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Cuando descubres que tu otro 'yo' fue un miliciano de la guerra civil muerto en prisión
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Cuando descubres que tu otro 'yo' fue un miliciano de la guerra civil muerto en prisión

Antonio Rojano descubrió que un hombre con su nombre y apellido murió en la cárcel de Orduña en 1940. Tiró del hilo y comprobó que era un represaliado. Cuenta su historia en una experiencia teatral

Foto: Milicianos republicanos en el frente
Milicianos republicanos en el frente

Una noche de hace dos años, al otro lado de la pantalla, el dramaturgo Antonio Rojano (Córdoba, 1982) se encontraba bloqueado. De ideas. Para simplificar un poco las cosas y llamar a la suerte decidió poner su nombre y apellido en la barra buscadora de Google. Por suerte no era ningún García y se encontró con otro ‘Antonio Rojano’ en un artículo que recogía los muertos en la prisión de Orduña en 1940 de un total de 200. Entre 1937 y 1941, la cárcel —antes de acabar la guerra, un campo de concentración— había alojado a 50.000 prisioneros republicanos. Rojano, el otro, había fallecido el 23 de mayo después de llegar allí en diciembre de 1939 tras tres días de viaje desde Castuera, en Badajoz. A Rojano, el dramaturgo, enseguida le asaltaron un montón de preguntas: ¿quién era?, ¿por qué había acabado allí?, ¿cómo murió su especie de otro yo? Inició una investigación que culminó en ‘El libro de Toji’, una pieza teatral transmedia —hay blog, un hilo en Twitter, radioteatro y teatro 'online'— con Irene Ruíz, Francesco Carril y María Hervás, que se estrena esta semana en versión 'online' dentro del Festival de Otoño. El bloqueo del escritor se había terminado.

Las primeras pesquisas, más rudimentarias, en internet mostraron que era un chico de Baena (Córdoba) —no eran familia, Rojano es un apellido cordobés común— que había batallado en el frente republicano en Córdoba y en Extremadura. Con la curiosidad totalmente despertada, decidió acudir al Archivo General e Histórico de Defensa de Madrid, ya que allí se encontraba toda la información de esta persona. Concretamente en el Sumario 1321. Legajo 2615.

placeholder Los datos de Antonio Rojano, el miliciano, según el Archivo .
Los datos de Antonio Rojano, el miliciano, según el Archivo .

“Fue muy emocionante, porque es un archivo que se desconoce mucho. Incluso los familiares de gente que estuvo en la guerra. También sirve para matar leyendas. Como la de este hombre, de quien la familia del pueblo llegó a decir que le denunciaron porque se había enamorado de una chica, pero luego se había casado con otra en Manzanares, y la chica, al verle casado, le había denunciado. Como si fuera una historia de celos y cuernos. Y no, en realidad él nunca volvió al pueblo y no se supo nunca que se había casado así que nadie le pudo denunciar. A él le detuvieron porque era un soldado y había participado en el frente”, cuenta Rojano a El Confidencial.

Así la historia es más prosaica cuando se empieza a rascar un poco. Pero es una historia que es universal de la Guerra Civil: la de tantos chavales que murieron en la veintena al estallar un conflicto bélico en su país.

Huida a Manzanares

En el archivo de la guerra, Rojano, el escritor, descubrió que Rojano, el soldado, apenas tenía 25 años cuando el 5 de agosto de 1936 tuvo que salir huyendo de su pueblo ante una dura ofensiva de las tropas franquistas, según ha documentado también el historiador Arcángel Bedmar. El 28 de julio de aquel año, solo diez días después del alzamiento, el pueblo vivió uno de los días más sanguinarios de su historia. Los días antes había habido algunas escaramuzas republicanas, pero nada que ver con la masacre que hubo en la plaza del pueblo una vez que entraron los franquistas, bien apoyados por la Guardia Civil, sobre todo por el teniente Pascual Sánchez Ramírez. Los cadáveres llenaban la plaza mientras los sublevados tomaban cervezas en el bar, describe Bedmar. Rojano era barbero, no tenía ningún antecedente, pero estaba afiliado al partido socialista. Lo mejor era huir.

placeholder El dramaturgo Antonio Rojano.
El dramaturgo Antonio Rojano.


Acabó en Manzanares, que tenía cierta tradición anarquista, y allí se enroló en la 88 brigada mixta, la que se desplegó en Córdoba y Extremadura, y pasó a vivir en el frente. Rojano especula con que pudo estar en los parajes de Cerro Muriano, precisamente donde Robert Capa tomó la famosa foto del miliciano republicano caído que luego se demostró que era un montaje.

Acabó en Manzanares, que tenía cierta tradición anarquista y allí se enroló en la 88 Brigada Mixta, la que se desplegó en Córdoba y Extremadura

Pero es en Manzanares donde aparece otro personaje importante de la historiadora: Teresa Escribano, una joven de Málaga que había huído en ‘La desbandá’, la masacre civiles en la carretera de Málaga a Almería acometida por franquistas el 8 de febrero de 1937. Murieron entre 3.000 y 5.000 personas, según la documentación histórica. Escribano logró sobrevivir con algunas heridas y acabó en Manzanares. Donde conocería a Rojano, empezarían una relación y se casarían.

La guerra, la cárcel y la muerte

Pero Rojano tuvo que volver al frente y ya no se vieron nunca más. La siguiente documentación rescatada por el dramaturgo revela que el soldado fue detenido en Castuera, en Badajoz, el 27 de marzo de 1939 tras entregarse voluntariamente. La guerra ya estaba perdida para los republicanos. “Le juzgan en verano, le cae una condena de 20 años de prisión en septiembre y en diciembre le trasladan a Orduña. Su condena es firme por haber sido un militar, y también porque en el pueblo de Manzanares una testigo dice que él estaba en las turbas de republicanos que iban entrando en las casas poco después del alzamiento. Pero al final era un poco porque todo aquel que no ha estado con nosotros es el enemigo”, comenta Rojano, el escritor.

El joven de 25 años no duró ni cinco meses allí. En mayo comenzó a tener una hemorragia interna —que era una úlcera de estómago— y se fue en pocos días. “En esa prisión murieron ese año 200 personas, y la mayoría por hambre y por frío. Hubo mucha nieve… y era gente que no tenía ni mantas. Y las enfermedades que tuvieron se multiplicaron”, señala Rojano. Se cuentan más historias de los paredones, los fusilamientos, que los hubo, pero mayoritariamente en las cárceles se murió por enfermedad. También le ocurrió a Miguel Hernández.

placeholder Causas de la condena de 20 años, según la documentación del Archivo.
Causas de la condena de 20 años, según la documentación del Archivo.

Rojano fue enterrado en una fosa común del cementerio de Orduña, sin embargo, a día de hoy su cuerpo aún no ha sido recuperado. El ayuntamiento vizcaíno ha exhumado 14 cuerpos de los 200 que murieron en la prisión más los del campo de concentración. “Es una muestra de que ahí están, pero las familias no saben. Están debajo de los nichos y de lugares que se han construido después. Pero se pretende exhumar a todos”, sostiene el dramaturgo. Teresa, por su parte, sobrevivió a la guerra, pero se marchó a América Latina, donde acabó trabajando de cocinera. Nunca más se casó, “no hay documentos de enlaces, pero vivió bastantes años”, dice Rojano tras sus pesquisas.

El teatro y la memoria histórica

Para este dramaturgo, que concibió esta experiencia teatral en Toji, en Corea del Sur, ciudad que también tiene imbricaciones con la obra y donde disfrutó de una beca de creación, ha sido su primer contacto con una historia real de nuestro pasado. Autor de obras como ‘Dios K’ —un émulo de Dominique Strauss-Kahn tras el escándalo sexual que le obligó a dimitir del FMI— y ‘Hombres que escriben en habitaciones pequeñas’ o la versión de Ricardo III para el Teatro Kamikaze, entre otros textos, agarró esta historia “cuando siempre las había rehuido. Para mí es importante la memoria, pero desde la ficción. Sin embargo, me di cuenta de que quería estudiar la historia de este hombre por varias razones: hay una ausencia de mi historia familiar en la guerra y me parece atractivo hacer este juego literario, este juego, por otra parte, me genera conflictos, porque quién soy yo para hablar de alguien que no es ni mi familia. Es decir, qué lugar estoy ocupando yo. Como artista me parece interesante investigarlo o al menos hacerme preguntas”.

Son historias que se deben conocer. Y no por revancha, sino por hacer acto de memoria. Es un soporte a la gente que está sacando esos cuerpos

La otra razón tenía que ver con que, a priori, es una historia de tantas. Hubo muchas así. “Pero se deben conocer. Y no por revancha, sino por hacer acto de memoria. En Orduña están ahora sacando los cuerpos de muchos presos de esa prisión, por lo que el texto es un soporte a la gente que está sacando esos cuerpos. Y, por supuesto, para que las familias tengan ese descanso”, zanja el escritor sobre su otro ‘yo’.

Una noche de hace dos años, al otro lado de la pantalla, el dramaturgo Antonio Rojano (Córdoba, 1982) se encontraba bloqueado. De ideas. Para simplificar un poco las cosas y llamar a la suerte decidió poner su nombre y apellido en la barra buscadora de Google. Por suerte no era ningún García y se encontró con otro ‘Antonio Rojano’ en un artículo que recogía los muertos en la prisión de Orduña en 1940 de un total de 200. Entre 1937 y 1941, la cárcel —antes de acabar la guerra, un campo de concentración— había alojado a 50.000 prisioneros republicanos. Rojano, el otro, había fallecido el 23 de mayo después de llegar allí en diciembre de 1939 tras tres días de viaje desde Castuera, en Badajoz. A Rojano, el dramaturgo, enseguida le asaltaron un montón de preguntas: ¿quién era?, ¿por qué había acabado allí?, ¿cómo murió su especie de otro yo? Inició una investigación que culminó en ‘El libro de Toji’, una pieza teatral transmedia —hay blog, un hilo en Twitter, radioteatro y teatro 'online'— con Irene Ruíz, Francesco Carril y María Hervás, que se estrena esta semana en versión 'online' dentro del Festival de Otoño. El bloqueo del escritor se había terminado.

Guardia Civil Almería