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Chiflados, burócratas y vagos: cómo reírse de la Unión Europea sin dejar de quererla
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filmin estrena 'parlamento' en españa

Chiflados, burócratas y vagos: cómo reírse de la Unión Europea sin dejar de quererla

Esta brillante serie de coproducción francesa, belga y alemana hace con la política europea lo que 'Veep' hizo con la estadounidense y 'The Thick of It' con la británica

Foto: 'Parliament' ('Parlamento') se puede ver en Filmin.
'Parliament' ('Parlamento') se puede ver en Filmin.

Samy es un joven cargado de idealismo europeísta que se estrena como asesor en el Parlamento Europeo. Su jefe es un eurodiputado francés; no sabemos a qué partido pertenece, pero sí que está avejentado y que intenta por todos los medios escaquearse de sus obligaciones parlamentarias. Pero Samy empieza a meter la pata y su jefe, de repente, tiene que trabajar: debe introducir enmiendas en una ley de pesca que tramita la comisión a la que pertenece, que afectarán al 'finning', la práctica de cortar las aletas a los tiburones para venderlas en el mercado chino como 'delicatessen'. Y Samy se ve obligado entonces a descubrir a toda prisa cómo funciona el Parlamento.

Primero se deja engañar por un lobista que le facilita la vida dándole redactadas esas enmiendas, unas que se limitan a defender los intereses de sus clientes. Después pide ayuda a otra joven asesora, que aunque empezó a trabajar por convicción en el Partido Conservador británico, ahora aborrece la histeria anti-EU de su jefa, una 'brexiter'. Y también se topa con otro joven asesor alemán que alterna el cumplimiento de las órdenes de una jefa eficaz y cínica con emborracharse siempre que puede, a poder ser en el trabajo.

Este es el inicio argumental de 'Parlamento', una brillante serie de coproducción francesa, belga y alemana, recién estrenada en España por Filmin. Por primera vez, hace con la política europea lo que 'Veep' hizo con la estadounidense y 'The Thick of It' con la británica. Es decir, mostrar cómo, a pesar de que la política intente vestirse de solemnidad y grandes ideales, en realidad, en su día a día, es una sucesión de apaños, asesores demasiado jóvenes que mezclan su vida sexual con informes para sus jefes, que luego no los leen, y de egos que pelean a muerte por cuestiones que la mayoría de la población nunca conocerá.

Cuando Samy le enseña su iniciativa sobre el 'finning' al principal asesor de su grupo parlamentario, un hombre mucho más experimentado que él, este le dice que será un fracaso: si la propuesta no sale adelante, tus votantes dirán que el bienestar animal parece no interesarle a nadie. Si es aprobada, te dirán que por qué no te preocupas por cosas más importantes, como los refugiados. Pero ese asesor no le ayuda por otra razón: está obsesionado sexualmente con una joven asesora que se siente atraída por Samy. Luego resulta que la joven asesora es de un partido de extrema derecha, lo que provocará en Samy algún que otro reparo. En todo caso, mientras la iniciativa se tramita, un independentista catalán insiste en hablar en esa lengua no oficial en la comisión y un traductor independentista y otro no independentista acaban a puñetazos.

Un traductor independentista catalán y otro no independentista acaban a puñetazos

Pero ¿es así la vida en el Parlamento Europeo? Se lo pregunté a Nacho Alarcón, el corresponsal de El Confidencial en Bruselas: “Es una comedia, pero evidentemente todo el que conozca el Parlamento Europeo identifica bien los personajes, las situaciones, los escenarios y el ambiente”, me dijo Nacho, cuyo trabajo consiste en pasar buena parte de su jornada entre personajes como los de la serie. “Por ejemplo, ese eurodiputado fantasma que se pasa una legislatura en Bruselas intentando que nadie se dé cuenta de que está aquí y que existe, y todos pensamos en alguien cuando vemos la serie”. Pero la serie no solo es capaz de reírse de individuos, también de las naciones que tienen representantes en el Parlamento. “En la serie, se hace referencia a los españoles y cómo actuamos, o a los italianos o suecos y cómo actúan. Y, lejos de resultar ofensivo, es que es cierto que en Bruselas esos mecanismos muchas veces funcionan”.

La serie no tiene nada de solemne, pero a veces en ella se cuelan cuestiones genuinamente políticas. Samy, agobiado por el lío en el que se ha metido, le pregunta a un funcionario mucho más experimentado, al que le gusta compararse con Séneca —que fue asesor de políticos— y citar a Bismarck, si la política es solo la coordinación de intereses contrapuestos o si en realidad existe algo que podamos llamar bien común. El alto funcionario no tiene respuesta. Samy también se cuestiona si uno debe luchar por causas justas, como las aletas de los pobres tiburones, o sacrificarlas si con ello se consiguen objetivos mayores pero más remotos, como detener el populismo. La respuesta parece ser: depende de si te beneficia o perjudica. ¿Qué haces cuando una chica que te gusta mucho es un poco nazi o cuando puedes pasarte de político a lobista y ganar mucho más, aunque odies ese trabajo?

¿Qué haces cuando una chica que te gusta mucho es un poco nazi?

Finalmente, 'Parlamento' es una serie que funciona y que consigue aclarar un poco la paradoja de la política europea: sí, es caótica, está llena de chiflados obsesionados con sus pequeños temas locales, de nacionalistas que viven de maravilla a costa de la institución que dicen querer desmantelar y de procesos y regulaciones burocráticas enloquecedoras. Pero su propio caos es un buen reflejo de la absoluta diversidad ideológica, cultural y económica de la Unión Europea. El mero hecho de que un nacionalista finlandés, un independentista catalán, un verde alemán, un socialdemócrata austriaco y un conservador francés se vean obligados a vivir bajo las mismas reglas y a pactar políticas conjuntas es probablemente una manera poco intuitiva, pero eficaz, de mantener las libertades y asegurarse una cierta coherencia económica en un mundo en el que nuestros países por separado serían completamente irrelevantes. Aunque eso pase por “regulaciones con muchos números, barras y años, que pasan por muchas manos durante todo el proceso”, me dijo Nacho, “el ponente, el coponente, el ponente en la sombra de un informe…”. Que en la serie los centristas y los extremistas sean más o menos igual de patanes, de hipermotivados o de vagos —aunque se muestre una preferencia clara por los europeístas—, hace que resulte un poco más creíble.

La semana pasada, el filósofo Javier Gomá publicaba en 'ABC' un artículo en el que afirmaba que el poder siempre es chapucero, a pesar de que se revista de pompa y mucha gente le atribuya una unanimidad y una resolución que en realidad no existen. “Las decisiones más trascendentales de la Historia —decía Gomá— se toman en el último minuto, a toda velocidad, por razones azarosas o caóticas y deformadas por la tensión insoportable de una pluralidad de intereses contrapuestos”. En 'Parlamento', las decisiones no son dramáticas, aunque, bueno, que se lo pregunten a los tiburones. Pero su retrato del poder es fiel, y por lo tanto, este sale un poco ridículo. El mundo se parece más a 'Parlamento' que a 'El ala oeste de la Casa Blanca'.

Samy es un joven cargado de idealismo europeísta que se estrena como asesor en el Parlamento Europeo. Su jefe es un eurodiputado francés; no sabemos a qué partido pertenece, pero sí que está avejentado y que intenta por todos los medios escaquearse de sus obligaciones parlamentarias. Pero Samy empieza a meter la pata y su jefe, de repente, tiene que trabajar: debe introducir enmiendas en una ley de pesca que tramita la comisión a la que pertenece, que afectarán al 'finning', la práctica de cortar las aletas a los tiburones para venderlas en el mercado chino como 'delicatessen'. Y Samy se ve obligado entonces a descubrir a toda prisa cómo funciona el Parlamento.

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