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Arde el cine: un pirómano gallego en Cannes
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72 EDICIÓN DEL FESTIVAL DE CANNES

Arde el cine: un pirómano gallego en Cannes

El director francoespañol Oliver Laxe vuelve a Cannes por tercera vez con 'O que arde', que compite en Un certain regard

Foto: Una imagen de 'O que arde', de Oliver Laxe.
Una imagen de 'O que arde', de Oliver Laxe.

Oliver Laxe es capaz de encontrar la poesía en objetos tan aparentemente anodino como un helicóptero de la brigada forestal. Cualquier cosa se convierte en una imagen indeleble. En los primeros minutos de 'O que arde', su tercer largometraje como director, está condensada la magia del cine que busca embellecer la materia, lo telúrico, sin aditivos. Simplemente sabiendo dónde y cómo hay que mirar. Un arranque apabullante para la última película española presente en la 72 edición del Festival de Cannes. Laxe, Almodóvar y Serra, tres modelos diferentes —incluso opuestos— de concebir la narración a través de imágenes, pero que representan lo que en el certamen más importante del mundo consideran como cine español.

Laxe, mitad gallego, mitad francés, se sumerge en la Galicia profunda para entender, o al menos intentarlo, a un pirómano que vuelve a casa de su madre después de cumplir condena. El hijo pródigo que regresa a una aldea en la que sus vecinos le reciben entre la conmiseración y el recelo. Laxe sigue de cerca a Amador (Amador Arias) que se reinserta como puede a una rutina que se le presenta ajena. Su madre, Benedicta (Benedicta Sánchez, un descubrimiento impagable), anciana y enjuta ha tenido que sacar adelante su granja y pasar en soledad el 'luto' por la ausencia de su hijo. Sin dramatismos. “Mamá, voy a quedarme por aquí un tiempo”, saluda Amador. “¿Tienes hambre?”, contesta su madre. Pragmatismo y subtexto.

placeholder Otro fotograma de 'O que arde', de Oliver Laxe.
Otro fotograma de 'O que arde', de Oliver Laxe.

'O que arde' acerca la cámara adonde pocos miran. Y lo hace a la misma altura: no hay condescendencia ni idealización. Laxe consigue reproducir el ritmo de la España aislada, lacónica e introspectiva: se habla poco y se mira mucho. Para ello, recurre a la materia: trata igual la madera de un árbol hueco como el lodo que lo inmoviliza todo como la piel de una anciana desdentada pero fuerte y sabia como es Benedicta.

'O que arde' acerca la cámara adonde pocos miran. Y lo hace a la misma altura: no hay condescendencia ni idealización

La verdad está en ese funeral al que acude el pueblo entero, en el que cada vecino repite como un mantra el pésame y en el que la viuda llorosa se fuerza a la cortesía de preguntar por la vuelta de Amador. También en el merendero en el que una invitación a comer supone el perdón o no la aldea entera. Y en el hombre que se resiste a abandonar su casa al borde de convertirse en pasto de las llamas. En el caballo ciego y desorientado que resurge de las cenizas.

placeholder 'O que arde' de Oliver Laxe.
'O que arde' de Oliver Laxe.

Y, sobre todo, en la audacia de la cámara de Laxe que se adentra como un miembro más de una brigada forestal en un incendio de una manera nunca antes vista. El trabajo de Mauro Hercé en fotografía es kamikaze. Porque el fuego de 'O que arde' quema las pestañas. ¿Qué lleva a un pirómano a quemar un bosque?, se pregunta Laxe. La respuesta se esconde en el plano en el que amador conduce y las ramas de los árboles se enredan en su reflejo en el parabrisas. “Es un buen hombre, pero lo ha tenido muy difícil en la vida”, adelanta uno de los personajes.

El cineasta nacido en París ha elegido la aldea lucense en la que nació su madre y en la que él veraneaba de niño, Os Ancares, para contar esta historia sencilla que guarda en su lenguaje visual, su paisaje sonoro y las interpretaciones de sus actores protagonistas —no profesionales, por supuesto— sus grandes fortalezas. Son rostros que no admiten la impostura. Transparentes y secos, llenan la pantalla. Cada palabra que sale de los labios de Benedicta pesa como una losa, sin pretensiones.

placeholder El equipo de 'O que arde' durante el rodaje.
El equipo de 'O que arde' durante el rodaje.

El film es, a ratos, una pintura romántica: paisajes inabarcables desdibujados por la niebla. A ratos, un documental sobre el ser humano y su relación con los materiales: el barro, la piedra, la madera. Y lo natural por encima de la mano del hombre. Porque aunque el pirómano provoque el fuego, las llamas corren libres. Laxe transmite con cada plano el poder hipnótico del elemento destructor, que rebosa cada cuadro.

'O que arde' es, probablemente, la primera película en gallego que ha pasado por el Festival. Cannes ya puso el ojo en Laxe con su primera película, 'Todos vós sodes capitáns', que en 2010 ganó el premio de la crítica de la Quincena de realizadores, y repitió con 'Mimosas', ganadora en 2016 del gran premio de la Semana de la crítica. Y con este film tan misterioso como táctil apunta para triplete.

Oliver Laxe es capaz de encontrar la poesía en objetos tan aparentemente anodino como un helicóptero de la brigada forestal. Cualquier cosa se convierte en una imagen indeleble. En los primeros minutos de 'O que arde', su tercer largometraje como director, está condensada la magia del cine que busca embellecer la materia, lo telúrico, sin aditivos. Simplemente sabiendo dónde y cómo hay que mirar. Un arranque apabullante para la última película española presente en la 72 edición del Festival de Cannes. Laxe, Almodóvar y Serra, tres modelos diferentes —incluso opuestos— de concebir la narración a través de imágenes, pero que representan lo que en el certamen más importante del mundo consideran como cine español.

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