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La Academia Sueca no levanta cabeza: naufragan las reformas del Comité Nobel
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Escándalo

La Academia Sueca no levanta cabeza: naufragan las reformas del Comité Nobel

La renuncia de dos miembros del grupo encargado de mejorar la imagen del Nobel de Literatura y las críticas a la concensión del premio a Peter Handke ahogan a la institución

Foto: Peter Handke, ganador del premio Nobel en 2019 (EFE)
Peter Handke, ganador del premio Nobel en 2019 (EFE)

Hay un viejo dicho que señala que cuando se toca fondo siempre se puede escarbar. De alguna manera es lo que le ocurre a la Academia sueca, encargada de otorgar el premio Nobel de Literatura. No acaba de salir del hoyo en el que se metió en 2017 cuando tras las acusaciones de acoso sexual -y posterior juicio en el que fue condenado- a Jean-Claude Arnault, esposo de Katarina Frostenson, que era miembro de la Academia, se decidió anular el Nobel de 2018. Dos meses después de premiar al austriaco Peter Handke y a la polaca Olga Tokarczuk, los intentos por reflotar la imagen y prestigio de esta institución han vuelto a naufragar.

Este lunes, el escritor Kristoffer Leandoer y el periodista literario Gun-Britt Sundström, miembros del subcomité de cinco expertos externos que se creó el año pasado con el fin de evitar posibles filtraciones y nepotismo -de lo cual también se acusó a Arnault-, comunicaron su renuncia como supervisores de las reformas que la Academia había planteado el año pasado. Leandoer, además, fue bastante explícito en las razones de su marcha: “Dejo mi trabajo en el comité Nobel porque no tengo ni la paciencia ni el tiempo para esperar a que cambie el resultado del trabajo que había comenzado. La Academia y yo tenemos una perspectiva diferente del tiempo. Un año es demasiado largo en mi vida y demasiado corto en la vida de la Academia”, escribió en el periódico sueco 'Svenska Dagbladet'. En definitiva: las reformas parecen estar en una vía muerta, lo cual deja en muy mal lugar a la Academia. Y todo ello a escasos días del 10 de diciembre cuando se entregarán los premios en Estocolmo.

Una nueva imagen empañada

Porque estas dos renuncias no son la única piedra en el camino de la institución, que acumula ya muchos meses de desprestigio. Tras el escándalo de Arnault, un hombre que durante décadas había tenido engañada a buena parte de la intelectualidad sueca, se decidió dar un volantazo a cómo se elegían los ganadores del premio. Para ello se creó este Comité Nobel conformado por cuatro miembros de la academia y cinco expertos externos. Serían ellos los que elaborarían una lista de finalistas y después los 18 miembros de la academia elegirían al galardonado. La idea era que se evitara el eurocentrismo y que no hubiera más escándalos. Pero no salió bien del todo: los premiados fueron un austriaco y una polaca y al conocerse el nombre de Handke pronto surgieron las críticas por parte de asociaciones de víctimas del genocidio bosnio durante la guerra de los Balcanes acusandole de negar las matanzas y de flirtear demasiado con los serbios. Fueron muchos los que recordaron cómo el austriaco había estado presente en el funeral del líder serbio Slobodan Milosevic.

El año pasado se creó un comité con el fin de evitar el eurocentrismo y que no hubiera más escándalos. Pero no salió bien

Desde entonces, la Academia ha hecho todo tipo de esfuerzos para defender el premio a Handke. El presidente del Comité Nobel, Anders Olsson, envió recientemente una carta a diversas instituciones bosnias que habían criticado el premio en la que señalaba que “el Nobel es para un logro. Se trata de celebrar su extraordinaria obra literaria, no la persona”. La respuesta no fue conciliadora. Al contrario, han arreciado las voces que acusan a la academia de negacionismo del genocidio y de revisionismo histórico.

La teoría de la conspiración

Todavía hay más. En un artículo publicado por ‘The Intercept’ y la revista ‘Letras Libres’ a mediados del mes pasado, el periodista Peter Maas relataba cómo precisamente dos miembros del Comité Nobel, el académico Eric Runesson, y el crítico literario, Henrik Petersen, fueron los que defendieron fervientemente a Handke ante el resto. Y se apoyaron, además, en una teoría conspirativa que circuló con fuerza en los años noventa y que, aunque parecía totalmente olvidada, como afirma Maas, “tuvo una sorprendente nueva vida. Un cuarto de siglo después, ayudó a otorgar el premio Nobel a Peter Handke”.

Esta teoría señala que fue una agencia de publicidad estadounidense, Ruder Finn Global Public Affairs, la que infló las atrocidades serbias haciendo parecer ante el mundo que eran los malos. También se aducía que fue esta agencia la que filtró que los serbios habían creado campos de concentración para los bosnios cuando todavía era imposible de demostrar. Es decir, que todo lo relativo a los mayores crímenes de los serbios era un invento estadounidense.

Dos miembros del jurado defendieron fervientemente a Handke ante el resto. Y se apoyaron, además, en una teoría conspirativa

Quien hizo pública esta teoría fue el periodista francés Jacques Merlino, que se había entrevistado con un directivo de Ruder Finn y que a finales de 1993 publicó el libro ‘Las verdades de Yugoslavia no son fáciles de contar’ en el que daba pábulo a esta historia. Por supuesto, fue desmentida no mucho después con reportajes -entre ellos algunos del propio Peter Maas- que certificaban la existencia de los campos de concentración y crímenes como los de Srebrenica en el verano de 1995.

Aquel bulo podía haberse quedado en esa década, pero dos autores alemanes, Lothar Struck y Kurt Gritsch, lo retomaron en sendos libros que fueron los que leyeron los miembros de comité Nobel, Runesson y Petersen, para defender a Handke. Y el austriaco pasó el filtro: fue elegido por los 18 miembros de la academia.

Con estos mimbres, la institución llega a la entrega de premios con demasiados puntos en entredicho. Las reformas que se pretendían parecen no salir adelante y Handke se presenta como un ganador incómodo. Habrá que esperar qué sucede el próximo 10 de diciembre y, sobre todo, qué ocurre con el Nobel de Literatura de 2020.

Hay un viejo dicho que señala que cuando se toca fondo siempre se puede escarbar. De alguna manera es lo que le ocurre a la Academia sueca, encargada de otorgar el premio Nobel de Literatura. No acaba de salir del hoyo en el que se metió en 2017 cuando tras las acusaciones de acoso sexual -y posterior juicio en el que fue condenado- a Jean-Claude Arnault, esposo de Katarina Frostenson, que era miembro de la Academia, se decidió anular el Nobel de 2018. Dos meses después de premiar al austriaco Peter Handke y a la polaca Olga Tokarczuk, los intentos por reflotar la imagen y prestigio de esta institución han vuelto a naufragar.

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