Es noticia
Un español en el corredor de la muerte: 'El estado contra Pablo Ibar'
  1. Cultura
FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

Un español en el corredor de la muerte: 'El estado contra Pablo Ibar'

Esta serie documental de seis capítulos repasa los 25 años de proceso judicial del español que más tiempo ha pasado en el corredor de la muerte

Foto: Pablo Ibar en una imagen del documental de Olmo Figueredo. (La Claqueta)
Pablo Ibar en una imagen del documental de Olmo Figueredo. (La Claqueta)

Un vídeo en blanco y negro, como de cámara de circuito cerrado. Un hombre y dos mujeres charlan sentados a la mesa. Normalidad de una noche de fiesta. Última copa. Hasta que dos hombres prorrumpen en la habitación a través de la puerta corredera que da al jardín. Uno de ellos carga con una semiautomática. El otro con una pistola corta. Golpean al hombre. Una de las mujeres vuelca de la silla y queda paralizada. La otra intenta huir hacia otra habitación. A la mañana siguiente, tres cadáveres yacen ensangrentados. Casimir Suchaski, 48 años, dueño del bar Casey's Nickeloderon. Deudas, drogas, un expediente delictivo. También ex mujer e hijos. Sharon Anderson y Marie Rogers, de 25 años, clientes habituales del local. Una cámara oculta ha registrado todo lo que pasó aquella noche. Pero las imágenes tienen demasiado ruido. Un coche robado. Huellas de las suelas de unas zapatillas deportivas. Y las caras borrosas de dos hombre jóvenes, a rostro descubierto, inconscientes de la existencia de la cámara de seguridad. Unos días después, la Policía detiene en un allanamiento de morada a un sospechoso cuyo físico coincide con el de uno de los asesinos.

Así comenzó el caso Pablo Ibar, uno de los juicios por asesinato más mediáticos y largos de las últimas décadas. El 27 de junio de 1994 dos hombres asesinaron de madrugada y a sangre fría a tres personas en la ciudad de Miramar (Florida). El 22 de mayo de 2019, uno de los acusados por el crimen, Pablo Ibar, espera el veredicto del jurado. Un proceso que se ha alargado durante 25 años y que ha desatado en España una discusión sobre la pena de muerte y el mecanismo judicial estadounidense, que ha ocupado horas y horas de televisión y de reivindicaciones nacionalistas –Pablo Ibar es español, ergo es inocente–, y cuya evolución ha condensado en seis capítulos de 55 minutos la serie 'El Estado contra Pablo Ibar', del director Olmo Figueredo, que se presenta este jueves en el Festival de San Sebastián. Una digna heredera del documental procesal al estilo de 'Making a Murderer', pero con protagonizada por un ciudadano de orígenes vascos, que pidió la doble nacionalidad para embarcar al Estado español en una lucha contra la pena capital.

"Suchaski era un tío que estaba obsesionado con grabarlo todo. Grababa sus encuentros sexuales, pero también todas sus comunicaciones", cuenta Figueredo. "Tenía una cámara en su local, el Casey’s Nickelodeon, pero también otra en su dormitorio –para los tríos y eso– y en el salón de su casa. ¿Quién hace eso? Y da la casualidad de que el hombre acaba grabando su propia muerte. Es un hecho inédito".

placeholder Otro momento de 'El Estado contra Pablo Ibar'. (La Claqueta)
Otro momento de 'El Estado contra Pablo Ibar'. (La Claqueta)

Cuando Pablo Ibar entró en prisión apenas tenía 22 años. Ahora es un hombre de 48 que ha pasado la mayor parte de su vida privado de libertad en el corredor de la muerte. Hijo de un pelotari de cesta punta oriundo de Aizarnazábal (Guipúzcoa) y emigrado a Estados Unidos en los años sesenta, y sobrino del celebérrimo José Manuel Urtain, campeón de Europa de pesos pesados en los años setenta, Ibar ha sido el preso español que más tiempo ha pasado esperando la pena de muerte, convirtiéndose en un símbolo para los abolicionistas.

Desde que Figueredo comenzó a rodar lo que ahora es 'El Estado contra Pablo Ibar', "han pasado muchas cosas: la muerte de Alan Ross, el abogado de la defensa, Pablo gana lo del Tribunal Supremo, encuentran ADN en la camiseta veintitrés años después. Han sido una sucesión de elementos de mala suerte. Como dice el padre, Cándido, da la sensación de que le pesa la maldición de los Urtain, porque varios de ellos murieron en extrañas circunstancias". El equipo de Figueredo ha tenido acceso a más de 2000 horas de grabación –entre ellas 400 del archivo privado de Suchaski–, además de miles de páginas del sumario judicial, un acceso a la información "que sólo es posible en Estados Unidos, donde las administraciones son realmente transparentes".

placeholder El juez Dennis Bailey durante el juicio. (La Claqueta)
El juez Dennis Bailey durante el juicio. (La Claqueta)

El proyecto se ha levantado de manera independiente, al margen de cualquier plataforma. "Teníamos el problema de que era imposible dar una seguridad de fecha de entrega. El juicio tenía que haber empezado en 90 días, pero por decisiones de estrategia y problemas se demoró tres años", lamenta el director. "No me interesaba el debate de la pena de muerte. Yo estoy en contra de la pena de muerte –y se lo he dicho así a las víctimas–, pero no quería posicionarme. A mí me interesa la duda. La duda razonable, que es lo que mueve todo el sistema judicial americano. Son familias que llevan 25 años luchando por demostrar su posición. Tienes a la Fiscalía y a la Defensa, que están metidas dentro de una maquinaria judicial en la que la verdad no importa, sino la duda. El 'true crime' tiene algo voyeur que me fascina, la relación entre el bien y el mal. Yo he intentado no posicionarme, sino convertir al espectador en un miembro del jurado más".

Más allá de un juicio por asesinato convencional, el caso de Pablo Ibar ha sido un quebradero de cabeza para el Gobierno español desde que éste se nacionalizó español en mitad del proceso, obligando al Estado a proteger a su ciudadano de la pena de muerte. "Aquí había que hacer política. Había que hacer “lobby, lobby, lobby”. Si a Pablo lo hubiesen condenado en el año 2000 a cadena perpetua nadie sabría de él. Pero como la Unión Europea y España están en contra de la pena de muerte, por un componente ético, fue más fácil para la familia generar un debate, no si Pablo es culpable o inocente, sino si era merecedor de un castigo cruel e inhumano que era la pena de muerte", aduce Figueredo. "Luego ya llega el componente emocional con el País Vasco, sobre su relación con los Urtain, y por lo que empezó a llover el dinero. Han sido más de dos millones de euros de dinero público, porque se le ha salvado la vida a una persona".

placeholder Otro momento de la serie documental. (La Claqueta)
Otro momento de la serie documental. (La Claqueta)

En un principio fue complicado acceder a la información, precisamente por esta causa. "En Estados Unidos, cuando llegamos, no querían atendernos. Ni las víctimas ni la Fiscalía, porque presuponían que íbamos con la bandera de España por delante. “Pablo es inocente, sois unos hijos de puta…”, eso pensaban. Todas las experiencias que habían tenido con la prensa española habían sido muy malas. Pero yo sólo quería escucharlos, que me dijesen la que pensaban. España se ha portado muy mal y ha sido muy injusta con las víctimas.Tú no puedes irte a Miami, sentarte enfrente de las víctimas, de una persona que ha perdido a su padre o a su hermana, y lo primero que haces es preguntar: “¿Por qué quieres venganza y matar a Pablo?”. Tienes que preguntarles por cómo se sienten. Si ves a la hija de Sucharski, es una persona que ha sufrido mucho. No ha llorado nunca. Ha perdido su capacidad emocional".

"Este apoyo también le ha venido mal", prosigue. "Porque cuando Pablo solicitó la libertad bajo fianza, con un brazalete en su casa, la jueza advirtió que tenía un riesgo enorme de fuga, al tener la doble nacionalidad y el apoyo institucional español, así que no se lo concedió. Ha estado todo el tiempo en la cárcel. Ha pasado más tiempo dentro de la cárcel que fuera. Está totalmente institucionalizado. No sabe lo que es abrir una puerta, porque durante 26 años hay alguien que le ha abierto la puerta. Es un hombre que no puede tener un vis a vis con su mujer. Puedo entender que te priven de tu libertad, pero, ¿castigar hasta ese punto?".

placeholder C
C

'El Estado contra Pablo Ibar' ha sido una serie documental que ha ido creciendo en paralelo al proceso. No hay puntos de giro guionizados ni se busca un culpable más allá de exponer los hechos de la manera más objetiva posible. Un trabajo de más de seis años que reflexiona sobre el sistema judicial estadounidense –que se sostiene sobre la duda, pero también sobre el dinero– y que revela gran cantidad de pruebas en un juicio que nació politizado y cuya cobertura en España ha sufrido de una tendenciosidad inusitada. Una muestra de que en la justicia estadounidense lo importante no es la verdad, sino la emoción y el relato.

Un vídeo en blanco y negro, como de cámara de circuito cerrado. Un hombre y dos mujeres charlan sentados a la mesa. Normalidad de una noche de fiesta. Última copa. Hasta que dos hombres prorrumpen en la habitación a través de la puerta corredera que da al jardín. Uno de ellos carga con una semiautomática. El otro con una pistola corta. Golpean al hombre. Una de las mujeres vuelca de la silla y queda paralizada. La otra intenta huir hacia otra habitación. A la mañana siguiente, tres cadáveres yacen ensangrentados. Casimir Suchaski, 48 años, dueño del bar Casey's Nickeloderon. Deudas, drogas, un expediente delictivo. También ex mujer e hijos. Sharon Anderson y Marie Rogers, de 25 años, clientes habituales del local. Una cámara oculta ha registrado todo lo que pasó aquella noche. Pero las imágenes tienen demasiado ruido. Un coche robado. Huellas de las suelas de unas zapatillas deportivas. Y las caras borrosas de dos hombre jóvenes, a rostro descubierto, inconscientes de la existencia de la cámara de seguridad. Unos días después, la Policía detiene en un allanamiento de morada a un sospechoso cuyo físico coincide con el de uno de los asesinos.

El redactor recomienda