. Porque Howard Phillips Lovecraft fue un abierto reaccionario y un racista congénito. También uno de los escritores más espectaculares y temibles del siglo XX.