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Los años de plomo de Italia y el adanismo que lleva a la lucha armada
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Los años de plomo de Italia y el adanismo que lleva a la lucha armada

Felipe Hernández Cava y Antonia Santolaya firman el cómic 'Del Trastevere al paraíso', una historia sobre la juventud, la manipulación de los ideales y el abandono de los extremismos

Foto: "¡Dispárale!", viñeta de 'Del Trastevere al paraíso'
"¡Dispárale!", viñeta de 'Del Trastevere al paraíso'

“La espera dentro del coche se me hizo eterna. Notaba cómo el sudor corría por mi pecho hasta concentrarse en las ingles.

- Ahí está… vamos, Valeria, ponte el pasamontañas.

El arma pesaba ahora cuatrocientos gramos

- ¡Dispárale, Valeria! ¡Dispárale!

Antes de que me conminara a hacerlo por tercera vez, Dante ya había abierto fuego.

- ¡Al coche, al coche!

Y entonces el tiempo empezó a experimentar una celeridad sorprendente: la entrada en el coche, el rugido de la aceleración, la maniobra para esquivar un camión, la encrucijada de calles… el campo”

Así es el atentado que narran Felipe Hernández Cava (Madrid, 1953) y la dibujante Antonia Santolaya (la Rioja, 1966) en el cómic ‘Del Trastevere al paraíso’ (Reservoir Books). Un atentado de ficción, pero que podría ser cualquiera de los sucedidos en Italia en los años setenta. O en España en los años del terrorismo de ETA. Una pistola, un pasamontañas, un objetivo, un coche para salir huyendo y mucho idealismo. “Yo estoy muy sensibilizado con el asunto de las víctimas del terrorismo y quería reflexionar sobre esos convulsos años de plomo en Italia. Ese era el contexto del cómic”, explica Hernández Cava a El Confidencial. El guionista ya ha publicado otros libros sobre esta temática como ‘Las serpientes ciegas’, junto a Bartolomé Seguí, y su trayectoria fue galardonada en 2009 con el Premio Nacional del Cómic.

Estoy muy sensibilizado con el asunto de las víctimas del terrorismo y quería reflexionar sobre esos convulsos años de plomo en Italia

Fue hace tres años cuando este proyecto comenzó a tomar forma. Santolaya recibió una beca de la Academia de España en Roma y presentaron esta historia de idealismos, adanismo, chantaje y madurez ideológica en la que tanto el guionista como la dibujante fueron trabajando mano a mano. Así crearon a Valeria, la protagonista, una mujer que crece en el barrio popular del Trastevere en Roma en los sesenta y que en los setenta llega a la universidad y se encuentra con los grupos de estudiantes idealistas que querían cambiar el mundo. Y que, por supuesto, tienen un póster del Che en la habitación.


“No es una figura esquemática, sino que tiene una densidad dramática. Le concedí mi edad, porque así me era más fácil comprender los mecanismos en los que pudo verse enredada”, comenta este escritor que junto a la dibujante reconstruye cómo era aquella Italia llena de colores fluor y diseños pintorescos. “Para el dibujo recordé mi infancia con el papel pintado en la pared, pero también cómo se movía entonces la gente porque en la facultad no había tantas mujeres. Ella se viste y está con una aparente libertad, pero en realidad es una mujer en los setenta. Se puede permitir una libertad pero nada que ver con ahora”, señala Santolaya.

Manipuladores, idealistas e ingenuos

Y esos mecanismos en los que se ve enredada tienen que ver mucho con la fácil manipulación de los idealistas, comenta Hernández Cava. Valeria lo es. Procede de una familia de izquierdas -su padre había sido partisano en la II Guerra Mundial, su hermano mayor leía a los marxistas en los sesenta- idolatra la revolución cubana. Y tras unas pintadas en unas paredes contra los poderes fácticos entra en contacto con otros jóvenes que quieren llevar la lucha a otro lugar… mucho menos reflexivo. Un lugar en el que años después nunca quiso estar.

“Ella es super idealista y se deja llevar por ideales. Y siempre hay alguien que maneja eso para llevarlo a otro camino. Hay una manipulación desde el exterior y luego te dejas manipular. Es parte de esa inocencia, confías en quien tienes al lado y en el ámbito en el que te mueves hasta que alguien te coloca una pistola en la mano, y ahí depende en qué situación estés para tomar la decisión”, afirma Santolaya. 'Ahí' es la lucha armada. El terrorismo. También es cierto que se puede decir ‘no’. En este cómic uno de los personajes, igual de idealista que ella, rechaza coger la pistola.


Para Hernández Cava, aunque aquellos años italianos fueron sangrientos -la masacre de la Banca de Milán, el asesinato de Aldo Moro, las Brigadas Rojas, pero también la extrema derecha- y no haya mucha semejanza con la actualidad en este sentido, sí la hay en cuanto al adanismo de los jóvenes. “En la juventud siempre se da una peligrosa mezcla, que es una especie de candidez e inocencia, que nos hace ser más vulnerables a la manipulación y un segundo aspecto que es cierta arrogancia en el sentido de considerar que nuestros padres no hicieron las cosas tan bien como las haríamos nosotros”, comenta el escritor. De ahí que hacia el final del libro, en una manifestación en la época actual aparezca un cartel que dice “La historia somos nosotros”.

“Todos los jóvenes consideran que antes de ellos no hubo nada. Y por puro adanismo consideran que van a cambiar el sistema por uno mejor”, añade el escritor. ¿Pero no es el idealismo lo mejor que le puede pasar a un joven? “Bueno, cuando esa actitud está radicalizada, la constricción de ese nuevo sistema acaba implicando la destrucción del sistema que tenemos, y ahí uno puede poner en entredicho demasiadas cosas y puede acabar pensando que la violencia es el único medio”, insiste Hernández Cava. ¿Y ahora ve este escritor a la gente joven yendo hacia este lado, o hacia algún extremismo? “La juventud, con esa mezcla de inocencia y arrogancia, es fácilmente manipulable por cualquier extremo. A mí los extremos me resultan preocupantes, y vivimos una época en la que el populismo ha acabado por contaminar todo. Pero ahora veo a la juventud más encaminada hacia el desconcierto que hacia la alineación con posiciones de extrema derecha”.


Cambiar de idea

En el cómic, la juventud de Valeria se entremezcla con su madurez en la que aparece trabajando en una residencia de ancianos, algunos de ellos con alzheimer. Ella es la primera que hubiera querido olvidar lo que hizo cuando era una veinteañera, su entrada en la lucha armada y su posterior vida como proscrita sin poder acercarse nunca más a su familia.

“Claro, ahí la pregunta es ‘para qué’. Para qué valía todo aquello, si me he perdido la vida de mis padres, de mi hermano, de mis abuelos y estoy todo el tiempo huyendo de mí misma”, sostiene Santolaya.

placeholder La historia somos nosotros
La historia somos nosotros

Después del atentado, la joven Valeria lee 'La montaña mágica', de Thomas Mann: “Por el bien y por el amor, el hombre no debe dar a la muerte ningún dominio sobre sus pensamientos”. En definitiva, no caer en la tiranía de la ideología. “Una frase que me acompaña desde entonces”, afirma la protagonista.

Cambiar de opinión, de idea, ¿es posible? ¿Es necesario? ¿Es positivo? Para Hernández Cava es algo casi obvio. “La madurez de cualquiera de nosotros debería conllevar someter a juicio muchas ideas que tenemos adquiridas. Me aterra cuando me dicen, ‘yo nací de izquierdas y moriré siendo de izquierdas’ porque eso es una negación de la evolución”, señala. Reconoce, no obstante, que algunos cambios ideológicos tampoco son fáciles para mucha gente. “Para muchos, dejar de pensar exactamente como cuando eran jóvenes sería considerar que tu vida ha estado equivocada y que no tiene sentido. Y eso no es fácil de asimilar”.

Para muchos, dejar de pensar exactamente como cuando eran jóvenes sería considerar que su vida ha estado equivocada y eso es difícil de asimilar

Él cuenta que sí ha hecho ese camino. Ese que en los setenta iba, principalmente, de Sartre -”que me tenía fascinado” - a Camus, ”que es el que tengo en mi salvapantallas fumando un pitillo, como yo. Y nunca me olvido que dijo aquello de ‘si yo descubriera que la verdad es de derechas, sería de derechas’. Lo que hay que hacer es mantener una actitud de apertura mental”, reafirma. Si no, como dice Santolaya, puede ser peligroso: “Una cosa son las ideas y otra que te vincules con una ideología y te separes del otro. Eso nos llevaría a que el otro es simplemente el enemigo, y eso es un pensamiento fascista”.

Ya lo cantaban Los Chunguitos: “Si me das a elegir entre tú y mis ideas, me quedo contigo”.

“La espera dentro del coche se me hizo eterna. Notaba cómo el sudor corría por mi pecho hasta concentrarse en las ingles.

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