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¿Serán tus hijos inteligentes? La trágica historia de la mujer que lo resolvió
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¿Serán tus hijos inteligentes? La trágica historia de la mujer que lo resolvió

Judea Pearl, uno de los mayores expertos en computación y causalidad del mundo, ofrece en 'El libro del porqué' las respuestas más sorprendentes a las preguntas más ambiciosas

Foto: Detalle de portada de 'El libro del porqué', de Judea Pearl. (Pasado & Presente)
Detalle de portada de 'El libro del porqué', de Judea Pearl. (Pasado & Presente)

El 25 de mayo de 1943, Barbara Burks se quitó la vida a los 40 años arrojándose por el puente George Washington de Nueva York. Hoy, casi nadie recuerda a la joven psicóloga estadounidense, que no logró encontrar empleo en ninguna universidad y que, aquejada por una profunda depresión, "se dio cuenta, con razón o sin ella, de que su cerebro estaba experimentando un cambio siniestro y, con todo su amor y ternura, decidió ahorrarnos el pesar de compartir con ella el espectáculo de una decadencia tan trágica", como escribió su madre. En su corta vida, Burks tuvo tiempo de investigar cómo se transmite la inteligencia y dio con un descubrimiento científico capital que, "como la frágil mariposa de una idea, estuvo aleteando casi inadvertidamente durante dos generaciones hasta que volvió a emerger de nuevo a la luz, victoriosa".

De rescatar la increíble y trágica historia de Barbara Burks se ocupa en su último libro, recién publicado en España, uno de los científicos más brillantes de la actualidad: Judea Pearl, profesor de Ciencias de la Computación y Estadística, director del Laboratorio de Sistemas Cognitivos de la Universidad de California en Los Ángeles y uno de los principales artífices de lo que ha sido bautizado con el arcano nombre de 'la nueva ciencia de la causa y el efecto'. En 'El libro del porqué' (Pasado & Presente, 2020), Pearl resume para todos los públicos los descubrimientos radicales que, a lo largo de las últimas tres décadas, han revolucionado y dado firme base teórica a disciplinas tan dispares como la inteligencia artificial, la estadística, la psicología y el conjunto de las ciencias sociales.

placeholder 'El libro del porqué'.
'El libro del porqué'.

Cuentan que en una ocasión le pidieron una muestra de semen al bioquímico y Nobel George Wald y él replicó divertido que, si buscaban esperma que fabricara premios Nobel, debían pedírselo a su padre, un sastre inmigrante. “¿Qué le ha dado al mundo mi esperma? ¡Dos guitarristas!”. Una buena manera de adentrarse en el apasionante libro de Judea Pearl es a través precisamente de los hallazgos de Barbara Burks, quien habría inventado una técnica matemática tan potente como los diagramas causales para dar solución a la eterna polémica acerca de qué es más importante en la forja de rasgos básicos de nuestro carácter como la inteligencia. ¿La naturaleza o la crianza? Por cierto, que la vida de Judea Pearl, como la de Burks, también ha contado con su particular tragedia: en 2002, su hijo, el periodista Daniel Pearl, fue secuestrado y asesinado en Pakistán por los talibanes. El vídeo de su decapitación pudo verse en todo el mundo.

¿Qué te hace más listo?

Años veinte. La estudiante Barbara Burks comienza a trabajar junto al psicólogo Lewis Terman, célebre por su desarrollo del test Stanford-Binet del coeficiente intelectual y convencido de que la inteligencia no se adquiría, se heredaba. No se trataba de un debate nuevo y aún hoy sigue en discusión. Eran tiempos, por cierto, en los que la denostada eugenesia parecía aún una propuesta admirable defendida por luminarias como Francis Galton, primo de Darwin, Karl Pearson o el mismo Terman. La crucial aportación de la inquieta Burks fue reducir lo que le parecía excesiva palabrería en torno a los hechos en disputa a un diagrama causal para formular más claramente —y responder— la pregunta. Antes recopiló los datos de numerosas visitas domiciliarias a centenares de familias con niños tanto naturales como adoptados.

placeholder El debate de la naturaleza frente a la crianza, en el marco creado por Barbara Burks.
El debate de la naturaleza frente a la crianza, en el marco creado por Barbara Burks.

Los resultados sorprendieron a la propia Burks, al hallar un efecto más reducido del esperado: los hijos heredaban un 35% de la variación del CI parental. O más claramente: los padres con un CI 15 puntos superior a la media, típicamente, tenían hijos situados cinco puntos por encima de la media. El resto lo pone el medio ambiente, el entorno, la cultura, la sociedad... elijan. El resultado al que llegó ha envejecido bastante bien en los 100 años que siguieron hasta hoy. ¿Cómo era posible que sus mentores estuvieran tan equivocados? La joven investigadora comenzó entonces a analizar minuciosamente el método de análisis más aceptado hasta el momento con criterios propios muy innovadores, y halló errores graves que suponen los primeros ejemplos gráficos en la literatura científica de lo que hoy se conoce como el sesgo del colisionador, que mutila "la auténtica medida de la aportación de una causa a un efecto".

"Es fascinante imaginar qué podría haber llegado a ser Burks de no haber caído víctima de su tiempo"

Aquella mujer que aún no contaba con un título de doctorado se atrevió a publicar acto seguido los resultados que enmendaban la plana a sus mayores varones. Como Terman, que aunque decía apreciar su talento la calificaba de "demasiado agresiva en la defensa de sus ideas". Aunque acabó por doctorarse no halló trabajo como profesora en ninguna universidad y fue dando tumbos en inseguros puestos de investigación hasta su triste final. Según el autor de 'El libro del porqué, "es fascinante imaginar qué podría haber llegado a ser Burks de no haber caído víctima de su tiempo".

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Barbara Burks

"Hasta donde yo he podido averiguar", escribe Pearl, "la primera persona que representó explícitamente un mediador con un diagrama fue una estudiante de posgrado de Stanford llamada Barbara Burks, en 1926. Esta pionera de la participación de las mujeres en la ciencia, aunque es muy poco conocida, es en realidad una de las verdaderas heroínas de este libro. Hay razones para creer que ella inventó, de hecho, los diagramas causales, con independencia de Sewall Wright. Y con respecto a la mediación, estaba por delante de Wright, y varias décadas por delante de su tiempo".

Paradojas y conquistas

'El libro del porqué', escrito por Judea Pearl con la colaboración del divulgador científico Dana Mackenzie, es extraordinario. Explicar al público general la historia de la nueva ciencia de la 'inferencia causal' que ya está impactando en facetas cruciales de nuestra vida, desde el desarrollo de nuestros fármacos hasta el control de la política económica, desde la educación y la robótica hasta el control de armas y el calentamiento global, no es tarea sencilla y aquí el lector se encontrará con páginas arduas. Pero la abundancia de ejemplos, de biografías increíbles, de paradojas y conquistas impone un irresistible sentido de la maravilla.

Gracias a la inferencia causal, el autor responde preguntas como "estoy a punto de renunciar a mi trabajo... ¿debo hacerlo?"

Algunas preguntas que se plantea y responde el autor son ¿qué eficacia posee un determinado tratamiento a la hora de prevenir una enfermedad?, ¿nuestras ventas han subido a consecuencia de la nueva ley tributaria o quizá de nuestros anuncios?, ¿cuál es el coste de la atención sanitaria atribuible a la obesidad?, ¿el historial de contrataciones puede demostrar que un empleado se rige por criterios de discriminación sexual?, estoy a punto de renunciar a mi trabajo... ¿debo hacerlo?

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Judea Pearl

"Hace decenas de miles de años", concluye Pearl, "los seres humanos empezaron a darse cuenta de que ciertas cosas causan otras cosas, y que alterar lo primero puede modificar lo segundo. Ninguna otra especie lo ha comprendido; no, desde luego, en la misma medida que nosotros. Este descubrimiento dio origen a las sociedades organizadas, a los pueblos y las ciudades, y con el tiempo a la civilización de raíz científica y tecnológica de la que hoy disfrutamos. Y todo ello por hacer una pregunta simple: ¿por qué?".

El 25 de mayo de 1943, Barbara Burks se quitó la vida a los 40 años arrojándose por el puente George Washington de Nueva York. Hoy, casi nadie recuerda a la joven psicóloga estadounidense, que no logró encontrar empleo en ninguna universidad y que, aquejada por una profunda depresión, "se dio cuenta, con razón o sin ella, de que su cerebro estaba experimentando un cambio siniestro y, con todo su amor y ternura, decidió ahorrarnos el pesar de compartir con ella el espectáculo de una decadencia tan trágica", como escribió su madre. En su corta vida, Burks tuvo tiempo de investigar cómo se transmite la inteligencia y dio con un descubrimiento científico capital que, "como la frágil mariposa de una idea, estuvo aleteando casi inadvertidamente durante dos generaciones hasta que volvió a emerger de nuevo a la luz, victoriosa".

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